la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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BUENOS AIRES MÁS QUE UN TANGO, por Enrique Viloria Vera





“Esa ciudad que yo creí mi pasado,
es mi porvenir, mi presente...”







Jorge Luís Borges habitó el mundo, declaró haber navegado por los diversos mares
 del planeta, confesó haber sido “una parte de Edimburgo, de Zurich, de
las dos Córdobas, de Colombia y de Texas”, pero nunca pudo renunciar a
Buenos Aires, a esa ciudad que amó y rechazó, que le fue tan cercana y tan
distante, en la que vio el rostro de una muchacha que puede suplir todas las
visiones, todo lo que merece ser visto y lo que no. Buenos Aires aparece en la
obra del poeta como un lugar ubicuo, imborrable, como una ciudad portátil que
lo acompaña en el recuerdo, sin necesidad de ojos para volver a ver lo que sólo
existe en la memoria, en esa memoria emotiva que es capaz de trasladarse
hasta los orígenes mismos de su ciudad, para asistir al momento de su
fundación mítica, cuando “el río era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio en que ayunó Juan Díaz y los indios
comieron”.

Como toda ciudad, Buenos Aires es paraje cernido, percolado, sometido a los
mitos y prejuicios de quien la recuerda y rememora: es tarde y crepúsculo,
noche, patio, aurora, amigos, amores, calles y sucesos, sueño y, en ocasiones,
pesadilla. La Buenos Aires de Borges no escapa a esta circunstancia, el poeta
la evoca desde su más recóndita condición de ciudadano, se adentra en las
evidencias de lo físico y en la inmaterialidad de las esencias, la recorre con la
mirada y con el pensamiento, la describe con la simplicidad de lo contemplado
directamente, sin tamices, y con la complejidad de lo que se refleja
oblicuamente desde unos espejos donde habita la oscuridad y la ceguera.

Buenos Aires, en la poesía de Borges, es el orgullo del barrio, el sentido de
pertenencia a un ámbito que trasciende lo geográfico para adquirir un carácter
propio que lo diferencia y distingue de aquellos otros barrios que compiten con
él por ser el mejor, el más distinguido, la encarnación de la hombría, del fútbol,
del tango, la milonga, o de las más bellas y decididas mujeres. Palermo, Barrio
Norte, el Paseo de Julio, dejan de ser nomenclatura urbana, dirección de
vecindad o terminal de tranvía, metro o autobús para transmutarse en lealtad,
en amistad, en pesadilla lúcida, en olvido preservado, en resignación, en fin, en
todas aquellas emociones experimentadas por un poeta que diferencia su
patria grande de la chica, su país, su ciudad, de su barrio.

Barrios disímiles, amados y despreciados, aceptados y rechazados: uno
repudiado, al que el poeta le reclama “sufres de caos, adoleces de irrealidad, te
empeñas en jugar con naipes raspados por la vida”; otro protegido, que Borges
preserva del olvido que es el “modo más pobre del misterio”. Barrios de barrios, 
como Barrio Norte que alguna vez fue “un argumento de aversiones y
afectos, como las otras cosas del amor”, o como Palermo, ese barrio poseedor
“de unas cuantas milongas para hacerte valiente y una baraja criolla para tapar
la vida y unas albas eternas para saber la muerte”. Barrios de Buenos Aires
trazados con “vaivén de recuerdo” y que se van diluyendo “en la muerte chica
de los olvidos”.

Si la vida tiene asidero en la Buenos Aires de Borges, la muerte no oculta su
vigencia: La Chacarita y la Recoleta son convocados desde lágrimas, deudos y
entierros para sumarse al variado espectro de los lugares que protagonizan la
paradójica vida urbana. El poeta convive a lo largo de toda su poesía con la
muerte, la hace suya, la convierte en compañera insustituible, incluso, en
fuente de vida, en otro mar, en otra flecha “que nos libra del sol y de la luna y
del amor”. De allí que sea impensable que Borges no le cante a los
cementerios de Buenos Aires, a esos dos camposantos extremos,
contradictorios, donde las lápidas sustituyen a las partidas de nacimiento y a
los carnés de identidad. La Chacarita es, a los ojos de Borges, “un conventillo
de ánimas”, “una montonera clandestina de huesos”, allí “la muerte, es incolora,
hueca, numérica, se disminuye a fechas y a nombres, muertes de la palabra”.
La Recoleta es otra cosa, “aquí es pundonorosa la muerte”, “bellos son los
sepulcros, el desnudo latín y las trabadas fechas fatales, la conjunción del
mármol y la flor”. Sin embargo, en ambos, en el anónimo y en el conocido, en el
de todos y en el exclusivo, en cualquiera de ellos “siempre las flores vigilaron la
muerte, porque siempre los hombres incomprensiblemente supimos que su
existir dormido y gracioso es el que mejor puede acompañar a los que
murieron”.

Buenos Aires es un fervor de calles, patios, balcones, arrabales, aldabas,
portones y zaguanes que Borges recupera de su anonimato para incorporarlos
a una eternidad personal que se nutre de los detalles de una ciudad vista en
dos tiempos: en los de la juventud cuando “buscaba los atardeceres, los
arrabales y la desdicha”, y en el de la madurez cuando, por el contrario, se
conformaba con “las mañanas, el centro y la serenidad”. Ese fervor del poeta
se expresa en el peculiar homenaje que le prodiga a las calles de Buenos
Aires, a esas que “ya son mi entraña”, y que pueden revestir infinitas
características y variedades: “ávidas, incomodas de turba y ajetreo,
desganadas, enternecidas de penumbra y de ocaso, reales como un verso
perdido y recuperado, abatidas de agua y de sombra, taciturnas, grandes y
sufridas”; heridas abiertas de su ciudad que le permiten decir a Borges con
absoluta satisfacción que “hoy he sido rico en calles”.

Borges tampoco puede prescindir de los patios de su ciudad, de esos “patios
cóncavos como cántaros”, “cielo encauzado”, declives por los cuales “se
derrama el cielo” en casas y jardines. Patios de Buenos Aires que conviven
con “la amistad oscura de un zaguán” y con los jardines que son como “un día
de fiesta”. Protagonistas fundamentales de una manera de vivir, de consolidar
el hábito de morar en la casa de siempre, esa que incorpora al patio una
caterva de cielos y quebradizas lunas nuevas, infundiéndole al jardín su
ternura; mientras el poniente se acuesta en la hondura de la calle del poeta.

Buenos Aires, en la perspectiva de Borges, es también la plaza de Mayo, la
Dársena Sur, una esquina de la calle Perú, un arco de la calle Bolívar, la
vereda de Quintana, una puerta numerada, la pieza contigua y el infaltable
espejo que repite y reproduce a los hombres sin cesar, Es igualmente, la otra
calle, el enemigo, “un plano de mis humillaciones y fracasos”, la creadora de
laberintos urbanos y personales que genera certidumbres autobiográficas que
conducen al reconocimiento de que con la ciudad, con Buenos Aires, “no nos
une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto”.

Ciudad irrenunciable, patria cierta de un poeta que acepta sin remilgos que “los
años que he vivido en Europa son ilusorios, yo estaba siempre (y estaré) en
Buenos Aires” porque “Buenos Aires es hondo, y nunca, en la desilusión o el
penar, me abandoné a sus calles sin recibir inesperado consuelo, ya de sentir
irrealidad, ya de guitarras desde el fondo de un patio, ya de roce de vidas”.



Poeta, crítico de arte, jurista, experto en gerencia, editor, ensayista político y director de revistas literarias. Venezolano






En honor al escritor Jorge Luis Borges, 100 mil poemas vuelan por ...

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Susana Rinaldi canta a Jorge Luis Borges: Buenos Aires, Milonga de Manuel Flores, El Tango, Alguien le dice al tango














Jorge Luis Borges: “García Lorca siempre me ha parecido un poeta menor” / Fragmento y prólogo de Borges de “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges” de Fernando Sorrentino, Editorial Losada, Buenos Aires 2007






“Ahora, en cuanto a Antonio Machado, desde luego tiene algunas páginas espléndidas, pero, al mismo tiempo, tiene otras en que se ve al andaluz que trata de ser castellano (….)”

 



Prólogo de Jorge Luis Borges




Paradójicamente, los diálogos de un escritor y de un periodista se parecen menos a un interrogatorio que a una especie de introspección. Para quien interroga, puede ser una tarea no exenta de fatiga y de tedio; para el interrogado, son como una aventura en que acechan lo secreto y lo imprevisible. Fernando Sorrentino conoce mi obra —llamémosla así— mucho mejor que yo; ello se debe al hecho evidente de que yo la he escrito una sola vez y él la ha leído muchas, lo cual la hace menos mía que suya. Al dictar estas líneas, no quiero desestimar su bondadosa perspicacia; cuántas tardes, hablando mano a mano, me ha conducido, como quien no quiere la cosa, a las contestaciones necesarias que luego me asombraban y que él, sin duda, había preparado.

Fernando Sorrentino es, en suma, uno de mis inventores más generosos. Quiero aprovechar esta página para decirle mi gratitud y la certidumbre de una amistad que los años no borrarán.

Buenos Aires, 13 de julio de 1972



Este libro, por Fernando Sorrentino


Con Jorge Luis Borges conversé por primera vez —cuidé de anotar la fecha— el fervoroso mediodía del 2 de diciembre de 1968. Yo, con la tristeza reglamentaria, me dirigía a mi empleo de entonces; la suerte quiso que Borges emergiera de la estación Moreno a la plazoleta que divide la avenida Nueve de Julio. Lo saludé con emoción, con torpeza; farfullé mi ignoto apellido, le dije que vivía en Palermo. Esto le agradó y, un instante después, hablábamos del arroyo Maldonado, arroyo que para mis ojos nunca fue otra cosa que un largo asfalto gris flanqueado por un terraplén y muchas bodegas. Recuerdo que le recité las primeras estrofas de su poema “El tango”, y que Borges me reprochó: “¡Qué ganas de perder el tiempo leyendo esas cosas!”.
Muchos meses después tuve la oportunidad de conversar largamente con Borges. Durante siete tardes, el hacedor de ficciones me precedió, abriendo altas puertas que descubrían insospechadas escaleras de caracol, por los gratos pasillos laberínticos de la Biblioteca Nacional, en busca de una remota salita donde no nos interrumpía el teléfono.
Estas Siete conversaciones han sido grabadas y luego vertidas al papel. El Borges que habla en este volumen es un señor cortés y distraído, que no verifica citas, que no vuelve atrás para corregirse, que finge tener mala memoria: no el terso Jorge Luis Borges de la letra impresa, aquel que calcula y mide cada coma y cada paréntesis. La heterogeneidad y el desorden que aquejan a las preguntas intentan que este libro no sea un ensayo orgánico sino exactamente lo que declara su título: siete tranquilas y casuales charlas libres de toda molesta sujeción a un plan. Resultados de esta agradable inconciencia son alguna que otra repetición, ciertas ambigüedades y unas pocas frases que adolecen de lo que la retórica denomina anacoluto. Inevitablemente, alguien deplorará la falta de preguntas sobre Gracián; otro habrá acudido al libro con el excluyente propósito de informarse acerca de Molière; un tercero se sentirá indignado al advertir que no se menciona a Hermann Hesse.
En las notas he tratado de ser lo menos fastidioso posible. Sólo se proponen relacionar a Jorge Luis Borges con su contexto literario y político. Es verdad que el lector puede, sin grave pérdida, privarse de ellas.

   Buenos Aires, julio de 1972.




Prólogo de 1996, por Fernando Sorrentino


 “… juzgo la literatura de un modo hedónico. Es decir, juzgo la literatura según el placer o la emoción que me da.”Jorge Luis Borges




Cuando realicé la serie de siete entrevistas a Jorge Luis Borges, yo no alcanzaba los treinta años, y me animaban una energía, un optimismo y un entusiasmo ilimitados, y la certeza de poder concretar cualquier sensato objetivo que me propusiera. Estas venturas me ocurrían hacia 1970.
Ahora tengo más de medio siglo de vida, bastante disminuidos la energía y el entusiasmo, y gravemente deteriorado el optimismo; en consecuencia, sustento otras ideas más modestas sobre mi capacidad para lograr objetivos de cualquier índole.
Desde que aprendí a leer, me convertí en una especie de adicto a la literatura y, muy especialmente, de adicto a la literatura narrativa.
Me encanta que me cuenten historias y que esas historias sean —en el mejor sentido de la palabra— interesantes. Por eso mismo, nunca me pareció meritorio leer libros desagradables, torpes o aburridos, ni tampoco hacerlo impulsado por algún imperativo categórico. He procurado, infructuosamente, admirar, tanto a los altruistas que redactan best sellers, como a los egoístas que se enredan en textos ilegibles.
Así, pues, en esta actitud de buscar placer, yo, sencillamente, me dedicaba a leer. Leía lo que me gustaba y abandonaba lo que me aburría. Y, según pasaban los años, empecé a advertir un proceso de decantación. Comprobé, por ejemplo: que algunos libros no requerían una segunda lectura; que otros li­­bros me cansaban y me fastidiaban al instante; que, a otros, iba olvidándolos al mismo tiempo que iba leyéndolos; que, retratado en la sintaxis y el vocabulario de otros, veía el rostro risiblemente serio de su redactor; que otros libros sólo existían en los medios de prensa y en los círculos recreativos de ideas afines, pero no en la literatura. Etcétera, etcétera, etcétera.
Pero, por fortuna, en tantos libros encontré también muy buenos amigos. Amigos que jamás me cansaban ni me defraudaban y a cuyas obras —en una suerte de enamoramiento insaciable— yo volvía infinitamente para hallar siempre nuevas riquezas y nuevos prodigios.
Uno de estos queridos amigos es, desde luego, Borges. Así lo sentí, en 1961, cuando por vez primera leí textos suyos (los cuentos de Ficciones); en aquel momento, fascinado, experimenté la sensación de estar frente a una clase única de mágica literatura, una literatura que no tenía semejantes y que, por ende, era incomparable, en la acepción absoluta del término.
Así lo sentí en 1961 y así lo ratificaron, y con creces, los treinta años largos que corrieron desde entonces. Mis lecturas de Borges han sido siempre espontáneas, siempre reiteradas, siempre placenteras. En un mundo en que todos recibimos, y entregamos, cosas buenas y cosas malas, mi principal sentimiento hacia Borges es la gratitud por todo lo bueno que me dio y que me da.
Hace veinticinco años le formulé las preguntas que me proponía —como a todo mortal— la alianza de la curiosidad con el azar. De haberlo entrevistado años más tarde, mis preguntas, en general, habrían sido más o menos las mismas, aunque excluyendo las que no despertaron su interés —que fueron unas cuantas— y agregando otras que podrían desencadenar su imprevisible fluencia de ideas (a veces certeras, erróneas, razonables, irritantes, pueriles, benévolas o crueles, pero siempre inteligentes).
Como no podría ser de otra manera, las entrevistas se reproducen, con respecto a la edición anterior, sin modificaciones (excepto la extirpación de erratas). Sí, en cambio, he agregado, eliminado y reelaborado notas, ya enmendando errores de información, ya buscando más exactitud en los datos, sin que estos afanes signifiquen que la tarea se halle concluida.
Devoto de su ilustre tío materno, a su generosidad debo no sólo precisos datos genealógicos y familiares sobre Borges sino también muchas observaciones inteligentes: conste aquí mi agradecimiento para Miguel de Torre.
Por otra parte, he podido enriquecer algunas referencias a la cultura anglohablante aprovechando las notas que, para la edición en inglés (Seven Conversations with Jorge Luis Borges, Troy, Nueva York, The Whitston Publishing Company, 1982), redactara su traductor, Clark M. Zlotchew.
Borges falleció el 14 de junio de 1986. Ya no es posible incurrir en nuevas entrevistas:* de cualquier manera, género literario sin duda menor.
Pero ahí están, y para siempre, las palabras inagotables de Ficciones y de El Aleph, de El informe de Brodie y de El libro de arena, y las de tantas otras páginas queridas, sin las cuales —acudiendo a una frase que Borges solía decir— este mundo sería mucho más pobre.


Buenos Aires, mayo de 1996.

(*En su “Prólogo” (página 7), Borges me llama “periodista”, profesión que jamás he ejercido y que, Dios mediante, jamás ejerceré.)




 SIETE CONVERSACIONES CON JORGE LUIS BORGES (fragmento) 


Fernando Sorrentino: Los ensayos que usted publicó en 1932, en Discusión, ¿los volvería a escribir con esos mismos conceptos?

Jorge Luis Borges: No. No recuerdo cuáles son los conceptos, pero sería muy triste que yo no hubiera adelantado nada, ¿no?

F.S.: Bueno, para buscar un ejemplo concreto: digamos el artículo sobre “Quevedo”, que apareció en Otras inquisiciones… ¿Usted opina de modo distinto ahora?

J.L.B.: Sí, yo creo que yo tenía una admiración excesiva por Quevedo. Y los que me curaron de esa admiración excesiva fueron dos: uno, Adolfo Bioy Casares, y el otro, el mismo Quevedo, a quien yo he tratado de releer, y que me parece ahora un literato demasiado consciente de lo que hace. Me parece, además, que hay algo duro, dogmático, en Quevedo. Al mismo tiempo, hay una afición a los juegos de palabras bobos —esa afición la comparte con Miguel de Unamuno, también—. Actualmente mi admiración por Quevedo es muy limitada… Es curioso: en aquella época, yo creía que Lugones era superior a Darío, y que Quevedo era superior a Góngora. Y ahora, Góngora y Darío me parecen muy superiores a Quevedo y Lugones. Creo que tienen cierta inocencia, cier­ta espontaneidad, que no tuvieron los otros —que tomaron todo demasiado en serio—.

F.S.: ¿En Góngora le parece que hay espontaneidad?

J.L.B.: En algunos sonetos, sí. Desde luego, en las últimas obras de él, no: en las Soledades, en el Polifemo (estas obras me parece que corresponden a una suerte casi —yo diría— de perversión literaria). Pero creo que hay sonetos —el soneto “A Córdoba”, por ejemplo, y otros— en que hay espontaneidad. Y en Quevedo es muy raro que la haya.

F.S.: Ya que acaba de nombrar a Unamuno… ¿Qué opina de él, de Azorín y de Antonio Machado?

J.L.B.: Creo que Unamuno, a pesar de sus defectos, es superior a los otros. En cuanto a Azorín, me parece un escritor absolutamente deleznable, o que sólo tiene virtudes negativas. Tiene la virtud de no haber cometido ciertos errores, de haber eludido el énfasis español… Pero, en fin, ésta es una virtud de omisión, podemos decir. Y no creo que haya ningún valor positivo en su obra.

F.S.: ¿Casi se podría decir que no es más que un periodista?

J.L.B.: Sí. Pero uno espera que un periodista sea más entretenido que Azorín. De modo que no sé si hubiera tenido éxito como periodista: posiblemente le hubieran devuelto sus crónicas. Es una persona que parece muy interesada en circunstancias mínimas: el hecho de si llueve o no llueve, etcétera. Ahora, en cuanto a Antonio Machado, desde luego tiene algunas páginas espléndidas, pero, al mismo tiempo, tiene otras en que se ve al andaluz que trata de ser castellano, que abunda en nombres propios geográficos. Realmente, creo que comparto la opinión de Cansinos Assens, que decía que Manuel Machado le parecía superior a Antonio. Desde luego, un escritor debe ser juzgado por sus mejores páginas, siempre. Y creo que las mejores páginas de Manuel no son inferiores a las mejores de Antonio. Además, creo que es muy posible que haya influido el hecho de que Antonio fue republicano y de que Manuel Machado fue franquista, y me parece absurdo juzgar a un escritor por sus opiniones políticas.

F.S.: Hablando de andaluces, si García Lorca no hubiese sido fusilado, tendría sólo un año más que usted. ¿Cómo ve a ese escritor, prácticamente coetáneo suyo?

J.L.B.: A mí, García Lorca siempre me ha parecido un poeta menor. Me ha parecido un poeta meramente pintoresco, un poeta que aplicó ciertos procedimientos de la literatura francesa de entonces a los temas andaluces. Algo así como Fernán Silva Valdés aplicó el incipiente ultraísmo a ciertos temas de la nostalgia criolla, en Agua del tiempo. Más o menos lo que después haría Güiraldes con Don Segundo Sombra. La verdad es que yo nunca he podido admirar mucho a García Lorca. O, mejor dicho, me parece que lo que él hacía en verso estaba bien, pero que no es muy importante lo que ha hecho; me parece que es puramente verbal, que se nota cierta íntima frialdad en todo lo que él escribe. Como escritor, es incapaz de pasión. Y, en cuanto a las obras de teatro, no sé si puedo juzgarlo por un pieza llamada Yerma, una pieza que yo no pude ver hasta el fin, porque me aburrió tanto, que me tuve que ir. Creo que él tuvo la suerte de ser fusilado y creo que eso contribuye, ¿no? Posiblemente, con el tiempo él hubiera aprendido a jugar a otros juegos más interesantes que los suyos. Y creo que la mía es la opinión de mucha gente en España, sobre todo en Andalucía. Creo que García Lorca ha de tener más éxito —digamos— en Castilla o en Galicia, y no en Andalucía, donde notan la falsedad de su andalucismo. Y, desde luego, tendrá aún más éxito en Francia.

F.S.: Usted me había dicho que el siglo xviii español vale poco...

J.L.B.: Más bien diría que no vale nada.

F.S.: … que el xix es una vergüenza…

J.L.B.: ¡Es que realmente es una vergüenza!

F.S.: Bien. En cuanto al siglo xx español, yo le nombré estos escritores para ver si surgía alguna figura de su agrado. ¿Juan Ramón Jiménez, tal vez?

J.L.B.: Juan Ramón Jiménez empezó escribiendo bien, pero al final se resignó a cualquier cosa. Los últimos libros de Juan Ramón Jiménez parecen puramente casuales: parece que él escribiera cualquier cosa que se le ocurriera. O no solamente cualquier cosa: cualquier palabra, cualquier conjunto de frases que se le ocurriera. Creo, en fin, que la literatura argentina contemporánea es más rica que la literatura española contemporánea.



“Siete conversaciones con Jorge Luis Borges”  
Editorial Losada, Buenos Aires 2007


Fragmento y prólogos publicados con autorización de su autor. 
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Mas textos de Sorrentino en su web oficial: Fernando Sorrentino  



Web oficial: Jorge Luis Borges
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Jorge Luis Borges: Jorge Luis Borges Acevedo. (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 - Ginebra, Suiza, 14 de junio de 1986). Poeta, ensayista y escritor argentino.
Estudia en Ginebra e Inglaterra. Vive en España desde 1919 hasta su regreso a Argentina en 1921. Colabora en revistas literarias, francesas y españolas, donde publica ensayos y manifiestos.
De regreso a Argentina, participa con Macedonio Fernández en la fundación de las revistas Prisma y Prosa y firma el primer manifiesto ultraísta. En 1923 publica su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires, y en 1935 Historia universal de la infamia, compuesto por una serie de relatos breves (formato que utilizará en publicaciones posteriores).
Durante los años treinta su fama crece en Argentina y publica diversas obras en colaboración con Bioy Casares, de entre las que cabe subrayar Antología de la literatura fantástica. Durante estos años su actividad literaria se amplía con la crítica literaria y la traducción de autores como Virginia Woolf, Henri Michaux o William Faulkner.

Es bibliotecario en Buenos Aires de 1937 a 1945, conferenciante y profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, miembro de la Academia Argentina de las Letras y director de la Biblioteca Nacional de Argentina desde 1955 hasta 1974. En 1961 comparte con Samuel Beckett el Premio Formentor, otorgado por el Congreso Internacional de Editores. Desde 1964 publica indistintamente en verso y en prosa.
Borges utiliza un singular estilo literario, basado en la interpretación de conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. La simbología que utiliza remite a los autores que más le influencian -William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad-, además de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía.

Publica libros de poesía como El otro, el mismo, Elogio de la sombra, El oro de los tigres, La rosa profunda, La moneda de hierro y cultiva la prosa en títulos como El informe de Brodie y El libro de arena. En estos años Borges también publica libros en los que se mezclan prosa y verso, libros que aúnan el teatro, la poesía y los cuentos; ejemplos de esta fusión son títulos como La cifra y Los conjurados.

La importancia de su obra se ve reconocida con el Premio Miguel de Cervantes en 1979.



Obra de Jorge Luis Borges
Poesía
·        Fervor de Buenos Aires (1923)
·        Luna de enfrente (1925)
·        Cuaderno San Martín (1929)
·        Poemas (1923-1943)
·        El hacedor (1960)
·        Para las seis cuerdas (1967)
·        El otro, el mismo (1969)
·        Elogio de la sombra (1969)
·        El oro de los tigres (1972)
·        La rosa profunda (1975)
·        Obra poética (1923-1976)
·        La moneda de hierro (1976)
·        Historia de la noche (1976)
·        La cifra (1981)
·        Los conjurados (1985)
Ensayos
·        Textos recobrados (1919-1929)
·        Prólogos con un prólogo de prólogos (1923-1974)
·        Inquisiciones (1925)
·        El tamaño de mi esperanza (1926)
·        El idioma de los argentinos (1928)
·        Evaristo Carriego (1930)
·        Discusión (1932)
·        Historia de la eternidad (1936)
·        Nueva refutación del tiempo (1947)
·        Aspectos de la poesía gauchesca (1950)
·        Otras inquisiciones (1952)
·        Obras completas (1960)
·        Antología personal (1961)
·        El libro de los seres imaginarios (1968)
·        Obras completas (1974)
·        El congreso (1971)
·        Libro de sueños (1976)
·        Borges oral (conferencias, 1980)
·        Siete noches (conferencias, 1980)
·        Nueve ensayos dantescos (1982)
·        Biblioteca personal (1986)
Cuentos
·        Historia universal de la infamia (1935)
·        El jardín de senderos que se bifurcan (1941)
·        Ficciones (1944)
·        El Aleph (1949)
·        La muerte y la brújula (1951)
·        El informe de Brodie (1970)
·        El libro de arena (1975)
·        25 de Agosto, 1983 (1983)
Obras en colaboración
·        Índice de la poesía americana (1926) Antología con Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo
·        Antología clásica de la literatura argentina (1937) Con Pedro Henríquez Ureña
·        Antología de la literatura fantástica (1940) Con Bioy Casares y Silvina Ocampo
·        Antología poética argentina (1941) Con Bioy Casares y Silvina Ocampo
·        Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) Con Bioy Casares
·        El compadrito (1945) Antología de textos de autores argentinos en colaboración con Silvina Bullrich
·        Dos fantasías memorables (1946) Con Bioy Casares
·        Un modelo para la muerte (1946) Con Bioy Casares
·        Obras escogidas (1948)
·        Antiguas literaturas germánicas (México, 1951) Con Delia Ingenieros
·        El idioma de Buenos Aires (1952) De José Edmundo Clemente
·        Obras completas (1953)
·        El Martín Fierro (1953) Con Margarita Guerrero
·        Poesía gauchesca (1955) Con Bioy Casares
·        El paraíso de los creyentes (1955) Con Bioy casares
·        Leopoldo Lugones (1955) Con Betina Edelberg
·        Cuentos breves y extraordinarios (1955) Con Bioy Casares
·        Los orilleros (1955) Con Bioy Casares
·        La hermana Eloísa (1955) Con Luisa Mercedes Levinson
·        Manual de zoología fantástica (México, 1957) Con Margarita Guerrero
·        Los mejores cuentos policiales (1943 y 1956) Con Bioy Casares
·        Libro del cielo y del infierno (1960) Con Bioy Casares
·        Introducción a la literatura inglesa (1965) Con María Esther Váquez
·        Literaturas germánicas medievales (1966) Con María Esther Vázquez, revisa y corrige el tratado Antiguas literaturas germánicas
·        Introducción a la literatura norteamericana (1967) Con Estela Zemborain de Torres
·        Introducción a la literatura latinoamericana (1967) Con Esther Zemborain de Torres
·        Crónicas de Bustos Domecq (1967) Con Bioy Casares
·        Nueva antología personal (1968)
·        Prólogos (1975)
·        ¿Qué es el budismo? (1976) Con Alicia Jurado
·        Diálogos (1976) Con Ernesto Sábato
·        Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977) Con Bioy Casares
·        Breve antología anglosajona (1978) Con María Kodama
·        Atlas (1985) Con María Kodama
Obra reunida
·        Poemas (1923-1953)
·        Obra Poética (1923-1964)
·        Obra Poética (1963-1966)
·        Obra Poética (1923-1967)
·        Obra Poética (1923-1969)
·        Obra Poética (1923-1976)
·        Obra Poética (1923-1977)
·        Obra Poética (1923- 1985)
·        Obras Completas (en un volumen, 1923-1972)
·        Obras Completas (en cuatro volúmenes)
o   Volumen I (1923-1972)
o   Volumen II (1952-1972)
o   Volumen III (1975-1985)
o   Volumen IV (1975-1988)
·        Obras completas en Colaboración (1979)
·        Borges en Sur 1931-1980
·        Borges. Obras, reseñas y traducciones inéditas
·        Diario Crítica 1933-1934
·        Textos publicados en El Hogar 1936-1958
·        Textos cautivos
·        Ensayos y reseñas en El Hogar 1936-1939
·        El círculo secreto (Prólogos escritos entre 1957 y 1985)
·        Textos recobrados (1919-1929)
·        Textos recobrados (1931-1955)
·        Textos recobrados (1955-1986)




©Fernando Sorrentino nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1942. Es profesor de Lengua y Literatura.
Sus cuentos suelen entrelazar de manera sutil, y casi subrepticia, la realidad con la fantasía, de manera que no siempre es posible determinar dónde termina la primera y empieza la segunda. Parte de situaciones muy “normales” y “cotidianas”: pero, paulatinamente (y con toques de humor), ellas se van enrareciendo y se convierten en insólitas o turbadoras.
Algunos de sus libros son Imperios y servidumbres (1972), El mejor de los mundos posibles (1976), En defensa propia(1982), El rigor de las desdichas (1994), Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza (2005), El regreso (2005), Costumbres del alcaucil (2008), El crimen de san Alberto (2008), El centro de la telaraña (2008), Paraguas, supersticiones y cocodrilos (2013). Muchos de sus cuentos han sido traducidos a diversas lenguas europeas y asiáticas.
Le pertenecen dos volúmenes de entrevistas: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (1974) y Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares (1992).
Se han publicado libros suyos en Brasil, México, Estados Unidos, España, Portugal, Inglaterra, Italia, Alemania, Hungría, Rumania, Bulgaria, India, China…



Bibliografía

Su bibliografía detallada (excluidas las ediciones anotadas de clásicos, las inclusiones en antologías —tanto en español como en otras lenguas— y las colaboraciones en diarios y/o revistas) es la siguiente:

OBRA NARRATIVA

a)    LIBROS DE CUENTOS
La regresión zoológica, Buenos Aires, Editores Dos, 1969.
Imperios y servidumbres, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1972; reedición, Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1992
El mejor de los mundos posibles, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976, (2.º Premio Municipal de Literatura).
En defensa propia, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982
El rigor de las desdichas, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1994 (2.º Premio Municipal de Literatura).
La Corrección de los Corderos, y otros cuentos improbables, Buenos Aires, Editorial Abismo, 2002
Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza, Barcelona, Ediciones Carena, 2005
El regreso. Y otros cuentos inquietantes, Buenos Aires, Editorial Estrada, 2005
En defensa propia / El rigor de las desdichas, Buenos Aires, Editorial Los Cuadernos de Odiseo, 2005
Costumbres del alcaucil, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008
El crimen de San Alberto, Buenos Aires, Editorial Losada, 2008
El centro de la telaraña, y otros cuentos de crimen y misterio, Buenos Aires, Editorial Longseller, 2008
Paraguas, supersticiones y cocodrilos (Verídicas historias improbables), Veracruz (México), Instituto Literario de Veracruz, El Rinoceronte de Beatriz, 2013

b)    NOVELA
Sanitarios centenarios, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1979; reedición (muy reelaborada), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000; reedición, Bar­celona, Ediciones Carena, 2008

c)     NOUVELLE
Crónica costumbrista, Buenos Aires, Ediciones Pluma Alta, 1992. Reeditada con el título de Costumbres de los muertos, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1996

d)    LITERATURA PARA NIÑOS, NIÑAS Y/O ADOLESCENTES
Cuentos del Mentiroso, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1978 (Faja de Honor de la S.A.D.E. [Sociedad Argentina de Escritores]); reedición (con modificaciones), Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2002; nueva reedición (con nuevas mo­dificaciones), Buenos Aires, Cántaro, 2012
El remedio para el rey ciego, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1984
El Mentiroso entre guapos y compadritos, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1994
La recompensa del príncipe, Buenos Aires, Editorial Stella, 1995
Historias de María Sapa y Fortunato, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1995 (Premio Fantasía Infantil 1996); reedición: Ediciones Santillana, 2001
El Mentiroso contra las Avispas Imperiales, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1997
La venganza del muerto, Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1997
El que se enoja, pierde, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1999
Aventuras del capitán Bancalari, Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1999 Cuentos de don Jorge Sahlame, Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001
El Viejo que Todo lo Sabe, Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001
Burladores burlados, Buenos Aires, Editorial Crecer Creando, 2006, 104 págs.
La venganza del muerto [edición ampliada, contiene cinco cuentos: Historia de María Sapa; Relato de mis travesuras; La fortuna de Fortunato; Hombre de recursos; La venganza del muerto,], Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2011

ENSAYOS
El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Editorial Losada, 2011

ENTREVISTAS
Siete conversaciones conJorge Luis BorgesBuenos Aires, Editorial Casa Pardo, 1974; reedición (con notas revisadas y actualizadas), Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1996; nueva reedición, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2001; reedición, Buenos Aires, Editorial Losada, 2007
Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992; reedición, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2001; reedición, Buenos Aires, Editorial Losada, 2007


ANTOLOGÍAS (compilador)
35 cuentos breves argentinos, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1973
36 cuentos argentinos con humor, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976
17 cuentos fantásticos argentinos, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1978
Historias improbables. Antología del cuento insólito argentino, Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2007
Ficcionario argentino (1840-1940). Cien años de narrativa: de Esteban Echeverría a Roberto Arlt, Buenos Aires, Editorial Losada, 2012


TRADUCCIONES
a)    LIBROS DE FICCIÓN
Sanitary Centennial. And Selected Short Stories. Translated by Thomas C. Meehan. Austin, Texas, University of Texas Press, 1988
Sanitários centenários [Sanitarios centenarios]. Traducción al portugués de Reinaldo Guarany. Río de Janeiro, José Olympio Editora, 1989
Von Skorpionen und anderen Alltagsgefahren. Erzählungen. Ausgewählt und aus dem Spanischen übersetzt von Vera Gerling. Gotinga, Hainholz Verlag, 2001
Attukkuttikal Allikkum Thandanai (La Corrección de los Corderos). Volumen de once cuentos en lengua tamil. Nagercoil (India), Kalachuvadu Pathippagam, 2003
Per colpa del dottor Moreau, ed altri racconti fantastici (14 racconti; traduttori: Ales­sandro Abate; Mario De Bartolomeis; Isabel Cuartero; Carlo Santulli, Marco Capelli e Eva Malagon Esteo; Luca Muzzioli). Módena, Progetto Babele, 2006
Existe um homem que tem o costume de me dar com um guarda-chuva na cabeça (18 contos; traduzidos do espanhol por António Ladeira e Helder Semmedo). Entroncamento (Portugal), OVNI, 2006
Per difendersi dagli scorpioni, ed altri racconti insoliti (20 racconti; traduttori: Ales­sandro Abate; Mario De Bartolomeis; Federico Guerrini; Renata Lo Iacono; Carlo Santulli). Macerata, Progetto Babele / Stampalibri, 2009
How to Defend Yourself against Scorpions (25 short stories; translators: Clark M. Zlotchew, Emmy Briggs, Gustavo Artiles, Michele McKay Aynesworth, Alex Patterson, Jonathan Cole, Norman Thomas di Giovanni, Susan Ashe, Donald A. Yates, Naomi Linds­trom). Liverpool, Red Rattle Books, 2013

b)    LIBROS DE ENTREVISTAS
Seven Conversations with Jorge Luis Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Translation, additional notes, appendix of personalities mentioned by Borges and translator’s foreword by Clark M. Zlotchew. Troy, Nueva York, The Whitston Publishing Company, 1982
Sette conversazioni con Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. A cura di Lucio D’Arcangelo. Milán, Arnoldo Mondadori Editore, 1999
Hét beszélgetés Jorge Luis Borgesszel [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Fordította Latorre Ágnes. Szerkesztette Scholz László. Budapest, Európa Könyvkiadó, 2000
Borges chi si tan [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Traducción al chino de Lin Yi an. Pekín, 2000
Sapte convorbiri cu Jorge Luis Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Traducción al rumano de Stefana Luca. Bucarest, Editura Fabulator, 2004
Sapte convorbiri cu Adolfo Bioy Casares [Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares]. Traducción al rumano de Ileana Scipione. Bucarest, Editura Fabulator, 2004
Sete conversas com Jorge Luis Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Tradução: Ana Flores. Río de Janeiro, Azougue Editorial, 2009
Seven Conversations with Jorge Luis Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Translated, with Notes and Appendix by Clark M. Zlotchew. Filadelfia, Paul Dry Books, 2010
Sedem radsgovora s Jorge Luis Borges [Siete conversaciones con Jorge Luis Borges]. Traducción al búlgaro de Boriana Dukova, Sofía, Enthusiast Libris, 2011
Sette conversazioni con Adolfo Bioy Casares [Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares]. A cura di María José Flores Requejo, Introduzione di Armando Francesconi, Tra­duzione e note di Armando Francesconi e Laura Lisi, Note alla traduzione di Laura Lisi, Pescara, Edizioni Solfanelli, 2014