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Eran ‘Las inseparables’: la novela inédita más íntima de Simone de Beauvoir sale a la luz/ Silvia Ayuso, El País, Madrid, 1 de mayo de 2020




Élisabeth Zaza (izquierda) y Simone de Beauvoir, en Gagnepan (Francia) en 1928.
Élisabeth Zaza (izquierda) y Simone de Beauvoir, en Gagnepan (Francia) en 1928.ASOCIACIÓN ELISABETH LACOIN

La filósofa y escritora recogió en el texto la trágica historia de su amistad juvenil con Élisabeth ‘Zaza’ Lacoin, aunque nunca se decidió a publicarlo en vida







¿Habría habido una Simone de Beauvoir sin una Élisabeth Zaza Lacoin? La responsable del despertar feminista de millones de mujeres durante generaciones debe buena parte de su propia toma de conciencia sobre los corsés que impone la sociedad a una amistad de juventud que la marcaría de por vida. La de Zaza, que conoció a los nueve años y de la que fue prácticamente inseparable hasta su repentina muerte poco antes de cumplir los 22, en 1929. Su rastro aparece en varias obras de De Beauvoir. Pero nunca como en Las inseparables, la novela íntegramente dedicada a esta amistad corta que nunca se decidió a publicar en vida.


Su hija adoptiva y albacea literaria, Sylvie Le Bon de Beauvoir, ha decidido que se conozca ahora, convirtiéndola en la primera obra de ficción de la autora de El segundo sexo que se podrá leer tras su muerte hace 34 años, y a la que EL PAÍS ha tenido acceso.

Quizás la mejor muestra de la trascendencia de Lacoin en la vida de De Beauvoir —según su hija, la escritora “quería resucitar a su amiga de juventud”— es el hecho de que antes de terminar Las inseparables, en 1954, hiciera cuatro intentos previos de escribir sobre aquello. “Dudaba entre la ficción y la autobiografía”, explica en un correo electrónico Sylvie Le Bon de Beauvoir, que escogió el título de la novela, que la filósofa dejó lista, pero sin nombre.

Para la editora del inesperado libro, que debería haber salido a la venta en Francia en mayo pero que el coronavirus ha retrasado hasta octubre (en España y otros países no estará disponible hasta 2021), la ficción por la que acabó decantándose fue un acierto. “Como novela tiene una fuerza completamente diferente para el lector, porque hay una forma de identificación, se pueden relatar unos sentimientos y una puesta en escena” que no dan otros formatos, dice por teléfono Laurence Tâcu, de Ediciones L’Herne.

Una joven formal


Zaza no es una desconocida para los lectores de Simone de Beauvoir. Es la Elisabeth Mabille que marca también Memorias de una joven formal, primer tomo autobiográfico en el que en 1958, cuatro años después de acabar Las inseparables, De Beauvoir contaba y reflexionaba precisamente sobre esa vida burguesa y encorsetada que le esperaba como joven nacida de “buena familia” y contra la que acabaría rebelándose.

En Las inseparables, Zaza es Andrée Gallard, una “pequeña desconocida de pelo castaño, mejillas hundidas con ojos oscuros y brillantes que miran con intensidad” y cuya “seguridad y habla rápida y precisa” desconciertan y fascinan de inmediato a Sylvie Lepage, alias de Simone de Beauvoir, hasta el punto de transformarse en un amor adolescente, el primero quizás. “Comprendo de pronto, con estupor y alegría, que el vacío de mi corazón, que el sabor triste de mis días solo tenían una causa: la ausencia de Andrée. Vivir sin ella no era vivir”, escribe alguien que, sin embargo, sabe que su amiga “ignora absolutamente” lo que siente por ella. Tampoco la correspondería. “¿Cuál es el sentimiento innominado que, bajo la etiqueta convencional de la amistad abraza su corazón nuevo, entre el asombro y los trances, sino el amor?”, descodifica Le Bon en el prólogo. “Ella comprende rápidamente que Zaza no siente un apego similar, y que ni sospecha de la intensidad del suyo, ¿pero qué importa eso ante el deslumbramiento que significa amar?”.

Otros nombres y detalles de la vida real de ambas han sido cambiados en la novela. “Su educación las encorseta, no hay familiaridades, no se tutean, pero a pesar de esa reserva, se hablan como Simone no habló jamás con nadie”, afirma su hija en el prólogo.

Para Tâcu, “lo magnífico del libro es que Simone lo escribe cuando ya es una persona reconocida (cinco años antes había publicado El segundo sexo) y, aun así, se presenta en un plano secundario, un poco como la sombra de esa jovencita que admira y que es una rebelde mucho antes que ella”.

Pero conforme pasan los años, acota Sylvie Le Bon, “intelectualmente es Simone quien influyó a Zaza, quien la animó con fuerza a que fuera ella misma”. La importancia de la amiga, afirma, “se sitúa en otro plano: la presencia de Zaza a su lado cuando ella realizaba un difícil combate para su emancipación fue valiosa. Las dos lucharon juntas contra el ‘destino cenagoso’ que les esperaba como mujeres en esa época, y en esa lucha Zaza sucumbió. Esa tragedia atormentó a De Beauvoir”. Pero también la convirtió en lo que llegaría a ser, insiste Tâcu, que recuerda las palabras de la propia filósofa en sus memorias: “Creo que pagué mi libertad con su muerte”.

¿Por qué permaneció en un cajón tantos años una obra que narra un episodio tan fundamental? De un lado, hay un aspecto protocolario. Tras la muerte de la filósofa en 1986, Sylvie Le Bon se convirtió en su albacea literaria. “Tuve que publicar primero su correspondencia, porque ella había comenzado ya a hacerlo: cartas a Sartre, a Nelson Algren, a Jacques-Laurent Bost (…) Ahora voy a poder dedicarme a las novelas y novelas cortas”, adelanta. Luego está el hecho de que la propia De Beauvoir no se decidió a publicarla, sobre todo después de que su compañero Jean-Paul Sartre la desestimara. “Creo que era muy severa consigo misma. Y Sartre era muy severo con Simone. Puede que tampoco quisiera verla como una escritora, sino más como una filósofa”, relativiza Tâcu que, como Le Bon, subraya el hecho de que la propia De Beauvoir nunca destruyó esta obra. “Si solo hubiera sido un borrador, no la habría mecanografiado. Creo que era algo tan íntimo que le resultaba difícil sacarlo a la luz en vida. Es un libro acabado. Es un buen libro”.


Primera página del manuscrito de 'Las inseparables'.ARCHIVO SIMONE DE BEAUVOIR


Fuente: El País




“No se nace mujer: llega una a serlo”. Simone de Beauvoir / Artículos y videos









(París, 1908-1986) Pensadora y novelista francesa, representante del movimiento existencialista ateo y figura importante en la reivindicación de los derechos de la mujer. Originaria de una familia burguesa, destacó desde temprana edad como una alumna brillante. Estudió en la Sorbona y en 1929 conoció a Jean-Paul Sartre, que se convirtió en su compañero durante el resto de su vida.



Se graduó en filosofía y hasta 1943 se dedicó a la docencia en los liceos de Marsella, Ruan y París. Su primera obra fue la novela La invitada (1943), a la que siguió La sangre de los otros (1944) y el ensayo Pyrrhus y Cineas (1944). Participó intensamente en los debates ideológicos de la época, atacó con dureza a la derecha francesa, y asumió el papel de intelectual comprometida. En sus textos literarios revisó los conceptos de "historia" y "personaje" e incorporó, desde la óptica existencialista, los temas de "libertad", "situación" y "compromiso".

Fue fundadora junto a Sartre, A. Camus, y M. Merleau-Ponty, entre otros, de la revista Tiempos Modernos, cuyo primer número salió a la calle el 15 de octubre de 1945 y se transformó en un referente político y cultural del pensamiento francés de mitad del siglo XX. Posteriormente publicó la novela Todos los hombres son mortales (1946), y los ensayos Para una moral de la ambigüedad (1947) y América al día (1948).

Su libro El segundo sexo (1949) significó un punto de partida teórico para distintos grupos feministas, y se convirtió en una obra clásica del pensamiento contemporáneo. En él elaboró una historia sobre la condición social de la mujer y analizó las distintas características de la opresión masculina. Afirmó que al ser excluida de los procesos de producción y confinada al hogar y a las funciones reproductivas, la mujer perdía todos los vínculos sociales y con ellos la posibilidad de ser libre. Analizó la situación de género desde la visión de la biología, el psicoanálisis y el marxismo; destruyó los mitos femeninos, e incitó a buscar una auténtica liberación. Sostuvo que la lucha para la emancipación de la mujer era distinta y paralela a la lucha de clases, y que el principal problema que debía afrontar el "sexo débil" no era ideológico sino económico.


Fundó con algunas feministas la Liga de los Derechos de la Mujer, que se propuso reaccionar con firmeza ante cualquier discriminación sexista, y preparó un número especial de Tiempos Modernos destinado a la discusión del tema. Ganó el Premio Goncourt con Los mandarines (1954), donde trató las dificultades de los intelectuales de la posguerra para asumir su responsabilidad social. En 1966 participó en el Tribunal Russell, en mayo de 1968 se solidarizó con los estudiantes liderados por Daniel Cohn-Bendit, en 1972 presidió la asociación Choisir, encargada de defender la libre contracepción, y hasta sus últimos días fue una incansable luchadora por los derechos humanos.

Sus abundantes títulos testimoniales y autobiográficos incluyen Memorias de una joven formal (1958), La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Una muerte muy dulce (1964), La vejez (1968), Final de cuentas (1972) y La ceremonia del adiós (1981).

























  • 5. El secreto de la felicidad en el amor consiste menos en ser ciego que en cerrar los ojos cuando hace falta.

  • 6. Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa.

  • 7. El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa, la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros.

  • 8. La familia es un nido de perversiones.

  • 9. Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos.

  • 10. El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir.









La mujer comprometida, Simone de Beauvoir (1908-1986)





La figura de Simone de Beauvoir está estrechamente ligada a la historia del feminismo del siglo XX. Pero Simone de Beauvoir no fue solamente una de las feministas más importantes de nuestros tiempo. Escritora, filósofa, defensora de los derechos humanos, fue una mujer comprometida con sus propios ideales por los que luchó toda su vida a pesar de las críticas que recibió de algunos sectores de la sociedad. Su brillante pensamiento y su facilidad por exponer sus ideas la convirtieron en una escritora prolífica, que publicó novelas, textos autobiográficos y ensayos en los que plasmó sus creencias y que se han convertidos en clásicos de la literatura y el pensamiento modernos.



En una cuna católica

Simone Ernestine Lucie Marie Bertrand de Beauvoir nació el 9 de enero de 1908 en París en el seno de una familia burguesa con una moral cristiana muy estricta. Simone y su hermana pequeña Poupette, con la que mantuvo siempre una estrecha relación, fueron educadas en colegios católicos siempre bajo la rígida disciplina de una madre profundamente religiosa. Ya siendo una adolescente, Simone se rebelaría contra la fe familiar declarándose atea y viendo en la religión una forma de subyugar al ser humano. De su padre, un abogado que dejó atrás su sueño de ser actor de teatro, heredó el amor por la literatura.


En los brazos de un filósofo

Simone se fue a vivir con su abuela y empezó sus estudios de filosofía en la universidad de la Sorbona. Con una tesis sobre Leibniz Simone se graduó en 1929. Aquel mismo año, la joven graduada conoció a Jean Paul Sartre con el que iniciaría una relación totalmente distinta a los cánones establecidos. Jean Paul y Simone, quien nunca se planteó la posibilidad de contraer matrimonio, establecieron una relación de pareja basada en el respeto y la libertad de cada uno como individuo. Una relación que duró hasta la muerte del filósofo en 1980.




Simone de Beauvoir se ganó la vida como profesora, profesión que ejerció hasta 1943 cuando tuvo que abandonar el centro educativo en el que impartía clases por la denuncia de una madre que se quejó de las ideas que había transmitido a su hija.


Desde entonces, y hasta el final de sus días, Simone de Beauvoir dedicaría su vida a escribir su credo en distintos registros literarios.


Una invitada para la historia

En 1943 escribía en el París ocupado La invitada, su primera novela. En sus páginas reflejó una relación de tres que ella misma había experimentado con Jean Paul. Sus ideas existencialistas sobre la responsabilidad personal y sus reflexiones sobre la libertad del individuo aparecieron también en sus siguientes novelas, La sangre de los otros (1944) y Los Mandarines (1954), por la que recibió el Premio Goncourt.





En 1945, junto a Jean Paul Sartre y otros eruditos del momento, fundaron la revista Tiempos Modernos que se convirtió en importante referente de la cultura y la política en Francia durante muchos años.


Una feminista controvertida

En 1949, la publicación de El segundo sexo, marcó el inicio de su andadura en el mundo del feminismo. Un inicio controvertido pues su obra fue considerada escandalosa e incluso pornográfica por algunos movimientos católicos. Aun así, sus ideas sobre la emancipación de la mujer, el problema del papel en el hogar y de su faceta como madre como factores opresivos y como freno a su independencia se convirtieron en pilares de muchos grupos feministas contemporáneos y posteriores a ella. A pesar de ver la maternidad como una manera de frenar la libertad de las mujeres, Simone llegó a adoptar a una niña, Sylvie Le Bon de Beauvoir.


Con algunas de aquellas feministas fundó la Liga de los Derechos de la Mujer para que sus ideas pudieran convertirse algún día en hechos.


El legado de una gran pensadora

Simone de Beauvoir falleció en París el 14 de abril de 1986. Sus restos descansan junto a Jean Paul Sartre en el cementerio parisino de Montparnasse.