la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Sofía Imber entrevista a Carlos Giménez y América Alonso, programa Sólo con Sofía, Radio Caracas Televisión, 21 de enero de 1976





Izquierda a derecha: Héctor Clotet, Carlos Giménez, Daniel Farías, América Alonso. Fuente: Héctor Clotet, Edén Valera.


Carlos Giménez: "Yo pienso que América quiere un mundo mejor,
 un mundo más justo económica y socialmente; yo también. 
Yo creo que ella cree en la libertad, y yo creo en la libertad"

  América Alonso: "A mí me parece muy importante que el 
público adquiera el hábito de ir al teatro"





Entrevistadora: Sofía Ímber
Entrevistados: América Alonso, actriz; Carlos Giménez, director del grupo de teatro "Rajatabla"
Programa: Sólo con Sofía
Canal: Radio Caracas Televisión
Fecha: 21-01-1976


Sofía Imber: A mi derecha, América Alonso, a la izquierda, Carlos Giménez, -dijo Sofía a modo de presentación-. A mi derecha, una gran actriz, y a mi izquierda, un gran director, y entre los dos hacen un teatro que es un grupo fabuloso que es "Rajatabla", el cual viajó al Festival de Teatro Abierto de Brokslav, Polonia, y después en cuatro ciudades de ese país, entre ellas, la muy famosa Universidad de Lublin, en Kattowitz, y después participaron con el espectáculo "Juanbimbada", estrenado en el Teatro Giorgio Belli de Roma; ellos obtuvieron el premio Dionisio de Plata en el Festival Internacional de las Cinco Tierras. 
Son muchos premios, son muchos países; y vamos por partes. 
Primero, ¿qué significa para una actriz, para lo que se llama en todas partes una primera actriz, y para un muy joven y valioso director, salir fuera de Venezuela, fuera de su país, de su idioma, a un país tan opuesto? Es decir, un grupo latino, con la lengua española, a un país difícil como es Polonia, con otro idioma, con otras costumbres, con otro clima.

América Alonso: Es una experiencia maravillosa, francamente maravillosa, -expresó América-. Yo nunca esperaba que habría tanta acogida, tanto interés por todo lo que viene de fuera; y creo que principalmente el espectáculo se ha entendido gracias al logro plástico, gracias a la dirección de Carlos, aparte de que antes de comenzar el espectáculo siempre se explicaba de qué se trataba, quiénes eran los autores y los actores, qué queríamos decir con este espectáculo; pero plásticamente tenía una gran fuerza. Bueno, ya eso lo podrán ver ustedes aquí en Caracas y también en Maracaibo.

Sofía Imber: Y para ti, ¿significaba cambiar?, ¿tú cambias ligeramente o totalmente cuando vas a otro país? América habla de la plasticidad que, sin duda, tenía que ser más fuerte que lo verbal y que lo oral.

Carlos Giménez: No, lo que pasa es que nosotros tuvimos la suerte de ser seleccionados para un festival que está considerado el de mayor nivel teatral del mundo, que es el Festival Internacional de Teatro Abierto de Brokslav, en donde se supone que hay dos factores importantes que inciden mucho para que el espectáculo sea comprendido: en primer lugar, que hay un ambiente general, digamos, totalmente teatral; la ciudad entera vive aquel fenómeno en el que participan 50 de las mejores compañías del mundo; y en segundo lugar, un público que a través de cinco años de Festival Internacional, ininterrumpido, ha tenido la oportunidad de ver por lo menos 300 espectáculos en 20 ó 30 idiomas diferentes, -explicó Carlos-. Es decir, un poco acorralado por la TV y por el cine, el teatro ha tenido que inventar su propia, digamos, trampa para poder competir con dos industrias tan poderosas como el cine y la TV; y se ha dado cuenta de que la única posibilidad es no tratar de competir ni con el cine ni con la TV, sino encerrarse en todos aquellos elementos que han hecho que el teatro sea, después de dos mil años, todavía un arte vivo. 
Con esto te quiero decir que el cuerpo tiene ya un valor distinto en el teatro, en los sonidos; un actor no se limita a hablar como antes, y allí está el caso de América.  América es una actriz, a mi criterio la mejor actriz que tiene este país, la primera actriz que tiene este país, una actriz que ha hecho todo en TV, que ha hecho todo en teatro, o sea, que hizo todo lo que puede hacer una primera actriz en cualquier país del mundo; y ella tuvo una experiencia con un grupo semiprofesional, experimental, en donde las técnicas que habitualmente son importantes para un profesional, en ese grupo no son importantes, y América las utilizó como si las conociera desde siempre.

Sofía Imber: América decía: gracias a la plasticidad y gracias a la posibilidad de la puesta en escena; y Carlos Giménez habla y dice: eso es posible porque América Alonso es una primera actriz que puede serlo a todos los niveles. Hay una relación que yo creo que es el momento de conversarla. Yo digo siempre que a esta hora nos ven muchas más mujeres que han admirado a América, que la han visto en diferentes formas de mujeres que ha representado ella en las telenovelas de la TV; y hay una relación que se establece entre el director y sus actores, pero sobre todo con sus primeros actores, con su primera actriz; y también esa actriz y el director, en el sentido de que tiene que tener un conocimiento, una manera de decir... 
Por ejemplo, sin ir más lejos, tú -le dice a Carlos- hablabas de diferentes idiomas, y quiero recordar a todas las televidentes de las relaciones tan extraordinarias que había y que hay entre Daniel Farías y nosotros, Carlos y yo. Daniel no tenía necesidad, absolutamente, de estar diciéndonos cosas; yo creo que ya las cámaras iban solas. Ahora nos está dirigiendo, desde hace dos días, Iván Valdez, y es otro tipo de relaciones. Es decir, se establece una mutua relación, las cámaras establecen relación con uno. ¿Cuáles son las condiciones para que un director pueda trabajar con una actriz, y la actriz pueda sentirse dirigida por un director?

América Alonso: Yo me siento muy bien trabajando con Carlos. Yo, muchas veces lo que él me explica y lo que él trata de que yo consiga, yo creo que a veces lo complemento, tal vez sea porque llevamos ya tantos años trabajando juntos, como unos cuatro o cinco, entonces nos conocemos demasiado. Muchas veces a mí Carlos empieza a decirme algo, y ya yo entiendo lo que él me quiso decir, y no hace falta que él me lo termine de explicar: la compenetración. Lo que tú tenías, en cierto modo, en ese otro mundo que es la TV, con Daniel, que ustedes se complementaban tanto; yo creo que con Carlos y conmigo, personalmente yo lo he logrado.

Sofía Imber: Sin duda no es fácil ni mandar ni ser mandado, pero es una relación así; es una relación de alguien que le dice: yo concibo una obra teatral y concibo que este personaje es esto y esto, y esto...

Carlos Giménez: No es enteramente así, yo creo que hay otro factor que es fundamental, y creo que insustituible, para que dos creadores, o dos artistas, o dos trabajadores del teatro se entiendan, y es que sean solidarios humanamente en lo que piensan del mundo, en lo que piensan de la vida. 
Voy a hacer hincapié en este momento, en que América solo va a estar diez días en Venezuela, en que el teatro venezolano actualmente está pasando un mal momento porque hay una oleada de teatro comercial, de aquel teatro comercial que se hacía 20 ó 30 años atrás en México o en la Argentina; entonces, hago hincapié en decir que lo que es más ejemplar en el caso de América es su actitud como profesional, porque, ¿qué necesidad tiene América en estos momentos de estar haciendo teatro con un grupo experimental, yendo a Festivales a los que podría ir personalmente invitada, o podría ir porque quisiera ir, porque puede hacerlo, está en condiciones materiales de hacerlo? Y ella está porque cree que está cumpliendo una misión determinada para la cultura de su país. Ella lo repite cada dos por tres, y lo dijo en entrevista en El Universal: se está preparando para una labor fundamental, es decir, se está preparando para ser una docente del teatro del mañana en Venezuela. Entonces, aparte de las cosas que generalmente América da en un ensayo, está la capacidad con que ella asimila todos los problemas de lo que es producir un espectáculo teatral, las limitaciones con que se trabaja en Venezuela, desde encontrar la plata para producir el espectáculo hasta encontrar el público exacto que lo pueda comprender.

Sofía Imber: Carlos dijo ahora que era muy importante que hubiera entre los actores, y vamos a dejarnos de cuentos ahora, entre el primer actor y la primera actriz, que son los más importantes, no vamos a pensar que no es así, que entre ellos y el director tuvieran del mundo una visión semejante; eso significa también compartir la visión del mundo, sobre todo compartir lo que es el ser humano, en qué está, en qué sociedad está, en qué modelo de sociedad, -destacó Sofía-. 
No estoy segura, pero no sé si cuando estaban en Polonia, a lo mejor América y tú no tenían el mismo concepto de lo que significaba aquel público tan ávido, porque a pesar de no ser como acá, respira un poco más, pero fue un público muy maltratado por el régimen totalitario. Yo creo que a lo mejor dentro del grupo hay gente que piensa en forma diferente, sobre cosas básicas y, en este caso, sobre una cosa totalmente básica que es la libertad de expresión, la libertad del teatro, que está cercenada en los países totalitarios y, sin embargo, ustedes han formado un grupo maravilloso que viene trabajando desde hace cuatro o cinco años. ¿Cómo se explica eso? Entonces tu tesis se cae, porque hablaste de cosmovisión, de una visión del mundo globalmente.

Carlos Giménez: No, porque yo creo que se puede disentir en aspectos, tal vez en la forma de llegar a algo. Lo importante es que en ese algo o en esa meta uno esté de acuerdo; yo creo que nosotros coincidimos en cosas fundamentales. A lo mejor usted se refería en el aspecto ideológico, yo pienso que nosotros estamos muy cerca de América en el aspecto ideológico; yo pienso que América quiere un mundo mejor, un mundo más justo económica y socialmente; yo también. Yo creo que ella cree en la libertad, y yo creo en la libertad; ella cree en lo que tú dices, en el sagrado derecho de la libertad de pensamiento, en el sagrado derecho de la libertad de expresión; yo también. Y yo, particularmente, estoy en contra de cualquier sistema o régimen que cercene esa libertad.

Sofía Imber: Yo creo que eso que es muy difícil sin esas coincidencias, es casi imposible.

América Alonso: Imposible, sí, imposible.

Carlos Giménez: Ahora, sí hay que estar también claro que hay muchas maneras de coartar la libertad de pensamiento; hay muchos vehículos para eso. Por ejemplo, en el caso del teatro en los países socialistas últimamente ha habido un vuelco extraordinario, y la gente joven que nosotros conocimos en Polonia, la gente joven dedicada al teatro, es una gente verdaderamente extraordinaria, humanamente muy rica, con unos valores espirituales perfectamente delineados.

América Alonso: Con excepción del teatro de protesta de los estudiantes universitarios, casi todo ese teatro es místico.

Sofía Imber: Polonia lo es en cierta manera.

Carlos Giménez: Polonia es un país muy religioso, muy místico.

Sofía Imber Bueno, por eso tuvieron los grandes problemas con el sistema, porque ellos son muy católicos, sumamente católicos. Carlos dijo otra cosa muy interesante, que Caracas está invadida del mal teatro argentino, del mal teatro mexicano, es decir, del mal teatro comercial, al lado del teatro experimental, que ha crecido y, entre otros, ustedes han contribuido enormemente con eso. Pero, ¿no creen ustedes que aún el mal teatro está significando que Venezuela desea teatro, que hay público para el bueno, para el regular y para el malo, y que justamente es el deber de ustedes de llevar a ese público al buen teatro?

América Alonso: Ahí no estamos un poco de acuerdo Carlos y yo. Yo creo que aunque es un teatro con el cual uno no está de acuerdo, a mí me parece muy importante que el público adquiera el hábito de ir al teatro.

Sofía Imber: Eso es lo que yo digo.

América Alonso: Mientras que Carlos no está de acuerdo con eso, yo digo que si una persona un día lee un libro, otro día leerá otro libro mejor.

Sofía Imber: Yo pienso igual.

Carlos Giménez: No; porque pienso que ese público iría lo mismo se hiciera un teatro de un nivel más elevado. Es decir, yo pienso que hay un determinado teatro, como hay una determinada TV, como hay un determinado cine, que atenta contra los valores permanentes del ser humano. Es decir, por ejemplo, hay determinadas piezas, determinadas comedias, algunas de ellas en cartel en este momento, en donde problemas verdaderamente serios de la comunidad son utilizados de una manera procaz, lamentable, se desvirtúan todas esas cosas; entonces se pretende nada más que el chiste barato, la risa, así, vendida a media locha, y en eso no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo porque sé que en este país hay una gran cantidad de gente que día a día trabaja por hacer un teatro que sirva al país.

Sofía Imber: Ustedes lo están haciendo, y ustedes no pueden decir nada porque tienen siempre el teatro lleno; siempre he sabido del éxito de ustedes y, además, la medida de que es bueno, y aunque el teatro está aún en un comienzo muy interesante, lo bueno es bueno. En Polonia obtuvieron su premio, fueron seleccionados...

América Alonso: Hoy nos llegó una invitación, -interrumpió la invitada-.

Sofía Imber ¿De dónde es la invitación? Es mejor oírlo de tu boca que leer yo la invitación. ¿Qué van a representar allí?

América Alonso: Viene de Alemania, del Festival de Erlangen, "La Juanbimbada" ha sido invitada.

Carlos Giménez: Es que al Festival de Brokslav van los organizadores de los festivales más importantes de Europa, y van con la intención de seleccionar los grupos para sus festivales.

Sofía Imber: Ahora tú, que pareces selectivo, un poco elistesco, y estoy más de acuerdo con la tesis de América, que yo creo que la gente que empieza a leer puede empezar leyendo un periódico, luego toda una revista, y después coge un libro. En el Museo, por ejemplo, yo he tratado mucho eso, de que la gente venga sin miedo al museo, y entonces me dicen: ¡pero, caramba!, y esa proliferación de galerías. Y entonces les digo que yo la primera en parecerme horrible la cantidad de quincalla y eso. Pero el hecho de que la gente entre a esas quincallas, después compara con lo que ve en el museo, y ya tiene una visión. El hecho de que proliferen no significa que Venezuela no tenga gusto; y de repente hay cosas horribles, y fíjate cuánto he criticado yo esas cosas.

Carlos Giménez: Ése ejemplo no es válido, porque en el caso de tu museo han ido miles de personas, miles y miles de personas, y todo lo que se ha visto siempre ha tenido un valor artístico.

Sofía Imber: ¡Ah!, eso sí.

Carlos Giménez: Nunca se han visto allí cosas horribles, o quincallería como tú dices.

Sofía Imber: Pero yo incluso hablo de esos camiones que se paran por ahí con cuadros, y la gente hace el esfuerzo de comprarlos con sus marquitos y su cosa, bueno, será que está empezando un gusto por el color y por la forma, siempre es algo, -planteó Sofía-.

Carlos Giménez: Pero es distinto. En ese caso hay un problema de mal gusto que puede hacer mal estéticamente nada más; el teatro no, el teatro puede hacer mal pedagógicamente.

Sofía Imber: Porque tú tienes amor por el teatro, pero nosotros que tanto queremos a las posibilidades plásticas, creemos así mismo que se hace el mismo daño con la mala plástica que con el mal teatro. Pero yo creo que eso es demasiado profundo, y me gustaría que me dijeran adónde están invitados, porque es muy importante. ¿Ustedes creen que la "Juanbimbada" es verdaderamente la representación óptima del teatro venezolano? No te estoy preguntando sobre el espectáculo, sino sobre la "Juanbimbada" en sí, la obra, el yo, -aclaró Sofía al reír América-.

América Alonso: Es un texto muy válido, es un texto muy importante, venezolano.

Carlos Giménez: Es la primera vez que la poesía de Andrés Eloy Blanco sube al teatro en forma de espectáculo dramático, es decir, no ya en forma de recital, porque lo que nosotros hacemos es una pieza, es un espectáculo teatral. Y pienso que hay como el rescate de ciertos autores y de una temática, hay como una aproximación a los problemas, digamos, más simples, pero, a la vez, más permanentes del hombre y la mujer venezolanas.

Sofía Imber: Entonces, ¿ustedes creen que al llevar "La Juanbimbada" están llevando la quintaesencia del teatro nacional?, -insistió Sofía-

Carlos Giménez: No, -respondió el director teatral riendo-. No; yo pienso que lo que se muestra es, digamos, un aspecto de lo que se está haciendo en Venezuela para encontrar un teatro venezolano.

Sofía Imber: Yo no soy crítico teatral, pero sí me interesa mucho lo que ustedes hacen en teatro. ¿Han pensado que el teatro de ustedes tiene posibilidades de ir a los niños?

Carlos Giménez: ¡Por supuesto que sí!

Sofía Imber: Ustedes han hecho teatro donde van adultos, solo adultos y no niños. Ese teatro va entonces a hombres y mujeres. ¿Ustedes creen que existe un teatro que le es más cercano a la mujer?, ¿hay un teatro, autores teatrales, una problemática que en este momento se esté acercando más a las televidentes que nos están viendo?

América Alonso: ¡Caramba, no sé!

Sofía Imber: De todos los papeles que tú has hecho, ¿tú crees que hay alguno en el cual tú sentías que las mujeres estaban más cerca de ti, que estaban tú expresándote por ellas?

América Alonso: Fíjate tú, mi experiencia, por ejemplo, en "La Valija" ha sido que es una pieza que ha tenido mucho más éxito con las mujeres que con los hombres, porque el hombre se sentía siempre ofendido en su amor propio, vamos a decir, un poco en el machismo latino; quedaban muy mal, y las mujeres disfrutaban mucho con aquello, -el comentario de América provocó risas-.

Sofía Imber: ¿Dónde está la Shakespeare mujer?, ¿dónde están las grandes autoras de teatro?

Carlos Giménez: Lamentablemente en el teatro no ha habido grandes autoras.

Sofía Imber: Pero sí grandes intérpretes femeninas.

Carlos Giménez: Como el teatro es una manifestación colectiva ha habido más grandes actrices que grandes actores, -admitió Carlos-.

Sofía Imber: O sea, que las mujeres son mejores actrices y los hombres mejores autores. Gracias América, gracias Carlos.










Nota: Negritas y links son un agregado de este blog.

Fuente texto: Sala Virtual de Investigación CIC-UCV

Fuente foto: Ángel Fernández Mateu / Carlos Giménez


Provoca quedarse: Oficina No. 1 / artículo de Carlos Giménez, Caracas, junio 1992

                En esa sabana, bajo el cielo que llueve tierra, está un país 
que busca su destino.







Peer Gynt, el camino de tiempo/ artículo de Carlos Giménez, Caracas, 1991










Foto: Luis Escobar
Fuente: Ángel Fernández Mateu / Carlos Giménez






Teatro Teresa Carreño de Caracas… El sueño del pibe/ por Lito Mateu, fotos Marcelo Pont, Córdoba, 25 de febrero de 2020







Marcelo Rodríguez, izquierda, Francis Rueda y Ángel Fernández Mateu

Teatro Teresa Carreño

Tan solo con entrar al hall me transportaba a un lugar de ensueño, donde las ilusiones se transformaban en realidad, donde se respiraba ARTE. Recorrerlo era alimentar una esperanza inútil. Sus jardines colgantes, su moderno diseño y sus salas de ensayo lo convierten en uno de los teatros más importantes y bellos de Suramérica con el que sueña pisar cualquier actor.

Su sala principal, la Ríos Reyna, tiene un aforo de dos mil quinientos espectadores, un enorme escenario dotado de ascensores que permiten el armado y desarmado de complejas escenografías, tanto en su subsuelo como en  su  tramoya. Talleres equipados convenientemente para la realización y producción de las obras: salas de vestuario, sastrería, maquillaje, peluquería, zapatería, utilería, maquinaria, iluminación y sonido con efectivos recursos tecnológicos, además de camerinos equipados con total confort para los artistas y patio de actores con ascensores al escenario y personal especializado en cada área de trabajo.

Por gestión de Rajatabla pude conocerlo en su totalidad. Salí de allí con un sabor extraño. Yo conocía o había trabajado en grandes teatros como el Cervantes, el San Martín y el magnífico Teatro Colón de Buenos Aires, o el Teatro del Libertador (ex Rivera Indarte), el Teatro Real o la Sala de las Américas de la Ciudad de Córdoba,  espléndidos  teatros  construidos a la italiana o isabelinos, pero no lograba imaginarme parado en el escenario del Teresa Carreño. ¡Qué maravilla… era el sueño del pibe!

Alguien me contó que Carlos Giménez tuvo mucho que ver en su diseño y construcción pero no tengo documentación que avale su participación en esa gran obra, ni siquiera él mismo me lo comentó.

Conocí este teatro cuando recién cumplía diez años de su inauguración.








José "Pepe" Tejera


PepeTejera no  recuperaba su salud y a pedido de él comenzamos a tener reuniones donde me explicaba movimientos de la puesta de El Coronel no tiene quien le escriba y sobre todo trabajamos el particular tono vocal utilizado en la obra. También me asesoró sobre el uso del chinchorro, la famosa hamaca de dormir de El Coronel ya que el mismo personaje la movía en escena y me enseñó cómo llevar en brazos el gallo de riña y tomarlo de manera tal que no me diera picotazos en las manos.

Cada día en cada charla, Pepe me transmitía esa experiencia única que nos queda a los actores cuando hemos expuesto el personaje al público y éste no sólo lo ha aceptado sino que se ha identificado con él, ha entrado en esa maravillosa convención que se genera tácitamente entre actor y espectador, donde uno dice ser determinada persona y el público decide creerte y aceptar el juego. Esto es el hecho teatral en sí, un juego de convenciones.

El trabajo era difícil, pero Pepe jamás expresó pesar al transmitirme su enorme experiencia, todo lo contrario, cuando advertía alguna duda, que hubo muchas, él me decía: “Cópiale el tono a Aura –Aura Rivas, esa excelente actriz que interpretaba a la esposa- síguele el ritmo y la cadencia, Carlos te dará lo demás”. Jamás me hizo sentir que se estaba despidiendo de algo tan preciado para los actores: un personaje maravilloso.




UNA REUNION  MULTIDISCIPLINARIA

Ángel "Lito"Fernández Mateu

Marcelo Rodríguez como Mozart



El ciclón Giménez no dejaba de generar  ideas en su permanente búsqueda de temáticas para llevar a escena, entonces, cuando creías que se había apaciguado y que amainaba la tormenta te invitaba a una cena y te atragantaba de proyectos “gloriosos” (palabra muy usada por Carlos) que yo consideraba irrealizables, pero para él la palabra “imposible” no existía. “Si yo puedo imaginarlos, ustedes deben tener la capacidad para realizarlos”, así nos contestaba, y volvía a convencerme que me quedara un tiempo más en Venezuela, a lo que yo no oponía ninguna resistencia.

Un día nos citaron a una reunión ampliada con a la Junta Directiva de Rajatabla, el Directorio del Ateneo de Caracas, Directivos del Teatro Teresa Carreño, personalidades de la cultura de aquel país, actores y técnicos, para interiorizarnos del siguiente proyecto: Conmemorar el Bicentenario de la muerte de Mozart, instituido en Venezuela como “El año Mozart”,  con una gran puesta en escena.

En lo que a nosotros concernía se resumía en un espectáculo multidisciplinario titulado MOZART, EL ANGEL AMADEUS, una obra escrita por el Sr. Néstor Caballero, un libro estupendo donde cada personaje tenía sus momentos de lucimiento, hasta la bellísima imagen de un Mozart niño interpretado por Francisco José Alfaro, hijo de Paco Alfaro, que iniciaba la obra abriendo una gran puerta central  y la sombra del niño se proyectaba sobre el escenario como presagio del genio que entraba a ese lugar. Imágenes de película.



Aitor Gaviria y Francisco José Alfaro. Foto Luis Escobar



Quiero agregar algo respecto a este estupendo autor venezolano que es el Sr. Néstor Caballero: hace unos días me enteré que dos de sus obras  “Musas” y “Dados” han sido traducidas y llevadas a escena en Irán. ¡Qué orgullo para ese bello país! ¡Y qué honor para mí haber interpretado un personaje escrito por él!


En este mega proyecto trabajaríamos juntos: todo el elenco de Rajatabla, el Teatro Nacional de Repertorio, la Compañía Nacional de Teatro, el Taller Nacional de Teatro (TNT)  y el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV, Núcleo Caracas), además de la Schola Cantorum de Caracas, el Orfeón Universitario  y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.

La única sala que podía albergar semejante elenco era la Sala Ríos Reyna del imponente Teatro Teresa Carreño.

Los coros y la orquesta sinfónica serían dirigidos por sus propios directores; la escenografía y vestuario les fue encomendada a Augusto González y Marcelo Pont Vergé; el diseño de iluminación al Sr. Ángel Ancona, talentosísimo diseñador que actualmente está en su país (México) en el bello teatro Esperanza Iris del D.F., configurando así una propuesta que sería calificada como “sorprendente” por  propios y ajenos ya que se integrarían los conocidos valores musicales con un elenco de primeras figuras, el que tuve el honor de integrar interpretando un personaje soñado: Salieri, con un texto estupendo de Néstor Caballero y la dirección general –inolvidable- de otro genio: Carlos Giménez.

Al comenzar los ensayos, Carlos me indicó su visión sobre Salieri, lo que él quería de ese personaje y yo debía transmitir: “Quiero que se olviden del mito del Salieri resentido y oscuro, quiero un ser bello, un músico talentoso en toda la excelencia de la palabra, un Salieri que escribía para el emperador y su corte porque ese era su trabajo, contraponiéndose con un Mozart genial con toda  su rebeldía y desprecio por lo monárquico y lo material”.

Una de las escenas más bellas, estéticamente, era en la que Salieri hacía un pacto con Satanás en la que se comprometía a escribir un réquiem para todos los muertos a cambio de un poco de la genialidad de Mozart (interpretado por Marcelo Rodríguez), y todo lo que conseguía era que la esposa de Mozart, Konstance (interpretada por Francis Rueda) le entregara el famoso réquiem escrito por el genial músico.



Francis Rueda y Marcelo Rodríguez



Debido a la enorme capacidad del teatro, y teniendo en cuenta que trabajaríamos con la sinfónica y los coros en vivo, los actores estábamos obligados a trabajar con micrófonos inalámbricos colocados en las pelucas para que los textos se escucharan claramente. Esto requirió trabajos extras de adaptación en la emisión de la voz y los retornos, e interminables ensayos que yo hubiese querido que no terminaran nunca para disfrutar un rato más de esa experiencia. Escuchar la Sinfónica, los Coros, mezclar nuestras voces en aquel clima sublime predecía el éxito que se avecinaba.

Y un día nos probaban los vestuarios, las pelucas, el calzado, se modificaban cosas, se incluían o excluían otras, familiarizarnos con la preciosa escenografía que tenía zonas de transparencias por donde se adivinaban los coros a ambos lados del escenario, aprovechar los efectos de iluminación que generaba unos climas muy especiales en cada escena, hasta disfrutar que el director de la sinfónica me enseñara a manejar una batuta para la escena final donde Salieri dirigía el Réquiem que interpretaba la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. ¡Complimenti…!  Como decía mi abuelo.

En uno de esos agotadores ensayos, dos compañeros y yo estábamos esperando en el patio de actores que nos dieran la orden de ingreso mientras Carlos hacía correcciones a otras escenas, y surgió entre nosotros una conversación cotidiana: 

Que hambre tengo, dije, ¿te haces tú mismo la comida? me preguntaron. Sí, contesté, me gusta y me entretiene. Otro actor agregó: Hoy me hice un pastel de papas…! Riquísimo. ¿Cómo lo haces? le pregunté. Mientras hago el puré, cocino el relleno y luego lo armo y al horno, contestó. Qué bueno, dije, un día pásame la receta, nunca lo hice.

No nos habíamos dado cuenta que todo en la sala era silencio y de repente se oyó la voz de Carlos que por micrófono decía: “Cuando los actores dejen de pasarse recetas de cocina seguimos con el ensayo!”… Primero nos paralizamos y luego no parábamos de reírnos porque no advertimos que teníamos los micrófonos abiertos y nos escuchaban en toda la sala. ¡Qué vergüenza ..! Pero fue un error del sonidista, porque al no estar en escena se había pautado que no tendríamos los micrófonos habilitados. En fin, todos lo tomamos a broma… incluso Carlos que al salir me dijo: “cuando  hagas el pastel de papas invítame a comer, ah, y agrega en el menú milanesas..!”.








Al día siguiente finalizado el ensayo, Carlos dio la orden que nos retocaran el maquillaje e hiciéramos una sesión de fotos de promoción. Cuando al otro día llegué al teatro para el ensayo general me quedé  parado en la entrada, allí estaban: hermosas, desafiantes, enormes, impecables las fotos del elenco que anunciaban el inminente y grandioso estreno. Habían trabajado toda la noche para realizar la cartelera y montarla.

Lo fue. Todo un suceso. ¿Qué más contarles? Un aplauso interminable, mucha gente que nos abrazaba, prensa, fotos y una gran fiesta en los jardines del Teatro, ese fue el colofón a tanto trabajo. Un cinco de diciembre de 1991 para no olvidar nunca.

Después me fui tarareando bajito el Réquiem de Mozart por Parque Central hasta el Edificio Tacagua donde vivía, y repitiendo el texto  de Salieri escrito por Néstor Caballero, antes de caer el telón final: 

Creo en el arte como el ojo que nunca llega a cerrarse; creo en el arte como nuevo punto cardinal;  creo en el arte como modo de vida, como edén peligroso, creo en mí, Salieri, como un nuevo pentagrama. Creo en el arte, porque desde allí juzgarán la tremenda violencia de los días, desde el arte se hará la extirpación total de la mentira y no habrá más atrocidad en los crepúsculos…Ven Satanás, rey de reyes, el infortunio no será para mí ni siquiera una palabra y yo sé que soy más, soy Salieri… imperecedero arte Salieri…! Dame la gloria Satanás, dame la gloria. Por el arte, eternamente, por el arte…”. TELON. 

Llegué a mi departamento, me senté en el balcón desde donde veía esa Caracas bellísima y solitaria y lloré, lloré mucho y también agradecí mucho a Carlos, a la vida, a mi buena estrella… aunque sé que nunca es suficiente cuando “¡el sueño del pibe se ha cumplido”…!

 ©Lito Fernández Mateu
Córdoba, 25 de febrero de 2020
Fotos: Marcelo Pont







  ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU

Actor cordobés. Perteneció al elenco oficial de la Comedia Cordobesa y fue integrante del grupo El Juglar de Carlos Giménez. Ha transitado todos los géneros artísticos, desde el circo (donde nació), el radioteatro, el teatro, el café-concert, el music-hall, la televisión y el cine. Con la obra El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez y dirigida por Carlos Giménez, recorrió los principales teatros de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ha recibido numerosos premios en Argentina y Venezuela.









Ateneo de Caracas. Diseño afiche y foto: Marcelo Pont


Ángel "Lito"Fernández Mateu




Francis Rueda y Aitor Gaviria

Aníbal Grunn




















Carlos Giménez: "Hay cosas que no hemos olvidado, sensaciones que nos alertan del peligro y que sin embargo rechazamos", entrevista de Andreína Gomez, El Nacional, Caracas, junio de 1922







Carlos Giménez sobre El Campo: "Este es un llamado de atención para una mayoría de gente que prefiere pensar que estas cosas le pasan a otros y que nunca nos pasará a nosotros. Constituye un profundo llamado de conciencia sobre los totalitarismos, tan de moda en esta última parte de nuestro siglo (...) recuerdos de una época terrible que me tocó vivir en Cordoba (...) Esas tardes de paseo con la familia por los alrededores de una hermosa hacienda llamada La Perla, considerada uno de los centros de atracción turísticos más importantes de Córdoba, pero nunca revelado como lo que era: un campo de concentración". Entrevista de Andreína Gómez, El Nacional, Caracas, junio de 1992.

La Perla (1975-1979) fue uno de los peores campos de concentración de Argentina. Se estima que 3.000 personas fueron detenidas allí, de las cuales sólo 200 sobrevivieron. El resto continúa desaparecida. Las prisioneras embarazadas eran torturadas igual que el resto de las víctimas. Las niñas y niños nacidos en cautiverio fueron robados por la dictadura y la mayoría continúa desaparecida hasta el día de hoy. Los jefes de La Perla fueron condenados por Delitos de Lesa Humanidad en 2016.

El Campo fue escrita por Griselda Gambaro e interpretada por Francis Rueda de Pinto, Ángel Fernandez Mateu y Karl Hoffmann en los papeles principales. Iluminación de Ángel Ancona. Escenografía y vestuario de Marcelo Pont y Augusto González. Musicalización: Eduardo Bolívar. Producción Artística: Andrés Vásquez, Roberto Stopello. Dirección Ejecutiva: María Cristina Lozada. Dirección y producción general: Carlos Giménez. Fue una de las mejores obras de Carlos y tuvo un gran éxito.



 


Fuente: Ángel Fernández Mateu / Carlos Giménez
 

“Retrato de una mujer en llamas”: la igualdad amorosa también puede ser sexy / por Manuela Martínez, Infobae, Buenos Aires, 15 de marzo de 2020




La película narra la relación entre una artista y su musa en Francia, durante el siglo XVIII. Las actrices del film, que fue dirigido por Céline Sciama y se estrena esta semana, se retiraron del recinto cuando premiaron a Roman Polanski durante los últimos César. Atención, hay spoilers