Un cuento y un poema de Natasha Hernández



 






CIERTO QUE...

Mi amigo recogió las cáscaras del plátano que habíamos comido, en el improvisado desayuno, las envolvió en un nylon, camino hacia el frízer y las guardó, en el fondo, bajo mi sorprendida mirada

No me atreví a decir nada para no pecar de indiscreta, pero me alarmaba su conducta. Aquello no tenía sentido, a menos que mi amigo estuviera perdiendo la razón

Cierto que a veces la comida no alcanzaba para saciar el hambre, pero, no era para tanto

Mientras nos tomábamos una taza de café recién colado y conversábamos sobre el vivir diario, mi cerebro buscaba una lógica para aquella actitud: ¿Tendría un pajarito? Miré con disimulo buscando una jaula, agucé el oído esperando algún trino, pero nada

Seguimos charlando y yo observaba buscando alguna anomalía en su forma de comportarse, pero el tiempo transcurría como siempre, sin nada que alterara la cotidianidad. Quise convencerme de lo que había descubierto y con la mayor naturalidad, le dije: ¡Que rico estaba el plátano Jhonso! ¿Me regalas uno? Claro, contestó mi amigo y me puso delante otro, le quité la cáscara con premeditación y alevosía como los asesinos y observé su reacción

Y se repitió el fenómeno: mi amigo con toda parsimonia recogió las cáscaras, se dirigió al frízer y abriendo el nylon las juntó con las otras

Yo no pude más, y le dije: ¿Vas a hacer una sopa de cáscaras de plátano? Mi amigo me miró sorprendido, miró las sobras y soltó una carcajada –No mujer, son para mi suegra. ¡Pero…! ¿No vive en el campo?

Sí por eso le voy a congelando las sobras y una vez al mes se las mando. Me quedé consternada, guardar sobras, congelar... Para enviarlas tan lejos, ¿por qué? Mi angustia comenzó a crecer, mi amigo no podía estar bien, detrás de su normalidad, había un desequilibrio. Claro, no era saludable tener un frízer en la casa, vacío y esto unido a lo demás, había minado la resistencia psíquica del pobre hombre

Discúlpame, Pepe. ¿Pero allá no hay sobras, esa gente no come? ¿Esa gente la está pasando peor que nosotros? Y ¿tu suegra come cáscaras?

¡Claro que no! Son para el puerco que están criando, eso es una ayuda. Respiré más aliviada y levantando la mano, juré que cuanta cascarita me caiga en las manos, la depositaré como gesto de solidaridad en tu frízer.



La Habana, Julio de 1998






DILUVIO

I 

El tremendo diluvio nos obligo 

A cerrarnos a cal y canto 

Y a refugiarnos a la luz mortecina  

De una vela   

 

II 

Los vecinos se sientan en los balcones 

Al fresco 

Y comienzan las conversaciones voladeras 

De balcón a balcón 

Y se puede oír los relatos  

más disparatados 

Te enteras de la vida y milagros 

De las personas  

 

III 

La oscuridad crea una sensación de seguridad 

O de impunidad en la gente 

Como si estuviéramos solos en el universo    

 

IV 

Cuando estamos a oscuras  

Y no llueve 

La oscuridad es más llevadera 

 

 

 

Natasha Hernández

 Escritora y productora teatral cubana

1998 La Habana



Fuente: Armando Africano

















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