la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Inventar para la felicidad del ser humano, por María Teresa Castillo, fundadora del Festival Internacional de Teatro de Caracas, discurso del V FITC 1981/Fragmento del libro "María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992" (2023)

 





 

El Ateneo de Caracas, de manera irregular, pero constante,

ha recibido el apoyo de los gobiernos democráticos.

Ellos han entendido nuestra irreversible

vocación de independencia.  

Nada se nos ha impuesto jamás.

El Ateneo es y debe seguir siendo 

signo de independencia política, de libertad cultural, 

de generosidad humana.

 

 

©Rolando Peña-Karla Gómez

 


Venezuela pertenece todavía al contexto de aquellos países en los que proyectar una empresa cultural es algo fácil. Nuestra capacidad de entusiasmo sigue intacta y no es tarea imposible reunir un grupo que formule ideas novedosas y que se lance a la realización de las mismas. Lo difícil es el desarrollo y la permanencia en desarrollo.


Lo difícil es destruir la rutina sin matar la idea. Es no perder la capacidad de asombro en el desarrollo de la misma idea. En resumen, es difícil la ejecución de un proyecto a largo plazo. Pareciera que superadas las primeras etapas, el impulso desaparece y el oscuro fantasma de la rutina se apodera de los protagonistas. La empresa cultural se debilita, sus padres iniciales se ausentan sin dejar sustitutos y el proyecto languidece. Se enfrenta una entonces a dos terribles perspectivas: la desaparición física y espiritual del proyecto o su supervivencia estática. Es decir la existencia física sin el desarrollo espiritual. Instituciones con vida vegetativa. Existen sin ser, la comunidad las ignora y son sólo el reflejo de esas mismas inconstancias en la vida cultural de nuestros pueblos, que ellas intentaron modificar. Por eso mismo, es tan esencial, tan significativo, asistir sin indiferencia a la supervivencia activa de empresas culturales que, integradas a la comunidad han logrado vencer la rutina, escaparse del contagioso entusiasmo inicial y radical, su trabajo en el descubrimiento diario, en la relación estrecha del país y la empresa cultural.


Que la Cinemateca Nacional cumpla 15 años, que el Nuevo Grupo arribe a sus 12, que el Museo de Arte Contemporáneo y la Galería de Arte Nacional marchen con paso seguro hacia el desarrollo de sus metas, que Rajatabla entre vital a su segunda década, que Danzas Venezuela y la Orquesta Sinfónica Nacional se sitúen a la vanguardia de estos logros, no son hechos aislados ni casuales. Algo ha pasado en el país que debe ser motivo de reflexión.


Educación, arte y cultura son hechos políticos. Cada uno de ellos constituye un estamento singular e imprescindible en la vida social de los pueblos. Sin educación, la base prioritaria de cualquier proyecto político, un pueblo no encuentra su lugar en el presente y extravía su futuro. Educación significa integración crítica con individuos preparados para la  participación activa, conscientes de sus deberes y derechos. Educación para el conocimiento de lo venezolano y de lo universal.

La cultura es el acceso del ser humano al disfrute del pensamiento. Un ser humano participa y accede a la cultura cuando es capaz. Sensiblemente capaz de disfrutar con alegría el hecho creador. El verdadero ejercicio de la educación y de la cultura constituyen la manifestación más vital del espíritu democrático de un sistema político.  Casi diríamos que ideológicamente deberíamos imaginar un sinónimo que integrara estos tres conceptos: educación, cultura y democracia. Sin las dos primeras la tercera sería siempre una utopía.


El arte, ese complejo nivel de la creación humana, es por sí misma condición inquieta y fascinante. No busquemos en él una acción didáctica primaria. Su misión consiste en explorar el espíritu provocando reacciones que originen un enriquecimiento del individuo. En este aspecto, el Arte buscará siempre la revolución del cuerpo social, su transformación y la elevación de la condición humana.


Educación, Arte y Cultural, aspectos determinantes en la edificación de un país. Venezuela asiste hoy al desafío de centrarse con rigor en la construcción de su futuro. Por ello, que al convocarles al acto con que damos comienzo a la celebración del Cincuentenario del Ateneo de Caracas, hemos creído oportuno  reflexionar sobre estos temas que constituyeron la razón de su fundación, de su existencia presente y futuro. Cada uno de ustedes y la comunidad en general, conocen la trayectoria del Ateneo de Caracas. Sería inútil hacer un inventario de lo hecho. Nuestra labor es parte de la historia contemporánea de Venezuela, y sólo esperamos que a la hora del balance las generaciones futuras la juzguen con benevolencia. Nos ha tocado vivir una época violenta, de transiciones fuertes, desordenada e incontenible. El Ateneo de Caracas nace en la última década de una dictadura feroz, y crece y se desarrolla con una democracia. Con ella ha vivido las contradicciones del proceso. Con ella requiere reflexionar, asentar el pensamiento y lanzarse  de lleno a la continuación de la tarea.







Cumplir 50 años ya no es simplemente un acto de fe. Es un serio y grave compromiso con el país. En este medio siglo hemos abierto puertas por las que han surgido hombres y mujeres, pensamientos y obras. Es imposible retroceder. En la pedagogía, en la difusión y el arte de crear hemos generado compromisos hacia el futuro. Una institución que como el Ateneo de Caracas se afirma, crece y trasciende por el apoyo incondicional de los artistas de todas las disciplinas y tendencias, que recibe el respeto y la ayuda de los gobiernos democráticos sin excepción, que se relaciona con todas las ideologías que propugnan desde distintos ángulos el proceso y la felicidad de Venezuela, no puede cumplir medio siglo de vida limitándose a realizar una simple evaluación de datos y cifras: nuestro compromiso y nuestra inquietud es por mañana. El principal motivo de nuestra reflexión. ¿Hemos contribuido lo suficiente a este difícil proceso de desarrollo nacional? ¿Hemos integrado con los demás organismos educacionales, culturales y artísticos una reserva moral que rescate los valores de la identidad venezolana? ¿Cuál es nuestra posición frente a este evidente crisis del “espíritu” que azota al mundo y la cual se evidencia a distintos niveles de la vida nacional?


Estamos a punto de inaugurar un formidable complejo que servirá de sede a las actividades diversas del Ateneo de Caracas. Desde allí estaremos en condiciones de proyectar con mayor audacia y dinamismo esta experiencia singular que es el fruto del esfuerzo mancomunada de la iniciativa privada y el apoyo del estado. Y es ahora, en estos momentos, en que aparentemente deberíamos sentirnos tranquilos, casi a punto de lograr una de nuestras más caras ambiciones, cuando la inquietud crece. Ahora, más que nunca, el Arte y la Cultura deben ser vigilantes guardianes de su propia independencia. Independencia para contribuir sin ningún dogmatismo a los esfuerzos de todos los sectores que integran la comunidad a la que nos debemos. Burocratizar la cultura es matarla. Brindarle comodidades materiales sin acentuar su urgencia de experimentación, su curiosidad, su asombro, es negar su esencia.


Por ello, al cumplir cincuenta años el Ateneo de Caracas, quiero dirigirme especialmente a tres sectores de la vida nacional. Quiero  hacerlo desde la autoridad moral que sólo nos otorga nuestro amor por Venezuela. No existe ninguna calificación especial que nos distinga, sólo hemos intentado servir, con un sentimiento de audacia que es parte de nuestra integridad venezolana. Porque a veces es audaz creer en una misma y ver crecer por el trabajo, la alegría y el dolor de artistas y hombres y mujeres de la cultura, una empresa que se sobrevive a sí misma, que se modifica y que sólo tiene una pasión: el país.


Quiero, en primer lugar, dirigirme a los artistas y los hombres y mujeres de la cultura: ellos  y ellas han hecho el Ateneo de Caracas cada día, cada uno de estos 50 años tienen nombre, rostros, gestos, obras, palabras. Son los venezolanos que desde distintas disciplinas y posiciones han dado lo mejor de sí mismos para esta aventura. Nada han perdido en cambio. Y poco se le ha dado. La Plástica, el Teatro, el Cine, la Literatura, la Infancia, la Juventud, la Música, han sido parte de este torbellino que buscaba su sitio en el país. El Ateneo de Caracas no existe sin ellos. El Ateneo de Caracas es el fruto de la maravilla y el talento de esos hombres y mujeres que adivinan el mañana. A ellos quiero decirles que no deben jamás renunciar a este derecho de patrimonio que deben ejercer sobre el Ateneo de Caracas.  La singularidad de nuestra institución la hace única en América. El Estado la sostiene en gran parte, la respalda y la respeta; los particulares la administran, la programan y la insertan en la vida nacional. Ahora que nuestras posibilidades físicas y económicas salen paulatinamente de una etapa de angustias e incertidumbre, ellos deben más que nunca ejercer su vigilancia crítica sobre el destino del Ateneo de Caracas.  En la medida que así lo hagan, la institución seguirá siendo la tribuna abierta a la libertad del pensamiento, a la libertad del hecho creador.


Al Estado venezolano quiero agradecerle su visión de futuro. El Ateneo de Caracas, de manera irregular, pero constante, ha recibido el apoyo de los gobiernos democráticos. Ellos han entendido nuestra irreversible vocación de independencia.  Nada se nos ha impuesto jamás. Y cuando alguien desubicado del país, de la estructura democrática venezolana, cegado por pequeñas pasiones, sin entender la causa común de la cultura, ha intentado negarnos esta conquista, el Ateneo de Caracas, apoyado por artistas, por la opinión pública, y lo que es más significativo, por los más altos estamentos del poder institucional, ha hecho valer su derecho. Ateneo es y debe seguir siendo signo de independencia política, de libertad cultural, de generosidad humana.


Al Estado venezolano quiero pedirle que jamás traicione estos principios. Porque aquellos modestos individuos que tenemos alguna responsabilidad en la vida de la comunidad, cumplimos nuestro proceso biológico y sólo queda la contribución que hayamos hecho a la causa de la cultural. Que siga siendo generoso cada vez más. Entendiendo la generosidad como un acto honesto de responsabilidad permitiendo que el Ateneo de Caracas e iniciativas similares florezcan, sin presiones, sin retaliaciones y que se ahonde la idea de la cultura como un acto civil, sin patrones ni dueños, patrimonio del hombre y la mujer venezolano.


Quiero pedirle que no renuncie jamás a la responsabilidad prioritaria y mayor que le compete en la educación de nuestro pueblo, en la difusión de su cultura y la protección de sus artistas. Que luchen y trabajen nuestros dirigentes políticos por dinamizar nuestra institución cultural; desburocratizar la administración y la promoción del arte y la cultura, la eliminación de los enormes aparatos en beneficio de la acción dinámica del promotor y del artista. Que nuestra clase dirigente se acerque a la cultura y conozca sus protagonistas, nuestras salas de conciertos y nuestras galerías de arte, nuestros conciertos y centros de instrucción serán motivos de preocupación constante para el político venezolano. Así se conocerá con inteligencia y verdad la identidad del pueblo. Estímulos como el recién aprobado convenio Conac-Asociación Venezolano de Profesionales del Teatro debe terminar en una ley que apruebe el Fondo Nacional del Teatro, y la Ley de Cine, y la de Artes Plásticas, y la de Previsión Social del Artista, etc.; y entonces el país sabrá que el ejercicio de la democracia es una responsabilidad permanente y un riesgo a defender en la mancomunada participación de todos.

Otra parte fundamental de mi pensamiento está dirigida al hombre y a la mujer de mi pueblo. A este ciudadano venezolano y universal que, inagotable de paciencia y de fe, sigue el derrotero histórico de su nación. Enfrentando al manotazo de la corrupción, la voracidad consumista, el desorden institucionalizado, sigue afirmando su antigua vocación de futuro.  Es honda la capacidad de ternura de esta raza en la que confluyen todas. Es una ternura que nos hace particularmente sociales; nuestro humor corrosivo es un sentimiento crítico con el que enfrentamos una realidad que ambicionamos diferente.


Es con este venezolano con quien el Ateneo de Caracas tiene su deuda mayor. Es allí donde nuestras expectativas se han quedado cortas. Y aunque no nos competa por entero la misión, hubiéramos querido contribuir más a la transformación de su presente. En los barrios marginales de las grandes ciudades, en los pueblos abandonados del interior, hacia los cuatro puntos cardinales del país hay venezolanos que esperan su participación en los disfrutes de una nación inmensamente rica. Allí está intacta una reserva creadora inagotable: voces y manos artistas, pensamientos que intentan traducirse en obras, imaginación y sensibilidad que es herencia irrenunciable. Un mundo anónimo que exige luz.







Es mi deseo ferviente y único pedido a quienes dirijan en el futuro los destinos de nuestra institución, no descuidar nunca la relación del Ateneo de Caracas con su pueblo.  Que nuestras puertas sigan abiertas a todos los venezolanos que, sin distinción de origen ni de condición, necesitan expresar sus inquietudes.


Ello sólo será factible si el Ateneo de Caracas no renuncia a sus características principales, una vida dinámica y una perseverancia crítica. Vivir integrados al país, a su esencia, a su identidad. 


Perseverar enjuiciando de manera constructiva nuestra propia existencia y el desarrollo social, político, cultural y económico del país. Como casa de la cultura nada venezolano, nada universal nos es ajeno. Por ello hemos mantenido maravillosas relaciones con la universidad, a la que respetamos y queremos como el alma mater del pensamiento vivo de la Nación. Por ello deseamos el progreso y la expansión de los Ateneos de provincia como parte de una autonomía social de la cultura, y a los cuales trataremos de integrar nuevamente en una Federación más activa y fecunda: por ello nos interesa y nos preocupa la relación con la Confederación de Trabajadores de Venezuela y los Sindicatos; mucha tarea nos aguarda en este campo para lograr hacer de la cultura un hecho activo en la vida de nuestros trabajadores. Por ello nos inquieta la infancia, la orientación artística temprana en los centros naturales de educación, los espectáculos y la literatura que se acerquen con verdad al mundo de la  niña y el niño venezolano. Por ello reclamamos de la televisión y de los medios de comunicación privados su cuota de responsabilidad en esta tarea de respeto a la inteligencia ciudadana. Por ello no cesaremos en nuestra preocupación para que la televisión y la radio del Estado se ubiquen como corresponde a la vanguardia de calidad de programación, audacia de difusión, objetividad de información y participación de todos los sectores de la vida nacional.


Debo confesar, sin falsa modestia, que tengo una esperanza profundamente ateneísta. Nuestra institución ha visto crecer lo que cariñosamente llamamos nuestros hijos e hijas. Son, en alguna medida, departamentos autónomos, que han llegado a generar una vida propia. La Biblioteca Pública Ateneo de Caracas, Rajatabla, el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, el Taller de Creatividad Infantil, la Editorial Ateneo de Caracas, han proyectado la   vida ateneísta dentro y fuera del país.


Cada una de ellas, nutrido en la experiencia, el cariño y el apoyo del Ateneo de Caracas, han realizado y realizarán su camino. Unos consolidados en su propia labor, otros luchando por abrirse sitio en esta difícil tarea de inventar cada día la manera de seguir al día siguiente. Gracias a ellos el nombre del Ateneo de Caracas ha estado presente en grandes eventos mundiales y en los más alejados rincones de la geografía venezolana. No ha habido privilegios que no hayan sabido ganarse. Tal vez allí descanse el secreto de sus éxitos. En la era del facilismo, de la oportunidad barata, de la fama trasnochada, supieron elegir la alternativa más difícil. Hay en ellos una garantía de futuro.


Por otra parte, en este año de grandes proyectos, el Ateneo de Caracas ha tomado la firme determinación de configurar una Asamblea de Socios acorde con los objetivos planteados.


Pensamos que es necesario desarrollar la participación activa de los miles de amigos, amigas y personalidades cercanas a la institución a través de este sistema, presente en los estatutos originales de 1931. En ese sentido, hemos empezado activamente el laborioso trabajo de contactar e inscribir debidamente la lista de personajes presentados a la junta directiva.


Finalmente, quisiera terminar mis palabras saludando a aquellos que sin haber nacido en esta tierra de todos, han sabido contribuir a engrandecerla. El Ateneo de Caracas ha querido ser refugio de los que sufren la diáspora y el exilio. Contra el enemigo del ser humano seremos enemigos implacables. Pero también hemos tenido la mano tendida para el que llegó no huyendo, sino buscando un sitio donde inventar su mundo. Esta ha sido su casa. Porque desde el origen de la Patria, Venezuela ha renegado del chauvinismo inútil y de la xenofobia estéril.


Inventar para la felicidad del ser humano. Esa ha sido nuestra aspiración en estas primeras cincuenta primaveras del Ateneo de Caracas.  Se cumplirán muchas más y la aspiración será siempre la misma. Porque el nuestro es el deseo defensivo de la especie; su lucha permanente por hacer del conocimiento algo útil para la prolongación de la misma. En los albores del siglo XXI, con el ser humano al alcance de su primera escalada cósmica, recluirse en nuestra pequeña tarea parece absurdo, pero no es inútil. Allí donde está vivo el pensamiento seguirá vivo el riesgo, pero también la esperanza. Vale la pena asumir el primero y conquistar la segunda. Es una tarea de cada día. Es la que hoy con amor por Venezuela hemos venido a ratificar con todos ustedes, nuestras amigas y amigos más queridos. Muchas gracias.

 




MARÍA TERESA CASTILLO

María Teresa Castillo es considerada la Madre de la Cultura de Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, por el apoyo incondicional que le brindó a centenares de artistas de todas las disciplinas de todo el país, sin distinción de raza, sexo, condición social, orientación sexual, nacionalidad.


En los años ’70 le dio apoyo y trabajo a cientos de artistas de todo el continente que llegaban a Venezuela huyendo de las dictaduras de sus países.


Fue una gran defensora de los derechos humanos y de todas las Artes.  Su trabajo y sus opiniones fueron valoradas por artistas e intelectuales de todo el mundo. Recibió las más altas distinciones nacionales e internacionales por su labor de promoción de la cultura y las artes en Venezuela. En 1990 Carlos Giménez crea, junto con la Encyclopaedia Britannica de Venezuela,  el Premio María Teresa Castillo  a las manifestaciones artísticas y culturales de Venezuela.


Además de ser la  fundadora  y presidenta del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) en 1973 (junto a Carlos Giménez)   y presidenta del Ateneo de Caracas desde 1958, fue periodista, activista contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, activista por los derechos de la mujeres; creadora y/o presidenta de la Agrupación Cultural Femenina, la Asociación Venezolana de Mujeres, la Federación de Ateneos de Venezuela, Rajatabla, Celcit, entre muchas otras instituciones.


María Teresa participó en el Primer Congreso de Mujeres celebrado en Venezuela e integró diferentes organizaciones venezolanas e internacionales dedicadas a la paz y a la defensa de los derechos humanos.


Nació el 15 de octubre de 1908 en Cúa, estado Miranda, en una hacienda familiar dedicada a la producción de café. A los dos años murió su padre y junto a madre y hermana se trasladó a Caracas, en donde la situación económica familiar desmejoró.


En 1934 por su oposición al dictador Juan Vicente Gómez se exilia en Nueva York, donde trabaja como costurera en una fábrica. Regresa unos meses antes de la muerte del dictador. Unos meses después  es encarcelada por distribuir propaganda revolucionaria y pasó un año detenida en la Jefatura Civil de La Pastora.


Aunque no pudo hacer la escuela secundaria, fue aceptada por su gran inteligencia en la Escuela de Periodismo en 1946, siendo una de las primeras mujeres periodistas y trabajó muchos años en el  periódico caraqueño Ultimas Noticias.


En 1946 contrajo matrimonio con el escritor y periodista Miguel Otero Silva, amigo suyo desde 1928, cofundador del periódico caraqueño El Nacional, con quien tuvo un hijo Miguel Henrique y una hija  Mariana Otero Castillo.


Presidió el Comité de Solidaridad con Nicaragua, fue vicepresidenta de Fundanalítica, integró el Comité Internacional para el Premio Mundial de la Cultura de la Unesco entre 1987 y 1988, fue miembro del Comité Asesor para la Celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, de la Asociación Venezolana de Periodistas (1988-1989) y vicepresidenta del Comité Venezolano por los Derechos Humanos (1988-1990).


En 1989 fue electa diputada del Congreso de la República y se convirtió en la primera presidenta de la Comisión Permanente de Cultura de la Cámara de Diputados hasta 1992, e integró la Comisión de Desarrollo Regional de la Cámara de Diputados hasta la finalización de su mandato en 1994. Fue luego miembro del Consejo Directivo de la Fundación Teresa Carreño hasta 1992, del Consejo Nacional de Teatro y del Consejo Directivo del Museo de Bellas Artes. También fue pilar fundamental en la constitución de Amnistía Internacional en Venezuela en 1978.


Entre las múltiples condecoraciones que recibió están el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Abierta (UNA), las medallas Francisco de Miranda y Andrés Bello en primera clase y la Luisa Cáceres de Arismendi en su única clase, además del Honor al Mérito Teresa Carreño. En España le otorgaron la Orden Lazo Isabel La Católica y en Cuba la medalla Alejo Carpentier; así como la de educación en Chile. El Ministerio de la Cultura y de la Comunicación de Francia le confirió la Orden de las Artes y de las Letras.


 

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MARÍA TERESA-CARLOS-FITC