Cristina Peri Rossi, el amor imposible de Julio Cortázar, por Ivana Romero, Clarín, Buenos Aires, 11 de noviembre de 2021


Le escribió poemas intensos

La flamante premio Cervantes fue una especial amiga del escritor. Pero el romance no podía ser.


Cristina Peri Rossi y Cortázar, París, 1973.


“Hasta que amaine”. Esa fue la frase que una jovencísima Cristina Peri Rossi usó en 1972 cuando el secretario de redacción del semanario Marcha, donde trabajaba, le preguntó hasta cuándo se quedaría en Barcelona. Pero el exilio se prolongaría durante toda una vida.

Peri Rossi había entrado como colaboradora al semanario dos años antes, tras obtener el premio de Marcha por su novela El libro de mis primos. “Era una novela lírica y política (sigo pensando que todo es político, hasta no serlo) de mucha difusión en Uruguay, pero yo creía que nula en el extranjero: al fin y al cabo, éramos solo un pequeño país culto y civilizado, pero en el culo del mundo”, escribiría mucho tiempo después.

Es que la novela le traería otra satisfacción aún mayor: una carta de Julio Cortázar donde se declaraba admirador de su escritura después de leer El libro de mis primos en un ejemplar llegado en barco por azar a París. Ese fue el inicio de un vínculo entrañable –hecho de un amor raro, pasional de a ratos, sublimado casi siempre– que la flamante premio Cervantes mantendría con el autor de Rayuela hasta la muerte de él, en 1984, e incluso bastante después.

Peri Rossi es lesbiana y una de las singularidades de su obra poética es haberle dedicado versos sensualísimos a mujeres mucho antes de que el feminismo abriera esa puerta

Así lo atestigua en una memoir breve y encantadora: Julio Cortázar y Cris, publicado originalmente en Montevideo por Estuario editora, en 2014. “No he vuelto a París, como tú no has podido volver a Barcelona. Pero te cuento que nuestro restaurante favorito (el Amaya) sigue en las Ramblas, la Fundación Miró continúa con su olivo central y estoy segura, completamente segura, de que te fascinarían La vie de Adèle (me dirías: '¿por qué no escribiste vos el guión?') y La venus de las pieles, de Polanski”, le dice a su amigo en una carta incluida en el libro, escrita poco antes de su publicación.

Esa amistad estuvo hecha de cartas y complicidades. Los dos amaban la música en general y a Joan Báez en particular, los museos de arte, las ciencias ocultas (las llamaban “disciplinas oscuras”), la poesía y compartían una extraña fascinación por los dinosaurios mucho antes que Spielberg filmara Jurassic Park.

“Estuvieras donde estuvieras (porque viajabas muy a menudo: huías de París, a veces, a lugares remotos, no solo a Cuba o a Nicaragua), siempre encontrabas algún libro sobre dinosaurios para enviarme, o una postal del Monstruo del lago Ness, o una maqueta”, escribe ella.

La diferencia de estatura (ella tan menuda; el un gigante de casi dos metros) y la de edad (ella en sus treinta y él casi en sus sesenta) eran parte de una liturgia íntima y profana que usaban, claro, para reírse una vez más hasta de ciertos artículos de prensa que aseguraban que ella era su novia.

Peri Rossi es lesbiana y una de las singularidades de su obra poética es haberle dedicado versos sensualísimos a mujeres mucho antes de que el feminismo abriera esa puerta, como lo testimonian sus poemas reunidos en Detente instante, eres tan bello, publicados este año por la editorial cordobesa Caballo negro. Sin embargo, el vínculo entre ellos tenía su cuota de complicidad romántica por fuera de toda norma.

La primera carta

La primera carta llegó a Marcha y de allí fue reenviada a Barcelona cuando Cristina llevaba un año viviendo ahí. Cortázar le contaba que su librero español en Francia le había reservado un ejemplar de El libro de mis primos porque sí, porque intuyó que a Julio ese texto mestizo le gustaría.

“El libro me buscó a mí, Cristina: fíjate vos que yo estaba escribiendo entonces una novela que se iba a llamar El libro de Manuel y voy y me topo con el tuyo, y esa noche, cuando me lo puse a leer —porque lo empecé a leer de noche, entre el humo de la pipa y un disco de Ray Charles que sonaba como los dioses— me di cuenta de que mi libro era uno de tus primos”, escribió Cortázar.

El libro. Peri Rossi escribe sobre Julio Cortázar

El libro. Peri Rossi escribe sobre Julio Cortázar

Y agregó: “De manera que si yo quería seguir escribiendo esa novela iba a tener que reescribirla, cambiar muchas cosas, lo cual me daba un poco de rabia, todo sea dicho, pero más que rabia me parecía fascinante que vos en Montevideo y yo en París tuviéramos la misma idea, mezclar los géneros, prosa y poesía en una novela”.

Dos meses después se encontraron en París. “Cuando llegué, lo divisé, altísimo, flaco, desgarbado, con una leve barba que le cubría las mejillas y los ojos más celestes y acuosos que había visto en mi vida”, evocó Cristina.

Después de estar una semana en Francia, ella volvió a casa y al hacerlo, encontró una carta manuscrita donde él le decía: “Pero, además, Cristina, ayer hubo tu pequeña mano siempre un poco fría, un poco gorrión en la llovizna, que se posó en mi pelo y me acarició brevemente, deliciosamente [...] algo me dice que vos y yo venimos ya de una especie de relación anterior, avatares de otra remota amistad. Déjame ser el unicornio que bebe de la mano de la doncella en los tapices medievales; a su manera él es feliz, está colmado”.

Además de amigos, se hicieron cómplices y confidentes. Cortázar era muy reservado pero aún así ella supo de sus diferencias amorosas con la activista lituana Ugné Karvelis tras divorciarse de Aurora Bernárdez, de su renacer afectivo con Carol Dunlop, del modo en que Julio quedó destrozado tras la temprana muerte de ella a la que le seguiría la propia.

“No fue cáncer, fue sida”, dice Peri Rossi, tajante, tras mencionar una serie de transfusiones que el escritor había recibido tras una complicación hepática. También supo de la consternación de su amigo cuando retornó a Argentina en 1983 y no fue recibido por el entonces presidente Raúl Alfonsín, como esperaba, para dialogar sobre política y buscar rumbos firmes para aquella democracia incipiente.

Poemas a Cris

Él le escribió varios poemas. En 1977 le envió una serie dedicada titulada Cinco poemas para CrisOtros cinco poemas para Cris y Cinco últimos poemas para Cris. “Confieso que su lectura, en un principio, me apabulló. Yo, la poeta, me veía ahora tratada como musa, como objeto, y el cambio de papeles trastornaba un poco mi identidad. Pero la identidad no es más que el nombre que damos a nuestros hábitos y costumbres”, dijo ella. Finalmente, esos textos se publicarían en Salvo el crepúsculo.

La respuesta de Cristina llegaría años después de la muerte de él, cuando escribió una poema que empieza diciendo “En el amor y en el boxeo /todo es cuestión de distancia”.

“Solo entonces me di cuenta de que la distancia justa no la habías aprendido ni en Buenos Aires ni en París, sino en el ring, de los boxeadores que admirabas”, afirma.

Ella nunca compartió la pasión de Cortázar por ese deporte. Sin embargo, su vínculo con el Gran Cronopio fue, exactamente, eso: un modo de construir distancia o cercanía preservando la intimidad, la risa, el silencio. Las mismas materias que habitan la escritura de ambos.

Dos poemas de Cortázar a Peri Rossi

Anoche te soñé sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.

Ella desnuda en pórfido, tú tersa piel desnuda.

¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje que miraba a través de tu mirada un horizonte eterno e implacable?

La taza de tus manos contenía la libación secreta, lágrimas o tu sangre menstrual, o tu saliva.

En todo caso no era semen y mi sueño sabía que la ofrenda sería rechazada con un lento rugido desdeñoso tal como desde siempre lo habías esperado.

Después, quizá, ya no lo sé, las garras en tus senos, colmándote.

...

Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca cuando nos despedimos en tu hotel después de un amistoso recorrer la ciudad y un ajuste preciso de distancias.

Creí por un momento que me dabas una cita futura, que abrías una tierra de nadie, un interregno donde alcanzar tu minucioso musgo.

Circundada de amigas me besaste, yo la excepción, el monstruo, y tú la transgresora murmurante.

Vaya a saber a quién besabas, de quién te despedías.

Fui el vicario feliz de un solo instante, el que a veces encuentra en su saliva un breve gusto a madreselva bajo cielos australes.

De Cinco últimos poemas para Cris


Fuente: Clarín