la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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CUENTOS DE LA GAVETA: Reflexiones de momentos, por Armando Africano, Caracas, 5 de febrero de 2016 / Ilustración: Lisardo Rico Rattia

 




 

Hoy es uno de esos días en que quiero escribir, aunque no tenga nada cuerdo que decir… busco… y dándole vueltas a mi vida, a través de mis recuerdos y mi pendrive, me planteo lo rápido que se me ha pasado la vida, haciendo mil cosas yyyy me viene a la mente que pertenezco a la generación que tenía una sola obligación… ser feliz. 

Ya he demostrado minuciosamente quién soy, como ser humano, como prójimo, como estudiante, como profesor, como amigo, como compañero de trabajo, como familia, hasta como bufón de las oficinas donde he laborado; he mostrado mis sentimientos, mis defectos, mis virtudes, mis estados de ánimo, mis actos malos y buenos, mis errores, mis aciertos… ya lo que me queda por hacer es repetirme,  porque no puedo cambiar, seguiré mi vida, con mis inevitables repeticiones.

Desde mi jubilación, ensayo cada día cómo pasarla mejor, como distraerme y divertirme un poco. Intento disfrutar, haciendo lo que me hace sentir bien: tomando café con alguien, tratando de escribir y hacer teatro, hablando por teléfono, escribiendo chistes estúpidos en Facebook o cursilerías a mis amigas más queridas, cantando duetos a gritos con algún cantante conocido (gracias a YouTube) con la computadora… yyyy a veces, prefiero no hacer nada, no pensar, porque me frustra no poder planificar mi vida “nueva” para después de mañana.  

Es difícil aprender a vivir conmigo mismo, siento que definitivamente después de haber hecho tantas cosas, debo encontrar la fórmula mágica de la vida, pasan días que quiero dejarlo todo y días de querer comenzar todo (nuevo o diferente) yyyy también, en quedarme ahí, en el mimismo… para siempre.  

 

Pienso que ya la palabra tristeza perdió su significado, el tiempo y las experiencias nos hacen cambiar hasta los sentimientos. Cuando leo una de tantas malas noticias o me participan de una desgracia cercana o lejana, me conmueve el hecho y me preocupan los que quedan con ese dolor tan grande, y las frases de consuelo me suena vacías,  las prehechas como… pero quedó vivo…gracias a Dios no le hicieron daño, las cosas materiales se recuperan, etc., nada de esa vaina sirve. Si es una noticia inesperada que me estremece, me viene gritar de impotencia las mismas y repetidas groserías de toda la vida, que mejor las llamaría gritos de consuelo o de desahogo emocional, porque las emociones y sentimientos están ahí y pronunciar algunas con fuerza y determinación, ayudan a hacernos sentir un poco menos mal.

¿Qué hacemos? Para mantener la esperanza, encontrar algo que te motive positivamente. Es lamentable y preocupante que la vida se te pueda estar oscureciendo, que a veces no le vemos el comienzo de algo nuevo, bonito, positivo, hay momentos que te desconcierta el no sentir algo emocionalmente tangible.  

Podremos pensar en algo más allá de nuestro día a día, que Dios nos guíe y bendiga, porque siempre terminamos preguntándole a él, el por qué, no podemos permitirnos dejar que se nos apague la luz.

Sé que ninguna palabra, ningún abrazo, ningún gesto, en esos momentos nos confortará, pero estoy seguro que puede ayudarnos a saber que no estamos solos, que somos muchos con el mismo deseo… la tranquilidad, la paz interior y que las muestras de afecto, de solidaridad, de generosidad, nos movilizan esa luz interna y nos produce emociones bonitas. 

Con tus rabietas y amarguras lo único que cambia en tu vida es tu salud y la situación de tus seres queridos más cercanos. Tenemos que hacernos responsables de nuestro comportamiento, de nuestra salud mental, de no alterarle la vida a nuestros semejantes. Mafalda decía “Mi problema son los demás” y “los demás” somos nosotros, que debemos revisarnos, revisar nuestros “detalles” de convivencia, tratar de crear nuestro propio mundo íntimo, de paz.

Nunca podemos volcar nuestras frustraciones en el trato a los demás, debemos buscar cómo ser felices, internamente, a escondidas, en tu soledad, por tu beneficio y salud, si quieres o si te provoca. 

Los “demás” que uno quiere y sigue queriendo a pesar del tiempo y la distancia, ya están identificados y resguardados muy celosamente en nuestro corazón, y les deseamos lo mejor, y les enviamos saludos, bendiciones, abrazos, besos, dedicatorias cursis, cuentos, chismes, etc., etc., etc. Nuestro mundo íntimo mejora un poquito cada día si encontramos nuestra propia paz, si encontramos nuestra propia formula de disfrutar esos toques de felicidad que vienen a tu encuentro, y tratar siempre de aprender a disfrutarlos… uno se va acostumbrando a engrandecer momentos.     

Prueba a hacerlo. “Y sin esperar respuestas”, nunca está demás decir: Te quiero, te necesito, te extraño, y muchas otras frases que nos vienen a la mente decir, y no lo hacemos.  Se siente bien dar los buenos días, pedir disculpas, sonreír, practicar la buena educación, no más gritos, no más descalificaciones, ejercer la solidaridad.  No permitas que las situaciones que nos llegaron sin invitación te amarguen, hay que darle la vuelta a tu estado emocional. 

Pensar en el pasado me lleva a revisar mentalmente tantas cosas que me hicieron daño y me costaron tanto olvidarlas, que, prefiero tratar de no pensar, porque no puedo borrarlas y buscando para olvidarlas, las reencuentro y me inmovilizan mi futuro.

  


 ©Armando Africano

Caracas 5 de febrero de 2016 

Ilustración: Lisardo Rico Rattia