Ciudadanos y ciudadanas.
Por Felipe Pigna
Haciendo historia.En 1789, la Asamblea revolucionaria francesa aprobó la
máxima expresión del pensamiento ilustrado, la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano. Pero recién en 1945 las mujeres pudieron votar por
primera vez en Francia.
El 26 de agosto de 1789, la Asamblea revolucionaria
francesa aprobó la máxima expresión del pensamiento ilustrado, la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Pero cuando en la colonia
francesa de Haití los esclavos decidieron tomarse al pie de la letra su artículo
primero: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”, la
represión desatada por los “ciudadanos” esclavistas franceses y las tropas
coloniales no se hizo esperar, provocando como respuesta la primera revolución
independista triunfante latinoamericana, alcanzada a costa de un baño de sangre
y la destrucción del país.
Un destino similar sufrieron las mujeres francesas que
como Olympe de Gouges exigieron sin más la equiparación jurídica y social, y
proclamaron una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que
constaba de un preámbulo y 17 artículos en los que su autora establecía los
derechos políticos de la mujer, el derecho a la anticoncepción y a la libertad
sexual. Parafraseando a la declaración aprobada por la Asamblea decía: “La
mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos [...]. La Ley
debe ser la expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y los
ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a
su formación”.1
Olympe de Gouges
Esa osadía de reclamar la igualdad jurídica y los
derechos políticos, Olympe la terminó pagando en la guillotina, al tiempo que
otras mujeres –que desde el inicio de las jornadas revolucionarias se
destacaron en las acciones de la “turba enfurecida” contra los aristócratas y
sus privilegios– padecieron persecución, cárcel y, en muchos casos, la
ejecución.
Pero también hubo hombres dignos que defendieron e impulsaron los derechos de las mujeres como Condorcet, quien pagó con su vida la escritura de textos como el siguiente: “O bien ningún miembro de la raza humana posee verdaderos derechos, o bien todos tenemos los mismos; aquel que vota en contra de los derechos de otro, cualesquiera que sean su religión, su color o su sexo, está abjurando de ese modo de los suyos”.2
Nicolàs de Condorcet
Y en otro escrito señalaba: “Entre los progresos del
género humano más importantes para la felicidad general debemos contar la
entera destrucción de los prejuicios que han establecido entre los dos sexos
una desigualdad de derechos, funesta aun a aquel mismo que la patrocina. […]
Esta desigualdad no tiene más origen que el abuso de la fuerza, y es vano el
empeño con que se ha tratado de excusarla con sofismas”.3
Para finales de 1793, Condorcet, el propulsor de la
igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, autor de Sobre la admisión de
las mujeres en el derecho de ciudadanía, vivía escondido y huyendo de sus
perseguidores. Fue condenado a la guillotina por Robespierre, pero prefirió
suicidarse en su celda.
El Código Civil de los Franceses (1804), el célebre “Código Napoleón” que serviría de inspiración a la legislación continental europea y a la de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas, negaba a las mujeres la igualdad jurídica reconocida a los hombres y retaceaba sus derechos de propiedad, de contratar y de disponer por sí mismas de sus vidas.
Correría mucha agua del Sena bajo los puentes y mucha
sangre hasta que recién en 1945 las mujeres pudieran ejercer sus derechos
cívicos y votar por primera vez en Francia.
1. Una selección de textos en Olympe
de Gouges, Etta Palm, Théroigne de Mericourt y Claire Lacombe, Cuatro
mujeres en la Revolución Francesa, Biblos, Bs.As., 2007. 2. Citado
en Rosa Montero, Historias de Mujeres, Alfaguara, Bs.As., 1995. 3.
Citado por María J. Alvarado Rivera, en su tesis Feminismo presentada en el
Primer Congreso Femenino de Bs. As de 1910, en Primer Congreso Femenino.
Historias, actas y trabajos, Editorial de la Universidad Nacional de
Córdoba, Córdoba, 2008.
Fuente: Clarìn.
El 26 de
agosto de 1789, la Asamblea Nacional de Francia aprobaba solemnemente la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Un gran paso, sin duda,
hacia las libertades de todos los hombres pero en el que las mujeres tenían una
débil sino inexistente presencia. Aquel mismo año, una escritora francesa se
atrevió a redactar una declaración análoga para las mujeres. Olympe de Gouges
usó la palabra escrita para remover las conciencias en la Francia
revolucionaria en favor de mujeres y negros. En su momento fue considerada,
incluso por ella misma, un ser extraño que moriría en el cadalso a causa de sus
provocativas ideas. Años más tarde, Olympe de Gouges sería recordada como una
de las primeras feministas activas de la historia.
La hija de
un carnicero de provincias
Marie Gouze
nació el 7 de mayo de 1748 en Montauban, en el seno de una familia
perteneciente a la pequeña burguesía. Su padre era carnicero y su madre era
hija de un vendedor de paños.
Tenía 17
años cuando se casó obligada con un hombre mayor que ella. Con él tuvo un hijo,
Pierre Aubry, al que mantuvo económicamente toda su vida pero del que se
distanció a causa de sus actividades revolucionarias. Marie quedó pronto viuda
y decidió no volver a casarse después de su fatídica experiencia con el
matrimonio, al que calificaba de “sepulcro de la confianza y del amor”1.
Una femme
de lettres en París
En 1770, con
22 años, marchó a París donde vivió mantenida por un amante y se convirtió en
una femme de lettres a pesar de sus escasos conocimientos intelectuales. De
hecho, buena parte de sus obras las tuvo que dictar. Pero eso no fue
impedimento para que la entonces autodenominada Olympe de Gouges, adoptando el
nombre de su madre, se convirtiera en una mujer conocida por sus obras y sus
textos de carácter provocativo.
La
esclavitud de los negros
Olympe se
dispuso a ahondar en algunas de las injusticias intocables para la aristocracia
del Antiguo Régimen. Una de ellos, la esclavitud de los negros, algo que, desde
la llegada de los franceses a las colonias, se había convertido en una
situación habitual para la aristocracia europea. Su obra La esclavitud de
los negros se estrenó en 1789 y provocó el inmediato escándalo entre la
clase alta, poseedora de esclavos y de negocios relacionados con la esclavitud.
A pesar de que su obra fue retirada de los teatros, Olympe no se amedrentó y
continuó escribiendo sobre este tema.
Personajes
ilustres como el abate Grégoire o el diputado girondino Brissot, alabaron la
postura antiesclavista de Olympe.
¡Despierta,
mujer!
Con esta
frase empieza el epílogo de su famosa Declaración de Derechos de las Mujeres
y Ciudadanas, una obra que intentaba reproducir los mismos derechos que los
hombres habían conseguido en su declaración de aquel primer año de la
Revolución Francesa.
Siguiendo la
misma estructura que esta, la Declaración de Derechos de la Mujer
desgranaba los 17 artículos de la declaración de los hombres y reclamaba para
las mujeres derechos análogos.
Las tres
urnas
Olympe de
Gouges mantuvo siempre posturas cercanas a la corona, defendió a la reina María
Antonieta y se posicionó a favor de los girondinos. Durante la época del Terror
se colocó en el punto de mira de Robespierre, lo que la llevó directamente a
ser condenada a muerte.
Consciente
de su final, Olympe continuó luchando por sus ideas y escribió un último
panfleto titulado Las tres urnas o el Bien de la Patria, por un viajero de
los aires. En su valiente y moderna decisión, Olympe pedía un referéndum en
el que hombres y mujeres de Francia pudieran escoger entre una república, una
monarquía constitucional y un gobierno federal 2.
En 1793 era
detenida acusada de defender a la desaparecida Gironda. El 3 de noviembre subía
al cadalso para ser decapitada, convirtiéndose en la primera mujer, después de
la reina María Antonieta de ser ejecutada por la guillotina. Paradójicamente
Olympe de Gouges había escrito en su Declaración de Derechos de las mujeres:
“La mujer tiene derecho a subir al cadalso; y análogamente debe tener derecho a
subir a la tribuna de oradores”3.
La extraña
feminista
Olympe de
Gouges fue poco reconocida por sus contemporáneos y contemporáneas. De hecho
ella misma reconocía que era alguien extraño. Los derechos por los que luchó y
murió Olympe de Gouges desaparecieron oficialmente en 1793 cuando la actividad
política les fue prohibida a las mujeres y las luchadoras y activistas de la
Francia revolucionaria como Etta Palm d’Aelders, Mary Wollstonecraft o la propia Olympe de Gouges fueron
rechazadas y olvidadas4.
Pero su
legado pronto fue despertado. Durante las revoluciones de 1848, las mujeres de
Europa recogieron el testigo de Olympe de Gouges para reclamar el sufragio
femenino demostrando que su obra y el sacrificio de su propia vida no habían
sido en balde.
______
1. La
mujer en la historia de Europa. Gisela Bock. Pág. 67
2. Ídem.
Pág. 69
3. Ídem.
Pág. 64
4. Historia
de las mujeres. Una historia propia. Bonnie S. Anderson y Judith P.
Zinsser. Pág. 849
Publicado
por SandraFerrer
Nicolàs de Condorcet o la cara amable de la ilustraciòn hacìa la mujer
Marie-Jean-Antoine
de Caritat, marqués de Condorcet, más conocido cómo Nicolas de Condorcet, fue
un aristócrata de ideales revolucionarios y alabada inteligencia y
conocimientos que vivió en Francia durante la Revolución Francesa, en la que
jugó un destacado papel.
Algunos ejemplos de las ocupaciones a las que dedicó su vida este
importante personaje son sus carreras cómo político, politólogo, historiador,
filósofo, científico y matemático, realizando en todas ellas una notable labor.
Aunque su extraordinaria existencia nos abrume con sus fantásticos
trabajos sobre matemáticas, política, economía, historia... no hay que dejar
escapar de nuestra visión sobre Nicolas de Condorcet que fue un pionero en su
tiempo en sostener ideas tan actuales cómo la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres, que más adelante se desarrollará; además de la economía
liberal, la igualdad de derechos entre humanos, independientemente de su raza o
creencias religiosas.
Durante la Revolución Francesa, Nicolas de Condorcet fue nombrado
Secretario de la Asamblea Revolucionaria y abogó desde su cargo por un cambio
racionalista en la sociedad y defendió las causas liberales, llegando incluso a
publicar en un importante periódico francés: “Le
Journal de la Société”, pidiendo la admisión de los derechos de la
ciudadanía para la mujer, gesto insólito en la época, que le fue concedido por
su reconocimiento social, a modo de genio.
Siendo la Revolución Francesa una etapa de reivindicaciones
racionalistas en sustitución de los prejuicios y tradiciones sin fundamento
arrastradas con el Antiguo Réminen, se puede llegar a concluir que estos
ideales serían un inmejorable caldo de cultivo para estos primeros pasos del
Movimiento Feminista, en el que Nicolas de Condorcet, impregnado con las
innovadoras influencias que llegaban de Estados Unidos, se sintió tan
involucrado.
Ante este asunto, Condorcet desarrolla argumentos tan sólidos
cómo, mediante el uso de las matemáticas, llegar a la conclusión que, aún en el
supuesto de que los varones fueran superiores física e intelectualmente al
género opuesto, siempre habría una minoría de féminas que estarían por encima
de la media varonil, desmontando así, con los mismos términos que sus
adversarios, todos los argumentos rivales. Además, abogando por un sistema
de co-educación entre géneros, el filósofo sostiene que no hay una diferencia
real de facultades, sino de destino social.
A su vez, cataloga la discriminación de la mujer cómo una
“diferencia artificial”, es decir, creada por y para beneficio de los hombres,
y asumida con el tiempo por las mujeres, frente a las “diferencias naturales”,
que dice, sería peligroso y absurdo querer destruir.
Pero nada más allá de la realidad, conceptos cómo el de la
superioridad física e intelectual del varón, el miedo ilógico a que la familia
cómo estructura social fundamental se desmoronase o la propia tradición
hicieron que la sociedad rechazase de plano esta propuesta, posteriormente
conocida cómo de igualdad de género.
Pero aunque los frutos de sus esfuerzos fueron casi nulos y
finalmente la mentalidad de la época se impuso y, por tanto el Sufragio
Universal Masculino fue lo instaurado tras la Revolución, hombres tan
relevantes cómo Nicolas de Condorcet consiguieron que a día de hoy “El Siglo de
las Luces”, es decir, la Ilustración, sea calificada cómo la primera ola de
feminismo racional y riguroso, con pasos cómo este en la reivindicación de los
derechos de la mujer.