Hoy es uno de esos días en
que quiero escribir, aunque no tenga nada cuerdo que decir… busco… y
dándole vueltas a mi vida, a través de mis recuerdos y mi pendrive, me planteo
lo rápido que se me ha pasado la vida, haciendo mil cosas yyyy me viene a la
mente que pertenezco a la generación que tenía una sola obligación… ser
feliz.
Ya
he demostrado minuciosamente quién soy, como ser humano, como prójimo, como
estudiante, como profesor, como amigo, como compañero de trabajo, como familia,
hasta como bufón de las oficinas donde he laborado; he mostrado mis
sentimientos, mis defectos, mis virtudes, mis estados de ánimo, mis actos malos
y buenos, mis errores, mis aciertos… ya lo que me queda por hacer es repetirme,
porque no puedo cambiar, seguiré mi vida, con mis inevitables
repeticiones.
Desde
mi jubilación, ensayo cada día cómo pasarla mejor, como distraerme y divertirme
un poco. Intento disfrutar, haciendo lo que me hace sentir bien: tomando
café con alguien, tratando de escribir y hacer teatro, hablando por teléfono, escribiendo chistes estúpidos en Facebook o cursilerías a
mis amigas más queridas, cantando duetos a gritos con algún cantante conocido
(gracias a YouTube) con la computadora… yyyy a veces, prefiero no hacer
nada, no pensar, porque me frustra no poder planificar mi vida
“nueva” para después de mañana.
Es difícil aprender a vivir conmigo
mismo, siento que definitivamente después de haber hecho tantas cosas, debo
encontrar la fórmula mágica de la vida, pasan días que quiero dejarlo todo y
días de querer comenzar todo (nuevo o diferente) yyyy también, en quedarme ahí,
en el mimismo… para siempre.
Pienso
que ya la
palabra tristeza perdió su significado, el tiempo y las experiencias nos hacen
cambiar hasta los sentimientos. Cuando leo una de tantas malas noticias o me
participan de una desgracia cercana o lejana, me conmueve el hecho y me
preocupan los que quedan con ese dolor tan grande, y las frases de consuelo me
suena vacías, las prehechas como… pero quedó
vivo…gracias a Dios no le hicieron daño, las cosas materiales se recuperan,
etc., nada de esa vaina sirve. Si es una noticia inesperada que me estremece,
me viene gritar de impotencia las mismas y repetidas groserías de toda la vida,
que mejor las llamaría gritos de consuelo o de desahogo emocional, porque las emociones y sentimientos están ahí y pronunciar algunas con
fuerza y determinación, ayudan a hacernos sentir un poco menos mal.
¿Qué
hacemos? Para mantener la esperanza, encontrar algo que te motive
positivamente. Es lamentable y preocupante que la vida se te pueda estar
oscureciendo, que a veces no le vemos el comienzo de algo nuevo, bonito,
positivo, hay momentos que te desconcierta el no sentir algo emocionalmente
tangible.
Podremos
pensar en algo más allá de nuestro día a día, que Dios nos guíe y bendiga,
porque siempre terminamos preguntándole a él, el por qué, no podemos
permitirnos dejar que se nos apague la luz.
Sé
que ninguna palabra, ningún abrazo, ningún gesto, en esos momentos nos
confortará, pero estoy seguro que puede ayudarnos a saber que no estamos solos,
que somos muchos con el mismo deseo… la tranquilidad, la paz interior y que las
muestras de afecto, de solidaridad, de generosidad, nos movilizan esa luz
interna y nos produce emociones bonitas.
Con tus rabietas y amarguras lo único
que cambia en tu vida es tu salud y la situación de tus seres queridos más
cercanos. Tenemos que hacernos responsables
de nuestro comportamiento, de nuestra salud mental, de no alterarle
la vida a nuestros semejantes. Mafalda decía “Mi problema son los demás” y “los
demás” somos nosotros, que debemos revisarnos, revisar nuestros “detalles” de
convivencia, tratar de crear nuestro propio mundo íntimo, de paz.
Nunca podemos volcar
nuestras frustraciones en el trato a los demás, debemos buscar cómo ser felices, internamente, a escondidas, en tu soledad,
por tu beneficio y salud, si quieres o si te provoca.
Los “demás” que uno quiere y sigue
queriendo a pesar del tiempo y la distancia, ya están identificados y
resguardados muy celosamente en nuestro corazón, y les deseamos lo
mejor, y les enviamos saludos, bendiciones, abrazos, besos, dedicatorias
cursis, cuentos, chismes, etc., etc., etc. Nuestro mundo íntimo mejora un
poquito cada día si encontramos nuestra propia paz, si encontramos nuestra
propia formula de disfrutar esos toques de felicidad que vienen a tu encuentro,
y tratar siempre de aprender a disfrutarlos… uno se va acostumbrando a
engrandecer momentos.
Prueba a hacerlo. “Y sin esperar
respuestas”, nunca está demás decir: Te quiero, te necesito, te extraño, y
muchas otras frases que nos vienen a la mente decir, y no lo hacemos. Se siente bien dar los buenos días, pedir
disculpas, sonreír, practicar la buena educación, no más gritos, no más
descalificaciones, ejercer la solidaridad.
No permitas que las situaciones que nos llegaron sin invitación te
amarguen, hay que darle la vuelta a tu estado emocional.
Pensar en el pasado me
lleva a revisar mentalmente tantas cosas que me hicieron daño y me costaron
tanto olvidarlas, que, prefiero tratar de no pensar, porque no puedo borrarlas
y buscando para olvidarlas, las reencuentro y me inmovilizan mi futuro.
©Armando Africano
Caracas 5 de febrero de 2016
Ilustración: Lisardo Rico Rattia