En
ocasiones, mirando un espectáculo artístico como el ballet o el teatro el ser humano
se siente impresionado enormemente sin saber a qué aspecto atribuir la impresión.
Es probable que haya un sexto sentido o que esa percepción inubicable sea una prueba
de que lo que han llamado sexto sentido y lo que han denominado alma son la misma
cosa.
La
cuestión es que Roland Streuli, un artista de la imagen fotográfica, ha logrado
perfeccionar ese tercer ojo que es sexto
sentido y alma y ha atrapado con la cámara fotográfica movimientos que la visión
común no podía captar.
Esto
viene a ser un regalo maravilloso para quienes se topan de vez en cuando en un libro,
una revista o un periódico con tas fotografías de Streuli, ese joven que se caracteriza
por una sensibilidad extraña y una alegría infinita: para él, apuntar con su cámara
un objeto, es algo tan trascendente e importante que entrega su vida a esa tarea.
Sus
fotografías de teatro son crónicas estupendas del momento en que se está realizando
el drama pero también son parte del elenco, trozos de la dramaturgia, movimientos
actorales, hermanas de la escenografía y de la iluminación: esas fotografías complementan
la obra porque la interpretan, la hurgan, la prueban y la eternizan.
Donde
hay truco, mentira, falsificación, la cámara de Roland Streuli descubre el engaño
y también descorre las cortinas para revelar la mediocridad o lo sublime con la
misma calidad expresiva.
Ver
sus fotografías sobre temas de la naturaleza, puede hacer un daño irreparable o
levantar el ánimo al ser más agonizante,
porque la naturaleza huele, sopla, se mueve, refresca, se acerca al espectador y
es posible que el hombre de la ciudad rechace tanta veracidad o añore demasiado
esa flor, esa planta, ese arroyo que está viendo en imágenes que se salen del papel.
Sus
fotos de ballet son extraordinarias y sin duda alguna su gran acierto: he allí elevándose
la técnica fotográfica; he allí, un poco más allá, la poética del ritmo, la lírica
de una gimnasia, la literatura del cuerpo: el ballet enseña sus venas, esparce sus
fantasmas, deja ver sus dioses y sus sueños.
Lo
más importante de todo es que en sus fotografías de ballet, Roland Streuli descubre
esa esencia que nos hace estremecer de placer cuando estamos frente a una compañía
dancística de calidad.
¿Cómo
se podría hablar de esa esencia? ¿cómo es en realidad? ahí están las fotografías,
mírelas: cuerpos, música, trajes, espacio, época y sudores se unen para afirmar
que de este lado, desde acá de esta orilla, estuvo un fotógrafo con la respiración
sostenida y el corazón acelerado, muriéndose de amor por la perfección del amor.
Porque el arte es un hambre perfecta de amor, que se come a sí misma y luego se
devora a los espectadores.
(El Nacional)
Prólogo del libro
La Danza en
Venezuela de Roland
Streuli
Caracas, 1989