la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Gran éxito de la exposición en homenaje Cecilia Bellorín en Barcelona, España


Hasta el 31 de enero  hay tiempo de ver la  exitosa exposición dedicada a la actriz, cantautora y escritora venezolana, radicada en Barcelona, ex Rajatabla de Carlos Giménez, que muestra parte de su vasta producción artística desde sus inicios en Caracas hasta la actualidad.  La exposición titulada "CECILIA una venecolana del Poble-Sec" se puede ver en  el Centro Cultural Albareda de Barcelona, con entrada libre y gratuita.




FOTOS DE LA EXPOSICIÓN EL DÍA DE LA INAUGURACIÓN


Cecilia y su esposo Jimmy el día de la inauguración

































Fuente: Cecilia Bellorín
 

La película "¿Quién escribirá nuestra historia?" será proyectada en toda Venezuela en forma gratuita por el Espacio Anna Frank a partir del 25 de enero / Entrevista con Nancy Spielberg, productora de la película / Mariano Kairuz, La Nación, Buenos Aires, 21 de mayo de 2019





IN MEMORIAM 2020 | Quién escribirá nuestra historia: redescubriendo los archivos escondidos del Gueto de Varsovia


por EAF | Ene 15, 2020 

Se trata de la primera película sobre el grupo Oneg Shabat, creado en 1940, en el Gueto de Varsovia, por el historiador Emanuel Ringelblum, que funcionó hasta su aniquilación. El material recogido por este grupo sirvió para derrotar las mentiras y la propaganda nazi a través de archivos secretos que recopilaron miles de testimonios, bajo las más extremas condiciones. Así se demuestra que la resistencia se expresa de muchas formas y ahora es contada en el cine.






La organización sin fines de lucro Espacio Anna Frank presentará gratuitamente el sábado 25 de enero a partir de las 5:30 de la tarde en la Concha Acústica de Bello Monte, el largometraje "¿Quién escribirá nuestra historia?", que narra la organización de un archivo secreto y clandestino en el Gueto de Varsovia desde noviembre de 1940, organizado por el historiador Emanuel Ringelblum, con un grupo de intelectuales de distintos ámbitos políticos, ideológicos, religiosos, con el fin de preservar en forma escrita  la vida en el Gueto de Varsovia y el sufrimiento de sus habitantes. 


Escrita y dirigida por Roberta Grossman y producida por Nancy Spielberg (hermana menor de Steven Spielberg), "¿Quién escribirá nuestra historia?" (Who Will Write Our History. Estados Unidos – Polonia, 2018, 95 min.) está basada en el libro del historiador Samuel Kassow y revela impactantes situaciones ocurridas dentro del Gueto de Varsovia, bajo las más extremas condiciones, dejando evidencia de las persecuciones nazis a los judíos polacos desde la perspectiva de las víctimas. En este caso a través de los ojos de Rachela Auerbach, una periodista brillante, quien a petición de Ringelblum trabajó en uno de los muchos comedores populares, narrando el sufrimiento y el hambre que se padecía y fue la única sobreviviente de esa cocina.

Ringelblum y las otras víctimas que crearon este archivo , decidieron derrotar las mentiras y propaganda nazis, no con armas y puños, sino con lápiz y papel. La verdad pudo sobrevivir a la guerra. El archivo fue enterrado en tres partes, sólo 5 personas sabían la ubicación y únicamente 2 de ellas sobrevivieron al Holocausto o la Shoá. Dos partes del archivo fueron rescatadas después de la Guerra. La tercera parte no ha sido encontrada.

El archivo recoge opiniones de rabinos, periodistas, filósofos, jóvenes, niñas, niños, maestras, intelectuales... de todas víctimas del nazismo que vivían en el Gueto, en documentos como monografías, cartas, documentos, periódicos, diarios y dibujos. Emanuel Ringelblum entendió que el destino final de las 450,000 personas hacinadas en el Gueto de Varsovia era la muerte, de ahí la necesidad de escribir la historia de la vida allí, en un importante acto de valentía moral.

 “La actividad de Emanuel Ringelblum y sus colaboradores fue una actividad clandestina. Cualquier información que los nazis tuvieran del archivo, las personas serían ejecutadas inmediatamente. Es un acto de solidaridad y valentía moral, valores fundamentales en la sociedad. Valores que son bandera entre los objetivos de Espacio Anna Frank. Es por ello que se escogió proyectar esta película, en el día Internacional de la Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto”, señala Anita Figa, miembro de la directiva de Espacio Anna Frank.


Cabe destacar que "¿Quién escribirá nuestra historia?" también llegará a los cines. El domingo 26 de enero se realizará la proyección de la cinta en 21 salas seleccionadas de los circuitos Cines Unidos y Cinex, ubicadas en 13 estados del país, todas a las 2 pm, también con entrada gratuita y para público adulto..

"¿Quién escribirá nuestra historia?" forma parte de la  programación “In Memoriam 2020” de Espacio Anna Frank, en el marco de la Resolución 60/7 de la Organización de las Naciones Unidas, que designó el 27 de enero como Día Internacional de la Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto

De esta forma, Espacio Anna Frank contribuye a que no se olvide lo ocurrido, como un mensaje permanente que se transmite desde hace más de once años. Esta vez participan como patrocinantes las embajadas de Alemania, Italia, Reino de los Países Bajos, Francia, España, Suiza y Polonia y como aliados: el Comité Venezolano de YadVashem,la Alcaldía de Baruta, la Concha Acústica de Bello Monte, la empresa distribuidora de películas Blancica, los circuitos de cine: Cinex, Cines Unidos y Circuito Gran Cine, por medio de su Fundación Hacer Cine, así como el Circuito Unión Radio.



La resistencia se expresa en muchas formas



Para mayor comprensión del Holocausto y sus dimensiones, Espacio Anna Frank estrenará  antes del largometraj  el corto Las voces de ayer nos hablan hoy,  dirigido por Ilana Beker y Anita Figa, guión de Nelson Garrido y producción de Espacio Anna Fank, que explica, en forma ágil y didáctica, cómo a principios del siglo XX los partidarios de ideologías y falsas creencias buscaban fundamentarlas en la ciencia para hacerlas pasar por verdades irrefutables.

El corto, realizado con la técnica de animación stop motion, cuenta con una duración de 7 minutos, y muestra que una de las causas del Holocausto fue la creencia de que las diferencias genéticas colocan a un grupo humano por encima de otro, es decir, que existen razas humanas más fuertes e inteligentes que otras.

En 1930, Adolf Hitler, utilizando la mentira disfrazada de verdad, convenció a una gran parte de la población de que era hora de conquistar el mundo arrinconando a los diferentes instigando a una limpieza racial. Así se ensañó contra las personas con discapacidad , homosexuales, gitanos o cualquier otra raza que no fuera aria, políticos e intelectuales que no pensaban como ellos y sobre todo contra los judíos procediendo a encarcelarlos, a someterlos a trabajos forzosos, hacinándolos en guetos y finalmente enviándolos a campos de concentración y exterminio, donde fueron asesinados en forma industrial.


Cines donde se podrá ver "¿Quién contará nuestra historia?"

Además de la proyección el sábado 25 de enero, a las 5:30 pm en la Concha Acústica de Bello Monte, la cual se llevará a cabo gracias al apoyo del Circuito Gran Cine, por medio de su Fundación Hacer Cine; el domingo 26 de enero, las salas de Cines Unidos ubicadas en los centros comerciales: Millennium Mall (Caracas), Regina, (Puerto La Cruz, Edo. Anzoátegui); Hyper Jumbo (Maracay, Edo. Aragua), Orinokia, (Puerto Ordaz, Edo. Bolívar); Petroriente, (Maturín, Edo. Monagas), y los centros Sambil de Margarita (Edo. Nueva Esparta), Valencia, (Edo. Carabobo), San Cristóbal (Edo. Táchira), Maracaibo (Edo. Zulia) y Barquisimeto (Edo. Lara), abrirán sus puertas al público para proyectar la cinta gratuitamente.

También el domingo 26 de enero, Cinex dispondrá a tal fin de sus pantallas ubicadas en los centros comerciales caraqueños Sambil, El Recreo, El Hatillo, San Ignacio, Los Próceres y Manzanares. Y en el interior del país estarán disponibles los recintos ubicados en Galerías Plaza (Maracay, Edo. Aragua); Sambil (Paraguaná, Edo. Falcón); Lago Mall (Maracaibo Edo. Zulia) y los centros comerciales Buenaventura de Guatire (Edo. Miranda) y de Araure (Edo. Portuguesa).

Todas las funciones de cine del domingo se llevarán a cabo a las 2 pm. Por la fuerza de las imágenes, esta película está recomendada para un público adulto y para jóvenes a partir de los 13 años de edad.

En el caso de Cines Unidos, los asistentes podrán adquirir, de forma gratuita, sus entradas a través de las taquillas de los cines. Por su parte, los asistentes a las funciones de Cinex pueden ingresar a su página web www.cinex.com.ve, ubicar el título en la cartelera y seguir el procedimiento de compra (el cual, en este caso, presentará la opción “acceso gratis”). Ello, les permitirá seleccionar las butacas y obtener un localizador que deberán reservar para mostrarlo al momento de ingresar a la sala.

La Concha Acústica de Bello Monte está localizada al final de la Avenida Caurimare en Colinas de Bello Monte. Hay seguridad para estacionar los vehículos en las zonas aledañas al anfiteatro, por parte de la Policía de Baruta.

Desde su creación en el 2006, Espacio Anna Frank conforme a sus valores y propósitos se suma una vez más a esta conmemoración mundial, con el fin de divulgar el significado y dimensiones de un crimen sin parangón en la historia de la humanidad: el Holocausto. Contribuye así a evitar que hechos similares puedan repetirse en algún lugar del mundo y eleva su voz al rechazo categórico de todo acto de discriminación, violencia e intolerancia. Para esta organización, combatir la indiferencia, no olvidar y preservar la coexistencia es punto de honor.





La familia Spielberg vuelve al Holocausto: 
entrevista con Nancy




Mi primera reacción cuando Roberta Grossman me dijo que quería filmar el libro del historiador Samuel Kassow Who Will Write Our History? (" ¿Quién escribirá nuestra historia?") no fue, al principio, tan distinta de la mayoría de la gente: '¿Otra película sobre el Holocausto?'. Roberta está totalmente obsesionada con el tema, y no es porque su familia estuvo allí; sencillamente, ha leído todo lo que puede leerse al respecto. En cambio yo, que me crié en Arizona, crecí prácticamente sin tener ningún conocimiento acerca del Holocausto. Sé que esto es algo que la gente encuentra muy difícil de creer porque mi hermano es el director de La lista de Schindler e imaginan que mis padres son sobrevivientes de los campos de concentración, o que, como mínimo, sus hijos fuimos educados en el tema. Pero la verdad es que crecimos en una comunidad en la que había muy pocos judíos y no nos identificábamos muy fuertemente a nosotros mismos como judíos. Salvo, acaso, por el hecho de que nuestros vecinos solían asomarse a veces al jardín de nuestra casa para gritarnos '¡Spielberg, judíos sucios!'. Por lo que sí sabíamos al menos que éramos diferentes".


Quien cuenta esto -en conversación telefónica con la nación revista desde Nueva York- es Nancy Spielberg, la menor de las hermanas de Steven, es decir, la hermana cineasta de uno de los directores de cine más famosos e influyentes del último medio siglo. La entrevista tiene lugar en ocasión de una de las proyecciones del documental del que ella es productora ejecutiva, Who Will Write Our History?, basado en el citado libro de Kassow y dirigido por Roberta Grossman. Por gestión de la Organización de las Naciones Unidas, el Museo del Holocausto y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la película se dio en una función especial a principios de mayo, en el Malba, y volverá a proyectarse allí en junio.

¿Quién escribirá nuestra historia? rescata el relato prácticamente secreto de la Oyneg Shabes (expresión del yiddish traducible como "La alegría del Shabat"), un grupo clandestino que tuvo entre sus miembros fundamentales al historiador polaco Emanuel Ringelblum, quien, a partir de 1940, se consagró a documentar la situación del gueto de Varsovia y la vida cotidiana y los padecimientos de sus habitantes bajo la ocupación, dejando constancia de las mentiras que buscaba difundir la propaganda nazi, contándolo todo en el acto, con una conciencia del valor histórico que esos testimonios iban a adquirir en el futuro que hoy, retrospectivamente, resulta asombrosa. La infinidad de papeles que conforman el archivo fueron sellados en contenedores y puestos bajo tierra antes de que el gueto fuera incinerado y buena parte de sus habitantes asesinados. Parte de estos contenedores jamás se encontraron. En 1999, el Archivo Oyneg Shabes fue incorporado a la Unesco, considerado por los historiadores como "el conjunto más rico de testimonios presenciales y relatos contemporáneos que hayan sobrevivido al Holocausto". Sin embargo, su historia sigue sin ser demasiado conocida.

Fue siete años atrás, mientras hacían Above and Beyond, una película sobre veteranos americanos que contrabandearon aviones fuera de Estados Unidos y pelearon en las guerras de la independencia de Israel, cuando Grossman le contó por primera vez a Nancy Spielberg que acababa de comprar los derechos del libro de Kassow. "Roberta jamás había oído hablar de Ringelblum ni de Oyneg Shabes, y sintió que había dado con la historia desconocida más importante que se hubiera desenterrado sobre el Holocausto -dice Nancy Spielberg-. Cuando me contó de qué trataba, me shockeó e hice un chiste: un relato sobre un archivo secreto, enterrado, escrito por estos historiadores y académicos. le dije: ¡me hizo pensar en Indiana Jones!".

La cita al arqueólogo aventurero que su hermano Steven llevó al cine cuatro veces -y que tuvo repetidamente entre sus villanos a los nazis- no es azarosa, claro. "Mi hermano sí había tenido una pequeña introducción en el tema cuando éramos chicos porque, siendo el mayor, había conocido a algunos sobrevivientes del Holocausto. Ellos iban a la casa de mi abuela a que les enseñara inglés. Por lo tanto, él sí había visto a otros judíos, pero de chicos no sabíamos realmente qué significaba eso. Yo no escuché la palabra Holocausto casi hasta mi adolescencia". El judaísmo sí se convertiría en algo muy importante en las vidas de los hermanos Spielberg, años más tarde.

-A medida que empezamos a avanzar en la producción de ¿Quién escribirá nuestra historia? pensé en el significado más profundo de lo que hicieron estos historiadores, periodistas e intelectuales, en cómo sacrificaron sus vidas para que la verdad sobreviviera incluso si ellos mismos no llegaban a sobrevivir -continúa-. En cómo anotaron todo, no tanto acerca de cómo murieron las víctimas del gueto, ya que sabemos bastante acerca de las muertes en el Holocausto, sino sobre cómo vivieron, y consiguieron darnos una idea cabal de cómo era la vida en aquel entonces, de cómo la gente seguía yendo al teatro y de cómo la cultura seguía siendo relevante aun cuando muchas de estas personas no iban a sobrevivir. Con su trabajo, nos proveyeron de los primerísimos testimonios directos e informes de lo que los nazis estaban haciendo en los campos de exterminio. Estos papeles que constituyen el archivo de la Oyneg Shabes estaban escritos en tiempo real, exactamente en el momento en que todo ocurría, lo que permitió que se contaran muchas cosas que luego de la guerra ya nadie contaría. Porque una cosa es ver un hecho y escribir inmediatamente y otra hacerlo después. Sabemos que cuanto más tiempo pasa más se desdibujan las cosas, los episodios cambian un poco en nuestra memoria, que a veces busca borrar algunos eventos que son demasiado duros".

-Esa urgencia del registro "en vivo" parece ser una de las claves de la puesta en escena.

-Es increíble cuando tratamos de imaginar cuántos de nosotros podríamos realmente haber hecho a un lado nuestro propio instinto de autopreservación en nombre de una causa más grande. Para mí, ese es uno de los aspectos más importantes de esta historia. Uno de los miembros jóvenes de aquel grupo dijo: "Me gustaría llegar a ver el día en que estos grandes archivos sean revelados y le digan la verdad al mundo". Ese no es un pensamiento muy común para un chico de 19 años. Un chico de esa edad piensa: "¡Vamos a vivir, voy a encontrar una chica, voy a comer y a emborracharme!". Pero estas personas sintieron que debían pensar en las futuras generaciones, de las que ellos no iban a formar parte, y que estas se iban a beneficiar de alguna manera de esos testimonios en primera persona. Yo no sé si hubiera sido capaz de hacer eso mismo".

-En la película se dice que otra de las cosas que permitieron la urgencia de esos registros hechos en el acto fue que se contaran cosas que una vez que terminó la guerra muchos ya no estuvieron dispuestos a contar, como los sentimientos más negativos.

-Creo que después del Holocausto buena parte de las historias se enfocaron en cómo hicieron algunos para sobrevivir, en los héroes que sobrevivieron y en los que murieron -continúa Spielberg-. Es más difícil hablar de otros aspectos más amargos, tales como un judío que entrega a otro judío: es muy difícil aceptar que cualquiera de ellos podría haber actuado de una manera inmoral, tanto como lo haría un nazi. En la película hay menciones sobre lo que hacía la policía polaca, aunque procuramos no exagerar sobre el tema: hubo gente que nos preguntó por qué no pusimos más sobre esto, pero yo creo que se dice lo suficiente. Hoy pasan demasiadas cosas en Polonia y nuestra idea no era frotarle estos aspectos amargos a nadie en las narices, porque no es ese el foco de la historia.


"Steven la pasó muy mal"


La película combina entrevistas con historiadores y el autor del libro, con dramatizaciones (los actores Adrian Brody, el protagonista de El pianista, y Joan Allen, leen testimonios escritos de Ringelblum y de Rachel Auerbach, miembro de la elite literaria polaca de la época que devino esencial en el Oyneg Shabes) y un material de archivo muy poco conocido.

Hace poco, el film de Peter Jackson sobre la Primera Guerra, No llegarán a viejos, recibió algunas críticas por colorear y sonorizar el material de archivo de la época, pero uno de los objetivos de esto, que algunos vieron como un "truco", fue hacerlo más accesible para el público joven. ¿Cómo abordaron estos aspectos técnicos para la realización del documental?

Decidimos no colorizar el material, pero a algunas imágenes de Rachel Auerbach caminando entre planos de archivo les pusimos un poco de color, de modo que quede claro que no estamos tratando de engañar al público, sino de que sea evidente que esa parte en particular es una dramatización. A la vez, la verdad es que sí había material de archivo de esa época en colores, solo había que escarbar correctamente en el archivo. Y nuestras dramatizaciones son muy realistas, porque cada palabra que escuchás salió de la boca, de la pluma, de las mentes de la gente que vivió en el momento. Es un tipo de testimonio que debemos recuperar ahora mismo, porque estamos perdiendo a todos los sobrevivientes de la Segunda Guerra y esta es la única manera de compenetrarnos con sus relatos. Y también, claro, de acercarnos al público más joven.

La producción trabajó las recreaciones como si se tratara de documentos históricos, que cada detalle del gueto de Varsovia fuera real. 

Este rigor es importante porque es así como les vamos a enseñar la historia a nuestros hijos; esto es lo que va a quedar. Las generaciones más jóvenes no quieren leer un libro de historia. Somos una sociedad muy visual, tanto los jóvenes como los viejos, y nuestro espectro de atención es cada vez más corto y es cada vez más difícil hacer que alguien lea nada que sea más largo que un tuit. Odio decirlo, pero tenemos que pensar en eso; no podemos hacer documentales de cabezas parlantes, solo gente hablando, porque son aburridos y nadie conecta con ellos, y es importante poder empatizar.

En relación con esta idea de memoria y legado, y volviendo a tu educación, a la infancia en Arizona de la familia Spielberg. ¿Por qué creés hoy que creciste sin saber qué significaba ser judía?

Para empezar, soy la más chica de cuatro hermanos. Sí celebrábamos algunas festividades, pero no teníamos una identidad judía fuerte. Había solo un chico judío más en la escuela, así que no era algo que yo creyera muy importante; en todo caso, incluso, lo odiaba un poco, porque cuando todo el mundo se deseaba Feliz Navidad, yo me quedaba sentada a un lado cortando estrellas judías en papel para hacer decoraciones, y cuando tenés 8, 9 años no querés ser diferente. Mientras todos los chicos comían sus almuerzos en la cafetería, yo abría mis sándwiches de salame y matzá. Los chicos se reían de mí porque olían el ajo en mi comida a la distancia. Así que no tuve muchos amigos en esa época, me era incómodo, no nos sentíamos aceptados. 
Los vecinos que nos gritaban "sucios judíos" desde su lado de la cerca también nos robaban los juguetes. Una vez, mi hermano Steven fue hasta sus casas por la noche, llevó mantequilla de maní y la untó por todas sus ventanas, y cuando el sol salió por la mañana, la mantequilla se cocinó tanto que se endureció y se volvió muy difícil despegarla de los vidrios.. No fue gran cosa, pero de alguna manera sirvió como venganza. Y cuando los padres de los vecinos vinieron a decirle a mi madre "sabemos que fue tu hijo quien hizo esto", ella les contestó: "No sé de qué están hablando". De esa manera entendí que teníamos que aprender a defendernos nosotros mismos, pero a su vez que podíamos contar entre nosotros, porque éramos hermanos. Más tarde, a los diez años, una de mis hermanas y yo fuimos a una escuela judía y empecé a sentirme más cómoda y a aceptar mi identidad, no esconderlo más. Pero a mi hermano lo golpearon en el colegio secundario; no fue nada fácil para él.

En el documental Spielberg, de HBO, él cuenta que fue su esposa, Kate Capshaw, quien lo llevó finalmente a abrazar su identidad judía.

Es absolutamente cierto. Ella tiene un costado espiritual muy fuerte, y cuando ellos empezaron a salir, ella decidió que se quería convertir al judaísmo. Y creo que fue con el nacimiento de los hijos de ambos que el judaísmo adquirió un significado más profundo, y él, que durante diez años se había negado a hacer La lista de Schindler -por temor a no hacerlo bien, a arruinar algo sagrado-, se sintió listo emocionalmente. Luego, la pasó mal haciendo la película; en Polonia sentía siempre que estaba parado sobre el polvo de los huesos de las víctimas del Holocausto; donde fuera que estuviera, sentía que estaba moviéndose en una pileta de sangre. Es muy difícil.

¿Qué le dirías ahora a la gente que piensa con fastidio "otra película sobre el Holocausto"?

Que yo entiendo esa reacción. Pero, yendo hacia atrás, recuerdo que después de La lista de Schindler, en la que no trabajé, pero sí estuve involucrada durante el proceso, en familia, hablando con mi hermano, empezaron a surgir una cantidad enorme de historia de sobrevivientes. Y como mi hermano es un poco difícil de contactar, mucha gente acudió a mí, y lo que pasó entonces, lo que de verdad entendí, es que todos tienen historias y que cada historia es absolutamente única, y cada una de estas historias merece ser escuchada, porque se trata de un sufrimiento individual. A veces la gente dice: "Estuviste en Auschwitz, sí, tu historia es como la de otros seis millones". Creo que nos hemos insensibilizado un poco ante tantos relatos sobre el Holocausto. Hoy alguien dice "seis millones de personas" y respondemos automáticamente: "Sí, los judíos asesinados por los nazis". Pero esta respuesta automática no dice nada acerca de cada uno de esos individuos, que pudieron haber sido tus compañeros de escuela. O tu hijo, tu hermana, tu tía. La propia enormidad de la cifra, seis millones, vuelve imposible pensarlo en esos términos, empatizar con los individuos.



A partir de estas historias con las que "se inundó" su vida después de La lista de Schindler, Nancy Spielberg produjo films como Elusive Justice: The Search for Nazi War Criminals, cuyo director, Jonathan Silvers, viajó a la Argentina ("donde revisó muchísimos archivos que contenían los listados numéricos de nazis que habían escapado de Alemania a Buenos Aires") y luego Above and Beyond. "Creo, o al menos espero que así sea, que lo que nuestra película consigue es personalizar, poner nombres propios a algunas historias, para empatizar. No todas las historias han sido contadas. Y esta puede ser la última chance de capturar algunos relatos personales de sobrevivientes de más de 90 años que aún no han contado sus historias. Se necesita paciencia, no solo para escuchar a la gente, no solo a las víctimas y sobrevivientes del Holocausto, sino también a aquellos que sufren genocidios en todo el mundo".





Anécdotas sobre Carlos Giménez y su espectacular montaje de Peer Gynt / por Lito Mateu, Córdoba, 7 de enero de 2010







Foto: Luis Escobar




Apuntes y anécdotas de la puesta de Peer Gynt de Ibsen, escrita por el autor noruego en 1867 y adaptada por Aníbal Grunn para el elenco Rajatabla dirigido por Carlos Giménez en 1991






A fines de 1990, mientras actuaba en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires con la Comedia Cordobesa, representando “Príncipe Azul” del autor Eugenio Griffero,  por un llamado telefónico de mi mamá desde Córdoba me enteré que me había llegado una invitación del Gobierno de Venezuela para integrarme al Proyecto Pedagógico Teatral de ese país, invitación que había sido tramitada por mi amigo Carlos Giménez.

Los primeros meses de 1991 me encontraron trabajando con el Taller Nacional de Teatro de Venezuela (TNT) y luego, invitado por el Núcleo Táchira del Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV) en la Ciudad de San Cristóbal para dar cursos de interpretación y montar con los actores de esa ciudad la obra de Ana DiosdadoLos Noventa son nuestros Mientras esa experiencia me llenaba de aprendizaje y disfrutaba de un grupo humano estupendo, tuve que viajar dos o tres veces a Caracas a reuniones que determinaban directivas sobre los trabajos que hacíamos en el interior mediante evaluaciones.

En uno de esos viajes, con el permiso de Carlos Giménez, y mediación de Robert Stopello, asistente personal de Carlos, pude asistir a dos ensayos de “Peer  Gynt” que, en versión estupenda de Aníbal Grunn y dirección espectacular de Carlos se estaba montando en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas
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¡Fue un impacto…! Más de treinta actores, una nube de técnicos, asistentes, asesores, productores e iluminadores corrían de un lado a otro ultimando detalles antes que el director ingresara a la sala de ensayo. Carlos Giménez, precedido por la Junta Directiva de Rajatabla, llegó a la hora precisada para el ensayo, uno de los últimos, y como en una ceremonia todo estaba en orden y en una calma que presagiaba una tormenta.

El ensayo pre-general recorrió la obra sin tropiezos durante las cuatro horas que duraba. En realidad la obra original de Ibsen dura mucho más, pero la estupenda versión de Aníbal Grunn la había condensado en cuatro horas de aventuras increíbles sobre el escenario.

Al finalizar, Carlos marcó el saludo final y citó al elenco para una reunión al otro día para dar algunas instrucciones. Se paró, me miró, me guiñó un ojo y con total simpleza me dijo: “¿Vamos a comer algo?” Durante la cena solo dio algunas instrucciones referidas a la producción y publicidad de lo que Robert Stopello tomaba nota prolijamente. En cuanto a mí, me pidió que tratara de regular mis ensayos en San Cristóbal para que pudiera asistir al estreno. Pero fue imposible.


Peer Gynt se estrenó, también Los Noventa son nuestros en el Táchira  donde logramos un excelente montaje y muy buenas críticas.




De regreso a Caracas me reintegro al Taller Nacional de Teatro que estaba ensayando “La Cocina” de Arnold Wesker, con  dirección de Aníbal Grunn y yo incorporado como coach monitor de actores. Finalizada una extenuante jornada de trabajo, llegué a mi departamento en Parque Central y un llamado telefónico interrumpió la preparación del material que estaba seleccionando para la clase del día siguiente. Era la secretaria de Carlos, Gladys Aparicio  (la China), una persona amorosa, eficiente y de una lealtad que mostraba su admiración y cariño por su jefe. Ella me informaba que  Carlos Giménez necesitaba hablar conmigo el día siguiente a las ocho de la mañana, que por lo tanto me invitaba a desayunar con él en Rajatabla.

A las ocho en punto estuve allí, nos sirvieron el desayuno y Carlos me sorprendió preguntándome si estaba cómodo en Caracas y si prefería seguir como docente, como director o si quería trabajar como actor. Le respondí que lo que él propusiera estaba bien, que todo me interesaba. Me dijo que tenía que hacerme un pedido muy especial y delicado: estaba prevista la reposición de Peer Gynt para dentro de quince días, pero que Pepe Tejera, primera figura masculina de Rajatabla estaba muy enfermo y no podía asumir esa responsabilidad, y que la Institución se veía muy comprometida debido al costo requerido para el montaje y porque  la publicidad ya estaba encarada. La pregunta era si yo podía reemplazar a Pepe en semejante trabajo. Creo que Carlos intuyó mi terror porque inmediatamente agregó: Por supuesto que no era una obligación, pero que él consideraba que yo estaba preparado para ese trabajo, que lo pensara, que esa sería mi presentación en Venezuela como actor, claro que solo tenía… ¡diez días para prepararlo!

No se expresar en este momento lo que sentí, por un lado mucho pesar por Pepe, por otro lado alegría por la confianza que me dispensaba Carlos y miedo, por el desafío que significaba aceptarlo.  Regresé al departamento sin dar mi clase y hablé con mis compañeros Augusto González y Marcelo Pont Vergés, escenógrafos argentinos, sobre la propuesta y ellos me alentaron a aceptarla y se comprometieron a ayudarme. Llamé a Rajatabla y le confirmé a Carlos mi participación, pero necesitaba hablar con él para establecer horarios de ensayos. Carlos me respondió que como no dudaba de mi aceptación, estaba previsto que ese mismo día se me entregara el libreto y tuviera una reunión con los técnicos para determinar horarios. Así fue. Además de recibir una calurosa bienvenida acordamos que desde el día siguiente dispondría  del escenario montado para los ensayos: de ocho a doce horas ensayaría con los técnicos donde los asistentes y asesores me indicarían movimientos, desplazamientos técnicos indispensables y manejo de arneses;  luego un almuerzo de trabajo para interiorizarme del personaje, su interrelación y los objetivos de la puesta donde Carlos  me daba instrucciones de lo que esperaba de mi trabajo sin pedirme jamás que imitara al actor anterior, lo mismo que hizo cuando me tocó hacer El Coronel (donde también tuve, lamentablemente, que reemplazar a Pepe); luego, a las 2  pm, ensayaría con todo el elenco hasta las 8 pm.

Quiero aclarar que no dormí en diez días, me tiraba en un sillón y entredormido repasaba los textos sumándolos a los movimientos, era mucha la información que debía procesar  y al principio me costaba el trabajo con actores absolutamente desconocidos hasta ese momento para mí y supongo que a ellos les pasaba lo mismo conmigo.  Pero la integración fue maravillosa, me adoptaron como si siempre hubiésemos trabajado juntos. Hacer el trabajo y hacerlo bien era la premisa de todos.

Al ingresar al teatro te encontrabas con la enorme proa de un barco en el escenario como invitando a los espectadores a un viaje hacia la aventura de vivir una utopía. Entre sirenas, alarmas, truenos, sonidos de mar embravecido, el barco se iba “desguazando” hasta formar un montón de chatarra sobre las cuales se veía a Peer Gynt (viejo) asido del mástil del barco en un presagio de lo que sería su final. Detalle en las puestas de Carlos, “superposición de tiempos y espacios, recordar el pasado para darle valor al presente…” frases del propio Giménez.

La plataforma base del escenario era un enorme plano inclinado con el vértice hacia el público, el que sucesivamente y sin solución de continuidad se transformaba en la pequeña aldea donde el joven Peer (Erich Wildpret) amasaba sus sueños de conquistar el mundo, luego se iría transformando en el Reino de Dovre y sus duendes, el desierto con sus tormentas de viento y arena, las minas de diamantes, la fiebre del oro, el tráfico de esclavos, hasta un manicomio, escenas en las que Peer ya adulto (Aitor Gaviria amasa una gran fortuna –non santa- y decide regresar a su aldea para demostrar que él tenía razón en su fiebre de éxito, que lo que buscaba estaba fuera de su pequeña aldea.

Viejo y rico, Peer (yo) que a lo largo de la obra se ha convertido en el más irresponsable y el más querible de los canallas, que se ha erigido en el “Emperador de sí mismo”, decide cargar su oro, sus diamantes y fortuna  en un barco y regresar para ver a su madre y a su novia (Aura Rivas y Nathalia Martínez) a las que había abandonado al partir. Toda la utopía del personaje queda en claro cuando el barco naufraga y llega a su tierra tal como se fue, sin nada. Esto hace que cobre tanta importancia el monólogo de la cebolla, porque se transforma en la reflexión final de Ibsen que Carlos aprovechó teatralmente en una dimensión poco común. Una gran grúa me trasladaba sobre el público, involucrándolo, mientras el personaje ya náufrago de sus propios apetitos, destrozaba con las manos una cebolla, único alimento que posee, en busca del corazón, hasta convencerse que no lo tiene y hace un parangón con su propia búsqueda quedando como reflexión final que el hombre busca fuera de él lo que está en su interior.

Silviainés Vallejo, la escenógrafa, puso a disposición de la enorme creatividad de Carlos Giménez un dispositivo escénico que les permitía volar y transitar por una marea de emociones y sensaciones que se trasladaban al público en forma de aventuras.


Ángel Fernández Mateu y Aitor Gaviria. 


Al cabo de una semana me informaron que Carlos quería ver un ensayo pre-general con vestuario, iluminación y sonido. Yo sabía que esa era la “prueba de fuego” que decidiría si se hacía o no la reposición.

Carlos apareció con la plana mayor de Rajatabla y todas las autoridades del Ateneo de Caracas y se sentaron en medio de la platea de aquel bellísimo teatro.
El ensayo no pudo salir mejor, fue estupendo, al finalizar todos nos confundimos en un abrazo donde hubo hasta lágrimas. Lo habíamos logrado, pero faltaba la palabra de Carlos.

Al final del saludo quedábamos todos los actores en dos filas sobre el proscenio. La producción invitó a los técnicos a unirse a nosotros en el escenario para escuchar la evaluación. Felicitó a todos por el trabajo realizado y luego, con una pausa muy teatral- no podía ser de otra manera- se dirigió a mí y me hizo el elogio más grande que recibí en mi vida: “¿Ven señores? Eso es un actor, simplemente un ACTOR con mayúscula, alguien que no le teme a los desafíos porque le sobra talento”. Tímidamente, y a punto de llorar pregunté: “¿Algo que corregir, Carlos?”  No me respondió, solo se quedó mirándome.

La reposición fue un éxito, las críticas también. El público no tenía descanso, disfrutaba como quién disfruta de un cuento de aventuras, hicimos funciones por la mañana, igualmente con mucho público y la gente no se movía de su lugar.

Después del estreno, Rajatabla  me propuso reemplazar a Pepe en todas las obras que estaban en repertorio, porque esa era la voluntad del actor, incluyendo El Coronel no tiene quien le escriba.


Hasta aquí lo formal.

Las anécdotas fueron muchas e inolvidables. El equipo de productores me designaron un productor para ayudarme en el complejo mecanismo de la obra: Andrés  Vásquez, un ser de luz, alguien que con solo sonreír me  daba confianza y la seguridad indispensable para todos los trabajos que realicé en Caracas.

Andrés manejaba, además, las relaciones públicas maravillosamente, me acompañaba a las entrevistas y me decía como tratar a cada periodista, yo lo miraba y hablaba con toda confianza. Si él sonreía, todo iba bien.

Cierto día, antes de una función Andrés me acompañó a tomar un café en el pequeño bar del Ateneo en una diminuta barra. Ya estaba llegando mucha gente a comprar entradas para ver el espectáculo, generalmente las colas cortaban la calle frente al Hotel Caracas Hilton. En un momento se nos acercaron tres personas conocidas por Andrés y muy relacionadas con el ambiente artístico de Venezuela, le pidieron que él les consiguiera entradas porque ya estaban agotadas y sin reparar en mí, debido a que no me conocían, agregaron: “Queremos conocer al monstruo que trajo Giménez de Argentina”.  Andrés, con su humor maravilloso, evitó presentarme y respondió que con mucho gusto les conseguiría los puestos para ver la obra, lo que no podía era dejarlos pasar a los camerinos porque…”¡Ese coño ‘e‘madre argentino tiene un humor de diablos antes de la función…!” Yo tuve que contener la risa. Después en los camerinos cuando él contaba la escenita que había montado a fulano y fulana… ¡las carcajadas de todo el elenco resonaban hasta la vereda…! Andresito, mi negro querido..!

Otra anécdota divertida fue que, en una de las últimas escenas donde nos encontrábamos los tres Peer Gynt (el joven, el adulto y el viejo) a esa altura del espectáculo, con ropa de  invierno, yo me estaba deshidratando, y los otros dos debían abrazarme, pero en una función no solo me abrazaron sino que me volvieron a poner toda la ropa de la que yo, prolijamente, me había ido despojando durante un texto muy difícil: sobretodo, gorro, guantes y bufanda en una Caracas de 40 grados..! Como eso los divertía y era una señal de la amistad y la confianza que nos unía, solo atiné a planear mi venganza.

En la escena anterior a esta estaba el naufragio y el famoso monólogo de la cebolla, donde yo la partía con las manos buscando entre sus capas donde tenía el corazón, luego venía la escena donde estos pillos me abrigaban y finalmente cuando estábamos juntos aparecía el Fundidor de Almas  (Vito Lonardo) a buscarnos y yo me anteponía ofreciéndome en lugar de ellos y los abrazaba protegiéndolos…entonces se me ocurrió acariciarlos con mis manos llenas de cebollas rotas y restregárselas por la cara y las ropas. Nos divertimos mucho, pero todo hubiera quedado ahí  si no hubiera entrado un asistente a decirnos que a Carlos le había gustado mucho ese gesto protector y la caricia final, de manera que eso quedaba así. Los tres involucrados: Aitor Gaviria, Erich Wildpred y yo celebramos la broma con estruendosas risotadas…!

Todo el complejo mecanismo de la grúa era eléctrico, pero debo decir que ese andamiaje nunca me dio miedo, ya que los técnicos me asesoraron cómo debía abordarlo, de donde asirme, cómo sentarme para el desplazamiento que me llevaría encima del público y además ellos mismos lo probaban antes de cada función. Ocurrió que en aquella Caracas los cortes de electricidad eran frecuentes y en una función el corte se dio justo en el momento que yo estaba en plena escena suspendido por la grúa. De pronto aparecieron linternas de todos lados, técnicos y actores y hasta gente del publico me  iluminaban, parecía un efecto buscado, y Aníbal Grunn, un compañero querido y recordado, me gritaba desde el escenario: “¡No te muevas, hala el mecate…!” La broma está en que yo… ¡no sabía que era el “mecate”! ¡y de todos modos no había pensado en moverme de allí…! El apagón fue corto y continuamos con la función. Al finalizar pregunté qué era un “mecate”: “Una soga”, me contestaron, ahí comencé mi conocimiento del dialecto “cordoqueño” una rara mezcla de cordobés y caraqueño que inventé.

Otra escena de riesgo era con el propio Aníbal Grunn, teníamos una escena en proscenio mientras que veinte duendes se trepaban por escaleras sostenidas entre sí. En un momento del texto Aníbal hacía referencia a ellos y ambos girábamos a mirarlos. En una función, al girar, los duendes habían desaparecido, una escalera se había zafado y fueron cayendo como un dominó quedando ocultos detrás de la gran tarima, ni una queja, ni un ruido, también parecía un truco más entre tanto movimiento. 


Aquí, en esta puesta maravillosa de Carlos Giménez tuve la suerte de integrarme al Grupo Rajatabla y trabajar con actores que aún hoy son mis amigos: Nazareth Gil, José Luis Montero, Luz Rodríguez, Germán Mendieta, Ingrid Muñoz y Rolando Jiménez y de los  actores del Teatro Nacional Juvenil de Venezuela, además de conocer y admirar a la Sra. Aura Rivas, una actriz de una potencia escénica apabullante y aunque yo no tenía escenas con ella, fue uno de los apoyos más importantes que tuve en este montaje. Y luego, cuando  reemplacé a Pepe Tejera en El Coronel… Aura,  que protagonizaba a la esposa, fue mi sostén, mi guía, mi referente en las difíciles escenas que nos tocaba protagonizar juntos.


Izquiera  a derecha: Erich Wildpret, Aura Rivas,
Ángel Fernández Mateu, Aitor Gaviria...


En algún momento creo que debería contar mi ingreso a El Coronel…,  que no fue muy distinto al de Peer Gynt, aunque el recuerdo duele mucho porque Carlos había enfermado y nosotros nos quedábamos huérfanos, sin timonel, en un verdadero naufragio como el de Peer Gynt.


Córdoba, 7 de enero de 2020









Actor cordobés. Perteneció al elenco oficial de la Comedia Cordobesa y fue integrante del grupo El Juglar de Carlos Giménez. Ha transitado todos los géneros artísticos, desde el circo (donde nació), el radioteatro, el teatro, el café-concert, el music-hall, la televisión y el cine. Con la obra El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez y dirigida por Carlos Giménez, recorrió los principales teatros de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ha recibido numerosos premios en Argentina y Venezuela.