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Sophia Jex-Blake, la líder de "Las siete de Edimburgo", que provocó motines por osar estudiar medicina / / Naomi Alderman, BBC 11 enero 2010





 Todas lograron aprobar el examen.
 Aunque tardarían un siglo y medio en obtener su título.



Imagina que tienes que rendir el examen más difícil de tu carrera. Estudiaste por meses y cuando llegas a rendir te encuentras con un grupo de hombres que no te dejan entrar a la sala de examen y te atacan a los gritos, lanzándote basura y lodo.

Logras atravesar la multitud y arrastrarte dentro de la sala, donde tomas asiento, con el corazón latiendo fuertemente. Justo entonces, el examinador dice: "Es hora de comenzar".

¿Cómo crees que te iría?

Esto fue lo que le pasó a un grupo de mujeres hace 150 años en Reino Unido, cuando querían convertirse en las primeras graduadas en Medicina de una universidad británica.

El grupo, que se hizo conocido como "Las siete de Edimburgo", estaba liderado por Sophia Jex-Blake, e increíblemente todas lograron aprobar el examen. Aunque tardarían un siglo y medio en obtener su título.


La líder


Sophia Jex-Blake nació en Hastings, en el sur de Inglaterra, en 1840. Venía de una próspera familia religiosa.
De niña era ingeniosa y de carácter fuerte, y pensaba que algún día sería maestra o escritora.

Pero eso cambió después de un viaje a Estados Unidos durante el cual conoció a mujeres astrónomas, una profesora de matemáticas y a la doctora Lucy Sewell, una de las primeras mujeres en practicar medicina en EE.UU.

Así nació su deseo de convertirse en doctora. En 1869 publicó un ensayo: "La medicina como profesión para las mujeres", argumentando que el sexo femenino era inherentemente bueno con el cuidado y que los conventos habían sido centros de curación durante siglos.

También planteó que la cuestión de si los intelectos de las mujeres eran inferiores a los de los hombres podía resolverse fácilmente proporcionando "un campo justo y sin favores".

Con esto en mente, comenzó a buscar una universidad que le permitiera convertirse en doctora.

Eligió la Universidad de Edimburgo por dos razones: la Escuela de Medicina era excelente y en esa ciudad tenía amigos que estaban a favor de la educación de las mujeres.

Jex-Blake conocía el caso de Elizabeth Garret, que unos años antes se había aprovechado de una laguna en las regulaciones médicas y se había calificado como doctora a través de la Excelentísima Sociedad de Boticarios.

Apenas se graduó, las autoridades cambiaron las reglas para prohibir que otras mujeres hicieran lo mismo.

Jex-Blake no quería hacer lo mismo, quería que otras mujeres estudiaran a la par de ella.

Logró encontrar a otras seis mujeres que querían convertirse en doctoras: Edith Pechey, Isabel Thorne, Matilda Chaplin, Helen Evans, Mary Anderson Marshall y Emily Bovell -una banda femenina que sería apodada "Las siete de Edimburgo".

En 1869, la Universidad de Edimburgo acordó permitirles asistir a algunas clases de Medicina y tomar algunos exámenes, aunque no les permitió asistir junto con los hombres.

Tenían que persuadir a cada profesor individualmente de que valía la pena enseñarles y además pagar las clases por separado.

Éxito académico


A pesar de todas las limitaciones brillaron académicamente, lo que para algunos representó un gran problema.

En sus primeros exámenes, una de las Siete, Edith Pechey, obtuvo el primer lugar en Química, lo que debería haberle permitido obtener una beca. Al ser mujer, no se la dieron, algo que fue reportado por algunos diarios de la época, que simpatizaron con la joven.

Esto enojó a muchos estudiantes y docentes de la universidad, que pusieron presión para que se les dejara de enseñar a las Siete. También se levantaron peticiones para que las mujeres no pudieran ser doctoras.

Las Siete se encontraron con constantes obstáculos. Cuando tres de ellas debían tomar un examen de Obstetricia, los tres hombres que iban a examinarlas renunciaron.

El Colegio Real de Médicos de Edimburgo se opuso tajantemente a la posibilidad de que hubiera mujeres médicas.
"No sé que hilos movieron pero el resultado fue que los estudiantes con los que trabajamos se volvieron ofensivos, cerrando puertas en nuestros rostros, estallando en aullidos cuando nos acercamos, como si hubiera habido una conspiración para hacernos la vida tan incómoda como era posible", denunció Jex-Blake.

Esa atmósfera de violencia condujo, al final, a los disturbios a gran escala que ocurrieron cuando las mujeres acudieron a rendir un examen de Anatomía, el 18 de noviembre de 1870.

La protesta quedó en la Historia con el nombre de "La revuelta del salón de los cirujanos".


Sin título







A pesar de que todas aprobaron, y que milagrosamente habían logrado sobrevivir a cuatro años de carrera, la ley finalmente les bloqueó el camino.

Un fallo de la Corte Suprema determinó que no se podía obligar a la Universidad de Edimburgo a otorgar títulos médicos a las mujeres.

Aunque significó una gran derrota para las Siete, ni siquiera eso pudo poner fin al sueño de Jex-Blake: se terminó graduando como médica en 1877, pero no en Reino Unido sino en Suiza, en la Universidad de Berna.

Regresó a Edimburgo, donde practicó medicina, hasta su retiro en 1889. Además de ejercer su profesión, también fomentó la educación de otras mujeres médicas, formando la Escuela de Medicina para Mujeres de Edimburgo.

La institución cerró sus puertas en 1892, cuando la Universidad de Edimburgo empezó a aceptar a estudiantes femeninas.







Jex-Blake pasó sus años de retiro viviendo en la costa sur de Inglaterra junto con otra médica, Margaret Todd, quien se cree era su pareja, y quien terminaría escribiendo una biografía sobre su vida.

En 2015, el gobierno escocés colocó una placa para conmemorar el lugar donde ocurrió la "revuelta del salón de los cirujanos".

Y en julio de 2019, 150 años después de que "Las siete de Edimburgo" se convirtieran en las primeras mujeres admitidas a estudiar Medicina en Reino Unido, la Universidad de Edimburgo las honró, entregándoles títulos honorarios póstumos en Medicina.


©Naomi Alderman
Escritora británica
BBC , 11 enero 2020

Fuente: BBC


Naomi Alderman: Web oficial



Naomi Alderman, la autora de The Power: "La gente no para de recordarme que escribí sobre Weinstein" / Ruth La Ferla, La Nación, 9 de febrero de 2018





"Me pregunté a mí misma: ¿cómo sería la versión femenina de Putin? También se me vino a la cabeza Berlusconi, o cualquier macho dictador un poco ridículo (...)"




Margaret Atwood y Naomi Alderman


Ahijada literaria de Margaret Atwood, la autora de The Power se pregunta qué pasaría si el rol del hombre y el de la mujer se invirtieran; la novela feminista de ciencia ficción que se anticipó a #MeToo
Ruth La Ferla 






El poder del que habla el título del libro está imbuido en las mujeres jóvenes. Ese poder emana de una franja de músculos situada junto a las clavículas y puede producir una descarga eléctrica letal, que permite a las mujeres fulminar a los hombres a voluntad para debilitarlos, liquidarlos o simplemente darles un sacudón que los motive sexualmente. Con esa clase de control, ¿qué harían las mujeres? ¿Aprovecharían para crear un mundo imaginado en libros como Herland, la fábula feminista de 1915 en la que un universo mezquino dominado por los hombres da paso a un matriarcado de paz, justicia y empatía? Probablemente no.
En la novela distópica The Power [publicada en la Argentina por Roca editorial], Naomi Alderman, de 42 años, conjura escenas dantescas en las que mujeres desaforadas asuelan los campos matando y mutilando a voluntad, "simplemente porque pueden", según escribe la autora.
El libro se publicó primero en Inglaterra y tuvo repercusión entre los lectores norteamericanos el año pasado, cuando fue elegido uno de los 10 mejores libros de 2017 por The New York Times Review. Además, fue señalado como El cuento de la criada para la generación de los millennials, teniendo en cuenta que justamente Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada, fue la mentora de Alderman.
No es de extrañar que Alderman se cuestione sobre las alarmas que sus obras y las de otros autores hacen sonar. Cuando reseñó la novela Red Clocks, de Leni Zuma, sobre un futuro cercano en el que el aborto es nuevamente ilegal [en los Estados Unidos], Alderman advertía: "Esta distopía imaginaria es terrible, pero la realidad podría ser mucho peor".
En una entrevista telefónica desde Londres, la escritora habla del poder y su espada de doble filo, de las fuentes de su propia energía creativa y de su facilidad casi sobrenatural para predecir el futuro.
-Su libro, que al principio puede leerse como una fantasía de venganza particularmente gratificante, parece profético. ¿La conmoción social y sexual que dio origen al movimiento #MeToo fue algo que usted se vio venir?
-Más que haberla visto venir pienso que probablemente soy parte de esa ola. Algunas de las noticias parecen coincidir de una manera extraña con el libro. En ambos casos, creo que tiene que ver con la creciente bronca que se vino juntando durante la última década y que está relacionada con la creciente visibilidad de cierta clase de misoginia. Cuando era una adolescente, en los 90, entre las jóvenes era común decir que las batallas del feminismo ya estaban ganadas. Es horrendamente obvio que no era así. También pienso que Internet tiene mucho que ver con esta toma de conciencia. Ahora una puede ingresar a los foros de chat de los hombres y leer cuánto odian a las mujeres, las ganas que tienen de violarlas, de someterlas. Podemos leer sus diatribas machistas. Es probable que yo haya respondido a lo mismo a lo que ahora responde el movimiento #MeToo. Hay muchas cosas que cobraron visibilidad y hay que resolver.
-La novela en su conjunto es una invitación a explorar el costado más oscuro y corrosivo del poder, el auge de dictadoras mujeres y de asesinas por gusto que imponen su autoridad en un universo sin ley. Pero en los primeros capítulos no hay ni un atisbo de eso: usted describe la inversión de roles como algo positivo, casi envidiable.
-Me parecía bueno que al menos al principio las mujeres pudieran imaginar lo que sería estar en una posición de control. Es lindo poder espiar cómo sería la sociedad desde el otro lado. Pero finalmente hay que hacerse la pregunta: ¿las mujeres son mejores que los hombres? Y la respuesta es que no. La gente es la gente. No es necesario pensar que todos los hombres son nefastos para saber que algunos hombres abusan de su fuerza. ¿Por qué no habría de ser igual de cierto sobre algunas mujeres? En el mundo hay una pequeña minoría de sádicos que nos terminan embarrando a todos.
-Algunos de sus personajes mujeres son amenazadas, violadas, esclavizadas sexualmente. ¿Escribe para vengarlas?
-No diría exactamente que para vengarlas. El libro fue una especie de experimento. Lo escribí entre 2014 y 2015 y al principio no sabía realmente cómo iba a terminar. Simplemente quería hacer toda esa reflexión yo misma. Pero sí creo que la venganza es un sentimiento perfectamente razonable en algunos de los personajes.
-Gran parte de la violencia ejercida por las mujeres en The Power parece gratuita. ¿Qué debe entender el lector a partir de eso?
-Soy judía. Es posible quedarse atascado imaginándose en una situación histórica particular que ha tenido que atravesar otra gente de su propio pueblo: en mi caso, podría imaginarme como víctima del Holocausto. Pero para mí, la gran pregunta sobre el Holocausto no es "cómo evito ser una víctima", sino "cómo evito convertirme en un nazi".
-¿O sea que todos somos agresores en potencia?
-¿Usted cree ser tan excepcional que piensa que de haber vivido en Alemania en la década de 1930 habría intentado asesinar a Hitler? ¿Se cree de una ética tan excepcional que piensa que se habría rebelado de inmediato? Si usted y yo viviéramos en un mundo dominado por las mujeres, ¿nos estaríamos diciendo "esto es muy injusto, voy a luchar por los derechos de los varones"? Si viviéramos en The Power, no creo que yo quedaría mágicamente al margen del modo en que funciona ese mundo. No creo poder decir que yo sería una persona iluminada. Con poder o sin poder, me comporto como el sistema me enseñó a comportarme.
-La historia de la novela es contada a través de los ojos de cuatro personajes: Allie, que se unge a sí misma en profeta; Margot, que representa al Estado; Roxy, hija de un capo delictivo de Londres y dotada de una fuerza sobrenatural, y Tunde, el único personaje masculino, que viaja por el mundo para documentar la evolución del poder y que aprende a temer sus abusos. ¿Quién es el verdadero protagonista? ¿Con quién se identifica más?
-Me identifico con Tunde. Cuando arranca la novela, Tunde está muy seguro de sí mismo, pero el mundo poco a poco le va enseñando que tal vez no deba tenerse tanta confianza. Su historia es la de un varón en un mundo gobernado por mujeres que aprende cómo se sentían las mujeres en un mundo gobernado por los varones, donde hay sádicos deambulando por todas partes, gente que se vuelve violenta porque puede. Tunde es escritor, como yo. Y también es el personaje más amable de la novela.
-Su retrato de la dictadora moldava Tatiana Moskalex resulta sorprendentemente familiar. Usted la presenta como una exgimnasta que "casi llegó a competir en los Juegos Olímpicos", una mujer tan reluciente como su palacio, "reflejos broncíneos en su pelo, purpurina en la línea de los pómulos". ¿Estaba pensando en alguien en particular?
-Me pregunté a mí misma: ¿cómo sería la versión femenina de Putin? También se me vino a la cabeza Berlusconi, o cualquier macho dictador un poco ridículo, de esos a los que tanto les gusta hacer alarde de su sexualidad. Por mi cabeza circularon todos esos personajes un poco desagradables.
-También aparece un personaje llamado Weinstein. ¿Fue pura casualidad?
-Sí, la gente no para de recordarme que escribí sobre Weinstein. En la novela, es un tipo odioso y escurridizo que traiciona al padre de Roxy. En retrospectiva, es cierto que es un poco inquietante que justo le haya puesto ese nombre. ¿Seré vidente? Quién sabe, tal vez. Margaret Atwood, a quien tuve la suerte de tener como mentora mientras escribía el libro, tiene esa especie de cualidad psíquica [ríe con picardía]. Tal vez ella me haya iniciado en las artes de la brujería.






Claves de una distopía de género


The Power

Autora: Naomi Alderman
Editorial: Roca editorial
Precio: $349
"The Power te dejará con la boca abierta. Después de leerla, lo pensarás todo dos veces"
Margaret Atwood
Escritora canadiense
Expresidente de los EE.UU.
Durante su presidencia, Barack Obama había inaugurado la tradición de compartir su lista de lecturas y canciones favoritas. Y luego de su mandato, continuó: en 2017 compartió en Twitter el hallazgo de esta novela de Alderman.
Traducción Jaime Arrambide
La Nación, 9 de febrero de 2018
Fuente: La Nación
Dónde comprar el libro: Roca editorial
Naomi Alderman: Página oficial