En estas
horas confusas, difíciles y alocadas que vivimos, sólo los artistas pueden
salvarnos. Los artistas están dando la cara por Venezuela.
Nunca se verá ni escuchará que un artista
vaya preso por corrupción o por hacerle daño a alguien.
El artista vive para el bien, para hacer
feliz a la gente que se asoma a su arte.
El artista expele libertad, creación,
imaginación, amor, talento, expresividad, humor, ternura, poesía y música.
En cada artista, hay un poquito de otros
artistas, no importando la especialidad a la que cada uno de ellos se dedique.
Así, en un hermoso cuadro de Jacobo Borges, podríamos escuchar la música de
Antonio Estévez o de Andy Durán.
En un poema de Aquiles Nazoa, podríamos
deleitarnos con la espléndida voz de Alfredo Sadel, estremecernos ante la
intensa voz de Violeta Alemán, o
disfrutar los colores de un cuadro de Alirio Palacios o Mateo Manaure.
Cuando Cayito Aponte o William Alvarado,
interpretan el aria de una opera, podríamos ver bailar a Sandra Rodríguez.
Cuando Saúl Vera toca la bandola, no es
raro ver a Miguel Otero Silva y a Rómulo Gallegos, riendo e intercambiando
textos y cerca de ellos, escuchar la voz de Julio Garmendia, contando historias
de su tienda de muñecos.
Cuando Teresa Carreño toca el piano
acompañada por el violín de Pedro Antonio Ríos Reyna, podemos ver de cerca a la
otra Teresa, a la de la Parra,
leyéndole a Ifigenia Las Memorias de Mamá Blanca.
Cuando el sapo Graterolacho, entrañable
amigo, desde el cielo escribe su Camaleón, podemos escuchar a Cheo Hurtado y a
Miguel Ángel Bosh, tocar el cuatro, mientras el Juan de Pedro Emilio Coll,
continúa tentando sin parar su diente roto.
Cuando El Pollo Brito canta, leemos la
poesía de Andrés Eloy Blanco y escuchamos al inolvidable Balbino Blanco Sánchez,
recitando de Aquiles La Balada
de Hans y Jenny: “Verdaderamente, nunca
fue tan claro el amor como cuando Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind, el
ruiseñor de Suecia...”
Cuando Gustavo Dudamel dirige, vemos a
Regulo Pérez y a Carlos Cruz Diez, llenando con trazos de luces y colores las
paredes de la ciudad.
Cuando toca El Cuarteto, podríamos
fácilmente observar a Carlos Giménez inventando maravillas que parecen
imposibles, como la organización de un Festival de Teatro para Dios.
Cuando canta María Teresa Chacín
acompañada por el virtuosismo del espíritu de Aldemaro Romero, podemos ver, aún
en sueños, al poeta Rosas Marcano con una pluma en la mano escribiéndole a la
vida y luego, saludar a José Rafael Pocaterra, quien encerrado en la casa de
los Ábila, ríe mientras inventa sus cuentos grotescos.
Cuando leemos a Adriano González León,
acariciamos las perfectas formas de las esculturas de Colette Delozanne, y
vemos a Rafael Salazar componiendo música.
Cuando Leonardo Padrón escribe un verso o
una telenovela, a su lado vemos al maestro José Ignacio Cabrujas, riendo con el
humor de Emilio Lovera y luego, como siguiente acto, escuchamos las voces de
Renny Ottolina y de Amador Bendayán, anunciando la nueva composición de nuestro
Simón Díaz.
Cuando leemos a Arturo Uslar Pietri,
también podemos disfrutar del extraordinario talento del comediante Moreno
Michael.
Cuando Zapata dibuja o pinta, nos vemos
todos, porque la esencia del arte es que todos nos encontremos en lo hermoso de
reconocernos como seres humanos.
El arte es el verdadero poder, el poder
lógico del hombre.
Arte mata brutos y derroca tiranías.
El arte, es la vida feliz y poderosa.
©Claudio
Nazoa
El Nacional, Caracas, Julio 2010
Premio “Mejor Artículo de Opinión” otorgado
por el periódico El Nacional