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Prólogo
Cuando yo era adolescente, una cantante hizo el milagro de que el tango se convirtiera en expresión de mis sentimientos y dejara de ser la música de los "viejos". Esa cantante fue Susana Rinaldi y su disco "Porque canto así”.
Fue Joan Baez quien me la presentó, cuando en una entrevista de la revista Crisis dijo: "… tiene talento y la locura de una cabra. Una combinación invencible.” Y Joan Baez era mi gurú. Así que salí corriendo a comprar un disco suyo, y encontré ése.
Desde la primera "oída" Susana me puso en contacto con un tango que, de pronto, descubrí que también era mío, y no sólo de mi madre, que escuchaba todas las mañanas un programa dedicado a Gardel. De repente Susana le cantaba a mi ciudad, a mis amores, a mis tristezas, a mis dolores. A mis alegrías no, porque Susana era muy trágica.
Pero a mí su falta de alegría no me importaba, porque Joan Baez tampoco era alegre y yo no tenía muchos motivos para la alegría en aquellos lejanos y violentos días del año 1974, cuando la ciudad era un solo estallido de bombas y pedazos de cuerpos pegándose a las paredes y la sangre ajena que siempre era tan fresquita, daba lástima verla ahí, en la vereda, desperdiciándose, con la escasez que hubo siempre de sangre. Y la adolescencia cayéndose a pedazos, afuera y adentro, una y otra vez.
En esos días en los que en el nombre del amor y de la patria se cometieron tantos crímenes, en esos días en que el país era de todos y de nadie, llegó ella, Susana, a ponerle identidad a mi corto pasado, armonía a mi convulsionado presente.
Entonces, por amor al tango, a los ancestros y a Susana escribí esta obrita, sin más pretensiones que la de disfrutar de algunas de mis canciones favoritas.
Caracas, 29 de noviembre de 1995