la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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José Pulido entrevista a Manuel Scorza: “Estoy cansado” / El Nacional, Caracas, 19 de octubre de 1981

 

 La ternura enredada. 7 poemas de Manuel Scorza - Vallejo & Co. | Revista  Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES  - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE

 

- Estoy cansado porque anteayer terminé mi nueva novela –explica el escritor peruano Manuel Scorza, cara de indio nuevo, lentes de escritor antiguo, conversar futurista.

Su reloj marca un cuarto para las once.

"La Danza inmóvil" es el título de la novela. "Es una novela de amor cuya acción transcurre la mitad en París y la otra en una selva latinoamericana", dice. "La narrativa plantea un conflicto moral entre dos hombres que deben elegir amor y revolución y mueren envidiando el destino del otro". Explica.

Señala que en la obra hay una metáfora, que no devela, porque espera que los lectores la perciban. Comenta que se encuentra en una nueva etapa como escritor.

Es un hombre humilde y respetuoso, que de pronto se inclina para confesar un disgusto que le incomoda: "He sido estafado sistemáticamente por la editorial Monte Ávila, que faltó a su compromiso conmigo: no cumplieron el contrato, se niegan a pagarme mi derecho de autor y continúan vendiendo impunemente mis libros".

Explica que esto no tiene nada que ver con su amistad por Venezuela y los escritores venezolanos y que es un problema del cual está al margen el Estado venezolano.

-Se niegan a pagarme mi derecho de autor y se trata de un acto público de menosprecio hacia el escritor, por parte de una editorial que no necesita maltratar a un escritor para ganar dinero- dice.

 Entre otros libros publicados por Monte Ávila, de Manuel Scorza, están "Redoble por Rancas", "Garabombo el invisible", y "Canto de Agapito Robles".

 -Juan Liscano me escribió diciéndome que se han vendido muchos; más que otros libros de autores famosos. El contrato se ha rescindido pero continúan vendiendo mis libros y no me pagan- apunta Scorza.

 "Vamos a dejar eso de lado", exige, después de pedir que le entregue al ministro Pastori una carta donde explica el caso.

 - ¿Qué etapa vive la literatura latinoamericana? –le preguntamos.

 -Una etapa de poderosísima expansión, que obedece a varios hechos, entre otros,  a una enorme energía de nuestras vidas que necesita fantasía, porque es imposible vivir como uno quisiera... por esa razón es que uno vive imaginariamente las cosas- responde.

 Para Scorza la literatura latinoamericana es nuestra filosofía: es la única zona del pensamiento que ha logrado liberarse de la imitación de modelos exteriores. "La literatura nuestra es una visión de América más real que la de las ciencias sociales y la del mismo periodismo", opina.

 -Nuestra literatura –acentúa- es una descripción empírica de la realidad y por eso es más exacta.

 Scorza dice que la literatura es el tribunal supremo de apelación histórica, donde se juzgan las causas perdidas en la opinión pública nacional: "Cuando un caso se cierra en un país, se reabre en la literatura y es incallable porque se repite en 32 idiomas".

 En Perú hay silencio sobre su obra, cuando el mundo entero se hace eco de lo que hoy es una novelística con personalidad propia.

-Estoy condenado a un silencio total desde la izquierda y la derecha porque he reivindicando mi derecho a pensar independientemente y a no pensar por la cabeza de otro- expresa.

 De pronto da la impresión de que se siente como Garabombo el invisible: camina en silencio, escribe en silencio, saluda si lo saludan y se le nota lo indio en la digna humildad que lleva a cuestas.

 Es famoso pero nadie lo conoce: todos piensan que Manuel Scorza vive en primera plana, posee casa en París y tiene un Rolex. La realidad es que vive en Lima, no lo entrevistan y su reloj es muy barato: todavía tiene un cuarto para las once.

 

 ©José Pulido

El Nacional, 19 de octubre de 1981

 

(En la madrugada del 27 de noviembre de 1983, el vuelo 011 de Avianca que había salido de París hacia Bogotá, hacía escala en Madrid. Era la una de la mañana y el Boeing 747 de Avianca estaba bajando pero una de las alas del avión tocó la pista y la nave se estrelló quedando boca arriba. Se salvaron once pasajeros -sí, como el número del vuelo- y fallecieron 181 personas, entre las cuales estaban Marta Traba, Ángel Rama y Manuel Scorza).

 

 Fuente: José Pulido




Foto de Gabriela Pulido



Nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945. Vive en  Génova, Italia.

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. 
Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este correo: jipulido777@gmail.com


Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras.

Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. En el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova.

Publicaciones más recientes:

El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora.

Compilación: Kira Kariakin y Eleonora Requena, para Caritas.

Poeti Uniti per il Venezuela, Parole di Libertà (Poetas Unidos por Venezuela, Palabras de Libertad) publicado por Borella Edizioni, evento respaldado por la Associazione culturale Orquidea de Venezuela, con sede en Milán.

Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores




 

 

 

 


Margot Benacerraf, indiscutible dama del cine venezolano / Artículo de Dulce María Ramos, El Universal, Caracas, 22 de agosto de 2020



El 14 de agosto la cineasta y gestora cultural cumplió 94 años. Desdichadamente, algunos escritores venezolanos de la diáspora cuestionaron los premios que recibió en Cannes por su gran obra Araya








Diploma de la Comisión Superior Técnica del Cine Francés, adscrita al Festival de Cannes (CORTESÍA)



































“Hubo una vez una mujer diminuta, infinitamente joven, hija de un país anónimo, que llegó a Cannes, el festival de cine más importante del mundo, con una película debajo del brazo, una película en blanco y negro, inclasificable, hecha solo por ella y un íngrimo camarógrafo, sin actores, con gente normal, con gente de mar y de sal, gente que ni siquiera sabía que era el cine”.


Leonardo Padrón, entrevista a Margot Benacerraf en su programa de radio Los Imposibles.





Benacerraf en los días en que encontró la belleza en la luz y el sol de las salinas de Araya (CORTESÍA)


Margot Benacerraf (1926) siempre fue una mujer adelantada a su época o como ella misma se ha definido en varias entrevistas “un bicho raro”. Una mujer que después del éxito alcanzado con su filme Araya (1959), dejó de lado su carrera en el cine y apostó por los primeros cimientos de la cultura cinematográfica del país con la creación de la Cinemateca Nacional de Venezuela, en el año 1966. También formó parte del Ateneo de Caracas, fundó Fundavisual Latina con el respaldo del escritor colombiano Gabriel García Márquez y creó dos videotecas en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Su trayectoria ha sido impecable y ha recibido el respeto y reconocimiento de intelectuales y personalidades del mundo cultural. De hecho, cuando se le preguntó a su biógrafo el periodista Diego Arroyo Gil si la realizadora sufrió en su carrera algún tipo de machismo o discriminación por ser mujer dijo: “No creo que Margot haya sido víctima del machismo a lo largo de su vida. Al menos es algo que ella jamás ha dicho, o que no me lo dijo a mí durante los tres años que estuvimos conversando para hacer el libro. A sus padres les hubiera gustado que Margot se dedicara, como era costumbre en la familia y en la época, a ser una mujer del hogar, etcétera, pero al margen de eso ella tuvo una relación preciosa con ellos. Y luego, fíjate que Margot fue una mujer muy bien tratada y reconocida por los tantísimos amigos varones que siempre la rodearon, desde los republicanos españoles en Caracas, hasta Mariano Picón Salas, Miguel Otero Silva, Manuel Ángeles Ortiz, Orlando Pelayo, en fin, tantos. Henri Langlois, el gran director de la Cinemateca Francesa, que fue un apoyo fundamental para ella. La señora Benacerraf ha sido, con justicia, muy querida, y yo espero que ese cariño sea suficiente para guardarla de la ignorancia y el menosprecio, sobre todo hoy cuando cuenta con 94 años de edad y ya no hace falta que nos demuestre nada más”.




"Araya", más que un documental, es poesía visual y sonora (CORTESÍA)



Pero justamente el pasado viernes 14 de agosto cuando se realizaba una celebración virtual por las redes sociales por el cumpleaños de Benacerraf; los escritores venezolanos Juan Carlos Méndez Guédez, Juan Carlos Chirinos y Rodrigo Blanco Calderón, radicados en España, pusieron en tela de juicio los premios recibidos por la cineasta en el Festival de Cine de Cannes con su película Araya, hecho que causó indignación en la comunidad cinematográfica y cultural del país; por supuesto, también entre los cinéfilos venezolanos.

Ahora bien, ¿por qué dudar de la trayectoria de una personalidad como Margot Benacerraf y de su película Araya sesenta años después?, quizás tenga que ver con el manejo social del rumor que ha caracterizado a la sociedad venezolana y que con la aparición de las redes sociales se ha intensificado. Basta revisar el ensayo titulado «Del pasado hay que hacer añicos». Historiadores, prensa y revolución en Venezuela de Frédérique Langue, quien habla de este tema a profundidad como arma mediática y su incidencia principalmente en la esfera política y en la opinión pública, destacando que los rumores desatan emociones negativas, miedo y resentimiento.

Ante esta polémica, de por sí estéril, este reportaje busca aclarar para los lectores, y en voces de expertos, que la película Araya de Margot Benacerraf sí fue reconocida en el Festival de Cannes, también porque en los años aciagos de la revolución se han destruido nuestros baluartes culturales, de ahí que no podemos permitir, nosotros los autoproclamados defensores de la libertad y la democracia, destruir el legado de lo poco bueno que aún nos queda para las futuras generaciones.




La evidencia de una premiación en Cannes (CORTESÍA)



En relación a todo lo sucedido, Alexandra Cariani, Directora de la Fundación Audiovisual Margot Benacerraf, explica detalladamente el resultado de la participación de Araya en el festival fílmico de la Riviera Francesa, valga decir, el más importante del mundo: “La premiación de la película de Margot Benacerraf en el XII Festival de Cannes (1959) , donde obtuvo el Premio de la Comisión Superior Técnica (CST) «por el estilo fotográfico de las imágenes que realza la calidad del ambiente sonoro» y el Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI), ex aequo con Hiroshima, mon amour de Alain Resnais, es uno de los acontecimientos culturales más relevantes de nuestro país y marcó un hito dentro de la historia del cine nacional".







La medalla de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, Fipresci (CORTESÍA)


"Se trata de dos galardones muy prestigiosos que se han otorgado en Cannes prácticamente desde sus inicios y muy cotizados por los cineastas porque son independientes; es decir, no forman parte de los premios oficiales (Palma de Oro, Gran Premio y Premio del Jurado, entre otros) y por eso no se prestan a posibles 'arreglos' entre el jurado. Las fotografías de Margot recibiendo estos galardones -medalla en el caso del Premio Fipresci y diploma otorgado por la CST-, dan testimonio inequívoco, indiscutible, de un momento muy importante dentro de la historia del cine nacional, que además ha sido documentado y reseñado en infinidad de entrevistas, críticas, comentarios, análisis fílmicos, artículos de prensa, radio, televisión, cine y hasta libros", agrega Cariani.

José Pisano, arquitecto dedicado desde hace más de treinta años al cine, además Director de la Cinematográfica Blancica y Director de Programación de Cines Paseo del Trasnocho Cultural de Caracas, también se expresó sobre el hecho: “Es injusto decir que no ganó en Cannes al no lograr premios por parte del jurado de la sección oficial, cuando efectivamente, por haber participado en el festival logró dos importantes galardones. Nunca ha habido engaño al respecto. No se le han atribuido reconocimientos diferentes a los obtenidos. La película fue efectivamente premiada en Cannes como siempre se ha dicho”, destaca.

De ahí que Cariani se muestra sorprendida que voces solitarias en redes sociales o gente del mundo cultural quieran desconocer y despertar dudas, creando una polémica inútil: “Desconozco el motivo de estas ausencias en la página oficial del festival, pero eso explica, quizás, los recurrentes vacíos informativos y omisiones en Internet sobre el palmarés de ese año 1959. No hace falta justificar a Margot, a Araya, a sus premios y todo lo que significan para el país. Pero en tiempos de realidades virtuales, redes por momentos “antisociales” y haters, valga esta aclaratoria y una certeza: a veces las imágenes valen más que mil palabras mal intencionadas. Y otra: la verdad existe más allá de Internet. Ni todo lo que está en la web es cierto ni todo lo que no aparece no existe”.


Un legado que no puede ser negado

–¿Cómo le gustaría ser recordada?
–Como una mujer que trabajó con pasión por y para el cine y, en especial, por y para el cine en Venezuela.

Diego Arroyo Gil, La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf 





Si se revisa la historia de la cultura universal, no son pocos los artistas que han logrado la transcendencia con una sola obra, y no por eso, o por carecer de una producción extensa, se ha cuestionado su genialidad. Un ejemplo emblemático en América Latina es el del escritor Juan Rulfo. En el caso de Margot Benacerraf sus dos producciones cinematográficas, Reverón (1952) y Araya (1959), fueron extraordinarias y son referentes tanto en el cine nacional como internacional. Vale destacar que lamentablemente varios proyectos de Benacerraf se quedaron a medio camino como la adaptación de la novela Casas muertas de Miguel Otero Silva; un documental sobre Picasso, y la adaptación de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, junto a Gabriel García Márquez.



Benacerraf y sus colaboradores en el rodaje de "Araya" (CORTESÍA)



Quizá, lo ocurrido ha tenido un efecto positivo. Ha obligado a revisar, reflexionar y concienciar sobre el legado de Benacerraf: “La influencia de Araya en la cinematografía mundial, es incuestionable. Quizás algunos no lo sepan, pero vale la pena aclararlo. La película fue estrenada en Venezuela en 1977. Pasaron dieciocho años desde su primera presentación en Francia, hasta lograr una distribución comercial en el país. Fue una obra que en su momento, causó un gran impacto por su narrativa y logros técnicos, con una repercusión fundamental en el trabajo de otros directores y movimientos (como el Cinema Novo Brasileño), que reconocen en ella un referente fundamental. Ver Araya hoy en día, aún resulta fascinante, ratificando la posición que históricamente con los años ha logrado por méritos propios. Reverón, su primer trabajo, fue una especie de aperitivo de lo que vendría a ser Araya. Un indudable logro del cine nacional, además de ejemplo y apoyo fundamental para las generaciones sucesivas de nuestros cineastas”, señala Pisano.

Coincide también en este aspecto Diego Arroyo Gil, quien considera absurdas las controversias que se han generado los últimos días, ya que el legado de Margot Benacerraf es indestructible: “Creo que lo mejor que podemos hacer es dejar de lado la controversia y enfocarnos en sustanciar el legado de la señora Benacerraf, algo que ya se ha hecho creo que con suficiente esmero, con el esmero que ella se merece, pero que debe seguirse haciendo a fin de que la vigencia de ese legado continúe a la orden del día, sobre todo para el conocimiento de las nuevas generaciones. Es imposible destruir el legado de Margot. Han transcurrido sesenta años desde Araya y la película conversa con su belleza, su índole, su solidez como obra de arte. Allí comparece algo muy hondo del alma venezolana, del alma humana, y eso no puede ser destruido por nada ni nadie. Contra eso, cualquier intento de demolición es absolutamente inútil”.

Finalmente y como bien dice Jonathan Reverón, director del documental Madáme Cinema: “La meta de un cineasta es hacer una película inolvidable”. Gracias Margot Benacerraf por Araya.



@DulceMRamosR


Fuente: El Universal

Los links son un agregado de este blog.

Las fotos y videos a continuación son un agregado de este blog.


Roberto Rosellini y Margot Benacerraf

Margot Benacerraf con Pablo Picasso y Luis Buñuel

Margot Benacerraf: la venezolana que filmó a Picasso: entrevista












José Pulido entrevista a Miguel Ramón Utrera: "Yo no acepto ese premio" / El Nacional, Caracas, jueves 15 de octubre de 1981

 


 

 Miguel Ramón Utrera: "Yo no acepto ese premio"

 

 

Una gota de sangre en el cuello de la camisa blanca parece indicar que Miguel Ramón Utrera se cortó afeitándose, pero su rostro es lampiño, sus manos están agarrotadas por la artritis y nada indica que sea un hombre propenso a mirarse en un espejo. Probablemente un insecto se murió tratando de picarlo.

 Miguel Ramón Utrera, Premio Nacional de Literatura, está sentado sobre periódicos en una silla dura, en el interior de una casona construida a principio del año 1700. Diarios viejos, revistas viejas, libros de ediciones olvidadas se van apelmazando, pegando papeles con papeles. Hay alrededor jarras de peltre, vasijas con restos de comida seca, y en el centro del patio unas rosas a medio morir, unos gatos dormidos, unos capachos sin agua.

 —Yo no acepto el Premio Nacional de Literatura —dice el poeta de San Sebastián de los Reyes sorpresivamente, como si el terrible calor que se cuela por todas partes exigiera con premura una síntesis de sus sentimientos.

 Utrera explica que agradece a sus amigos del jurado esa distinción y al poeta Pascual Venegas Filardo, quien siempre ha deseado un reconocimiento para el poeta de San Sebastián.

 “No sentí nada ante ese premio porque eso lo repudio y me cae mal cuando viene. A José Ramón Medina le he dicho muchas veces que yo no acepto premios ni placas ni condecoraciones, y todos ellos saben que yo pienso así. Ahora siento que esto es muy conflictivo, porque les hago quedar mal, pero yo no recibiré ese premio”, añadió Miguel Ramón Utrera.

 

Su voz es parsimoniosa, clara. Aunque sus lentes tienen bastante aumento, se nota la pequeñez de sus ojos castaños, pendientes de un tucusito que entra al patio y se dedica a taladrar en un solo sitio una barrera de sol; luego pasa volando cerca del rosal y se caen varios pétalos, que el poeta observa como diciendo “ya no importa”.

Cuenta que no pudo estudiar en la universidad, porque siempre se atravesó alguna circunstancia adversa, y en una ocasión fue miembro honorario del grupo Viernes.

Confiesa que deseaba, en realidad, ser médico y dedicarse a la investigación, pero la docencia lo fue amarrando en San Sebastián. Pasaron veinte años, se enfermó y tuvo que retirarse, pasando a una segunda etapa de su vida: la producción de material histórico de la provincia, que él denomina “historia marginal”.

Esa parece ser la realidad de su existencia: se frustró un deseo íntimo y acogió la poesía y la docencia como alternativa a la cual le puso todo el entusiasmo, aunque sin olvidar jamás que Caracas no estuvo abierta a sus medios de joven provinciano.

Tres amigos de su infancia que estaban en la plaza Los Próceres, de San Sebastián, Manuel Romero Pérez, José Rafael Conde y el prefecto Manuel Neftalí Ramírez, señalaron que él trabajaba desde niño para ayudar a su familia “y llegaba hasta el río con nosotros a buscar agua en un burro; andaba siempre estudiando arriba del burro”.

También dijeron que a Utrera no le gustan los agasajos, los reconocimientos: “A veces vienen alumnos de liceos o exalumnos suyos a proponerle que sea padrino de promociones y no acepta”.

 —¿Cuál es la razón por la cual no acepta el premio? —se insiste

 —Porque no creo en premios, en ningún premio. He dejado de aceptar condecoraciones en varias épocas. Creo que un mérito, cualquiera que sea, si es sólido, no necesita galardones, el mérito solo basta, —responde.

 —¿No cree usted que ese reconocimiento beneficiaría en algo a esta población, a sus exalumnos?

 — No —dice en el acto—  a nadie se le eleva el mérito porque lo premien o lo condecoren. Toda la vida he pensado así y lo he hecho un postulado pedagógico... ¿cómo voy a aceptar ahora un premio, dígame?

De nada valdría lo que he sostenido siempre si ahora voy a claudicar. Lo siento por los amigos míos que se empeñaron en eso. El reconocimiento de ellos es sincero. Además, hay otros con más méritos que yo, —apuntó Miguel Ramón Utrera.

 Después explica que hoy sólo desea realizar una labor literaria regional que produzca libros útiles, algo así como lo que en su momento hizo Sergio Medina.

Considera que su poesía es nativista y obedece a una filosofía de la vida, basada en el simbolismo de la naturaleza. “Toda mi vida poética ha estado dedicada a eso: a una interpretación lírica de la naturaleza”, comenta.

Respecto al acontecer literario, a la actualidad literaria venezolana, opina que hay fallas: “Hay un vacío que se nota después de la desaparición de Guillermo Meneses. En cuanto a la poesía, creo que sigue en la misma situación desorientada que se planteó desde la última posguerra, hasta el punto de que no existe ninguna representación especial. Se escriben y se publican muchos versos, incluso libros muy delicadamente presentados, pero esta producción no refleja mensajes sólidos”, expresa.

Utrera sostiene que ello se debe, tal vez, a que el país sufre una influencia avasallaste de la política, la cual ha anulado, en parte, la facultad creadora en los jóvenes. “Ya va para largo ese fenómeno”, acota.

Afuera el calor es igual de alucinante y alguien deja caer una lata vacía al pavimento. Miguel Ramón Utrera se queda un instante en silencio y dice que quiere hablar otra vez de los premios.

“Es que no me gustan los premios ni ninguna manifestación exhibicionista que pretenda poner como espectáculo el mérito de alguien ¿entendió? Yo no voy a recibir el premio, no sé qué van a hacer con eso”.

Se pasa una mano, que antes ha dejado el bastón negro recostado a una pared de diarios envejecidos. Una mano agarrotada y débil que aplasta los cabellos grises, como si quisiera calmarse y estar seguro de lo que dice.

“Quiero aclarar que no estoy marginado... que sólo se margina quien no pone en práctica su capacidad creadora o lo que piensa.”

“Ese fulano concepto de que estoy marginado… no es así. Mire: Yo me hice solo, no tuve apoyo familiar para ir a una institución superior, tuve que trabajar en Caracas y estudiar a ratos, hasta lograr una licencia de auxiliar de regente. Después me tuve que quedar en San Sebastián porque no había maestro para la escuela. Toda mi vida útil quedó en ese trabajo, que me dio muchas satisfacciones”.

 —¿De qué vive usted?

 —De mi pensión.

 Pasan unos minutos y agrega que no tiene hijos y es divorciado. La familia suya engloba un presupuesto y así se resuelve todo. “No tengo que mantener a nadie y no me falta nada”.

 —Tiene muchos papeles aquí…

 —Sí. Pero este no es mi sitio de trabajo. Siempre vienen estudiantes a buscar algo y se los doy. He ofrecido material a varias instituciones para que no se pierda y no lo han venido a buscar.

 

Se vuelve hacia el reportero gráfico, dándose cuenta de que es una muchacha y le dice que no le gustan las fotografías en camisa porque “parece que estoy en un hospital”. Se va hacia un cuarto oscuro a buscar una fotografía que le gusta, pero no la encuentra y aparece poniéndose un saco gris y una corbata delgadita. “Arrégleme el cuello”, pide, y hace un gran esfuerzo para ponerse el saco. Los gatos no se despiertan.

 —¿Pertenece a algún partido político? —le preguntamos de pronto. Parece que le hubiésemos dicho una grosería, “No, jamás. Fui medinista, eso sí”.

 Opina que, no obstante el avance tecnológico que hay en el mundo, el avance humano es muy poco.

 “Subsisten ideas destructoras de épocas antiguas, las naciones que progresan son enemigas entre sí y no ofrecen un panorama de tranquilidad al mundo. Ese reflejo llega hasta Venezuela”, explica pausadamente con ganas de hablar de esas cosas.

 Sorprendentemente la casa vibra y las puertas tiemblan. Como si fuera un terremoto.

 “No se asusten: Son los aviones que rompen la barrera del sonido allá arriba... siempre pasa eso... ¿En Caracas no es así?”, pregunta Utrera. No habla más sobre eso y pregunta si Oscar Guaramato está en El Nacional.

 “Dígale que le envío un saludo. Un saludo para él especialmente”, añade.

 En una conversación que se torna libre y hasta sin hilos, comenta que el Premio Nobel se lo deberían dar a Borges, “A pesar de las chocheras que dice”.

 —¿Usted aceptaría un premio así?

 —Claro que no; ese menos, porque es muy político, responde. “El Premio Nacional de Literatura es un juego de niños en relación con el Nobel”.

 Se le pregunta si tiene en preparación algún libro.

 —La última poesía la escribí hace año y medio... me han ofrecido la publicación de uno, pero me horroriza un libro venido del erario público. Creo que la poesía no le interesa a nadie, sólo a algunos amigos, a los primos, a unas cien personas si acaso. No me gustaría hacer un libro para tan pocas personas y menos con el favor de un organismo.

 Para Miguel Ramón Utrera la hazaña política del siglo ha sido la erradicación del paludismo. “Se debería decir antes y después de Medina, porque él fue un héroe que junto con el viejo Antonio Gabaldón acabó con ese mal”.

 Hiede a gatos, a papel con hongos, a rosas pudriéndose. Afuera hay un grupo de jóvenes en la puerta de un abasto, pero no están pendientes de la casa de Utrera. En la plaza hay varios amigos de su infancia, que están preocupados porque dentro de dos años será el cuatricentenario de San Sebastián “y no se ha hecho nada”.

 —¿El Premio Nacional de Literatura para Miguel Ramón? No sabemos qué es... sabemos que se lo dieron, pero Miguel Ramón no pudo estudiar... él estudió solo, aunque parece que en Caracas estudió algo. No... yo no creo que acepte un premio... ¿es muy grande ese premio? ¡menos lo acepta! —comentan sus amigos.

Autobuses rojos y blancos, verdes y amarillos, llegan a la población y se van rápidamente. En alguna parte hay un caballo, una gallina, el calor funde las letras de los avisos de los bares.

 Miguel Ramón Utrera sale a la calle un momento y los amigos no lo saludan. Es como si estuvieran todos dentro de una casa donde el saludo sobra.

 —Recibió esta mañana un telegrama del ministro Luis Pastori... —revela uno de los amigos ancianos de la plaza.

 Ya sobre eso Miguel Ramón Utrera había dicho, dándole vueltas al telegrama en una mano, con dificultad.

 

—¡Esto es una cosa infantil! Este Luis a veces parece un niño...

 

  ©José Pulido

El Nacional, jueves 15 de octubre de 1981



Fuente: José Pulido



Foto de Gabriela Pulido



Nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.Vive en Génova, Italia.

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. 
Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este correo: jipulido777@gmail.com


Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras.

Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. En el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova.

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Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores




 

 

 


José Pulido entrevista a Alejandro Vignati: AUTOR DE BEST-SELLERS NO TIENE PARA COMER, El Nacional, 26 de diciembre de 1981



 

 

 


 

 

- Me cortaron los cuatro tendones de la realidad y entré en la zona del pánico ¿vos te fijas?

 

Alejandro Vignati habla sin apartar los ojos del río de gente que va y viene con paquetes. Los bombillos de colores, que se encienden y se apagan rodeados de tarjetas de Navidad y juguetería y rifas y música atosigante, tienen un ritmo similar a sus manos, que tiemblan, suben, se quedan quietas y vuelven a temblar y no halla con qué agarrárselas.

 

Su rostro tal vez no es conocido en Venezuela, pero ¿quién no ha visto por lo menos, en una librería cualquiera “El ocaso de los dinosaurios”, “Tercer tipo: contacto extraterrestre”, “El triángulo mortal de las Bermudas”, “Los grandes enigmas del cielo y de la tierra”, “El enigma de los templarios”, “La bella y la bestia”, “El ocultismo en el tercer reich”, “Henry Miller o la alegría del retorno” entre los otros escritos por este joven autor argentino?

 

Él, Alejandro Vignati, está ahora en Caracas, con parte de sus libros a cuestas y sus obras inéditas más recientes. Anda con poca ropa, no tiene con qué pagar el hotel y se come una arepa o un perro caliente de vez en cuando. Todo esto como resultado de tres detenciones en Argentina y tener que salir de su país con doscientos dólares en el bolsillo y sin conocer a mucha gente en Caracas. Aunque a cada rato menciona que se siente “demasiado feliz” por estar en Venezuela, sin embargo no deja de temblar, el miedo no lo abandona todavía y de repente pregunta, como para sus adentros, ¿no enviarán un comando a matarme? Luego se ríe y dice: “eso quedó atrás, tengo que hacer lo que me han dicho unos amigos: que ese año en Buenos Aires fue una pesadilla, un mal sueño, un mal año”.

 

Recientemente, Vignati logró el Premio Norte junto con Antonio Dal Masetto, compitiendo con unos tres mil novelistas de lengua castellana. Dal Masetto envió a ese certamen “El ojo de la perdiz” y Vignati su novela inédita “En la trastienda del lavadero chino” . Dal Masetto se encuentra en Buenos Aires durmiendo en un catre y comiendo día por medio: anda desempleado y no le dan trabajo así busque empleo de ascensorista. Es lo que dice, con ganas de gritar, Alejandro Vignati.

 

“Yo pasé doce años en Europa. Antes viví en los muelles del Bronx y en los puertos brasileños. En Europa logré un gran éxito editorial en cuatro años, pero finalmente me di cuenta de que las editoriales me pirateaban. Viví casi todo el tiempo en España hasta que me agarró el tango y sentí deseos de volver a Argentina. Apenas llegué note que no había trabajo para mí y lo decían claramente.

 

No encontraba a mis amigos y preguntaba por ellos, pero la mayoría ha desaparecido, están tres metros bajo tierra... fue entonces cuando se detuvo el primer carro silencioso, sin matrículas con tres rostros desconocidos en su interior... unos hombres altos, con pistola, que me dijeron solamente “entra” y me clavaron los cañones en la cabeza y la espalda. Me detuvieron la primera vez y no me dijeron por qué. Luego vino otra detención igual, aunque más terrorífica y me salvó en ambas ocasiones la cédula de identidad venezolana que llevo en mi cartera... la tercera vez fue hace pocos días y me volvió a salvar esa cédula bendita... me ayudó a salir Jorge Dáger, a quien le agradezco eso”, cuenta.

 

“Mira, vos –dice- cometí el error de volver a Argentina porque viví en Europa por amor, por amar a una mujer y por amor fue que escribí... por amor a una mujer, no a la literatura. No soy político, nunca quise hablar de política, pero parece que salí de Argentina por persecución ideológica. No podía estar allí porque el terror, la falta de libertad, y esas cosas no las puedo soportar, como el resto del pueblo, que se ha acostumbrado a ver una pistola desenfundada y a que maten a mansalva a alguien”.

 

Más de dos millones de argentinos han salido del país hasta la fecha, y el 40 por ciento de la población está desempleada. “Los médicos trabajan de ascensoristas, los odontólogos de plomeros, los arquitectos de taxistas... sólo los psiquiatras tienen trabajos, porque ha dicho el obispo de la localidad de Hurlingan que ha aumentado el índice de suicidios en la población bonaerense; gente desesperada por miles de causas... yo que nunca creí en los psiquiatras, he tenido que ver a uno porque ya no podía más”, se expresa el escritor y la llama de su encendedor trata de tocar, durante varios segundos, la punta del cigarrillo. Lo consigue. Cierra una mano, la mira y sonríe: “ya estoy mejorando del miedo ¿te fijás?

 

Sostiene que las dictaduras, y en este caso la Argentina, degeneran genéticamente a los pueblos, porque un pueblo que no recibe sangre nueva se degenera: “Argentina será la Esparta del Plata”, comenta.

 

“En Buenos Aires hay miedo inclusive hacia el prójimo. Vos no sabés si quien está cerca de ti es un colaboracionista, un delator que te va a interpretar mal y te va a pedir documentos, con ese toquecito en el hombro que tanto sobresalta”, añade.

 

 

90 DÍAS PARA COMENZAR DE NUEVO

 

 

Vignati tiene visa por 90 días y desea quedarse en Venezuela “trabajando aunque sea barriendo, cualquier cosa”. En 1973 se ganó el premio Apollinaire de poesía. “No le había dado mucha bola a la poesía hasta que gané ese premio. En realidad escribo realismo fantástico o algo parecido, pero busco un lenguaje nuevo que está apareciendo. Creo que he incorporado la tecnología a la literatura latinoamericana... ¿sabés? Tengo los dedos que se me van tras una máquina de escribir… ¡cómo son baratas las máquinas de escribir aquí! Quisiera escribir, pero trabajaré en lo que sea para no volver a Argentina; aquí en Venezuela la gente es distinta: en estas noches no tenía nada que comer y unos ciudadanos llamados Rafael Briceño, Ramírez, Marcelino Delgado, Atilano García e Isidro Castillo, sin saber quién era yo, reunieron dinero para que comiera tres días... me avergüenza decir eso, pero para mí es inolvidable un gesto así. También en el Hotel El Conde, donde estoy alojado, se han portado conmigo humanísticamente... el gerente, y los otros empleados... yo le dije al gerente: no me voy a escapar de noche con la valija, no se preocupe, yo no soy un delincuente... sólo me queda mostrar mis libros  y decir: este soy yo...”.

 

Ediciones del Norte, que actualmente es una de la más fuertes de Estados Unidos, patrocina el premio que lleva ese nombre y en el cual fue uno de los ganadores Alejandro Vignati. “En la trastienda del lavadero chino”, ha sido considerada, aún sin editar, una novela que tendrá éxito mundial.

 

En ella Vignati cuenta las cosas que le pasaron a un argentino en Río de Janeiro y en Barcelona. Es una aventura contada con el ritmo de “una canción en el infierno”, es violencia pura, realizada con un lenguaje que llega a cualquier lector y los desubica.

 

Vignati ha publicado varios best-sellers , entre otros: “Arde bruja, arde”, “Historia de las sociedades secretas” y, por supuesto, “El triángulo mortal de la Bermudas”.

 

En 1975 superó en ventas a Gabriel García Márquez en España y a los mejores autores del momento. Siempre ha estado en las listas grandes de ventas y su nombre ha circulado en los diarios y revistas de más prestigio a nivel internacional. “He vivido de la literatura, es mi oficio, pero en realidad uno descubre que hay editoriales que `piratean´ tus obras, que además venden más de lo que dicen... ahora estoy en contacto con Editorial Diana de México, para publicar y reeditar... sólo que deberé esperar hasta enero, cuando me comprarán cuatro libros míos, que debo enviarles, y adquirir una máquina de escribir”, explica.

         

La gente pasa y apenas se detiene. Ayer fue Navidad y hoy Alejandro Vignati está solo. Dice que la soledad no le pega ahora mucho porque en Venezuela camina libremente y un café es muy barato. Pero no hay remedio: está solo y sin un centavo en el bolsillo. Ayer pasó el día con un sándwich de queso y un café grande. Un cigarrillo de los que trajo de Argentina le sirve para dos ocasiones: lo enciende, lo fuma unos instantes y lo apaga.

 

Toda la gloria se reseca en sus maletas, toda la fama que ha recorrido el mundo parece escapar por un hueco abierto en la realidad. Más bien, Vignati se topó con la realidad, después de estar tanto tiempo viviendo en mundos que ama, que concibe en la ficción, en la tecnología de más allá del año 2000. Es muy joven y sin embargo tiene una producción literaria vastísima y una tendencia casi impulsiva a seguir escribiendo, como si escribir fuese su aparato circulatorio, su eje vital.

 

De repente no entiende por qué está así en Caracas, atenazado por la impotencia y una verdadera pobreza económica.

 

Habla de poesía, de literatura, de improviso le asaltan los fantasmas de esas horas de desvelo en las comisarías y sube la voz. Las manos tiemblan siempre. La Navidad titila.

 

¿Otro argentino? –murmura alguien cerca. Otro argentino. Él no oye porque le operaron un tumor en el oído izquierdo.

 

Repite que aquí lo han tratado muy bien y pide que nombren a López del Corral, que lo recibió con mucha gentileza. “Son todos muy gentiles... muchas gracias”.

 

Vignati no se mueve de la esquina de Carmelitas observando a la multitud. Anda vestido de bluyín y con una camisa roja. “Porque andaba con esta camisa, un policía me dijo en Buenos Aires: “Dame tus documentos” y me acusó de puto... “Vos tenés que ser maricón”, me dijo. Se ríe. Enciende la mitad de su cigarrillo y echa a andar calle abajo, hacia el Congreso Nacional.

 

Se detiene frente a un establecimiento donde venden máquinas de escribir y murmura para sí, aunque se oye claramente porque su voz no anda armonizada con su audición:

 

Pucha... ¡sos linda y barata!

 

 


 

INFORMACIÓN QUE PODRÍA INTERESAR

 

 

Esta entrevista de Alejandro Vignati la hice comenzando la década de los ochenta. Dos años después Alejandro murió en Caracas. En 1983 apareció muerto en un hotel. Y transcribo este dato:

 

En octubre de 1993, poco antes de su fallecimiento, el ufólogo catalán Andreas Faber Kaiser escribió: “Tampoco puedo sacarme de la cabeza el hecho de que mi amigo íntimo, compañero de investigación y auténtico hermano, el periodista argentino Alejandro Vignati, sumó ahora once años de muerte no aclarada aún hasta hoy, en un hotel de Caracas (Venezuela) desde donde estaba investigando para mi publicación ‘Mundos Desconocidos’ los últimos experimentos norteamericanos (…) Al cabo de dos meses escasos de su muerte me vi obligado a suspender la publicación de la citada revista”).

 








Fuente: José Pulido



Foto de Gabriela Pulido


Nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.Vive en Génova, Italia.

En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.

Ha fundado y dirigido varios suplementos y revistas de literatura. 
Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este correo: jipulido777@gmail.com


Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras.

Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. En el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova.

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Compilación: Kira Kariakin y Eleonora Requena, para Caritas.

Poeti Uniti per il Venezuela, Parole di Libertà (Poetas Unidos por Venezuela, Palabras de Libertad) publicado por Borella Edizioni, evento respaldado por la Associazione culturale Orquidea de Venezuela, con sede en Milán.

Poemario Heridas espaciales y mermelada casera editado por Barralibro Editores