Qui dicit, est humili filius comoedum, indignos vos. Primo gratias ad cura tui in nobis (mejor sigo en español, S. S., no vaya a ser que las autoridades piensen que ando conspirando, porque acá, le cuento, todo acto de discrepancia es conspiración; toda disidencia, fascismo y toda protesta legítima, intento terrorista de golpe de Estado).
Su Santidad, el modelo político que actualmente vive Venezuela surgió enfrentando las fallas, carencias y olvidos de la democracia venezolana que tanto trabajo costó construir. Primero lo hizo a través de la violencia del golpismo y luego por la vía electoral. Ofreció mayor democracia y libertad; ofreció recuperar la dignidad ciudadana con avance y progreso para los olvidados y excluidos, pero terminó -como dice el refrán- siendo peor el remedio que la enfermedad.
Los venezolanos llevamos dieciocho años viviendo en el fracaso; nos hemos acostumbrado a vivir así. No es nuestro primer tiempo de decadencia; la hemos vivido antes, como usted sabe, conocedor de Latinoamérica como es; hemos tenido dictaduras más crueles, guerras civiles y la terrible guerra de Independencia, que fue cruenta y casi nos acaba. Sin embargo, nunca habíamos tenido un rumbo tan desatinado y peligroso, tan estudiadamente intolerante, tan pobre de ideas, valores y principios y, sobre todo, tan corrupto como el que padecemos los venezolanos hoy. Los indicadores que miden la felicidad ciudadana —que, según Bolívar, era el propósito de los gobiernos— están en el suelo: salud, seguridad, libertad de expresión, acceso a alimentación y servicios. En fin, Santo Padre, la calamidad se apodera progresivamente de Venezuela.
El concepto de derrota no es democrático, S.S. porque se supone que en democracia todos ganamos. Aquí llevamos dieciocho años viviendo en la derrota. Hemos aprendido a convivir con ella en todas sus formas. Para nuestro régimen, sus victorias no son parte de la coexistencia democrática; son operaciones militares en las que se humilla al vencido y que son usadas para cambiar las reglas de juego durante el juego. Aquí, desde hace dieciocho años, el que pierde lo pierde todo, incluso la condición de ciudadano y hasta de humano, para convertirse en apátrida, fascista y gusano.
Somos un pueblo de dura cerviz —como el israelita que adoró al becerro de oro frente al Sinaí— lentos en el aprender, con poca internalización de los valores democráticos en el espíritu. Aprendimos a vivir en la derrota, en la destrucción, pero hemos cambiado de opinión: hemos decidido no seguir suicidándonos —que también es un pecado el suicidio político—. Según todas las encuestas, alrededor del 80% de la población está muy cansada del sistema que padece. Pero resulta que, para nuestro gobierno, oponerse a él es terrorismo, recoger firmas es un delito, y solicitar el referéndum que la Constitución establece es imposible. Queremos ejercer nuestra “dignidad ciudadana” pero todos los caminos se cierran; marchamos “como corderos en medio de lobos”. Se dicen amantes del pueblo, pero en el fondo lo desprecian, sobre todo cuando éste cambia de opinión.
Como comprenderá, Santo Padre, una nación con tales padecimientos tiene desconfianza en el diálogo con quien ni siquiera cumple lo que establecen las leyes, que concentra todos los poderes y que se acostumbró al desafuero. Santo Padre: estamos dialogando, no para pedir nada que la Constitución no establezca. Por exigirlo, los ciudadanos son reprimidos, encarcelados en lugares horribles llamados “la tumba”, asesinados y encima cínicamente acusados de los crímenes de los que son víctimas. Y lo único que pedimos es votar.
Su Santidad: gracias por sus buenos oficios. Su paisano Borges amaba las etimologías. Diálogo viene del latín y en este —tomada a su vez del griego—, dicha palabra significa: dia “a través” y logos “palabra o razón”. A través de la razón que expresan las palabras, dos personas hablan y acuerdan cosas. Para ello es indispensable considerar “persona” al otro. Creo que ahí esta el quid del asunto: los venezolanos queremos ser personas nuevamente.
Menudo, con una
leve sonrisa que siempre ronda su rostro, Quino
podría ser un personaje de sí mismo. No sería necesario forzar muchos cambios.
El niño que fue un día está presente en sus gestos. Escuchándolo es fácil
comprender que esos gestos tan llenos de resabios infantiles no son más que el
reflejo de cómo es él interiormente.
–¿Usted, sus miedos, son entonces la más frecuente fuente de humor?
–Sí, encuentro la cara del humor en mis miedos y mis angustias. Esa es mi
manera de exorcizarlos. –Sin embargo, nunca vi que tomara como motivo de humor las angustias que
siente cuando el chiste que debe entregar no le sale.
–Es verdad. No es mala idea. Ya me va a ver tirado en una cama arrancándome los
pelos y derramando lágrimas. –¿Eso hace cuando ve que el tiempo se le acaba y no ha dibujado nada?
–Me tiro en la cama y lloro, y digo que nunca más se me ocurrirá nada. Aunque
llorar hace tiempo que lo dejé. Porque la experiencia me dice que siempre, al
final, se me va a ocurrir algo. Además, es tan difícil saber qué le gustará y
qué no le gustará a la gente. Uno nunca sabe eso. –¿Por qué cree que hay tan pocas mujeres humoristas?
–Esa es una pregunta que nos hacen a menudo a los humoristas. Con Fontanarrosa
hemos llegado a la conclusión de que la razón está en que la mujer es un ser
mucho más fijado a la realidad que el hombre. Para ver la otra cara de la
realidad, es decir el humor, hay que despegarse. –¿Eso hace?
–Sí, yo para ponerme a trabajar trato de establecer un espacio intermedio. A la
mujer le cuesta hacer esto. Por eso en los matrimonios es la mujer la que se da
cuenta de las cosas. –¿Ah, sí, usted cree? ¿De qué cosas?
–Por ejemplo, Alicia es la que se da cuenta de cómo es una persona que conocemos.
Ella es la que sabe cuánto hay que gastar en tal o cual cosa y cuándo hay que
esperar. En cambio me dejo influenciar por lo que se me ocurre en el momento. –Bueno, usted tiene en la cara algo muy infantil, tiene expresión de niño.
–Sí, lo soy, lo soy. –Entonces no sólo es la expresión. ¿En qué es un niño?
–Yo necesito que alguien se ocupe de mí. No sé moverme en eso que se relaciona
con mis contratos de trabajo, por ejemplo. Todo eso lo hace Alicia.
–Recuerdo uno de sus chistes que tiene que ver con lo que hacen miembros de
la pareja. En un ambiente prehistórico el hombre sale a cazar, pelea
violentamente con una especie de mamut y vuelve a la cueva rengo, con un ojo
negro y algún dedo de menos, pero feliz por haber cazado al enorme animal. La
mujer lo mira y le dice... –“Te olvidaste los rabanitos”. –Sí, yo pensé que había allí algo de su vida cotidiana.
–Sí, claro. De pronto yo voy, con gran esfuerzo enfrento una, subo, bajo,
pregunto, anoto. Cuando vuelvo, Alicia dice: “¿preguntaste por qué el mes
pasado no mandaron los recibos?” No, que no pregunté. –Descríbase a sí mismo entrando en una de esas enormes oficinas llenas de
escaleras, gente que va y viene, empleados con caras de aburridos.
–Ah no, no... ¡qué sufrimiento! Por todas partes las colas con personas que
llevan papeles en las manos y tras las ventanillas empleados que quieren por
sobre todas las cosas distribuir gente para sacarla de su vista. “Pregunte en
el subsuelo”. “Ese plazo no empezó a correr”, “Segunda puerta en el corredor de
la derecha”. “Ese plazo expiró. Debe comenzar el trámite otra vez.” Son sádicos
y usted también, haciéndome revivir todo eso. Por lo menos un poco sádica. –Sí, un poco. Pero es muy gracioso. Fíjese que mientras me describía la
oficina, cerró los ojos dos o tres veces y arrimó sus brazos al cuerpo como si
quisiera achicarse. Convertirse en uno de esos hombrecitos que suele dibujar
desbordados por la dureza del mundo.
–Sí, así están esos hombrecitos, desbordados, arrinconados. –Y usted se siente así algunas veces.
–Muchas veces. En los restaurantes, por ejemplo. Porque allí el mozo manda y
uno dependerá de él para sentirse mejor o peor. Y ni hablar de lo que pasa en
el mundo médico. Ahí sí que uno se vuelve chiquitito. Se transforma en un
microbio. –Por otra parte las mujeres en sus dibujos son grandotas, dominantes.
–Se ve que se me han pegado las suegras de nuestra cultura. Las que traían
Patoruzú y Rico Tipo.
–¿Qué tipo de situaciones le resultan graciosas? Por ejemplo, en la calle.
–Yo observo mucho, porque me hacen gracia los perros con sus amos. Un hombre va
con su perro y se acerca a otro con otro perro. Los perros quieren juntarse,
olfatearse, cambiar información. Pero los amos no están dispuestos a esa
relación que consideran peligrosa y ambos tiran las correas con expresión de
fastidio, mientras los perros con las orejas caídas, torciendo las cabezas se
echan las últimas miradas. –Hablando un poco de los personajes que rodean a Mafalda. ¿Cómo fueron
naciendo?
–Después de haber hecho durante un tiempo a Mafalda y sus padres me cansé,
sentí que debía enriquecer ese mundo. Ahí metí a alguien bien distinto de
Mafalda, Felipe. –¿Tiene algo que ver con una persona real?
–Sí, tiene que ver. Está basado en Jorge
Timossi. –¿El poeta? ¿Y por qué es tan distinto de Mafalda?
–Y, por lo pronto se fue a vivir a Cuba apenas llegada la Revolución. –Cosa que no haría Mafalda.
–A Mafalda la veo menos dispuesta a jugarse por un sueño. Mafalda es una
escéptica. Jorge era un poeta incluso en su actitud física. Muy alto, de
movimientos lentos. Recuerdo cuando lo conocí, sentado, con las piernas
cruzadas y oliendo una flor de cabo larguísimo. Era una figura hermosa y un
gran poeta. Ya no tiene aquellos movimientos en ralentiseur pero sigue siendo
un poeta fascinante. Y bueno: Felipe tiene que ver con él, con alguien que es
capaz de apoyar con toda su pasión y con su misma vida la revolución. Alguien
especial. Fuerte, lúcido, que se juega por sus creencias.
–Susanita también es opuesta a Mafalda, aunque por otros motivos. Susanita
acepta como “lo mejor” todo aquello que Mafalda impugna. Quiere casarse con un
ejecutivo millonario y sus ideales tienen que ver con el orden y la
estabilidad.
–Es la antiMafalda, como Manolito es el antiFelipe. También está el Guille que
no nació por oposición a nadie. Es un sobrino mío... creo que ya hablamos de él
en alguna entrevista anterior. Usted me preguntaba sobre las cosas que me
movían a risa y yo le conté esto que me pasó y me resultó extraño a mí mismo.
¿Recuerda? Yo había ido a ver a mi sobrino que estudiaba en Basilea y de pronto
veo en la pared de su casa la foto de un muchacho que parecía pegado con
plasticola a una roca absolutamente lisa que caía a pico sobre un abismo... “¡Y
este loco quién es!”, le pregunto. “Era hermano de Félix”, dice él. “¿Cómo
era?” “Sí, se cayó”, dijo él. La historia era trágica, pero a mí y a Alicia nos
arrancó una carcajada. –¿Y sabe por qué las malas palabras causan tanta gracia a la gente?
–Me lo he preguntado y tampoco lo sé. ¿Usted sabe que el Guille es muy mal
hablado? –El Guille real, porque en sus dibujos nunca vi una mala palabra.
–No, jamás. Pero es que recién desde hace poco tiempo pueden decirse. El “que
lo parió Mendieta” de Fontanarrosa es bastante nuevo. Ahora, usted me pregunta
por qué hacen gracia las malas palabras. Fíjese lo que me pasó hace poco, con
Los Midachi. Son famosísimos. Para conseguir entrada se hacen interminables
colas, pero yo quería verlos, al fin y al cabo ellos también hacen humor. Me
interesaban. Quería ver de qué se trataba, y fuimos. Y lo único que escuchamos
durante toda la función fueron malas palabras. Pero no en el estilo Pinti,
malas palabras al servicio de ideas inteligentes, sino sólo malas palabras,
agresividad y ninguna idea. Se ríen de los negros, de los paralíticos, de los
homosexuales, de los ciegos, de los judíos. Yo no podía creer lo que oía. Lo
único que se puede decir es que no son cómicos sino mala gente. Y que explotan
lo peor que hay en el público. Lo triste es el éxito que tienen. Un éxito
tremendo. –Hay un tema que usted suele tratar y que, a mí, me gusta especialmente. Me
refiero al tema de la muerte. Recuerdo un viejito agonizando en su cama. La
muerte se acerca. El viejito la agarra de un manotazo y se acuesta con ella.
Luego aparece la muerte por ahí, con guadaña y todo, empujando un cochecito. Me
sentí feliz.
–En cambio, hay gente que se angustia con ese tema. Hice una tira con viejitos
que, en lugar de estar en “el otoño de la vida” están en “la primavera de la
muerte”. Una señora me llamó y me dijo: “Le hablo como madre, no tiene derecho
a amargarme la vida”.
–¿Cuál es según usted la relación entre el humor y la realidad?
–No tengo las cosas claras. Mire esta página que estoy dibujando. –Es una boda en un laboratorio. Tendrá que ver con el sida.
–Sí, claro. El médico es quien los casa. Lo que quiero decir es que pronto será
más importante la medicina que la religión. El dibujo trata de mostrar un
período de transición. En un rincón está la madrina y las señoras que lloran en
las bodas. Esa es la parte que subsiste aún, que todavía no cambió. Yo no sé
cuál es la relación del humor con la realidad. Fontanarrosa dijo un día que los
humoristas tenemos una especie de antena que nos permite ver cosas que aún no
son claras. –¿Algún día la obligación del humor a plazo fijo dejará de angustiarlo?
–A veces sueño que dibujo páginas y páginas. En el sueño todo es muy lindo y
muy gracioso. Pero me despierto y no. En cambio, cuando me estoy durmiendo de
pronto me asaltan buenas ideas. Enciendo la luz y las anoto. No entiendo a los
que dicen que hay mecanismos que se pueden aprender y ponen las cosas en
marcha. –¿Cómo serían esos mecanismos?
–El de los Picapiedras sería un ejemplo. Pero a mí me
enferman.
¡As
noches!... Seré curiosa: ¿me empresta el teléfono, si no le es molestia?
Permiso. Viá llamar a mi novio (Marca), a ver si desde aquí tengo más suerte,
porque hace una semana que no consigo comunicarme.¡¡¡Hola!!!¿Con quién
hablo?... El señor Benedito Provolone, si me hace el osequio... De parte de
Catalina Pizzafrola a sus pieses… desde hoy una amiga más... ¡Se cortó! (Cuelga)
¡Como andan estos artefatos!... (Marca) A ver si lo pesco en el garage...
(Tararea una cancioncita) ¡Hola! ¿El senior Provolone?... La novia le habla...
¿Qué se fué al estranjero?... ¿Pero a cuál estranjero? ¿A uno cerca o al más estranjero
de todos? ¿Ande se fue? ¿Lo qué? ¡Allí va usté, grosero!... (Cuelga) ¡Hay cada
uno má de cuatro! ¡Es enútil! ... no me puedo comunicar con él. Desde el
domingo, que me envitó a estrenar la camioneta que acaba de comprar, inoro su
esistencia!
Me
invitó a dar un paseo, y lo pasamos ragio, porque me se coló toda la familia
así que en lugar de cargar sólo conmigo, tuvo que cargar con el cuerpo humano
de mi amá, los cuerpo humano de los chicos y el cuerpo humano del perro. Y, sí,
no lo íbamos a dejar, porque tenemo un perro guardián que cuando se queda solo,
se muere de miedo, ¡pobrecito! ¡Total que contando el perro y la gallina,
éramos diecisiete pasajeros en la camioneta!...
Sí, a la batarasa también la llevamo, pa que se distrajiera, porque anda tan
triste con la muerte de Gardel... ¡Sa, con la muerte del gallo, que le pusimo Gardel,
porque cantaba que era la locura!... ¡Y claro, la batarasa lo estrania!...
¡Cuando el gallo falleció, ella se enfermó con una fiebre, que hasta ponía los
güevos fritos, de la fiebre que tenía! Buá, siguiendo con el paseo... La
primera que subió fue mi amá.Pa entrarla hubo que sacarle la puerta a la
camioneta, porque mi amá pesa ciento ochenta kilo, y de los kilos más pesados.
Sa, no puede adergazar, a pesar de la indicación del dotor de que coma bife con
ensalada p´adergazar... ¡Y eso que la sigue con una costancia!... A la maniana,
se toma su jugo de cirgüela, su café con leche, pan y manteca, su fatura con
marmelada, y encima su bife con ensalada p´adergazar... Al almuerzo, se come su
cacho de bondiola, sus ravioles al tuco, su estofado con papas, su queso, su
fruta y encima, su bife con ensalada p´adergazar. A la tarde, se manda su
chocolate con crema, sus pasteles de durce, sus masitas surtidas y encima, su
bife con ensalada p´adergazar... Y a la noche ¡a la noche está que revienta!...
¡Pero no adergaza!... ¡Así que entró a los rempujones en la camioneta, y al
sentarse, le dejó un ujero en el asiento, que parecía una palangana!...
El
asqueleto de la persona viena ser el ser de gueso que tiene adentro del ser de
carne todo ser humano pa sostenerlo y empedir su derrumbamiento, porque si
seriamo de solo carne, sin armazón interna, pareceríamo gusanos, lo cual
quedaríamos muy repugnantes. El asqueleto está compuesto por un montón de
guesos, que según ande estean, toman el nombre del órgano que rellenan, como
ser los guesos de la cabeza, que son los que arman el claneo, pa que uno pueda
ponerse el sombrero o la peluca y que se denominan calavera . En las calaveras
fallecidas se oservan unos guesitos sueltos liamados dientes, muelas y
colmillos, que cuando se caen, son reemplazados por los dientes postizos,
liamados prótesis, que son de sacar y poner o sea de lavar y planchar o como le
dicen en ingle, de wos an guere.
Del
claneo parte la columna vertebral o sea el espinazo, que empieza en el pescuezo
y termina donde uno se sienta. Está formado a las especie de un coliar de
carreteles enebrados por la médula o caracus, liamados también osso buco o tuétano,
como la enfermadá producida cuando penetra tierra con porquería en un rajunión,
y que después hay que cortar rajunión con miembro y todo pa que no suba la
cangrena al corazón y el tipo reviente, todo por culpa del tuétano. En el pecho
de bajo de los petorales tenemos un costillar que forma una specie de jaula,
con garrotes de gueso pa proteger las entranias liamadas tambien henchuras, las
cuales varían en su aspeto pues hay personas que tienen malas entranias
endemientras que otras poseen lindas henchuras.
A
los costados del pecho esisten las extremidades superiores o sean los brazos
que contienen el omoplato, el húmedo y la radio, y otros guesos que no se me
acuerdan… En vez, las extremidades inferiores se encuentran debajo de la
barriga, vulgarmente liamada adomen y sirven pa rellenar las piernas y cual su
nombre lo endica, pa caminar y correr, así como los guesos de las caderas
sirven cual su nombre lo endica pa bailar rocanroll.
Las
piernas rematan en los pieses, el pie costa del tarso, el metatarso y los dedos
de los cuales el mayor es el dedo gordo, que posee un juanete y una unia encarnada.
Algunos
órganos poseen dobles esqueletos, como ser el antebrazo, que a su vez tiene el
cubito y la radio, y la antepierna, que
tambien tiene dos: la tibia y el peroné. En cambio otros órganos no poseen ningún
esqueleto en su interior, como ser la lengua, por lo cual es liamada “la sin
gueso”.
Y
al propósito, dejando de darle a la sin gueso, corto aquí mi disertación, chas
gracias y hasta la prosima, si dios quiere y los da salu.
“Sólo
fui una señora de su casa que se hizo la graciosa”
Actriz,
cantante, guionista, dibujante, escritora, periodista, pintora, fue en sus más
de sesenta años de carrera –desarrollada en todos los medios- la mayor
humorista argentina; Chaplin con polleras, la definieron. Tuvo tres maridos,
una hija, sufrió censura y exilio y
triunfo fuera de su patria, probando aquello de “pinta tu aldea y serás
universal”. Gran tímida en la vida cotidiana, explotaba de energía y desenfado
ante micrófonos y cámaras de cine y tevé. Muerta hace dieciséis años, a los 92,
no tuvo imitadoras ni sucesoras: misión imposible.
“A
mí poderán convencerme por la fuerza, pero con razones… ¡jamás!”
“Fui
a un concierto. Sacando la música, que arruina todo, ¡estuvo regio!
Un melenudo
empezó a aporrear el piano: ¡cómo se conoce que no es suyo!
¡Si lo agarra
Jacobo Fisher, el dueño! Sí, porque el piano tenía el
monograma de él… Y pa´
rematarla tocó un escuerzo:
¡con el asco que me dan esos insectos!”
“Este
pescado huele mal”, me suelta. ¿Cómo va a oler mal un animal
que se ha pasao la
vida en el agua? Pero no puedo cambiarlo…
es como pedirle peras al horno”.
“¡Ay!
Si un rayo me hobiera partido el día que nací, hoy viviría feliz”
Esta
nota podría continuar así hasta el infinito, pero su lectura sería casi
imposible: las lágrimas de risa nos nublarían los ojos, porque Cándida
(Loureiro Ramallada), esa mucama gallega que –como a tantos otros personajes –
inmortalizó Niní Marshall, fue real: se llamaba Francisca Pérez y Niní la
recordaba así:
“Chiquita
y fea como era, entró en mi corazón para siempre. Llegó de España en busca de
una casa, un sueldo, comida, y los domingos libres”.
“Nuestra
Cervanta”… como la llamó María Elena Walsh, nació casi con el siglo: 1903,
primer día de junio, en Caballito, hija de asturianos (…) La bautizaron Marina
Esther: el Marshall sucedió mucho después inspirado por el nombre de su segundo
marido, Marcelo Salgado (“Mar-Sal, y le agregué una h y un ele para que sonara
más original, más exótico”).
(…)
Curiosa y sabelotodo, estudia danzas españolas, canto, francés, inglés, alemán,
y crea el grupo infantil Los Arribeños del Norte, pandilla ensaya y hace teatro
en un sótano. Adolescente y viviendo en Barrio Norte, entra al Liceo Nacional
de Señoritas. Tímida y “no muy buena alumna”, se desata en los recreos,
imitando a la perfección a los profesores y sus tics. Bachiller al fin, empieza
a estudiar Filosofía, pero abandona Descartes y a Kant para casarse con Felipe
Edelman, ruso, ingeniero educado en Alemania, que la dobla en edad. Nace su
única hija, Ángeles, y de golpe le embargan la casa: Felipe, ludópata (jugador
compulsivo), pierde hasta la camisa. Se separan. Niní recala en una modesta
pensión, busca trabajo, y en 1933 logra entrar como redactora y dibujante a la
revista “La Novela Semanal”,
y más tarde a otras líderes de esos años: Sintonía, Antena y Maribel. Inventa
una columna –alfilerazos- con el seudónimo de Mitzy, y se torna popular. “Mi
especialidad era tomarle el pelo a la gente de la radio. Iba, miraba, oía, y
después escribía y dibujaba mis propios monitos”. La génesis de lo que vendría.
RADIO,
CINE Y FAMA
Y
todo es muy rápido. Canta en las radios
Cultura, París, Porteña, Nacional, Félix, Belgrano y en Municipal hace renacer
a la gallega Francisca Pérez como Cándida, escribiendo –como toda su vida- sus
propios libretos. Es, acaso sin saberlo,
una aguda investigadora y socióloga de tipos nativos y de arquetipos de la
inmigración. Con humor, pero sin burla. Con respeto y piedad. Sin que sus
sátiras se rebajen a la crueldad, a los golpes bajos, a la grosería: jamás,
durante el más de medio siglo de carrera, se permitió una palabrota. Así
nacieron (…) Pero sobre todo, Catita.
Porteña, chismosa, ordinaria, reina de las metidas de pata. (…)
DIOS LOS CRIA
EL
CINE Y LA CENSURA
Como
bien suele recordar Pacho O´Donnell, “el país se paraba para escucharla”.
Fenómeno que no tardó en tentar al negocio del cine. Tanto, que entre Buenos
Aires, México D.F. y Madrid, desde 1938 (“Mujeres que trabajan”) hasta 1980
(“¡Qué linda es mi familia!”) fue estrella absoluta de 37 películas: de ellas,
28 con sus propios guiones. Además, doce programas de tevé con Gasalla, Mónica
y Andrés Percivale, Pipo Mancera… Precursora, además, del café-concert desde el
inolvidable sótano El Gallo Cojo (1970) con su memorable sketch “Y se nos fue
redepente”, gloriosa sátira de un velorio porteño.
Pero
la ceguera y la calumnia –clara forma de la envidia- la golpearon dos veces. En
1943, un absurdo general gobernante –Pedro Pablo Ramírez- decidió que los
tangos y Niní “deformaban el idioma de los argentinos”, y no contento con
cambiar “percanta que me amuraste” por “muchacha que me dejaste” (¡!) y otras
tropelías, amordazó a Niní y a todos su personajes; sobre todo, a Catita… Pero
no fue lo peor. En 1950, Ángel Mentasti, dueño de Argentina Sono Films, fue
obligado a cancelar todos los proyectos que incluían a Niní, “por orden expresa
de Eva Perón”, disparó. (…) El infundió
la obligó a exiliarse en México, donde actuó en 8 películas. (…)
Una gallega en México
México 1954
Mosquita Muerta
UN
LENTO Y LARGO FINAL
Sus
37 películas, sus 14 obras de teatro, sus 12 programas de tevé, sus discos, sus
libretos, sus guiones, sus giras (media América Latina, España y Estados
Unidos), no sólo le valieron el apodo de Chaplin con polleras y el juicio de
altos intelectuales que elogiaron su
percepción, su infinito sentido del humor, su plasticidad. Recibió, en
vida desde 1937 hasta 1994 ¡50 grandes premios! Incluido el de Ciudadana Ilustre.
“No caben en dos vitrinas; tengo que hacer construir una tercera”, dijo, sin
soberbia y hasta con asombro, “porque nunca me propuse tanto: sólo fui una
señora de su casa que se atrevió a hacerse la graciosa. Todo se redujo a
caminar, mirar, oír, a veces con anteojos negros para que no me reconocieran, y
captar el habla y los sentimientos de la gente, que van de lo sublime a lo
ridículo”, definió. Ella, “la artista más querida” según una encuesta del
diario Clarín, llegó a escribir sus memorias (1985) y una década después, casi
desaparecida, sus pulmones empezaron a rendirse. Internada el 22 de enero del
96 en la clínica Bazterrica, se recuperó a medias (…) Dada de alta, el octavo
día de marzo volvieron a internarla (…) Se fue diez días después, a las 11 y 5
de la mañana (…) Tenía 92 años. (…) Hoy, un teatro en el Tigre y una calle de Puerto Madero llevan su
nombre.
-¿Se preguntó alguna vez en sus comienzos profesionales acerca de la condición
femenina?
-No, no.
-¿Los movimientos feministas coincidieron en algo con su estilo de vida?
-No, no. Al principio de mi carrera había una especie de resistencia. Tan es
así que cuando empecé, en la década del 40, Valle -que era el director de Radio
El Mundo- me dijo que mis libretos eran muy graciosos pero que yo no era una
escritora conocida, por tanto iba a actuar con los que hacían los escritores de
la casa. Empecé así y no me aprovechaban. Me hacían hacer cosas tan
estúpidas... Como aquello de 'la mesa está servida' y cosas así. Yo me cansé y
no quise hacerlo más. ¡Mire que pretenciosa! Pero realmente me sentía capaz de
hacer mejor los libretos. Como no me conocían, los libretistas se apoyaban más
en las figuras. Fue entonces cuando le dije a Valle: 'Mire, yo no quiero hacer
esto porque no me luzco nada, ni tengo papel. Lo que me hace decir es cosa de
nada. Yo me voy de El Mundo y seguiré cantando'. Le pareció bien. Sin embargo,
insistí en escribir los libretos. Me
escuchó y dijo que me daba cinco minutos para que hablara por radio. Era en
un programa que hacía Canaro. Ya el primer día se tuvo un gran éxito. Al día
siguiente me dijo que hablara cuanto quisiera. Y así empecé. Aunque sí, al principio me resistían. En
ese tiempo no había ninguna mujer que escribiera libretos humorísticos.
-¿Desde los inicios existía la preocupación de Niní Marshall por reflejar
personajes típicos de la sociedad argentina?
-Sí, sí. Justamente en ellos me apoyo. Soy muy observadora.
-¿Improvisaba en aquel entonces?
-Cuando alguna cosa me gustaba, pero siempre pedía permiso al director.
-Aparte de divertir a la gente, de practicar su oficio, ¿el humor era para
usted una buena defensa personal?
-Sí. Cuando era más alegre, cuando era más joven, en casa se reían mucho
conmigo. “Y se nos fue derepente” lo
tenía arrumbado para hacer reír en casa. Ni pensaba hacer humor negro, y menos
en aquella época en que estaba casi prohibido. Era un poco peligroso hacer
chistes con los muertos. Yo los escribía y los guardaba para mi casa. Todavía
guardo programas que hacía en la casa de la calle Guido.
-Esos momentos fueron felices, parece. Hacía reír al otro cercano.
-Ah, sí. Eso sí. Me llenaba de satisfacción, de alegría. Sobre todo ver reía a
la gente con las cosas que decía o hacía. A veces estaba en el escenario y me
tentaba. Se reía la gente y me reía yo. No era pedantería reírse de los chistes
propios. El escenario permite más el 'morcilleo'. Con Jorge Luz me tiento de
risa porque los dos macaneamos.
-¿Son realmente caricaturas sus personajes?
-Lo son. Yo les cargo las tintas. Y les pongo de mi cosecha un montón de
disparates, pero siempre dentro de lo que harían o dirían esas personas. Tengo
muchísimo cuidado en eso. Me molesta mucho cuando dicen 'mirá que lindo chiste
para Catita'. Generalmente contesto 'muy bueno el chiste pero no le va a
Catita. Ella no sería capaz de reaccionar así'. También cuido muchísimo los
acentos. Por eso son auténticos los personajes, no inventados. Creo que Catita
sigue siendo el más querido de todos.
-¿Tiene usted buen humor, lo que se llama buen carácter?
-Muy buen carácter. No me enojo. Y si me enojo, callo. Aun me levanto con ganas
de hacer cosas.
Niní
fue la primera cómica en lograr la masividad en cine con personajes
caricaturescos como Cándida, Catita y la niña Jovita, escritos por ella misma.
Niní
Mashall es prácticamente la única actriz cómica argentina que logró una
fama masiva como protagonista en el cine argentino, principalmente en la década el 40,
considerada la época dorada de la industria.
La ausencia de mujeres
humoristas
A
principio del siglo XX el cine como espectáculo estaba en sus inicios y en los
países como USA ya se comenzaban a producir cintas silentes con las primeras actrices de la industria.
Si a fines de la década del 30 las costumbres sociales imponían a las mujeres
roles exclusivamente domésticos, menos frecuente era que incursionaran en el
mundo del espectáculo y menos del humor.
Niní
tenía conciencia de esto y al respecto dijo: "Casi no hay mujeres
humoristas, debe ser porque no tienen humor. Sobre el humor no se me ocurre
ningún discurso. Yo vine con humor y eso es todo... Para mí el chiste vale
cuando nace desde un personaje... Prefiero lo más cómodo: recordar. Uno
recuerda lo que está hecho. Quietita como suelo estar, recordar me agita
menos... Ay, en la calle me gritan cada cosa. Hay gente que me grita «¡ídola!».
¿Idola yo, tan chiquita como estoy?»".
La clave del humor
Níní
se valía de distintos estereotipos femeninos sociales de la época, la mayoría
inmigrantes gallegos, italianos y judíos polacos, y los caricaturizaba a partir
de la exageración de sus características inherentes. Básicamente hacía una
exageración de sus registros de habla, llevándolos en algunos casos a la
deformación y la hibridación total.
También
recurría a los monológos que ella misma escribía. No obstante se ha dicho que
sus personajes estaban demasiado ligados a la idiosincracia del país de origen,
razón por la cual este cine no era vendible en el exterior, salvo otros países
de América Latina que hubieran tenido algunas de las mismas corrientes inmigratorias.
Los personajes de Niní
Mashall
Entre los más famosos están:
Las que son familia:
"Catita"-
Catalina Pizzafrola Langanuzzo: la típica "chusma de barrio"
hipercrítica, vestía el clásico look de ama de casa como batón y ruleros. Sus
diálogos a veces se transformaban en monólogos.
Doña
Caterina Gambastorta de Langanuzzo: abuela de noventa años de Catita que
conserva su acento italiano de orígen
NINI MARSHALL VISITA A SUSANA GIMENEZ
Las
empleadas domésticas:
Cándida
Loureiro Raballada: mucama gallega un poco exagerada que se enrolaba en causas
justas y morales.
Belarmina
Cueio: mucama provinciana de la
Niña Jovita quien a veces la castigaba físicamente. Torpe y
un poco mentirosa, el cuidado de su loro era todo su tema de dedicación.
Las
oligárquicas:
Mónica
Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón: mujer de elevada posición
económica y aspirante a aristócrata. Habla de un modo artificioso y rebuscado,
asumiendo comportamientos y modismos de la clase alta porteña de aquel entonces
("podéme", "tarúpido", "depre",
"porsu".
Miss
Mc Adam (también Bárbara Mc Adam): inglesa muy fina, una lady que extravagante
y "fashion". Su expresión característica era:
"¡Beautilful!".
Los
personajes masculinos:
Don
Cosme: inmigrante italiano de voz ronca.
Mingo:
hermano de Catita y el revoltoso del barrio.
Las
artistas:
La Bella
Loli: artista de
varieté que se le pasó la edad de oro.
Giovannina
Regadiera: parodia de soprano italiana.
La Loli: cupletista española obesa.
Las
que tienen problemas sentimentales:
La
niña Jovita y su loro Romeo: solterona que vive ilusionada con casarse y con un
caballero que enamore "su corazón ingenuo de dama antigua".
Lupe:
joven mexicana enamorada, es víctima de su marido Margarito, alcohólico y vago
que la presiona para que trabaje.
La
alumna
Gladys
Minerva Pedantoni: la más estudiosa de la clase, les hace regalos a las
maestras. Arrogante y desinhibida, sufre las bromas de sus compañeros.
Las
ancianas:
Fruelain
Frida: alemana dueña de un perro raza Dachshund.
Doña
Pola: comerciante anciana judía que aprovechaba cualquier ocasión para
publicitar su tienda "Los 3 hemisferios".
Una precursora
Sin
duda Niní Marshall fue una precursora capocómica como todavía hoy no se ha
vuelto a ver en el género, más aún considerando que ella era su propia
guionista. Sus orígenes estuvieron en el teatro y en la radio pero su
consagración sería en el cine y luego en la televisión.
Licenciada
en Letras (Universidad de Buenos Aires, Argentina). Se desempeña como editora
al frente de iROJO Editores, editorial especializada en textos de salud mental
y literatura. Su actividad se centra en el área de crítica literaria. Ha
escrito para distintos medios argentinos. Cursó también parte de la carrera de
Ciencias de la
Comunicación (UBA) y completó la carrera de Realización
Cinematográfica en la
Escuela Municipal de Avellaneda (Bs. As.). Fue Responsable
del Área de Comunicación Interna del Hospital Italiano de Bs. As. y editora de
su house organ "Entre Nosotros". Actualmente es además editora
científica para distintas publicaciones de laboratorios internacionales by Content
Medicine.
A los 92 años, murió Niní
Marshall, la dama del humor
Fue un talento único que descolló en la radio, el cine, la TV y el teatro. Autora de sus
propios libretos, inmortalizó personajes cotidianos como Catita, Cándida o Doña
Jovita. En 1943 tuvo que exiliarse en México porque el lenguaje de sus
personajes fue considerado "una deformación del idioma". En 1989 la
consagraron Ciudadana Ilustre.
Fue un talento único que descolló en la radio, el cine, la TV y el teatro. Autora de sus
propios libretos, inmortalizó personajes cotidianos como Catita, Cándida o Doña
Jovita. En 1943 tuvo que exiliarse en México porque el lenguaje de sus
personajes fue considerado "una deformación del idioma". En 1989 la
consagraron Ciudadana Ilustre.
Desde
ayer, la risa de los argentinos tiene un nuevo motivo (y van...) para
congelarse en rictus. Murió Niní Marshall, la gran payasa del siglo. La que
cultivó una comicidad basada en la observación y la sátira de personajes
cotidianos sobre los que no descargó jamás la crueldad o la crítica. Como,
entre otros, la torpe Catita, como Cándida, la mucama gallega; como la tilinga
Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardo Unzué Crostón o como la italiana Doña
Caterina, todos dibujos exagerados de seres queribles en su ridiculez. Nacida
Marina Esther Traveso el 1 de junio de 1903, Niní usó la caricatura más para la
ternura que para la mordacidad.
Hija
menor de los asturianos Pedro Traveso y María Angélica Pérez, desde muy chica
mostró sus dotes para la imitación. En la casa natal del barrio de Caballito lideró
una pandilla de chicos con los que hacía teatro casero, en el sótano de un tío
tapicero. Después estudió danzas españolas y terminó el bachillerato. Se casó
tres veces (Felipe Edelmann, Marcelo Salcedo y Carmelo Santiago) y de su primer
matrimonio nació su única hija y compañera, Angelita. En Mis memorias (Ed.
Moreno, Buenos Aires, 1985) recuerda que, para criarla, tuvo que ganarse la
vida escribiendo para una revista femenina. Luego llegaría su trabajo en
Sintonía (1933-34), una revista radial en la que usó el seudónimo de
"Mitzi" para firmar la sección Alfilerazo.
Después, y con otro seudónimo ("Ivonne D'Arcy"), debutó en Radio
Municipal como "cancionista internacional", en varios idiomas que
sabía o sospechaba. Pronto llegaría Cándida, inspirada en una empleada
doméstica de la casa familiar, y donde adoptó por primera vez el nombre de Niní
Marshall. Compartió cartel con Marcos Kaplan, Pepe Iglesias, Tito Lusiardo o
Juan Carlos Thorry, entre muchos otros. Precisamente, de tanto observar a las
muchachas que iban a la radio a pedirle autógrafos a Thorry, descubrió a
Catita, la chica de barrio que se transformaría en un éxito fabuloso. Escribió
siempre sus propios libretos, incluso la mayoría de los diálogos de sus
personajes en las 37 películas que filmó (Mujeres que trabajan, Divorcio en
Montevideo, Casamiento en Buenos Aires, Luna de miel en Río, Hay que educar a
Niní o Cándida, entre otras). Su talento para reproducir los rasgos del habla
de distintos sectores sociales o de colectividades fue un aporte no solo para
la risa sino también para la investigación filológica, y la Universidad de La Plata registró el lenguaje
de sus personajes con esos fines. Pero aquellos valores fueron juzgados
"una deformación del idioma" que ponía en riesgo la pureza de la lengua
"para el pueblo, que no tiene capacidad de discernir", según
enunciaron funcionarios del golpe del 4 de junio de 1943. Se refugió entonces
en la pintura y se exilió en México.
Regreso
con gloria
En 1955 volvió al país. Fueron los años
de gloria y reconocimiento unánime. Sin asomo de resentimiento, en un ambiente
naturalmente competitivo, se hizo usual su apoyo a otros colegas, llamando la
atención de productores y directores sobre Zully Moreno, Antonio Gasalla,
Enrique Pinti o Juan Carlos Altavista. Alcanzó especial repercusión en
espectáculos como Coqueluche, con Thelma Biral, en ciclos de televisión y en el
café concert, donde con Y se nos fue redepente (1972) resultó una intérprete de
lujo para un género que nacía. Este título sería después llevado al disco en un
registro hoy invalorable. Su retiro de la actividad, en 1982, fue solo
fugazmente interrumpido en 1988, cuando reapareció en el ciclo de Gasalla. Ya
más acá, empezarían a sucederse los homenajes. En 1989 recibía el diploma de
Ciudadana Ilustre otorgado por la Municipalidad de Buenos Aires, en una tácita
compensación por la censura con que cuatro décadas atrás había sido agraviada
por otro gobierno del Partido Justicialista. En 1992, sus pares de la Asociación Argentina
de Actores premiaron su "trayectoria honorable" con el Premio
Podestá. En el 92, a
iniciativa del productor Lino Patalano, la actriz argentina Marilú Marini y el
también argentino director Alfredo Rodríguez Arias eligieron sus textos para
montar en París Mortadela, que se estrenó
aquí al año siguiente. Esa suerte de revival alentó al mismo equipo a montar en
1995 el espectáculo Niní, igualmente
presentado en París y en Buenos Aires. Esta forma de regreso permitió a las
nuevas generaciones el redescubrimiento de una artista genial, pudorosamente
escondida tras la frágil delicadeza de su estatura mínima y su timidez. Dos
señales con las que ya no va a ocultar la verdadera medida de su arte. Un arte
que, a pesar de la tristeza de hoy, tiene, lo sabemos, el tamaño de la risa. O
el de la felicidad. ¿No te parece bastante, Niní?