Francis Rueda y Ángel Fernández Mateu |
ALGO
QUE NUNCA HE CONTADO
Estando
en Caracas, en marzo de 1992 yo cumplía mis cuarenta y cuatro años, no dije nada a nadie, pero hubo un llamado de
mi mamá desde Córdoba que quedó en la grabadora de mensajes de Rajatabla, o sea que todos se
enteraron. Algunos me saludaron cordialmente y nada más. Ensayamos como todos
los días y Carlos
decidió terminar antes el ensayo porque tenía una reunión. Regresé al
departamento que compartía con Roberto Stopello y tomamos una merienda sin que
tocáramos el tema del cumpleaños. Al cabo de un rato sonó el teléfono y Roberto
me dijo que era Carlos quién quería hablar conmigo: Mira Lito, prepárate que
luego te pasan a buscar y cenaremos juntos por tu cumpleaños, me dijo. No
podemos salir mañana? le contesté. No, me dijo, mañana no puedo, así que es
mejor que salgamos hoy. Evidentemente Roberto también estaba invitado porque en
menos de lo que canta un gallo estaba vestido, y al cabo de una media hora nos
pasaron a buscar. Fuimos a un restaurante muy hermoso en El Hatillo, cenamos
rico y a los postres Carlos dijo: “Esto no termina aquí, vamos todos a Mata de Coco”, un lugar bailable muy
divertido en Caracas, pero todo me parecía una locura, nada previsto, y de
pronto en Mata de Coco estaban todos
mis compañeros de Rajatabla y amigos que había hecho en Venezuela. No lo podía
creer! Andresito Vásquez me dijo: Y ahora prepárate que viene lo mejor!!
En
el escenario de aquel lugar apareció nada menos que Mirtha Pérez cantando La
Nave del Olvido, una de las canciones favoritas de mi juventud, cuando finalizó
la canción, la gran artista dijo que era un día especial y que todo era un
festejo para una persona especial: entraron una mesa con rueditas y con una
enorme torta de cumpleaños con las velitas encendidas, tuve que ir al centro de
la pista a recibirla y ella… Mirtha Pérez me cantó el feliz cumpleaños junto
con todos mis compañeros. Comimos la
torta, bailamos, nos divertimos hasta muy tarde y luego me llevaron hasta mi
departamento. Al cerrar la puerta creí
que por fin estaba despertando de un sueño cuando al entrar al dormitorio mi
cama parecía una góndola de navidad llena de regalos de todos, otra sorpresa
confabulada, lo único que se me ocurrió
fue acostarme entre los paquetes y abrazarlos a todos y cada uno y dormirme
entre ellos. Creo que esta fue la fiesta
de cumpleaños más hermosa que he tenido. Al otro día, más calmo, fui abriendo
uno a uno los paquetes, regalos que aún conservo.
Solo
lo cuento por mostrar otra cara de Carlos y del Grupo Rajatabla: tramaron en silencio toda esa puesta en escena
para que no me diera cuenta y sorprenderme con tanto afecto! ¿Y después me
preguntan por qué quiero tanto a Venezuela y su gente? Debo añadir que Ana
Giménez se enteró al día siguiente y me llamó por teléfono para invitarme a
cenar esa noche. Comida deliciosa, buen vino, muchos tangos con historias
contadas por Percy Llanos que era fanático y lo sabía todo..! Para el final la nostalgia: la mágica voz de
Mercedes Sosa. ¿Algo más?
Iz. a derecha: Roberto Stopello, Carlos Giménez,
Lito Mateu y Jorge Arán, Nueva York
“UN
ABRAZO INCONCLUSO”
Entre
tantos proyectos que se presentaban tuve acceso a uno que me dio la dimensión
exacta de las aspiraciones artísticas de Carlos, las otras, las personales,
creo que estaban supeditadas a las anteriores y no se dejaban ver con
facilidad.
Aprovechando
la llegada de Raúl Brambilla a Venezuela, Carlos consideró que era una
oportunidad precisa para idear un proyecto que involucrara a varios países: LA COMEDIA LATINOAMERICANA. Citó entonces
a un excelente autor venezolano, Marcos Purroy, y les encomendó a ambos la
realización de un libro teatral que diera inicio a ese proyecto. El tema sería
el histórico encuentro entre José de San Martín y Simón Bolívar en Guayaquil,
sin necesidad de que fuera un texto épico, sino que basado en ese momento
histórico se pudiera tratar el tema de los anhelos, los éxitos y fracasos de
los próceres de la emancipación americana, y su discutido abrazo en esa ciudad
ecuatoriana.
El
proyecto sería financiado por el productor Joseph Papp y los propios estados
involucrados en el mismo, contando en el elenco con la presencia de actores y
técnicos de todos los países.
En
una de las primeras reuniones surgió el posible título del espectáculo: “Volver
a Guayaquil”, y ambos próceres no se verían como tales sino como dos jóvenes
periodistas que llegaban a esa ciudad para escribir sobre el acontecimiento
histórico, el supuesto abrazo entre ambos. Pero como en un sueño, ambos
personajes llegaban a identificarse tanto
con ellos que en sus discusiones ideológicas y políticas se podían desentrañar
las relaciones entre ambos próceres. El dueño del hotelito donde los
periodistas se alojaban también entraba en el sueño de los jóvenes
identificándoselo como Giuseppe Garibaldi, el prócer italiano que más luchó por
la unidad y la libertad en su país, para mediar en las discusiones y atenuar la
euforia de los jóvenes próceres cuando cada uno exponía sus ansias de libertad,
y en esos casos el italiano anteponía su amplia experiencia en esos temas
apaciguando la euforia de los periodistas y devolviéndolos a la realidad.
Obviamente también estarían presentes en el sueño Manuela Sáenz y Rosa
Campuzano para hacer presente la visión femenina en aquellas jornadas decisivas
para la época en esas dos mujeres que comprometieron su vida en pos de la emancipación.
Al
iniciar las primeras lecturas, Carlos me invitó a participar, junto a Diego
Balaguer, actor de destacada trayectoria en televisión que leería el personaje
de José de San Martín; Germán Mendieta, excelente actor venezolano leería las
partes de Simón Bolívar y yo leería a
Giuseppe Garibaldi, creo que por mi conocimiento del idioma italiano, mi lengua
materna. Sé que en otros roles participarían actores de diferentes países
conforme donde transcurriera cada episodio o escena. Carlos escuchaba las
lecturas y hacía sus propuestas y sugerencias de las que los autores tomaban
nota para seguir elaborando el libro y proceder a modificar o ampliar la
temática abordada.
Pero
el tiempo era algo que atormentaba a Carlos y este proyecto fue uno de los que
quedó en el camino, al menos mientras yo estuve en Caracas. En realidad no sé
las razones pero inmediatamente se nos comunicó otra propuesta: la puesta en
escena de la segunda parte de Casas Muertas novela de Miguel
Otero Silva, adaptada y guionada por Larry Herrera titulada Oficina Numero Uno.
DE LA EMANCIPACION
AMERICANA A EL TIGRE
Rajatabla
había llevado a escena la primera de las novelas de Miguel Otero Silva, Casas Muertas, años anteriores a mi llegada y con mucho éxito, ahora le tocaba a
la segunda parte. Carlos viajó con un grupo de asistentes más directivos de Rajatabla
al pueblo de El Tigre, donde acontecía esta segunda parte de la historia, a fin
de recoger anécdotas y vivencias contadas por los propios pobladores, algunos
todavía vivos, de cómo se trasladaron del primer caserío a El Tigre, donde en
1933 se había abierto el primer pozo petrolífero de Venezuela. Carlos
aprovechaba estas historias para darle el clima y el color a su puesta, que en
la primera lectura me supo a un Amarcord venezolano.
Una realidad muy “fellinesca”, y eso se vería luego en la increíble puesta de
Carlos.
Antes
de comenzar los ensayos me citaron a una reunión con Francisco (Paco) Alfaro y
Carlos quienes me propusieron dos cosas: primero me ofrecieron participar en Oficina Numero Uno como reemplazo
de Pepe
Tejera en el caso de que este no pudiera hacer alguna función. Lo acepté
sin titubeos. La segunda, más comprometida fue integrarme al elenco de El Coronel no tiene quien le escriba
porque la compañía debía viajar al Festival Movimientos’92 de Alemania
visitando varias ciudades con una gira ya programada (Frankfurt, Düserldorf,
Colonia y Hamburgo). La idea de Carlos era que yo me integrara haciendo el
personaje de “El abogado”, personaje que hacía Pedro Pineda quien también
estaba en Oficina Número Uno y debía quedarse
en Caracas para el montaje de esa obra. Además, como yo venía teniendo
reuniones con Pepe y Carlos respecto al personaje de “El Coronel”, creyeron
oportuno este reemplazo para que yo tomara el “pulso” de la obra. Por supuesto
que acepté.
De
manera que al mismo tiempo que ensayaba Oficina
Número Uno, ensayaba el personaje de “El abogado” de El Coronel, asistido por Carlos,
Daniel López y el mismo Pedro Pineda.
Pero
como si todo esto fuera poco, Carlos decidió hacer otra puesta con el elenco
del Teatro Nacional de Repertorio en
La casa del Artista y eligió El Campo, una obra estupenda de la autora argentina Griselda Gambaro. Los
actores, como siempre, un lujo: Francis
Rueda, Karl Hoffman, Vito Lonardo, Irabé Seguias, actores del Taller
Nacional de teatro y yo.
Obra
de arte aparte fueron la escenografía, el vestuario y la iluminación.
Augusto González y Marcelo
Pont Vergés se hicieron cargo de lo primero y el diseño lumínico fue del
excelente diseñador mexicano Ángel
Ancona. Asistente de producción, como siempre, mi querido Andresito
Vásquez, entre otros.
UN NUEVO DESAFIO
INTERPRETATIVO
Ángel Fernández Mateu |
Mi
personaje en El
Campo fue Franco, una víctima-victimario que oscilaba entre Hitler, Franco
y Mussolini, que destruía física y moralmente a sus víctimas en un supuesto
campo de concentración donde la autora denunciaba magistralmente las cárceles
del pueblo que existieron durante la dictadura militar en Argentina. Y digo
“magistralmente” porque la Gambaro tuvo la valentía de estrenarla en Buenos
Aires en pleno proceso militar, y no pudieron prohibirla porque está tan bien
escrita que todos creyeron que se hablaba de un campo de concentración nazi.
El
personaje me costó mucho, no por desconocimiento de la temática, sino
precisamente por haber vivido en el horror de ese contexto en mi país. Es bueno
aclarar que la autora de El Campo, Griselda Gambaro, junto a María Elena Walsh,
Mercedes Sosa, Susana Rinaldi y Nacha Guevara fueron algunas de las mujeres que
abiertamente se manifestaron en contra de la dictadura militar en el ambiente
artístico, ellas fueron las que alentaron y apoyaron los movimientos de los
emblemáticos pañuelos blancos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, desde su
poder intelectual y popular.
Con
la gente de Rajatabla y del TNT
yo era uno más entre ellos, pero mi suerte me jugaba una vez más una buena
pasada: Karl Hoffman fue un compañero estupendo, un actor de fuerte presencia
escénica y un carisma especial con quién
jugábamos escenas muy difíciles apoyándonos mutuamente y Francis Rueda dio vida
al personaje de Emma, logrando un trabajo que jamás olvidaré, el horror que
transmitía desde ese texto maravillosamente interpretado me hicieron admirarla
función tras función, además de refugiarme en su ternura y su capacidad de
protección e intuición femenina cuando me veía llegar a límites de compromiso para un actor que me
afectaban personalmente.
La
obra se estrenó en junio de 1992 en la sala de la Casa del Artista, las críticas
fueron estupendas y el público se quedaba a esperarnos a la salida del teatro y
me preguntaba horrorizado si eso había ocurrido así, el espanto que
provocaba los asustaba.
Una
vez más Carlos sorprendía al público con una puesta que los dejaba por momentos
sin respiración por la violencia y la paranoia denunciadas.
Francis
recibió por ese trabajo el Premio Mejor Actriz de Venezuela y tuvo la altísima humildad- la de los grandes- de agradecer al elenco y compartir ese premio
con todos nosotros.
EL CORONEL EN
ALEMANIA
Hubo
dos reemplazos para esta gira: yo reemplazaría a Pedro Pineda en el personaje
de El Abogado y Karl Hoffman a Daniel López en El Médico ya que ambos estaban
en Oficina
Numero Uno, obra que se estaba representando en el Ateneo de Caracas
con mucho éxito. O sea que los últimos días nos la pasamos corriendo de ensayos
a funciones, pero todo estuvo listo en tiempo y forma para el viaje y el
proyecto se cumplió en su totalidad: se estrenó El
Campo, Oficina
Número Uno y viajamos a Alemania.
En
realidad debí reemplazar a Pepe en algunas funciones de Oficina
Numero Uno y tuve el placer de trabajar con dos actrices estupendas: la
Sra. Elba Escobar y compartir escenario por primera vez con Teresa Selma, a
quién conocía del cuerpo de profesores del Taller Nacional de Teatro. Como
verán, puedo decir que he tenido el honor de trabajar con un grupo de
excelentes actrices y actores venezolanos.
Volviendo
a El
Coronel, mi ingreso a esa maravillosa puesta de Carlos
Giménez sobre el libro de Gabriel García Márquez fue muy cuidada desde lo
estético, lo interpretativo y sobre todo lo afectivo. Todos los días, Carlos,
se hacía un tiempo en sus múltiples actividades (charlas, conferencias, prensa)
para hablar conmigo sobre el personaje de El Coronel, en el reemplazo que yo
debía hacer del personaje principal, lo mismo que Pepe Tejera quién cada día me
daba más pautas sobre el trabajo. Con nosotros viajó mi querida y admirada
amiga, la actriz Pilar Romero quién me ayudó mucho para limar un poco mi acento
argentino y hacer que se escuchara más neutro. De manera que mis posibilidades
de conocer algo de Alemania, de pasear, estaban muy acotadas con tanto trabajo.
Hay
una anécdota preciosa de esa gira que quiero destacar y que ocurrió en
Hamburgo. Al finalizar cada función, todos los actores dejábamos la ropa sucia
del barro del escenario en un canasto que a la mañana siguiente la gente de
producción llevaba a lavandería para que estuviera limpia para la próxima
función, o sea que allí iban camisas, pantalones, toallas, pañuelos, etc. Una
mañana estábamos desayunando y aparecieron José Sánchez y Rolando Jiménez
–ambos encargados de la lavandería además de actores- pálidos y con un gesto
inolvidable… la ropa había desaparecido y el canasto estaba vacío..!
Preguntaron, y traductor mediante, se enteraron que las señoras que limpiaban
la sala creyeron que era ropa que ya no se usaría y la botaron con la basura…!
No encontramos nada, y Paco Alfaro decidió salir de compras con nosotros para
reponer lo perdido y poder actuar esa noche.
La
gira terminó un poco antes de lo previsto debido a la salud de Pepe y de Carlos.
Al
llegar a Caracas, Paco Alfaro me dio un video con la puesta completa de El Coronel para que yo terminara de afinar
el personaje.
En
esta vorágine de emociones y trabajo yo necesitaba un descanso, quería viajar a
Córdoba para ver mi familia, ya que
mientras estábamos en Colonia recibí la noticia de que mi papá había enfermado.
Lo hablé con la Junta Directiva, quienes me pidieron que viajara recién a fines
de diciembre porque Oficina Numero Uno
seguía llevando mucho público y era necesario reemplazar a Pepe, y que la
Institución se ocuparía de mi pasaje a
Córdoba por lo complicado de las reservas en esa época del año. Así lo hice. Se
me otorgó una licencia de todo enero y febrero, con el compromiso de regresar a
Venezuela a fines de febrero´93 para iniciar los ensayos finales y comenzar la
gira que estaba prevista por toda Suramérica con El
Coronel.
Lamentablemente
Pepe Tejera falleció cuando yo estaba por partir.
Antes
de viajar fui a visitar a Carlos, ya había llegado su mamá, doña Carmen y al
despedirme él me hizo que le prometiera que volvería en febrero porque quería
que fuese “su Coronel”.
El
viaje a Argentina fue de lo más complicado y cuando ahora lo pienso hasta divertido. El día antes de
partir con mi pasaje debidamente chequeado, las líneas aéreas Viasa y
Aerolíneas Argentinas se pusieron en huelga y no tenía chance alguna, era 30 de
diciembre, por mediación de Rajatabla me permitieron abordar (a
escondidas) un avión de Alitalia en un
asiento de azafata, que me llevó hasta Bogotá, de allí en más en cada
aeropuerto tenía que suplicar mostrando mis pasajes en las ventanillas de
Aerolíneas Argentinas para que me permitieran viajar, así llegué a Perú, luego
a Bolivia, a Chile, y de allí pude viajar a Mendoza, una provincia argentina,
desde la que llegué a Córdoba en un avión ambulancia que trasladaba una persona
accidentada y la familia me permitió que ocupara un asiento libre. Llegué a mi
casa en Córdoba el 31 de diciembre´92 a las 11 p.m. justo para el brindis. Una
odisea, pero con final feliz porque encontré a toda la familia sentada a la
mesa de fin de año.
Un
brindis lleno de emociones y anécdotas para contar entre abrazos y lágrimas, en
fin, estaba viviendo un sueño y quería compartirlo con mi familia, además de
darles la noticia de que Carlos me proponía quedarme en Caracas para seguir
trabajando con él en Rajatabla pero esta vez no iría solo, sino con mis padres
quienes por su edad, también me necesitaban cerca.
Córdoba,
4 de marzo de 2020
Fuente
material gráfico: Lito Mateu
ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU
Foto: Marcelo Pont |
Fuente: Carlos Giménez