Dictadura, democracia y
revolución
El teatro político en América Latina ha
estado inspirado por el compromiso y la militancia revolucionaria y
transgresora contra el capitalismo dominante, en particular a partir de la
década de los sesenta del siglo XX, años de grandes convulsiones en el mundo y
en América Latina con la referencia insoslayable de la revolución cubana. En
nuestro continente la revolución cubana en 1959 y los acontecimientos mundiales
de la década de los sesenta del siglo pasado crearon marcos sociales que
estimularon un nuevo teatro, particularmente político. Se trató de insurgir
contra el pasado y poner en crisis el presente sin utopías sobre el futuro.
Sus bases
ideológicas y estéticas se encuentran, en primer lugar, en la teoría y la
práctica de Erwin Piscator y después, con mayor influencia, en Bertolt Brecht.
Si nos atenemos a la descripción de Patrice Pavis (1998), es un teatro con “la
voluntad de hacer triunfar una teoría, una creencia social, un proyecto
filosófico” (459). Piscator habló de un teatro proletario que debía “subordinar
todo propósito artístico al objetivo revolucionario” y proporcionar “propaganda
consciente”. Brecht logró la síntesis de alta calidad artística y compromiso
político, con pedagogía antes que propaganda.
En términos
generales, entre nosotros el teatro político ha sido más anticapitalista que
propagandista, y en su discurso ha empleado las más diversas formas del teatro
abierto y anti ilusionista. Quiso ser un teatro no burgués con aspiraciones
revolucionarias. Constituyó un movimiento con raigambre y proyección en el
tiempo y en el espacio. En Venezuela ha sido puntual en el tiempo en
correlación particular con situaciones políticas específicas. Podemos afirmar
que ha sido la respuesta de algunos dramaturgos a experiencias y convicciones
personales en marcos sociales específicos en el tiempo. Ha sido poco o nada
considerado en los estudios del panorama latinoamericano; en parte por el
desconocimiento casi total de la dramaturgia venezolana anterior a 1958. José
Monleón (1978) no le dedica espacio suficiente. Igual ocurre con Marina Pianca
(1990), quien le presta atención a los festivales de Caracas, no al desarrollo
de la dramaturgia, y centra su atención en “cuatro hombres del teatro de
Nuestra América en la década del ’60: Boal, Buenaventura, Davis y Valdez” (73).
Monleón y
Pianca hicieron sus estudios a partir de un concepto de América Latina como
unidad y bajo la influencia del impacto de la revolución cubana; en ningún caso
prestaron atención a la diversidad de nuestro continente, ni consideraron el
impacto de la democracia venezolana, importante polo y contrapeso político al
régimen de Fidel Castro en esa década. El concepto de cambio social se concibió
más con base en la liberación propuesta por Cuba que en la construcción de una
democracia moderna como la venezolana; más en una ruptura con el capitalismo
burgués que en una modernidad menos beligerante.
*
* *
El siglo XX
venezolano se inició bajo la férula de una dictadura que se prolongó hasta
diciembre de 1935, cuando Juan Vicente Gómez muere. La dictadura se había
iniciado cuando Cipriano Castro tomó el poder en 1899 hasta irse a Europa en
diciembre de 1908, en un viaje sin retorno para curarse de una enfermedad
producto de su vida disipada. Gómez, su compadre, no se anduvo por las ramas y
se hizo de todo el poder hasta que murió tranquilo en su cama.
En los
marcos sociales de esa dictadura, en 1909 tuvo lugar el inicio del primer
teatro moderno venezolano con un grupo pequeño de dramaturgos que tomó
conciencia de su situación social y de la crisis del individuo en ella, y
estableció relaciones críticas con el país dando inicio a un teatro crítico con
pocos o ningún precedente: Salustio González Rincones, Rómulo Gallegos y Julio
Planchart. Heredero del modernismo, de la toma de conciencia del intelectual en
su entorno y expresando un gran dolor de patria, Planchart escribió entre 1913
y 1915 La república de Caín.
En 1936 Venezuela comenzó un período de
modernización social y económica importante; por un lado, el desarrollo de su
vocación democrática en un proceso lento y riesgoso; por otro, su crecimiento
económico y modernización material gracias a la industria petrolera. La
aceleración de la modernidad hizo erupción con motivo de la Segunda Guerra
Mundial, cuando el país experimentó la internacionalización de su vida social.
El derrocamiento del gobierno de Isaías Medina Angarita en octubre de 1945 dio
inicio a un breve período de democratización y desarrollo social, interrumpido
en noviembre de 1949 con un golpe de Estado que instauró una dictadura hasta
enero de 1958. Desde la distancia, en Buenos Aires, un dramaturgo venezolano
tuvo una percepción entre intuitiva y premonitoria del acontecer de nuestro
continente. En 1951 Pedro César Dominici escribió Amor rojo.
A partir de
1958 Venezuela consolidó su democracia en medio de cambios radicales en el
mundo y en nuestro continente, entre los cuales los ímpetus revolucionarios de
la década de los sesenta marcaron los procesos culturales. A partir de 1961, el
movimiento guerrillero venezolano puso en crisis a la democracia, aunque a
mediados de esa década su derrota era irreversible. Las crisis ideológicas de
1968 como consecuencia del mayo francés y la invasión a Checoslovaquia por el
bloque soviético terminaron por derrotar los intentos revolucionarios en el
continente latinoamericano. En 1970 Rodolfo Santana escribió Barbarroja o nuevo viaje a las regiones
equinocciales.
Los
intelectuales venezolanos de izquierda resultaron consternados con el colapso
de sus ideales revolucionarios, uno de ellos José Ignacio Cabrujas, quien dos
décadas después se expresó así:
En el 65 dábamos lástima ya, estábamos liquidados, en el 65 la
historia nos había caído a patadas, a patadas por todos lados, ya estábamos
reflexionando ‘caramba, qué pasó’. Cuando en el 68 el partido comunista dice
‘paz democrática’ la estampida fue muy grande, se acabó, la estampida fue al
mundo individual. (Imagen Nº 100-21,
Caracas agosto 1986).
Poco antes,
en 1979, Cabrujas estrenó El día que me
quieras y dos años después Ugo Ulive Prueba
de fuego.
El 2 de febrero de 1999 se inició en Venezuela
un proceso de cambios políticos, económicos y sociales bautizado “Socialismo
del siglo XIX”. Un proyecto revolucionario multimillonario único desde la
revolución norteamericana en 1776. Durante dos décadas los ingresos producto de
la renta petrolera y de los impuestos internos sumaron unos tres billones de
dólares (US$ 3.000.000.000.000,00), que unidos al control de todas las
instituciones del Estados dieron a Hugo Chávez un poder de decisión único que
le permitió revolucionar la vida de los venezolanos en todos sus aspectos,
incomparable con el pasado de la nación porque ni siquiera Juan Vicente Gómez
lo tuvo a comienzos del siglo XX en su dictadura de 27 años.
En marzo de 2013 fue anunciada la muerte
de Hugo Chávez, cuando las finanzas públicas daban claras muestras de
agotamiento. En 2014 fue evidente el agotamiento definitivo de la riqueza
habida los años anteriores y comenzó una crisis que en 2018 se expresó en una
hiperinflación de 1.600.000 %, que destrozó la economía y la vida cotidiana de
la sociedad venezolana.
Julio Planchart (1885-1948)
Venezuela ingresó al siglo XX bajo la
influencia del positivismo y el modernismo. El primero sacudió las costumbres y
creencias tradicionales y el otro hizo que los intelectuales y artistas tomaran
conciencia de su situación en el mundo y en su sociedad. La historia nacional
comenzó a ser revisada con ojos positivistas hasta formular la ideología del
gendarme necesario para legitimar la dictadura de Juan Vicente Gómez. Las
novelas mostraron el desentono de sus protagonistas con su medio ambiente,
turbados por Florencia y París, hasta expresar con claridad la crítica
política, como se lee en Ídolos rotos
(1901), de Manuel Díaz Rodríguez:
-¡La política! ¡Para lo que ha llegado a ser la política! Una
feria, una triste feria, la feria de las almas feas y monstruosas. ¡Si, al
menos, Pedro pudiera ser como su tío Alberto! Pero ni él tiene su carácter ni
hoy pueden darse hombres como Alberto, como tu tío Alberto y otros más de su
época y su partido, verdaderos liberales puros. Busca hoy uno que haya sido en
política la tercera parte de lo que él fue y que sin ser vicioso, como él,
muera sin dejar un céntimo. No lo hallarás, como tampoco hallarás entre esos
políticos de hoy dos manos limpias de enjuagues. No sé lo que ha pasado por el
país. Parece como si hoy no se pudiera ser político sin suscribir antes a un
pacto por el cual se enajena la honra. Ese es mi miedo.
El viaje sin retorno del dictador
Cipriano Castro en diciembre de 1908 abrió un resquicio de esperanza en la
juventud, una de cuyas expresiones fue la aparición el 31 de enero de 1909 de
la revista La Alborada, dirigida
jóvenes nacidos en la década de los ochenta del siglo anterior: Henrique
Soublette, Julio Planchart, Julio Rosales y Rómulo Gallegos, acompañados desde
afuera, pero no muy lejos, por Salustio González Rincones. En la primera
editorial de la revista fijaron posición:
Salimos de la oscuridad en la cual nos habíamos encerrado
dispuestos á perderlo todo antes de transigir en lo más mínimo con los secuaces
de la Tiranía. Muchos de nosotros hemos estado a punto de ahogarnos bajo la
presión de aquella negra atmósfera, pero nunca de ceder un ápice de nuestra
integridad; hemos de hacer mucho hincapié en esto. Nuestro oscuro pasado nos ha
robustecido, nuestro silencio nos da derecho á levantar la voz; puesto que
hemos sido víctimas podemos ser acusadores.
Esta revista quincenal fue el nicho
donde adquirió forma la primera modernidad teatral venezolana con las obras de
Salustio González Rincones (1886-1833: Las
sombras 1909 y El puente triunfal
1915), Rómulo Gallegos (1883-1969: Los
ídolos 1909, El motor 1910 y El milagro del año, 1914) y Julio
Planchart (1885-1948: La república de
Caín 1913-1915).
Fieles a la posición asumida en el
editorial estos autores expresaron, por primera vez, un sentimiento dramático
de país o, en palabras de Planchar, “un dolor de patria y de una inmensa
desesperanza”. Escribieron un teatro impregnado de crítica liberal contra el
poder e inspirados en una Venezuela posible imposibilitada por las dictaduras
de Castro y Gómez. De los tres, Planchart asumió un discurso político directo y
radical, por lo que tuvo que esperar mayo de 1936 para publicar su obra, que
“durmió en el rincón más hondo y más oscuro de una gaveta un sueño temeroso de
más de veinte años” como informa en la edición de su obra, nunca representada.
Su frontalidad ante los marcos sociales en los que escribió indujo en él algo
de pesimismo, expresado de alguna manera en una carta a su amigo Salustio
González Rincones el 6 de febrero de 1911:
En esta ciudad polvorienta y húmeda están las cosas en el
mismo punto en que las dejaste; yo, en mi oficina, ante la misma máquina y la
misma enfermedad de estómago, y perdido de virtudes teologales, es decir, que no tengo ni fe ni esperanza y, por
consiguiente sin caridad de ninguna especie para con mis semejantes.
Fue miembro fundador del Círculo de
Bellas Artes en 1912 y profesor de literatura e historia. Desempeñó cargos en
el Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1938 y 1941, en el gobierno de
Eleazar López Contreras. En este último año se incorporó como Individuo de
Número de la Academia Nacional de la Historia. Primer director de la comisión
editora de las obras completas de Andrés Bello. Escribió las novelas Estos hombres de ahora (1922) y Los Montijos (1925).
La república de Caín
La
república de Caín es un alegato contra las dictaduras de Castro y Gómez y
una radiografía de la sociedad de la época, representada como cortesana del
poder. En este sentido, el propósito de Planchart al escribirla fue denunciar
el poder tiránico de aquel régimen sin ocultar su pesimismo, como lo expresa en
la presentación de la edición de 1936:
Entonces el mínimo resquicio de ilusión de una república libre
se arrinconó en las entrañas de los ilusos en extremo o de los jóvenes
intensos. De allí el humor pesimista y amargo de este libro.
Planchart describió su obra “comedia vil
e irrepresentable en un prólogo y cinco jornadas escrita en verso” con un
intermedio entre la cuarta y la quinta. Vil por la amargura con la que la
escribió e irrepresentable porque el régimen no hubiese permitido nunca su
edición y puesta en escena; pero además, y he aquí su importancia teatral,
porque propuso una nueva teatralidad ajena a los residuos románticos y
diferente al realismo naturalista de sus compañeros, y en nada semejante a las condiciones
de producción escénica vigentes. En las acotaciones se dirige con frecuencia al
“lector” del libro, nunca al espectador.
Para su propósito, Planchart desarrolló
una estrategia similar a la del teatro épico, sin la visión ideológica de
Bertolt Brecht y más próxima al pensamiento liberal deseoso de una república
moderna sin caudillos y dictadores. Planchart representa una metáfora: Caín y
Esaú, dos personajes bíblicos, asaltan el poder de las Islas Mermadas, un país
imaginario en un tiempo indefinido, sin posibilidad de liberarse de él y con el
beneplácito cortesano de las elites representantes de su sociedad.
Las situaciones y los personajes dan forma a una fábula
grotesca y bufona. Las primeras son fragmentos de un cuadro épico sin clímax ni
conflictos psicológicos, solo descripciones de una sociedad cortesana ante el
poder. Los personajes son roles casi arquetipos semejantes a los personajes de
un cuadro de Brueghel (“Combate entre el carnaval y la cuaresma” y/o “Banquete
nupcial”, por ejemplo) en contrastes y oposiciones que dan forma a la denuncia
política. Más de treinta, unos son definidos por su desempeño social: El
Arriero, El Cínico, El Poeta, El Alpargatero, Mecha la verdulera y su hija;
otros por su valor simbólico: La Voz de la Conciencia y El Ojo de la
Conciencia; otros con nombres de resonancia bíblica o aparente: Ananías, Callok
Caifás, Hallack, Ortiaz, el General Estamión Macabeo; otros terminan
representando la voz del autor: Pericles y El Joven. Todos visten como “las
ilustraciones de los más sencillos textos de Historia Sagrada para niños”.
Un conjunto de recursos y medios estratégicos para distanciar
el propósito ideológico de la obra, pero con un lenguaje político sin
equívocos.
Los lugares donde transcurre la fábula
representan una geografía árida en proceso de deterioro creciente, rastrojos
miserables. Las acotaciones, minuciosas, describen un telón de fondo de miseria
y desolación. La fábula no transcurre en un tiempo histórico identificable por
su carácter metafórico; en contraste, el lenguaje de los diálogos contiene
referencias políticas y sociales inmediatas de la realidad del espectador;
describen el gesto social de la fábula, sin incluir relaciones inter personajes
que sugieran dramas privados.
Es notorio el comportamiento cortesano
de los habitantes de las Islas Mermadas, ávidos de congraciarse con el poder
para beneficiarse, y el comportamiento avaro y casi obsceno de Caín y Esaú en
el disfrute del poder; a ambos Planchart opone, principalmente, a Pericles. El
historiador Manuel Caballero en Gómez, el
tirano liberal (1993, p. 257) se refiere a “la adulación mineralizada” de
la sociedad de la época expresada en periódicos y revistas.
La división de la obra en jornadas
indica la saga anti épica de Caín y Esaú para obtener el poder y disfrutarlo
durante un tiempo indeterminado. Recordemos que fue escrita cuando el régimen
gomecista tenía por delante otras dos décadas y cuyo fin era imposible prever.
Por eso, el desenlace de la fábula consolida el poder de Caín, después de una
mascarada protagonizada por Yacú quien simula un cambio que no tiene lugar.
En el Prólogo Caín, siempre acompañado
por El Ojo de la Conciencia “aéreo y encuadrado en un triángulo. No habla” y La
Voz de la Conciencia, no visible por supuesto, se encuentra con Esaú, quien
recién vendió su primogenitura por un plato de lentejas. La situación tiene
lugar en un camino, casi un erial, “donde hay un árbol de una sola rama y sin
hojas”. Caín se identifica como homicida y “nieto de la nada” y Esaú comprende
ante quién está:
Yo soy un gran bribón, y vos, otro también:
mas esto lo diremos aquí, para nosotros,
que nadie lo repita, que no lo digan otros.
El Ojo de la Conciencia, como en su
oportunidad La Voz de la Conciencia, tiene participación activa según le indica
Caín, quien lo invita a tomar un poco de aguardiente. Y Caín hace la propuesta:
Se produce en mi mente idea genial:
firmemos en el acto
el más solemne pacto:
nos hemos de juntar en uno solo,
para cualquier matanza, robo o dolo;
y luego entre los dos, sin pleito, en fin
dividirnos sabremos el botín.
Sus primeros intentos de robo y dolo
tienen lugar en la primera jornada cuando se encuentran con El Indio y El
Enfermo. Planchart completa el perfil de ambos personajes como dos caras de una
misma moneda. También ofrece una primera descripción de las Islas Mermadas, el
país que imaginó para su fábula:
Esaú y Caín van de aventuras. La escena en un camino que se
pierde en el horizonte y tiene grandes baches y pantanos que, a veces, llegan a
lagunajos, de donde salen nubes de mosquitos. En el fondo manchas rojizas de
los tejados de un pueblo.
Esas “manchas rojizas de los tejados de
un pueblo” inspiraron a Enrique Bernardo Núñez a escribir La ciudad de los techos rojos, cuya primera edición fue en
1947-1949. Esa descripción inicial ubica la fábula en un lugar inhóspito
apropiado para las situaciones que vivirán sus protagonistas. Lugar y pueblo
son idénticos según Caín:
Esta devastación y esta tristeza,
a los hombres de presa
hacen fácil ambiente.
Vivirán en el pueblo holgadamente
la ignorancia y el robo y la pereza.
Así, pues, que mi astucia y vuestro brazo,
nos habrán de imponer muy fácilmente.
En la ocasión propicia, un buen mazado,
o lisonja servil, según el caso.
La conquista del poder se inicia en el
encuentro con El Indio y El Enfermo. Con el primero para poner en evidencia la
riqueza fácil sin trabajar, gracias a lo que ofrece la naturaleza. Con El
Enfermo, la posibilidad de engañarlo con un brebaje cualquiera para cobrarle en
oro. De esta manera, Planchart completa la situación inicial y el carácter de
sus dos personajes, con el propósito de sentar las bases de futuro ejercicio
del poder:
CAÍN:
¿Tendremos un botín
si lográis vuestro intento?
ESAÚ:
Que en el vecino pueblo –yo he pensado
han de nombrarme primer magistrado,
o ha de ser para vos el nombramiento.
CAÍN:
Comprendo lo prudente
de esa intención sutil y conveniente,
pero a mí me parece lo ajustado,
el que a mí se me nombre magistrado.
La segunda jornada tiene lugar en la
plaza del pueblo, en cuyo centro está el pedestal para “una estatua que se le
piensa erigir al héroe de las Islas Mermadas”. Las acotaciones también son
comentarios del autor, similar a algunas de Valle Inclán: “Aun en la tierra más
desdichada puede haber nacido un grande hombre”. Es el día de las elecciones
según los derechos que da la constitución y los ciudadanos de las Islas
Mermadas discuten sus aspiraciones.
La primera situación de la jornada
presenta a los ciudadanos, en preparación para la posterior aparición de Caín y
Esaú. Es una variopinta muestra de caracteres e intereses, en la que El Cínico
actúa en rol distanciador clave con comentarios puntuales:
Por eso yo no como sino bebo,
y no me caso aunque me quieran mucho.
El ideal es algo espirituoso.
El bolo digestivo es un obstáculo
que tiene que saltar el ideal.
Pusiéronte una rienda en el estómago
los infames tiranos que éste dice.
Es causa de tu mal el apetito:
desganado estuvieras y serías
un hombre inmaculado.
En la visión y propósito de Planchart,
el relativismo moral es un factor determinante en las relaciones de poder de la
sociedad de cortesanos con la tiranía. La incorporación de personajes
populares, de Pericles, El Joven y El Poeta versificador del poder le permite
completar ese relativismo con un sentido utilitario. Entre ellos destaca Macha,
prestamista “al treinta por ciento quincenal”, y su hija enamorada de El
Alpargatero. Un cuadro bruegheliano en el que se definen roles con escasa
correlación entre ellos, en expectativa para alcanzar el poder y como preparación
para el ingreso de Caín y Esaú. Pericles, quien incidentalmente participa de la
acción, la comenta para darle significado a esta situación preparatoria de la
participación de los dos personajes principales:
Quisiera ver la patria libre de sus dolores;
quisiera verla grande, pura y ennoblecida,
a esta madre de buitres, que ha sido prostituida
por tantos malos hijos: buitrezuelos feroces
que amolaron sus picos, cortantes como hoces,
para picarla luego en todo el corazón.
Planchart se toma tiempo para representar
con detalle el mapa social de las Islas Mermadas sin ocultar sus comentarios
críticos, con tristeza o pesimismo. Escribe en los años cuando Juan Vicente
Gómez decidió apretar las tuercas sin miramientos ni demagogia.
Caín y Esaú, un tanto agazapados,
observan el cuadro social. “Preparaos, Caín, que ya se acerca / el momento de
actuar”, dice Esaú. Poco después, en un largo monólogo, Esaú presenta a su
cómplice, “nieto del barro y de la nada” con referencias irónicas a la historia
bíblica, hasta concluir:
Ya veréis que Caín, en la ocasión,
sabrá honrar nuestro hermoso pabellón,
y defender la patria bien amada
con los mandobles de su ardiente espada.
Planchart se refiere a la posición de
Cipriano castro en 1904 cuando potencias europeas bloquearon el puerto de La
Guardia para cobrar una deuda y Castro hizo su famosa proclama: “La planta
insolente del extranjero…”. Los esfuerzos de Pericles por mostrar quiénes son
en realidad Caín y Esaú son desechados. La multitud da vivas a Caín, nombrado
Jefe Civil, y El Cínico comenta: “Que nombran al bandido es lo seguro. / Él es
el jefe nato de este pueblo”, y los cortesanos se inclinan ante el nuevo
mandamás, mientras Pericles se deprime y El Cínico cierra la jornada con un
consejo:
Señor Pericles, no tendréis fortuna,
en este tierra desolada y pobre.
Para vivir en paz en este pueblo
es necesaria la renunciación.
Como los peces en el agua están
Caínes y Esaúes en mi tierra.
En “el salón de la casa de gobierno” con
un “mueblaje desigual y de mal gusto” tiene lugar la tercera jornada en la que
Caín ejerce su poder sin cuidado ni pudor. La acotación inicial describe un
cuadro que caracteriza lo grotesco del lugar:
Caín con los arreos de un general pone su planta sobre el
cadáver de Abel; Dios sonríe con cara bondadosa ante la gallardía de Caín. En
otro término, Esaú vende a Jacob su primogenitura: este último ha sido
representado como un ente miserable. Al lado de este cuadro uno pequeño, en el
cual, como un lauro académico o como una medalla industrial de exposición, ha
sido colocado el Ojo de la Conciencia.
Dos situaciones representan el pleno
ejercicio del poder por Caín y Esaú. Antes de que ambos ingresen a escena, los
cortesanos continúan con los elogios al nuevo mandamás y se presentan como la
nueva clase dominante, cobijada y enriquecida bajo la sombra del poder. “El
benéfico gobierno de Caín / es como una bendición de Dios” afirma Estamión,
quien vive del presupuesto sin trabajar y tiene el monopolio del ganado,
mientras Caifás tiene el monopolio del pan, de los botes y de la luz (“Yo en
poco tiempo me enriquezco, pues”), mientras El Poeta escribió un soneto “donde
subieron Esaú y Caín / a los cielos en vida”. Así no hay disonancias entre el
poder y las elites sociales.
El ingreso de los mandones acentúa el grotesco.
“Que no hay nada mejor en este mundo / que mandar en un pueblo semejante”, dice
Caín, a lo que responde Caifás con una breve monólogo excremental porque tiene
el monopolio del papel sanitario y produce un laxante. Es clara el propósito y
la estrategia de Planchart; por un lado, criticar sin atenuante alguno las
dictaduras de Castro y Gómez y a quienes fueron sus cortesanos; por el otro,
representar, casi narrar con frialdad y en forma progresiva los comportamientos
sociales públicos, sin correlaciones subjetivas entre los personajes.
Cuando Caín quiere los dos tercios de
los beneficios que obtendrá Caifás, este no oculta su sumisión:
CAIFÁS
(En éxtasis): El total si queréis.
Mi persona y mis bienes. Todo yo
estoy enteramente a vuestra orden.
CAÍN:
Los dos tercios me bastan.
Bien menguado provecho el que tendría
con la persona de Callock Caifás.
La presencia en escena de El Poeta
introduce el tema de la cultura, detestada por Caín, por lo que librará de
poetas a las Islas Mermadas: “Que escribir libros vale más sembrar / una papa
no más”. El Poeta de inmediato renuncia a sus versos y maldice la hora cuando
vino al mundo. Caifás no se explica cómo pudo escribir acrósticos; Estamión
acusa a los artistas de ociosos y Ortiaz concluye:
El más perverso de los animales
es el hombre, sin duda;
y su especie peor el literato.
La sociedad de las Islas Mermadas es
sumisa en todo; Caifás escribe que Caín desciende de Dios; en consecuencia,
Caín acentúa su control político y social, se adueña de toda la producción de
ganado, “y aquel que quiera hacerme competencia / a la cárcel irá” sin
importarle el empobrecimiento del pueblo. En prevención, y por consejo de Esaú,
nombra a “Estamión como si fuera / el que hace el negocio, y por lo tanto /
responsable del mal”. Para tener el control económico de las Islas Mermadas,
estos bribones no escatiman tomar cualquier medida, como aumentar los impuestos
“al modo de vivir / las familias del pueblo”.
La jornada termina con un diálogo que
pone de manifiesto los gustos eróticos de los cortesanos y Caín (“Carne tierna
/ es mi delirio en abundante seno”) y los primeros indicios de algún desacuerdo
político ante la inminencia de una revolución:
Estos señores de la pluma en riste,
están creyendo que los necesito.
Este Esaú, Caifás y los demás
no saben que yo solo sé bastarme.
Mi maza vale más que dos mil plumas
y yo que mil plumarios.
Y concluye con un diálogo de Caín con el
Ojo de la Conciencia (“estoy muy satisfecho / de todo cuanto he hecho”) y la
Voz de la Conciencia:
¿Qué vaya más allá?, tened paciencia,
veréis si llego avante,
a un punto a que otro no llegó jamás.
Yo seré el magistrado
que sobrepase a todos los demás
señores de este pueblo afortunado.
La revolución gatopardiana de Yacú lo
confirmará.
En la cuarta jornada Planchart continúa
con la representación de situaciones con las cuales ir completando, poco a
poco, el cuadro bruegheliano de las Islas Mermadas bajo el poder de Caín. En
primer lugar con la libertad de expresión. En un largo monólogo, Pericles le
describe a Caín los crímenes de su régimen, en particular en las cárceles; sin
duda, en alusión a La Rotunda, célebre cárcel del gomecismo. Planchart no
oculta sus deseos se superar ese horror; por eso pone en boca de Pericles:
Oye esa voz, Caín, y muévete a piedad:
un beneficio grande
para la patria fuera,
y de los hombres justos un bien cumplido anhelo,
trocar negras mazmorras por la cárcel modelo
que junte fortaleza con justicia y bondad.
Rodeado de cortesanos, Pericles termina
mal. “Es un loco de remate”, dice El Poeta, mientras Caifás compara a Caín con
“Júpiter omnímodo” y Ortiaz tilda a Pericles de audaz mientras propone que la
Asamblea Popular titule a Caín “El hijo predilecto de este pueblo”. Caín
necesita las cárceles como puntales de su poder. A continuación es el negociado
con la deuda externa para beneficio propio. Es la situación en la que Estamión
informa que “el bandido Yacú, jefe del norte / está en revolución contra Caín /
y el prudente Esaú”; pero Caín, aparte, duda de Esaú quien “lo sabía y no lo ha
dicho; y yo debo salir para él quedarse, / esto me huele mal”.
Es la crisis en la cúpula del poder,
metáfora que remite a la toma del poder por parte de Juan Vicente Gómez cuando
Cipriano Castro, su compadre, viajó a Europa por problemas de salud. Con esta
información, preparatoria de próximas situaciones, la siguiente tiene por
protagonista a Macha la Verdulera y su decisión de negociar la virginidad de su
hija:
Los pobres no podemos tener honra;
cuando menos pensamos
perdemos la honradez.
Ella la perderá, de eso no hay duda;
por eso es mi intención,
que en vez de que la pierda con cualquiera
la pierda con un hombre de importancia.
Macha es un personaje que muestra la
degradación moral total de la sociedad de las Islas Mermadas; al igual que su hija, es utilitarista:
Mas tengo que decir las condiciones:
a mi hija una casa y una renta,
un coche para mí.
Planchart le contrapone una mujer que
pide clemencia para su hijo encarcelado, sin buenos resultados. Porque Caín
culpa a Yacú por quien “se llevan los hombres a la guerra”. En simultáneo, la
crisis en la cúpula del poder persiste en la separación de Caín y Esaú, y Caín
dialoga con el Ojo de la Conciencia cual cómplice suyo:
¿Qué te parece a ti, conciencia mía?
No le doy a Esaú su granjería,
y sabrán los lectores de este fin,
que sólo manda en la nación Caín.
Haré el mal que yo pueda en adelante.
No se merece más el habitante
de este país cobarde de ladrones,
agiotistas, cuatreros y bribones,
en donde se estimula a los bandidos
en sus procedimientos criminales,
y en donde fueron siempre consentidos
desde los tiempos más inmemoriales.
No opone el pueblo resistencia alguna
y lleva mis excesos con gran calma.
Estúpido sería, si por una
escrupulosidad fuera a perder
las ocasiones que me da el poder
de actuar según las inclinaciones de mi alma.
Y me parece justo, por lo demás,
pues si alguien sube a gobernar aquí
haríalo tal mal como yo lo hago;
luego soy como otros, nada más.
Están arrodillados ante mí
el hombre que se dice inteligente
y el bárbaro también, tan servilmente,
que asco me causan en lugar de halago.
¡Ya veréis como os mando, miserables!
En balance a la denuncia inicial de esta
jornada en boca de Pericles, Planchart la cierra con la ferocidad con que Caín
está dispuesto a seguir gobernando en las Islas Mermadas. La Voz de la
Conciencia considera loable esos propósitos, y califica indecente, estúpido,
cobarde y perezoso al pueblo de ese país imaginado pero no tan imaginario.
Después de un breve intermedio de
Pericles, en que hace una plegaria a Dios, se precipita el final gatopardiano
en la quinta jornada con el triunfo de Yacú respaldado por los cortesanos,
quienes traicionaron a Caín. El Joven, voz contrastante que incorpora el punto
de vista de Planchart, se pregunta si Yacú se comportará como Caín y responde
Pericles:
Eso no lo dudéis un solo instante,
pues Caín y Yacú son uno mismo.
Cien años hace ya que está viviendo
esta tierra un círculo vicioso.
La anarquía al Caudillo da ocasiones.
Y de nuevo el Caudillo la motiva
por el infame gobierno.
Planchart describe su realidad política
con el cambio de nombres habido en el gobierno venezolano entre 1908 y 1915, no
de régimen político. Por eso, en esta última jornada El Joven, Pericles y El
Cínico juegan roles críticos principales. Según El Cínico, “de un pueblo
inculto, desolado y pobre, / el caudillo es producto natural”. La situación es
crítica porque es necesario articular la protesta más allá de cualquier caso
particular. Pericles, por su parte, es la voz que postula una patria posible,
sin mayor idealismo sobre su posibilidad; más bien con pesimismo:
La patria es una idea, es sentimiento,
que nade en nuestras almas al calor
del ejercicio de las libertades.
De otra manera habremos de buscarla
inútilmente con las fuerzas solas
de nuestra inteligencia.
Así prepara Planchart la situación
básica de enunciación de la obra, en la que representa la gran bufonada que
perpetúa en el poder a Caín. Dice la acotación: “Entran varios hombres a clavar
un poste en medio de la plaza; del poste
pende una cuerda”. Yacú asumió el poder y preparan la muerte de Caín en la
horca. Cada quien busca cómo acomodarse ante el nuevo mandón. El Poeta afirma
que intervino para lograr la libertad de Ananías; se habla de nuevo de
pensamiento libre, aunque Billah afirma: “Yo no lo he visto por ninguna parte”.
De nuevo, el oportunismo político ante el poder por boca de Ortiaz:
Yo diré francamente,
que abandoné a Caín
cuando fue necesario abandonarlo,
pues cada uno mira por sí mismo.
A mí la profesión no me da nada:
yo tengo que servir y que adular
a ciertos hombres, como un buen negocio.
Pericles considera que “no hay sino que
irse de este pobre pueblo” y El Joven se pregunta si esa sociedad no podrá
producir “un genio como antaño lo tuvimos”, mientras para El Cínico la opción
es “o irse de este pueblo a otros países, / o, como el caracol, estar metido
dentro de su concha; / la mía de cinismo tengo ya”. Son las tres voces
disonantes con las que Planchart distancia su fábula y da al espectador (“El
lector”, según sus acotaciones) razones para que saque sus propias
conclusiones.
La presencia de Yacú en “un hermoso
caballo” en escena es breve, acompañado de “Esaú cabalgando una mula y Callok
Caifás una burra. Por último, Caín amarrado y entre sayones”. Yacú afirma que
ha venido “a liberar / de un tirano este pueblo tan sumiso”, pero de inmediato
advierte que “yo me nombro a mí mismo el jefe supremo”. Los vítores por Yacú no
se hacen esperar. Dos acotaciones describen el movimiento escénico:
A una seña de Yacú, los sayones ahorcan a Caín, quien no ha
dejado un solo momento su sonrisa sarcástica. Al morir parece como si le sacara
la lengua al concurso, en una mueca macabra. Los músicos tocan una marcha
fúnebre.
Después de nuevos vítores para el nuevo mandón:
Yacú, sacudiéndose, en un instante, como un hábil transformista, se cambia en Caín, en el mismo Caín que poco antes habían ahorcado. El ahorcado ha desaparecido; la cuerda se agita sola en el aire.
Después de nuevos vítores para el nuevo mandón:
Yacú, sacudiéndose, en un instante, como un hábil transformista, se cambia en Caín, en el mismo Caín que poco antes habían ahorcado. El ahorcado ha desaparecido; la cuerda se agita sola en el aire.
Es la metáfora de Planchart para
representar lo que significó el cambio habido cuando Cipriano Castro viajó a
Europa en diciembre de 1908. Ante el nuevo abrazo de Caín y Esaú, regresan las
cortesanías de siempre. Caifás niega que Caín matara a Abel. Regresan Macha y
su hija y el utilitarismo moral de ambas, mientras Planchar cierra su comedia vil
con las palabras de El Cínico, Pericles y la sentencia de El Joven:
Forraos de estoicismo y de esperanza.
Los dioses, con ser
dioses, no lograron
inmortales vivir.
Caín no es inmortal.
Yo abrigo la esperanza de gozarme
Con su muerte y su entierro.
Pedro César Dominici
(1872-1954)
Miembro de la generación modernista que
irrumpió a finales del siglo XIX, fundó junto con Pedro Emilio Coll y Luis
Manuel Urbaneja Achelpohl la revista Cosmópolis
(1894-1895). Entre 1922 y 1936 ejerció la diplomacia en Chile, Uruguay y
Argentina, años cuando escribió sus primeras obras (El hombre que volvió, 1931; La
casa, 1932; La Venus triste,
1935). Después escribió La jaula de otro
y en 1951 Amor rojo, el tercer tomo
de su teatro publicado en Buenos Aires a finales de los años cuarenta del siglo
XX. En esa ciudad murió en 1954.
Hijo de Aníbal Dominici (1837-1897),
primer ministro de instrucción pública de Venezuela en 1881 y pionero en la
introducción de un nuevo teatro con tendencia al realismo psicológico (La honra de la mujer, 1880), Pedro César
Dominici es uno de los autores más desconocido del teatro venezolano. Su
producción, diversa en su temática y estilo, tiene en Amor rojo un punto de inflexión por presentar un tema político sin
aparente correlación con la realidad venezolana y del subcontinente
suramericano de la época, porque la subversión armada y el triunfo de una
revolución no eran asuntos de la política de entonces ni, menos, una posibilidad
de cambio social. En su prólogo a El
hombre que volvió, afirma:
El desamparo en que yacía nuestro teatro me sugirió tiempo
atrás el propósito de escribir alguna comedia o drama que contribuyese a
aumentar el caudal, pobrísimo, en Venezuela, de un género literario tan grato a
mi espíritu, al extremo de que, en mis largos años de vida en París, Londres,
Roma, Madrid, Buenos Aires, rara era la noche en que yo no asistiese a algún
teatro –lo cual significa muchas miles de noches-.
Se refiere, por la fecha de esta obra
(1931), a los últimos años de la dictadura de Juan Vicente Gómez, cuando el
teatro venezolano era menos que una actividad rupestre a pesar de la aparición,
dispersa, de nuevos autores que, con el tiempo, darían forma al realismo
ingenuo surgido después de la muerte del dictador y preámbulo del realismo
crítico de la segunda mitad del siglo XX.
Escrita en Buenos Aires, “en un período febril, solitario,
casi sin hablar ni leer, en pleno verano, en veinte y ocho días”, la depositó
en la Biblioteca Nacional de esa ciudad. Hizo intentos para representar sus
obras, aceptadas por autores y directores, uno de ellos Armando Discépolo, pero
rechazadas por la cantidad de personajes. Con La casa, también depositada en la Biblioteca Nacional, participó en
un concurso en el que obtuvo el cuarto lugar entre 98 participantes; pero no
fue representada en el Teatro Cervantes donde se ofrecieron las tres primeras.
Según Dominici, la actividad comercial del teatro bonaerense impidió que sus
obras fueran representadas:
El teatro en la Argentina ocupa un lugar sui generis ajeno a la literatura y al arte. Es, por decirlo así,
negocio de índole puramente comercial.
Consciente de
la dificultad, por no decir imposibilidad, de ver representadas sus obras por
los inmensos costos de producción, mantuvo su manera de escribir y subtituló
“El drama de las multitudes” a Amor rojo:
Es un drama del pueblo. Y en realidad es el Pueblo el
personaje principal de la ficción escénica.
La multitud está representada por más de
cuarenta personajes y la valoración del pueblo como agente social. Pero
multitudes no solo por la cantidad de personajes; principalmente por la
vocación popular de la fábula.
Amor rojo
Obra de
compromiso con el cambio social, en su producción anterior no se vislumbra ni
se insinúa una temática similar. Su idea rectora es la revolución como
alternativa a un régimen burgués descrito en términos muy generales como
dictadura. Obtenido el poder, afloran las contradicciones internas del nuevo
régimen y Dominici ofrece un final abierto, algo esperanzador pero también
incierto.
En nueve actos
(!), más bien escenas o episodios, la fábula es un recorrido desde la placidez
de una sociedad burguesa y conservadora representada por la familia de la
protagonista, Marta, el paso por el proceso insurreccional y su enfrentamiento
con el ejército y el triunfo de la revolución con sus contradicciones internas.
Es una fábula con ribetes épicos que representa el mural de una sociedad y un
país con un personaje central que encarna el ideal revolucionario, herido por
la muerte del líder amado.
Podemos lanzar
la hipótesis, sin afirmarlo del todo aunque la fábula tiene lugar en Venezuela
(Caracas es mencionada una vez), que Dominici pudo tener presente la situación
de Venezuela, víctima de un golpe de estado militar a finales de 1948 contra el
gobierno de Rómulo Gallegos, el primer presidente civil electo en unas
elecciones universales y secretas. Sin duda, la revolución rusa se insinúa en
el horizonte cuando uno de los personajes, Luisa, es tildado comunista.
La ideología
política de Amor rojo está inspirada
más en una noción general de justicia social, que en un proyecto consolidado a
pesar de ser invocado siempre el pensamiento de Mario, líder del movimiento
insurreccional asesinado en el segundo acto. Marta, su novia, asume la
representación de su novio, hecho que da origen al título de la obra.
Si en Julio
Planchart encontramos una toma de posición clara frente a las dictaduras de
Castro y Gómez, en Dominici no podemos identificar con claridad si al escribir
su obra tomó posición política ante una realidad específica. Dominici es, en
este sentido, muy aristotélico; su fábula podría suceder por la verosimilitud
que le da soporte.
I
La fábula se
inicia en una situación casi bucólica en el jardín de una casa señorial
burguesa, en el que la juventud de tres muchachas, el ambiente primaveral y las
perspectivas de matrimonio conforman una situación plácida, con un diálogo
cotidiano e intrascendente
MERCEDES: Uf. Yo no puedo más. Qué manera de correr.
MERCEDES: Uf. Yo no puedo más. Qué manera de correr.
MARÍA: Culpa de Marta, que es una
diabla.
MARTA:
De mí no. Queríais alcanzarme y he probado que corro mucho más. (Marta se pone de pie y hace cosquillas a
Mercedes y después a María, éstas gritan y forcejean con Marta).
MERCEDES:
Déjame, loca.
MARÍA:
¡Qué loca! No nos da vergüenza. Corriendo como chiquillas.
MERCEDES:
Qué dirían nuestros novios. ¡Qué vergüenza!
MARTA.
Al contrario. A Bruno y Lino les encantaría verlas correr. Eso demuestra buena
salud y agilidad. (Las tres niñas sueltan
la risa).
La situación familiar se complementa con
la presencia de los padres, Jacinto y Jacinta, y los pretendientes de María y
Mercedes, Bruno y Lino. Pero cambia con la incorporación de Mario, “de aspecto
fuerte y distraído, o indolente. Aunque algo descuidado en el vestir, se ve que
no es un obrero, sino un señorito pobre”. Mario modifica la situación inicial
por su desadaptación social y familiar. Es el primer cambio hacia el propósito
central de la obra. De inmediato unos manifestantes ingresan a escena:
MARIO:
¿Qué quieren ustedes, qué piden?
UN
MANIFESTANTE: Queremos la tierra que le sobra a este ricachón, para trabajarla.
Nuestros hijos también tienen que comer.
OTRO:
Que nos dé lo que no cultiva para sembrar nosotros.
OTRO:
O le pegamos fuego a la casa.
MARIO:
¿Qué ganarás con eso? Vendrán los soldados y te echarán.
OTRO:
No se atreverán a tirar contra el pueblo.
MARIO:
Te equivocas. Tirarán si se les ordena.
OTRO:
Eres traidor a la causa del pueblo.
OTRO:
Otro vendido.
MARIO:
Te equivocas otra vez; soy Mario Kéler.
Este
breve diálogo enuncia una visión simple de lucha de clases, diríase incluso de
inspiración marxista. El acto termina con la defensa de Mario del padre de
Marta, y su encabezamiento de una manifestación. De esta manera casi
esquemática, Dominici presenta las oposiciones ideológicas principales de la
fábula.
II
Dominici
formula la tesis política de su obra en el cuarto donde vive Mario. Está
acompañado de Sínger, quien representa el pensamiento revolucionario radical
frente a Mario (“No nací para la violencia. Quiero la igualdad sin sangre”).
Singer será un personaje perturbador a lo largo de las situaciones de la
fábula. La oposición entre ambos personajes inicia un proceso de depuración
ideológica, primero con la crítica a la religión y referencias a Rusia y
después con la discusión sobre los principios que deben inspirar la revolución:
MARIO:
Debemos educar al pueblo en esos ideales, que representarían la fuerza más
poderosa que haya existido en el mundo, y llevar a los soldados al sentimiento
de respeto a la vida humana. El partido obrero del mundo debe estudiar el modo
de realizar esa Revolución sin armas, ni sangre, ni muertos. Esas ideas las
pienso sostener en el Comité del Pueblo.
Es el ideal que
postula Dominici en medio de contradicciones y conspiraciones concretadas con
la muerte de Mario y la presencia de Marta, quien encarnará sus postulados
hasta el final. El planteamiento ideológico de Mario es tergiversado, en parte
por Bruno quien lo presenta como un líder violento en peligro de ser capturado,
como lo es al final del acto cuando es anunciada su muerte.
Dominici no
descuida su propósito de hacer al pueblo protagonista de su fábula. Los obreros
en escena fortalecen el liderazgo de Mario y los policías la represión. Así
queda representada la introducción general del amor rojo de Marta: Bruno en contra
de Mario y la amenaza de encarcelar a Luisa y Marta, el estallido popular, el
asalto de la policía al Comité Central y el gesto heroico de Marta:
EL 3º:
Mataron a Mario Kéler.
MARTA:
¿Qué dice? ¿Está loco?
EL
PUEBLO: Mueran los asesinos. Viva Mario Kéler.
EL 2º:
Sí. Kéler y otros cayeron muertos. El pueblo se ha amotinado.
MARTA:
Asesinos. Asesinos.
III
Con la
confrontación ideológica, idea rectora de la fábula, las situaciones siguientes
son el enfrentamiento entre el poder constituido y las fuerzas subversivas en
sus dimensiones privada y pública. En primer lugar, el cambio de Marta y la
confrontación con su familia conservadora conlleva una crítica a los valores
tradicionales, en primer lugar religiosos, concretada con la decisión del padre
de enviar a Marta a un convento:
JACINTO:
Piensa entonces en lo que significa para ti el que te hayan admitido a vivir
unas semanas en la Congregación más aristocrática de este país después de lo
que ocurrió y de aquel escándalo. Esa aceptación es obra de Monseñor en favor
nuestro. Regresarás a tu casa completamente limpia, y serás socialmente
apreciada de nuevo.
Marta, que hasta
entonces ha hablado con grave dulzura y respeto, comienza a violentarse hasta
la exaltación al final de la escena.
MARTA:
Eso nada me importa. Lo que la sociedad piense de mí no me interesa. No
solicito el perdón, ni el prestigio social. No me importa la sociedad, o lo que
llaman sociedad.
Dominici integra
en Marta las dos caras de la moneda: la dimensión privada de la familia con la
pública de su decisión política. Es un cambio radical respecto a la Marta del
inicio de la fábula, paso previo para la radicalización ideológica de la
fábula, la confrontación de clases implícita y la toma del poder político por
los insurrectos.
Dominici, con
el propósito de acentuar las oposiciones apela a un recurso del romanticismo y
el melodrama, la autoridad represiva paterna cuando increpa a Marta: “Vete,
vete de mi casa, loca…”. La rebeldía de Marta encuentra su opositor en Bruno,
quien propone aislarla y “llevarla o engañada o por la fuerza a un sanatorio”.
Bruno, firme en su posición política y, en consecuencia, consciente del peligro
que significa una Marta libre:
¿Saben con quienes se encuentra Marta en la biblioteca todas
las tardes? Con Luisa, aquella muchacha comunista, y todavía peor, con Sínger
el viejo anarquista extranjero fabricante de bombas, y admirador de Mario.
IV
La situación
de Marta en el sanatorio luce un ex curso, aunque al final retoma la situación
básica de enunciación de la obra. Los personajes principales son un grupo de
enfermos mentales, cuya conversación luce de una lógica racional impecable.
Conversan sobre su contemporaneidad moderna, científica y política con un
lenguaje natural:
GONZÁLEZ:
Es de noche cuando veo la imbecilidad de los políticos que nada entienden de
los problemas económicos y financieros.
LEANDRO:
¿Y, se puede saber cómo resuelve usted esas cosas? ¿Por qué supongo que no será
un secreto?
GONZÁLEZ:
Por el momento es secreto. Tenga paciencia unos días más.
En la segunda
parte de este acto, con Marta y Luisa en escena, la obra retoma su rumbo. Marta
está encerrada en ese sanatorio por influencia del obispo, pero no desatiende
su misión política, y conspira con Luisa:
LUISA:
Todo está listo. Al entrar la noche dos carros aguardarán en el ángulo de la
casilla del guarda. Resolvimos que fuese antes de la comida, en el paseo, antes
de ir a la mesa.
AMRTA:
Está bien, en la noche hubiese sido imposible. ¿Y el guarda?
LUISA:
Está con nosotros. Huirá con nosotros. Es amigo de Singer.
MARTA:
¿Y la revolución?
LUISA:
Puede estallar en cualquier momento.
La libertad de
los enfermos se homologa con el proyecto político de Marta. Ella, con las
llaves del sanatorio, los invita y la situación cierra con euforia optimista.
Dominici, sin
un ideario político estructurado por una ideología definida, completa el
significado político de esta situación con una acotación que indica música y
fuegos artificiales, supuestamente empleados por el sanatorio para distraer a
los enfermos ahí “prisioneros”; pero los hace coincidir con la salida de todos:
“Vamos a la libertad”, comenta Marta.
V
En un bosque,
los revolucionarios conspiran y se preparan para el asalto al poder. Es la
ocasión para Dominici plantear una discusión sobre la naturaleza de la
revolución, violenta o no, y con la solidaridad de las ciudades con los
campesinos y la participación militar. Por eso, la discusión se centra en torno
al pensamiento de Mario Kéler, el líder asesinado al comienzo., invocado por
Singer:
Hay que suprimir el uniforme al soldado y el soldado se
sentirá pueblo. Podrán fusilar a un soldado que se pase, pero no podrán fusilar
a mil soldados juntos que vuelvan al pueblo…
Todos
dispuestos a regresar a la ciudad para la toma del poder, con o sin violencia:
SINGER
(Les muestra la carta que trajo el
aviador.): Tengo poderes de la Junta para hablar. La Revolución está lista,
y si marchamos unidos el triunfo es seguro. Deben ir desarmados a la huelga.
Tenemos dinero para sostenernos un mes, y dar de comer a nuestras familias.
A partir de
este momento en la discusión comienza a tomar cuerpo la opción de la violencia,
y aunque Singer recuerda la vocación no violenta de Kéler, no la descarta:
La revolución debe ser sin sangre. Pero si no fuese posible,
debemos purificarla con la sangre de los enemigos del pueblo. Entonces el fuego
y la sangre serán nuestra fuerza. El incendio y la muerte serían las dos
banderas de la Revolución.
En nombre de
esa revolución a Singer no le importa distorsionar el pensamiento de Kéler:
MARTA
(A Singer): Pero, es una traición a
la memoria de Mario. Conmigo protestó contra aquella hoja inventada para
prenderle. Mario no quería sangre, ni incendio, ni muerte.
SINGER:
El pueblo adora al Kéler que le aconseja la guerra sin piedad.
MARTA:
Pero ese no es mi Mario…
SINGER:
Pero es el Mario a quien el pueblo sigue.
Este acto
cierra con el primer señalamiento de las contradicciones en el movimiento
revolucionario, por la intención de Singer de manipular el pensamiento de Kéler
e imponer métodos violentos. Muerto Mario, “lo que nosotros digamos de él será
la Verdad para el pueblo”. “Su doctrina la haremos nosotros de acuerdo con lo
que el pueblo ama”, sentencia Singer.
VI
Dominici
se cuida de presentar contraponer las fuerzas en conflicto. A la conspiración
de los revolucionarios, sigue el campamento militar de las fuerzas
gubernamentales. La atmósfera espartana optimista contrasta con el campamento
militar de las fuerzas del gobierno y su derrota. La situación es crítica. El
general Lisón, rescatado por Marta del sanatorio, derrotado las fuerzas del
gobierno, los campesinos se imponen poco a poco, la huelga es casi general en
Caracas, en el ejército hay signos de descomposición y los revolucionarios
infiltran “en el pueblo un ideal humano, práctico”, por lo que, comenta un
Oficial, “el gobierno debe tratar de hacer él la revolución concediendo parte
de lo que pide el pueblo”.
Mientras
el sistema se desintegra (“Una compañía del Regimiento 2º se ha pasado a los
revolucionarios”), la situación permite la distracción frívola:
OFICIAL
2º: Un cócktail de champagne.
JUANITA:
O de ginebra.
LINO:
O las dos cosas mezcladas.
OFICIAL
1º: Y un zumito de limón.
OFICIAL
2º: Y un polvito de nuez moscada.
LINO:
Y un par de guindas.
JUANITA:
Vamos, que son malos ustedes, se me agua la boca.
La
ironía de Dominici al crear estos contrastes no deja de ser ingenua, aunque su
propósito es extremar las posiciones políticas en beneficio del propósito
principal: la revolución.
La
descomposición y desarticulación política se precipitan, mientras en el
interior del ejército gubernamental surgen las deserciones hasta que un grupo
de militares apresa a sus oficiales. El triunfo revolucionario es encarnado en
la persona del general Lisón: “Somos mil hombres libres. En las puertas de las
Ciudades seremos pronto 10 mil…”
VII – VIII – IX
La acotación
inicial del séptimo acto describe y resume la situación revolucionaria y las
confrontaciones e intereses que salen a flote:
La Revolución ha triunfado porque el Ejército negóse a atacar
al pueblo. Una Junta revolucionaria se ha hecho cargo del Gobierno compuesto de
Ibáñez, Barrios, Soria y Singer. Después del triunfo comienza a dividirse la
opinión en dos grupos, uno está con Barrios e Ibáñez, el otro con Singer y Soria.
La mayoría sin embargo es indiferente a los dos bandos, y desea gozar de la
libertad.
Más que acotar,
Dominici opina sobre una situación política que permite alguna hipótesis, según
la cual podría estar observando desde la distancia en el tiempo y en el espacio
lo ocurrido en Venezuela entre 1945 y 1948, cuando una junta revolucionaria
ejerció el poder. La situación es una amplia discusión popular y política sobre
lo que debería esperar la población de la revolución; beneficios dadivosos y
paternalistas, para unos; consolidación radical del proceso, para otros; un
conflicto manifiesto entre tendencias desde y por el poder. Central, los
beneficios esperados:
ALDEANO
1º: Venimos a pedir justicia e igualdad.
ALDEANO
2º: La revolución es para todos. No para unos cuantos chupones.
ALDEANO
3º: La Junta nos saca el trigo y el maíz.
ALDEANO
1º: Trabajamos como animales para que nos roben la cosecha los que gobiernan.
Que nos paguen lo nuestro.
OBRERO
1º: Te han regalado la tierra que era del amo y no tuya, y te quejas.
ALDEANO
1º: Nos han dado la tierra para que la trabajemos, pero las cosechas se las
traen a las ciudades.
OBRERO
1º: Pero a ti te dan calzados, vestidos, coches, muebles.
OBRERO
2º: Cambias la cosecha por lo que nosotros fabricamos y nada más.
ALDEANO
1º: Queremos también divertirnos. Aquí tenéis teatro gratis y bailes gratis.
ALDEANO
2º: Y mujeres gratis.
OBRERO
1º: No hables así, hay que ver más lejos. Todo no puede hacerse en un día.
ALDEANO
2º: Los de la Junta sí han sabido enriquecerse en un día.
OBRERO
2º: No digas eso. No seas ignorante.
ALDEANO
1º: ¿Para eso hemos hecho la revolución?
Dominici, sin
duda, manifiesta con claridad su visión crítica después de varias situaciones
en las que describió, y no otra cosa, el proceso previo a la revolución con las
contradicciones del antiguo régimen. Ahora el ejercicio del poder
revolucionario revela sus contradicciones internas; por una parte, las
insatisfacciones populares; por la otra, las intrigas dentro del poder.
Esto último se
traduce en el intento de apresar a Singer. “Singer no tiene patria, y va por
todas partes sembrando odios”, afirma Barrios, quien aspira presidir la Junta.
La confrontación de las facciones se torna irreversible, y el pueblo lincha y
decapita a Bruno mientras se oyen cantos revolucionarios. La violencia se hace
presente y también se impone la violencia del y desde el poder.
En el primer
aniversario de la revolución, una estatua de Kéler adorna una plaza. “Aunque el
pueblo se divierte –acota Dominici-, se está en plena dictadura disfrazada de
democracia, de que es jefe Barrios”. Dominici describe la perversión política;
“la llamada Junta es sólo nominal, porque quien manda es él” (Barrios),
mientras Kéler y su pensamiento son mitificados gracias a su muerte, tal como
dice un personaje:
Su grandeza no está en haber existido, sino en haberse muerto.
Su gloria viene de haber sido asesinado. Si viviera, a estas horas tan vez sus
antiguos amigos lo hubiesen fusilado. Esos mismos que se llaman sus discípulos,
y propagan sus doctrinas.
Al igual que Enrique Planchart, Dominici
incorpora a un Poeta, pero no en el mismo rol del de La república de Caín. Fabio, Poeta de Dominci, dice que “viene a
realizar un gran poema en acción… Viene a liberar al pueblo de un vil opresor”
y, de inmediato, “saca un revólver del bolsillo y dispara dos veces contra
Barrios”. Dominici apela a la imagen melodramática cuando Marta coloca al pie
del pedestal donde está la estatua de Kéler, el cadáver de Fabio, que “se
ilumina de un resplandor rojizo”.
En la situación final, Dominici
reflexiona en boca de sus personajes sobre el fracaso del ideal humanístico de
la revolución por causa del odio. En medio de esta crisis final, Dominici salva
a Marta: “Estoy endurecida, pero para hacer el bien, Viviré defendiendo Ideas.
Pero sin contacto con las multitudes”. Un obrero le informa que ha sido
designada representante del pueblo ante la Asamblea Nacional. Una nueva
revuelta ha derribado al nuevo dictador y Marta se dirige hacia la Asamblea
Nacional.
Este final abierto es la utopía de Pedro
César Dominici en 1951, cuando en nuestro continente no estaba planteada la
opción revolucionaria.
Rodolfo Santana (1944-2012)
La obra de
Rodolfo Santana de la década de los sesenta del siglo XX representa un cambio
en la dramaturgia del realismo crítico que, en esa misma década, caracterizó el
inicio del nuevo teatro venezolano. Su imaginería metaforizó los referentes del
modelo social democracia/petróleo en
el que se enmarca el teatro venezolano a partir de 1958 (Aparren Giménez 1994).
El desconcierto, la rebeldía sin rumbo y algo de anarquía son frecuentes en sus
obras de la época. El estatuto del modelo social en su dramaturgia abarca la marginalidad como situación
existencia irredenta, el ejercicio
destructivo del poder como fuerza y motivo cruel, perverso e irracional y la disolución de las ideologías en su
empeño por justificar conductas políticas y sociales.
Esas obras son La muerte de Alfredo Gris (1964), Algunos en el Islote y Los hijos del Iris (1966), Los criminales, El ordenanza, Nuestro padre
Drácula, Las camas y El sitio (1968), La farra y Barbarroja, viaje
a las regiones equinocciales (1969). No consideraremos las inéditas, dos de
ellas importantes (¿Dónde está XL-24.890?
y Elogio a la tortura) por su
desconocimiento general.
Rasgos generales
Santana tenía
catorce años en 1958 cuando fue derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez
y entre veinte y veinticuatro cuando las escribió, en plena crisis ideológica y
política de la izquierda por el mayo francés, la invasión rusa a Checoslovaquia
y la derrota de las guerrillas venezolanas. La primera de sus obras indica un
cambio: el absurdo existencialista y el humor otorgan significación a La muerte de Alfredo Gris. La acción de
sus obras se aleja de situaciones familiares al espectador, al proponerle otras
en las que lo confronta con sus costumbres, valores y creencias con el
propósito de subvertirlas y desintegrarlas. Situaciones y personajes de sus
fábulas son, casi en sentido estricto, signos metafóricos de planteamientos
globales. Las situaciones se apoyan en estructuras diegéticas sin correlatos
sociales inmediatos, a pesar de que sus estructuras significativas evidencian
los procedimientos del modelo social. Su dramaturgia responde a un realismo crítico experimental por la
lógica de las estructuras de las situaciones y la tipología de los personajes.
Santana se aleja de la inmediatez realista con el uso constante de la metáfora,
la hipérbole y la parábola como instrumentos ideológicos. La retórica de
situaciones y personajes plantea nuevas exigencias a su representación
escénica. En conjunto, la suya es una escritura lúdica. Recordemos que en
teatro el juego conlleva la doble representación con roles lúdicos o metarroles
que disfrazan y enmascaran los primarios para metaforizar la fábula y la
realidad. Los roles ajenos al juego acentúan la autonomía del universo lúdico y
de la metáfora e introducen conflictos reales.
Por sus
innovaciones estéticas e ideológicas, su dramaturgia planteó en su época una
re-visión de los criterios de la representación escénica. Inventó y experimento
situaciones y personajes alejados de la mimética realista tradicional. La
crítica iconoclasta a los comportamientos y a los soportes ideológicos del
modelo social expresa el espíritu de finales de la década. La metáfora, la
hipérbole y la parábola fortalecen el carácter extraño de la estrategia
discursiva y divierten por ser lúdicas e ilustradoras, correspondiéndole al
espectador su interpretación actual. La marginalidad, el poder y las ideologías
se manifiestan en situaciones generales significaciones se enraízan en el modelo social, no considerado en
términos de nación sino de sistema histórico. La crítica ideológica transpira
la crisis de los proyectos revolucionarios y expresa inconformidad,
escepticismo y violencia. De esta manera su dramaturgia está plena de
referentes sobre el sistema social global.
Las obras preliminares
En sus dos
primeras obras (La muerte de Alfredo Gris
y El ordenanza) la situación básica
de enunciación presenta relaciones sin sentido en las que el poder envilece y
aliena a un personaje marginal, incapaz de sobreponerse a quien lo domina y
sojuzga.
La fábula de La muerte de Alfredo Gris es cómica por
inexplicable: el espacio de la celda donde está preso Alfredo está dividido en
arriba/abajo, y el Preso 1 le impone a él (Preso 2) respirar el aire de la
parte inferior. Esta relación de poder de la situación está unida a la
sentencia de muerte impuesta al protagonista por un poder desconocido e
indiscutible. Las relaciones de los dos personajes principales son irrisorias
alrededor de la división del aire que respiran:
PRESO
2: Quería que compartiéramos el aire, sin zonas mías ni suyas. Así estaríamos
más cómodos y no nos usurparíamos ningún derecho el uno al otro, en cualquier
descuido, lo que puede suceder en todo momento.
PRESO
1: ¡Imposible! Se atenta contra la higiene pulmonar.
PRESO
2: No me explico.
PRESO
1: Usted no debe explicarse nada, basta con mi convicción. (Pausa corta.) Respirar aire ajeno es
antihigiénico Promiscuo. (Amenaza.)
Fíjese usted que no se admiten réplicas. Usted a su aire y yo al mío.
PRESO
2: Lo que usted diga. (Camina encorvado
varios pasos.)
La condena
de Alfredo Gris por un crimen no cometido es la situación absurda vinculada con
y explicada por un poder anónimo e inapelable. La lógica aleatoria de los
diálogos fortalece la verosimilitud de la situación, que progresa, sin pausa,
hacia la muerte inapelable. El significado de la situación, sin embargo, hace
que sea inmóvil, pues no hay incidentes significativos que hagan girar la
peripecia, salvo esperar a merced de un poder opresivo.
En El Ordenanza la
lógica de la situación, también inapelable, realza unas instrucciones que
siempre deben cumplirse. Hombre 1 y Hombre 2 llegan a una oficina atraídos por
un aviso de prensa, y esperan las instrucciones que les comunique el Ordenanza,
quien por teléfono las recibe de su jefe, instancia anónima y única con
capacidad de decisión. Están en un espacio cerrado del que no pueden escapar
sometidos a las normas, informaciones e instrucciones que trasmite el
Ordenanza, quien ejerce un poder delegado. Al final, el poder anónimo reduce a
parodia una existencia sometida:
ORDENANZA:
Tendré que limpiar todo esto… (Saca un
plumero del escritorio.) Si viene un ciudadano se llevará una penosa
impresión. (Suena el timbre del teléfono.
Normal. Lo alza.) Receptoría a la orden… (Escucha y cuelga. Hombre 1 gimoteando.
Ordenanza camina hacia él con una pistola
que ha sacado del escritorio.) Las cosas que uno hace por vivir… Ya llegó
la hora de salida, menos mal.
HOMBRE
1 (Señalando a Hombre 2): Cómo…
quién… se llamaba, era…
ORDENANZA
(Levanta la pistola y dispara a
Hombre 1): No sé.
HOMBRE
1 (A Ordenanza): ¡Mierda! (Muere.)
ORDENANZA
(Pausa larga. Toma el plumero. Abandona
la pistola sobre el escritorio. Suena el teléfono. Lo deja repicar cuatro
veces. Lo toma.) Receptoría a la orden… (Escucha y cuelga. Toma la pistola y camina lentamente hacia el
proscenio buscando frente a él.)
En Los hijos del Iris la ciencia ficción
traslada relaciones sociales actuales a una sociedad futura fuertemente
regimentada. Los personajes unipernados y bicéfalos son metáforas casi
infantiles de una historia sobre la discriminación, el amor y la utopía social.
Ocurre en el futuro indeterminado de una humanidad con patrones espirituales y
culturales distintos y posteriores a los hasta hoy conocidos, con algunas
analogías simples. Aunque facilita la experimentación de nuevas formas, que no
retomará en obras posteriores, la evidencia referencial es inmediata.
Algunos en el islote representa una
visión escéptica y desacralizadora de creencias tradicionales. Las situaciones,
los personajes y la imaginería conforman un sistema diferente al mundo
exterior. Es un universo con leyes propias y escasa relación inmediata con el
mundo social, sea para protegerse de él sea para imponérsele. Las imágenes de
basura y pordioseros no significan una referencia social local; denotan una
marginalidad existencial que intenta asir la condición humana básica. Los
personajes son unos desclasados per se
que agotan su tiempo sin cometido alguno.
Los criminales es su primera obra
compleja, no tanto por su envergadura experimental como por su significado
político perverso. Su peripecia representa una crítica a la moral burguesa
pública y privada por las situaciones perversas en las que los personajes se
metamorfosean. En la moral privada de Willy, Frank, Dora y Lucy la procacidad
es su conducta habitual. En el ocio juegan a la promiscuidad asumiendo
personajes con los que liberan sus conductas.
Marginalidad
moral y procacidad de unos personajes de clase alta con poder son las ideas
rectoras que dan significado a la fábula, representados en el ejercicio
despótico del poder contra Martín, el ladrón que asalta la casa cuando disfrutan
la fiesta privada en la que dan rienda suelta a sus juegos masoquistas y
eróticos. La situación inicial es la ceremonia erótica y masoquista de las
parejas en un juego de roles que es una de las formas de intertextualidad de
autores como Jean Genet en los inicios del nuevo teatro venezolano.
Cuando los
cuatro enfrentan al ladrón y lo dominan, se da la peripecia de la fábula. En la
nueva situación lo manipulan hasta asesinarlo, haciendo valer la lógica y el
poder de clase. La confrontación entre el ladrón y los dueños de la casa es
realista para mostrar los niveles sociales y morales y el concepto de la
justicia que los respalda. La diversión de unos se alimenta de la vejación del
otro.
El juego
macabro y perverso contra el débil responde a una relación de poder que
controla los valores y la ideología, clarificando la estructura significativa.
El juego de roles de la estrategia discursiva cohesiona la diversión de los
señores de la casa. El proceso de montaje y desmontaje de la personalidad de
Marín, gracias al disfrute inapelable e irrecusable del poder, se da de dos
maneras en la fábula: la interna del grupo y la de su unidad frente a la
víctima, especie de chivo expiatorio. La reversión de la relación de dominio y
el ladrón incapaz de enfrentar la lógica del poder de los señores consagran la
significación de la fábula.
La farra es, en algunos aspectos,
síntesis de elementos. Con el teatro en el teatro revisa mecanismos de los
poderes religioso, militar y político alrededor de sendos crímenes, experimenta
el intercambio de roles, insiste en el carácter ceremonial de las situaciones y
abunda en un lenguaje que se regodea en el erotismo y la sexualidad. El teatro
en el teatro en el que los personajes construyen sus propias situaciones es una
metáfora que, mediante la parodia y la procacidad, desmonta el sistema
ideológico y moral que justifica a esos tres poderes.
En este primer
grupo de obras la perversidad y lo macabro son procedimientos para ejercer el
poder, comportamientos ordinarios y absurdos en la marginalidad; mecanismos de
justificación ideológica; corrupción del erotismo y de la sexualidad. La
selección e integración de esos poderes en una sucesión de situaciones que
estructuran la fábula lo testifica. Es la representación de relaciones humanas
turbias y torcidas. Pero la perversidad y lo macabro junto con el escepticismo
y la desacralización ideológica acentúan el fracaso de la rebeldía, del
liderazgo político y su retórica y del sistema de valores y creencias del
modelo social.
Las obras culminantes del período
La metáfora de
la rebeldía inútil (Nuestro padre Drácula),
política y eros en la vida pública y privada (Las camas), la farsa del liderazgo revolucionario y el pragmatismo
realista (El sitio) y el estatuto
histórico del poder (Barbarroja) son
enunciados para aproximarnos a las obras más importantes de Santana en los años
sesenta, sin pretender agotar los propósitos y estrategias discursivas de cada
una de ellas. Además, el estatuto social de la significación y la teatralidad
espacial y temporal enriquecen el discurso dramático y plantean retos a la
representación escénica.
La
ficcionalidad de estas piezas no tiene referentes inmediatos, aunque sus
situaciones en progreso historian el modelo social. Las evidencias sociales son
complejas por el nuevo diseño de sus situaciones y por elevar a los personajes
a símbolos generales. La dimensión lúdica es una estrategia situacional para
que en la superficie de la fábula su significado sea concreto.
En 1968 la
consolidación del modelo social venezolano coincidió con el fracaso de la
utopía social, que dejó de ser un proyecto para convertirse en fracaso o
nostalgia. El discurso desarticulador de la institución del teatro por grupos
como The Living Theatre encontró eco en el país. Del experimento se pasó al
experimentalismo escénico frívolo, mientras la dramaturgia fue una de las pocas
tribunas para los discursos desesperados, y las obras de Santana son eso, un
discurso rabioso y desesperado. Nuestro
padre Drácula y El sitio ocurren
en espacios cerrados abiertos por la metáfora de las situaciones; Las camas y Barbarroja son más complejas. Las situaciones son construidas y
reconstruidas, multiplicando roles que explican los propósitos del autor. La
perspectiva histórica de la fábula tiene importancia creciente, por la que los
referentes son situaciones históricas generales y no fácticas.
El
lector/espectador evoca la historia para significar las circunstancias
ficcionales. Esa manera de historiar repulsa los discursos ideológicos
hegemónicos o emergentes. Estamos ante un repertorio de fábulas cuyas metáforas
revisionan la historia desde y en un torbellino de obsesiones. Con suficiente
ficcionalidad para respaldar su autonomía dramática, las fábulas son crónicas
con un entramado de imágenes, espacios y tiempos autónomos y abiertos que
evaden preceptivas canónicas y experimentan imágenes de una nueva teatralidad.
Nuestro padre Drácula
La idea de la
rebeldía inútil y el juego de roles dan espesor y enmascaran el significado de
la fábula. Como estrategia sustitutiva, el elemento lúdico es decisivo para la
representación, presente desde el comienzo como procedimiento vertebral de la
fábula con el que los personajes enmascaran la realidad para vivir en un mundo
paralelo.
El espacio
cerrado es imagen del microcosmos de Mami, Carlo y Julia, marginal y lúdico con
lenguaje y normas propias. La situación básica de enunciación contrasta con el
estatuto social de los objetos y su uso en las situaciones lúdicas de la fábula
en la que están los personajes; contrasta las alusiones al mundo exterior con
la prostitución, la delincuencia y el hambre con el orden social creado para
vivir en ese lugar y sobrevivir en el mundo exterior cuando van a él. Su mundo
ficcional les otorga coherencia humana y social para no ser marginales sino
protagonistas. Por eso la incorporación de un personaje externo plantea el
problema nosotros ↔ el otro.
La
representación del cuento de Caperucita Roja reafirma la marginalidad que
atenúa el juego: les aplaca el hambre. La prostitución (Mami y Julia la ejercen
y Carlo la procura) y el hambre evidencian una marginalidad material y moral.
Tobías, el personaje externo, comprende el juego y lo acepta como norma del
orden social al que llega. Al final, lo domina. Así, las relaciones lúdicas de
la situación básica de enunciación son la estrategia con la que Santana
presenta de nuevo el tema del poder y la marginalidad.
La iniciativa
de tener un socio externo de Mami desequilibra a Carlo y Julia, porque será un
elemento extraño a su mundo con sus valores y creencias. El habla es un código
que los relaciona sin que el mundo exterior los contamine e indica su
particularidad: “Ríos infectados de elefantes y selvas llenas de cocodrilos…
tiburones del desierto… tigres del mar” y la “arruillazna mojándolo todo”. La
estrategia lúdica legitima una marginalidad que no perciben como tal. Carlo y
Julia aceptan a Tobías como socio cuando vislumbran que puede adecuarse a ellos
para enseñarles y compartir nuevos juegos.
Santana no
acude esta vez al personaje con una ideología social utópica o pragmática y
amoral con la que justifica su conducta. Tobías ayudará a administrar el
negocio; además, deberá aceptar las claves lúdicas de las relaciones internas
del microcosmos, demostrando de inmediato su capacidad de iniciativa.
Jugar es
encarnar roles y dictar normas sin los riesgos de la realidad social. Los
personajes crean las situaciones cuando ensayan los procedimientos delictivos
del negocio que tienen en el mundo exterior: engañar y asaltar a transeúntes
gracias al entretenimiento/juego, y ofrecerles el cuerpo de Julia. Mami, Carlo
y Julia actúan sus propias existencias para enmascarar su marginalidad, y el
juego es un ritual. La representación de Caperucita Roja es un juego ingenuo y
perverso en el que la habilidad manipuladora del poder se impone. Tobías se
integra al mundo al que llega, influye en él y toma decisiones. Rechaza un
cliente que en unas Navidades no pagó cuando se acostó con Julia a cambio de
whisky y jamón. Representan el incidente, y es el preámbulo del jugo principal.
La proximidad
del carnaval es el pretexto para el disfraz y el juego, forma de eludir el
interés materialista del juego vinculado a la prostitución y a la delincuencia.
Tobías introduce en el cuento de Caperucita Roja una variable imprevista en sus
consecuencias:
MAMI:
Esto es tuyo, Tobías.
JULIA:
¡Drácula! (Tobías toma la capa y el
sombrero.)
CARLO
(Ríe. Se burla de Tobías.): ¡Drácula!
(Ríe y zapatea.) ¡Pobra vampiro,
muerto de sed!
JULIA:
¡Sed de sangre!
TOBÍAS
(Vistiendo la capa y el sombrero.):
El conde Drácula tiene mucho dinero, querido payaso.
CARLO
(Ríe.): ¡Pero no tiene sangre y se
muere de hambre!
TOBÍAS
(Lúgubremente.): Siempre hay víctimas
que me nutren.
Esta ingenuidad
desaparece cuando la fábula avanza con la improvisación de sus actores. Santana
re-escribe la fábula y trastoca su imaginería con una lógica diferente. Jugar a
Caperucita no es simular el mundo exterior como preparación para ir a él, o
como reproducción de una experiencia anterior. Es una metáfora que desmitifica
personajes icónicos de la imaginería popular.
Tobías/Drácula
impone su iniciativa con una manipulación perversa. En beneficio suyo introduce
la discordia entre Julia/Caperucita y Carlo/payasito y limita las
intervenciones de Mami/Hada Madrina a una presencia inofensiva. El esquema
inicial grupo/individuo es desarticulado por Tobías al introducir conflictos en
los miembros del grupo (celo, temor, envidia) cuando representan la fábula.
El giro de la
situación tradicional de Caperucita lo provoca la discordia vinculada con el
absurdo, la perversidad, la irrisión y la crueldad. Autor de la nueva fábula y
director de escena, Tobías/Drácula observa el desarrollo de las situaciones
desde fuera o interviene según sus intereses con el falso pretexto de resolver
la discordia que él mismo provocó. Es la estrategia con la que Santana revierte
la fábula original para instalar la perversidad y la crueldad del poder,
conservando la candidez lúdica:
MAMI (A Tobías.): No me has permitido
reaccionar, Eso no vale así; chupas la sangre de los niños y no tendrán
salvación. Eso es imposible. En la mayoría de los cuentos el hada madrina llega
a tiempo para salvarlos.
TOBÍAS
(Termina de chupar. Carlo ríe.): Deliciosa niña. ¿Quién comenzó la
pelea?
JULIA
(Débilmente.): Él… (Señala a Carlo.). Él…
CARLO:
¡Fue ella, ya la castigó; a mí no puede hacerme nada!
TOBÍAS
(Se acerca a Carlo): Este será un
regalo, no intentes huir. (Le toma el
brazo.) Ven… deja que te apriete. (Se
acerca sobre el cuello. Terror pasivo de Carlo. Julia ríe quedamente.)
Tobías/Drácula
acepta reiniciar el juego para que sus víctimas rehagan el final. Lo reinician
cuando Tobías/Drácula va a dormir porque es de día y ya comió: “Tengo el
estómago lleno de sangre y eso hará venir dulces sueños”. Es la ocasión para
que Mami, Carlo y Julia tomen la iniciativa de matar al vampiro con la
tradicional estaca de madera. Pero la estrategia de Tobías/Drácula ha sido más
hábil e inteligente:
JULIA:
No chuparás más sangre.
TOBÍAS
(A Carlo y Julia): Ustedes son iguales que yo, no tenían motivos.
JULIA:
¡No somos iguales como tú!
CARLO:
¡Sufre! ¡Sufre!
TOBÍAS:
Cuando un vampiro hace una víctima, esta automáticamente se transforma en
vampiro. (Pausa. Carlo y Julia se ven.)
Conscientes de
su nueva naturaleza, Carlo y Julia chupan la sangre de Mami. Ahora el universo
surgido en el juego es coherente; no hay extraños.
En la
perversidad es donde es posible un mundo armonioso e ideal (“Crear una sociedad
de vampiros que le dé dignidad al mundo”.) La moraleja del juego es construir
un mundo de vampiros, un mundo ideal en el que el negocio de ellos no sufra
alteraciones. Sin embargo, la realidad se impone. Artífice de la fantasía,
Tobías sabe que en la realidad las opciones no son lúdicas, y alecciona:
Perderán siempre… perderemos siempre… Porque es una rebelión
inútil la nuestra… nos hundimos.
Al final todos reconocen que la
invención de lenguajes no transforma ni sustituye a la realidad.
Las camas
El enunciado
aplicado a esta obra (política y eros en la vida pública y privada) puede
servir para todas; pero se lo atribuimos a esta por su fuerza dramática. La
fábula presenta la vida de Francisco en tres momentos simultáneos desde su
juventud proletaria, hasta su vejez signada por la entrega política y la
impotencia sexual. La escritura de esta obra es muy experimental con base en la
crónica y situaciones simultáneas.
Tres camas
estructuran el espacio y el concepto en tanto simbolizan eros. Esta estrategia
discursiva sirve para el primer tratamiento ambicioso de la figura del líder
seudo revolucionario, demagogo y déspota. Laura y Tomás, padres de Francisco,
son el nivel relator que hace aparecer en retrospectiva y simultáneamente a
Francisco Joven con Maritza, Hombre con Antonio y Viejo con Lily y Lulú. La
vida del protagonista es representada en tres situaciones: la del obrero, la
del político traidor a los ideales populares y la del anciano decrépito y
prostituido. En las tres la vida privada es dominada por el erotismo vehemente
de las mujeres, cuyas sexualidades son insaciables en la misma medida en que
Francisco es indiferente e impotente.
La crudeza
verbal determina un universo social degradado, en el que la ilusión política es
deshecha por las dimensiones pública y privada de la realidad. Francisco Joven llega después de un incidente ocurrido
en la fábrica en la que trabaja. Es el único momento, breve, en el que la
política parece prevalecer sobre el erotismo. Pero al final de la primera
situación comienza el derrumbe:
FRANCISCO
JOVEN: Mataron a dos obreros. Nosotros éramos quinientos y ellos, los soldados,
cincuenta, pero estaban armados.
MARITZA:
Bésame en el cuello. (Francisco Joven la
besa.)
LAURA:
Era un muchacho serio. Se veía su comportamiento con Maritza. Nunca los vi
besándose.
TOMAS:
¡Pendejo que fue!
FRANCISCO
JOVEN: Si hubiéramos estado armados… Era una petición justa.
MARITZA:
Apriétame la cintura y bésame en cuello.
A partir de esta breve situación,
Francisco transita otras en un mismo tiempo representacional. En su juventud,
Maritza lo acusa con un erotismo insaciable. Le siguen Antonia y las
prostitutas Lily y Lulú. Las tres situaciones significan valores materialistas
y egoístas de la condición humana y un orden social irredento sujeto a cambiar
solo para profundizar la degradación.
Francisco Hombre es diez años mayor. La
confrontación construye el conjunto de una conducta política y presenta en la
actualidad el transcurrir del tiempo histórico ficcional. La simultaneidad de
tiempos (Francisco Joven en el pasado de Francisco Hombre) es el punto de vista
crítico de la escritura para que este rechace su comportamiento juvenil.
Francisco Joven es la conciencia ineficaz:
LAURA:
Tu padre te quiere abrazar. (Francisco Hombre ve los brazos abiertos que titubean. Se acerca lentamente a ellos y
accede a un frío palmotear en las espaldas.)
FRANCISCO
JOVEN (A Francisco Hombre): ¿Cómo
puedes tratar a mi padre así? El pobre parece que tuviera una panela de hielo
entre sus brazos.
FRANCISCO
HOMBRE (A Francisco Joven.): No puedo
hacerlo de otra forma: ya pasó el tiempo en que yo era tú y le sonreía a todo
el mundo.
Con un
discurso mecanicista Francisco Joven reivindica la utopía de un mundo nuevo y
enfrenta el pragmatismo de Francisco Hombre. En medio de ambos, Maritza y
Antonia solo se interesan por el erotismo y los regodeos masoquistas, en
particular Antonia ante la impotencia de Francisco Hombre. El idealismo
político del Joven es un discurso ideológico en contradicción con su conducta,
vista en la perspectiva del Hombre y el entreguismo del Viejo. Es el fracaso
del liderazgo político, por lo menos desde una perspectiva teórica.
El estatuto de lo social en la fábula es
muy individualista. Priva la conducta individual y la esfera privada de
Francisco. Por eso la estructura discursiva tiene como espacio dramático
central las tres camas. De ahí el título. En este sentido, la estructura
superficial de la fábula se adecúa plenamente con la significación profunda.
Eros y política se confunden como motivos de la estrategia discursiva:
FRANCISCO
HOMBRE (Para sí.): El enemigo me
ofrece garantías sin cuento. Un puesto dentro de su dirigencia para mantener
sólidos aquellos errores fundamentales que una vez me propuse destruir.
ANTONIA:
¡Qué puedo hacer, Francisco! Lo he intentado todo y tú permaneces como una
piedra.
FRANCISCO
HOMBRE: Abandona tu intento y márchate. En la primera esquina encontrará diez
hombres que te darán satisfacción.
ANTONIA:
¡Jamás! Tendrás que ser tú, quieras o no. (Observa
la maleta.) El incienso… (Busca en la
maleta.) Enervante… sexual. (Saca un
pequeño incensario. Manipula en él encendiéndolo).
La
significación queda clara en el comienzo de la última escena. Francisco Viejo
llega acompañado de Lily y Lulú. El diálogo de los tres Francisco oscila entre
el regodeo del Viejo en su vida sexual y política prostituida y los lamentos
inútiles y frustrados del Joven.
Las
camas es una introspección esquemática en la tipología del líder popular y
político contrarrevolucionario y traidor de los ideales populares. En esta obre
no prevalece el sistema de relaciones del modelo social, sino el erotismo
perverso y masoquista que acentúa la impotencia sexual del protagonista, y una
dimensión pública con pretensiones políticas y resultados demagógicos que se
agota en sí misma.
El sitio
Con imágenes incesantes y violentas, esta obra insiste en el
liderazgo revolucionario enfrentado al pragmatismo realista de la delincuencia.
Amplía, además, algunas ideas sobre el líder y la retórica revolucionaria
esbozadas en Las camas.
El entramado de marginalidad,
delincuencia y revolución es una de las mejores expresiones de rebeldía y
frustración de finales de la década de los sesenta. En una cárcel conviven
delincuentes comunes y un preso político, Maqui, cuya postura es confrontada
por Ratón, delincuente realista y pragmático respecto a la legitimidad y
eficacia de su mundo y del político. El
sitio es teatro político en sus propósitos y en su significación, solo
superada por Barbarroja. Es un mural
de la sima de los horrores sociales y un planteamiento descarnado sobre la
violencia.
Su discurso ideológico se corresponde
con el realismo crítico por la re-visión del modelo social, que muestra zonas
marginales que denuncian su ineficacia. El discurso estético avanza con su
mundo ficcional, representación de un submundo oculto y ocultado; en
consecuencia extraño, desconocido y desconsiderado en la comprensión global del
modelo social.
La fábula representa un paisaje
delictivo sin esperanza, en el que el eje política ↔ delincuencia de los dos
personajes principales dan significación a la situación básica de enunciación.
La ideología política de Maqui, esquemática, retórica y falsa, es desvalorizada
por la realidad carcelaria en la que es más importante la sobrevivencia que la
teoría que pretende explicarla y orientarla.
La situación inicial es el ocio de la
cárcel, en la que los presidiarios formulan hipótesis sobre el mundo exterior
que observan desde una ventana: relaciones entre policías y prostitutas. Ratón
afirma: “Para Maqui no hay nada más importante que su sueño y la revolución”.
La afirmación tiene un doble propósito. Identifica a Maqui y pone en
funcionamiento las situaciones, con acontecimientos en planos diversos que
multiplican el espacio y el tiempo. Mientras Maqui sueña que es torturado por
reafirmar su fe revolucionaria, en la cárcel los presos solo tienen interés en
el policía y la prostituta, lo que desvaloriza el sueño objetivado por la
estructura superficial de la situación. El desmontaje ideológico del discurso
de Maqui es catequístico y poco original. Después se evidencia que su liderazgo
condujo a la muerte a varios jóvenes revolucionarios mientras él se salvaba.
Ante su empeño por la legalidad y la legitimidad de su proyecto revolucionario,
Ratón insiste en las del universo carcelario.
La oposición entre él y Maqui es
díptica, pero no esquematiza el desarrollo de las situaciones por la riqueza de
fábula y sus giros. Al igual que en piezas anteriores, la desacralización del
discurso político transversa la fábula y sus situaciones. Maqui es fútil por creer que al cambiar los
hábitos carcelarios, comenzará el hombre nuevo. Cuando los presos se abalanzan
sobre la comida, él promueve la solidaridad:
MAQUI:
Come.
GUIDO:
Es tu comida. (Popo y Gañán se acercan interesados.)
MAQUI:
Ahora te pertenece. (Pausa. Guido duda con la comida en sus manos.)
GAÑAN:
No puede aceptarla.
MAQUI:
¿Por qué?
GAÑÁN:
¡La ley!
MAQUI:
¿Qué ley? (Pausa. Gañán se encoje de hombros.)
RATÓN:
Una ley no escrita. La ley fuera de la ley, de supervivencia. Aquí come y
sobrevive el tipo listo. Guido se comportó como un imbécil y él lo reconoce.
¿No es así, Guido?
Este código es instintivo; pero real,
legítimo y eficaz, y la base para existir más allá de cualquier ideología o
consideración social. El significado de la situación no señala un orden social;
representa hechos irreversibles. Es el mundo real y cerrado de la cárcel al que
Maqui contrapone otro posible, nada factible para Ratón por los instrumentos con
que pretende instaurarlo. Ratón cree en un igualitarismo próximo al anarquismo,
sin orden institucional ni personificación de la autoridad del Estado. La
realidad le da la razón cuando llega el nuevo Comandante, con un discurso
gatopardiano en un mal castellano:
COMANDANTE:
¡Claro!... Todo amabilidad. Creo todo humano es caballero. Acabaron expresiones
mal gusto. (Súbito arranque. Eleva los
brazos y su mirada brilla.) Bajo mi mando imperará buena educación. (Los presos se miran. Débiles aplausos.
Pausa.)
MAQUI:
Es una gran fórmula, dentro de las relaciones sociales, quiero decir: Ahora…,
¿qué me dice de las ideas?
COMANDANTE:
¿Ideas?
MAQUI:
Sí. Las ideas. El bien común… etcétera.
COMANDANTE:
¡Ah! (Sonríe.) Nosotros haremos
realidad ideas pregonadas nuestros antecesores no puestas en práctica. (Pausa. Maqui se revuelve nervioso.)
La realidad
muestra la perversidad del liderazgo (por ahora, del Comandante) y la oquedad
del discurso político. En este sentido, el primer acto de El sitio es el mural general de una realidad que pone a prueba a
Maqui frente a situaciones particulares. Ratón llama “táctica de distracción”
su doblez ante el Comandante, que genera repulsa y furia en los presos.
La vida en la
cárcel da la razón a Ratón cuando asaltan y matan al Extranjero en el frenesí
drogadicto final del primer acto, o cuando llegan los borrachos y son víctima
de los presos. El empeño de Maqui en ser diferente es inútil:
RATÓN:
Maqui enemigo; no sé cómo se estropean los hombres dentro de una revolución. No
conozco el mecanismo, no soy revolucionario.
MAQUI:
Eres un delincuente.
RATÓN:
Así es… y la delincuencia es un proceso cochino igual que la revolución para
ciertos hombres…
La claridad
política de Ratón y su sentido práctico de la vida se imponen en el segundo acto,
cuando le propone a Maqui contar sus vidas. El no de Maqui no se hace esperar.
La situación en la que los jóvenes mueren por la revolución destruye la figura
del líder. Es un momento de la estrategia discursiva que hace girar la
peripecia para desvelar la significación del eje Maqui → Ratón. Ratón
representa una crítica radical a la política desde la marginalidad. No
olvidemos que El sitio es de 1968,
año en que fue irreversible el fracaso de la guerrilla en Venezuela, el mayo
estalló Francia y el mundo se consternó con la invasión soviética a
Checoslovaquia, al tiempo que el teatro se sacudió de sus principales patrones
estéticos e ideológicos. Su estreno en 1969 coincidió con el primer año de la
política de pacificación del gobierno de Rafael Caldera (1969-1974).
El reto de
Ratón a Maqui es el de quien cortó lazos, incluso afectivos, con la revolución;
es decir, con algún proyecto redentor. Para no dar concesiones, Santana plantea
el conflicto en una marginalidad extrema. Ratón legitima su conducta con la ley
creada en y para su microcosmos marginal, y con la misma vehemencia descarta
cualquier otro discurso. Santana expresa un sentimiento crucial de la época,
que encontramos en dramaturgos como Harold Pinter (1967, 48):
No me interesan las estructuras políticas; a mí no me alarman,
aunque causan mucho sufrimiento en millones de personas. Le diré ahora lo que
pienso de los políticos. La otra noche vi en televisión algunos políticos
hablando de Vietnam. Tenía enormes deseos de atravesar la pantalla con un
lanzallamas y quemarlos los ojos y castrarlos, y después preguntarles cómo
calificarían esta acción desde el punto de vista político.
Cuando la política y la ideología son
procedimientos para justificar acciones, revelan su significación social y la
inmoralidad de los actos humanos. Rodolfo Santana no reivindica una alternativa
política. Tampoco se detiene en el plano empírico de las relaciones sociales,
sino que las trastoca para hacer de la violencia radical la estructura profunda
de significación. Con la confrontación radical muestra la perversidad. Descarta
el simplismo maniqueo y se inserta en la incertidumbre y en la furia:
JOVEN 1:
¡Sacrificaste nuestro valor en aras de tu orgullo y cobardía!
MAQUI: No es
como dicen, puedo demostrarlo. ¿Qué quieren ustedes? ¿Qué toda la revolución
sea una cadena de éxitos?
JOVEN 1: No… (Gime.)
JOVEN 2: No lo
esperamos así.
ESBIRRO 1: ¡Les
cortaremos las manos, para enviárselas a vuestras señoras madres!
RATÓN: Cuando se
derrama sangre no pueden existir errores, ¡condenado Maqui!
La endeblez ideológica de Maqui es su fracaso
y resume el significado de El sitio.
Teatro político y cruel –no teatro de la crueldad- en el que la significación
de la fábula es perversamente realista. El liderazgo político se agota en la
persecución del poder para ejercerlo:
Maqui, armado del tubo
afilado, camina hasta situarse a espaldas del Comandante, que está absorto en la contemplación del
cuerpo.
COMANDANTE:
¡Descanse… en paz! Esta noche recordaré muerte de uno de mis súbditos…
vasallos, lacayos. (Maqui alza el tubo y
lo clava en la espalda del Comandante.)
GUARDIAS:
¡Atentado! ¡Atentado! (Los borrachos
trastabillan balbuciendo palabras inconexas. Gritan.)
COMANDANTE:
Mi misión… ¿cumplida? (Maqui le arrebata
la capa al Comandante, que cae como
un títere.)
MAQUI
(Acomoda la capa. Sonríe ferozmente.):
Ahora mando yo…
RATÓN:
Al fin puedo verte, Maqui, con el poder en tus manos…
Los años
sesenta del siglo XX ofrecieron al modelo social venezolano el fracaso de la
revolución y un reagrupamiento social y político. Ratón no participa. Menos aun
siendo testigo de una metamorfosis del poder. Ante sí solo tiene la ley de su
mundo, en parte creada e implantada por él. Su revolución, que no sabe cuál y
cómo es o será, aún no ha llegado. Mientras tanto, que cada quien haga lo que
siempre ha hecho. Por ejemplo, despojar a los borrachos de su ropa y vejarlos.
Barbarroja, nuevo viaje a las regiones equinocciales
Esta obra es
síntesis y apertura. Integra varios rasgos de otras obras y se abre a una
escritura dramática que, en sí, es una proposición política e histórica. Es una
crónica en su doble significado: historia en la que se observa el orden de los
tiempos e información sobre temas de actualidad con intención de ejemplaridad
contemporánea (Pavis 1998, 103). También es la primera gran parábola del teatro
venezolano desde La república de Caín
(1913-1915) de Julio Planchart, y contiene los elementos de la parábola como
forma teatral (Pavis, 325): un relato presentado con soltura y muy
comprensible, con un tema que surge en el debate sobre la crisis social,
estética e ideológica de los sesenta del siglo XX; su moraleja es evidente por
la exposición didáctica y comentada de los hechos escénicos; coloca en
perspectiva histórica un presente político e ideológico universal; es, en suma,
un modelo teatral reducido de un pódelo social que se identifica con
dificultad.
Barbarroja tiene dos niveles, en nada
similares a los planos simultáneos de Las
camas o a la ficcionalidad lúdica de Nuestro
padre Drácula. El primero es la conversación de Black y White,
historiadores que escriben y reescriben la historia contemporánea de Barataria,
según cada uno la interpreta; es la crónica. El segundo es la historia
representada, que oscila entre dictaduras locales y la explotación de sus
recursos por emisarios de un Imperio. Esta escritura tiene una doble
significación y un doble propósito. Una se refiere a la historia de un país en
el que el poder es vejación y explotación colectivas; la otra se refiere a la
disciplina de la historia como interpretación sujeta a intereses ideológicos.
Uno propone una crítica al imperialismo; otro propone una re-visión del
discurso histórico en cuanto fiel a los hechos historiados.
En Barbarroja poder, marginalidad e
ideología son mecanismos que mueven el relato histórico y, por lo tanto, son
modificables y superables según los propósitos de cada quien. Si hay razones e
intereses que explican los modelos, los marcos y los comportamientos sociales
al interpretar y escribir la historia, también operan esos intereses, expresados
en criterios ideológicos que guían la escritura del relato histórico.
La fábula
comienza en el despacho de White, al que llega Black para discutir los
manuscritos de aquel sobre la historia contemporánea de Barataria, de la que
White ha sido testigo presencial. La estrategia discursiva de la obra es
sencilla y didáctica. Los historiadores leen el manuscrito y el escenario se
puebla de personajes. La fábula despliega situaciones en los dos niveles para
concretar su significado. La fábula representada es interrumpida por Black o
White, más por el primero, para aclarar o modificar el relato histórico de
White. Santana, además, desmonta la elocuencia académica, pues ambos
historiadores están dominados por intereses culinarios; sexo y alcohol.
La primera gran
situación es la época de Gran Juan, el dictador local de Barataria antes de la
llegada de Barbarroja. Su mundo es primario e ingenuo:
WHITE:
Es una limonada deliciosa.
GRAN
JUAN: ¿Y algo más?
WHITE:
Sí… distinta a las limonadas que he bebido antes (Sonrisas de Gran Juan y Renata.
Decrece la luz del escenario. Se ilumina
el despacho de White.)
BLACK:
Aquí va mi primera objeción…
WHITE:
¿Cuál es?
BLACK:
Nunca en mi perra vida escuche que las limonadas tengan una diferencia tan
radical como la que figura en tu historia.
La estrategia
es clara. La historia es lo que escribe el cronista según su interpretación de
los hechos, y no otra. Las implicaciones ideológicas y políticas son claras, en
particular cuando la dictadura de Gran Juan es reemplazada por la de
Barbarroja, emisario del emperador Pecos Bill I. Antes del cambio, el dictador
es sanguinario con la subversión y Black pude acentuar su comportamiento para
atenuar los actos de fuerza cometidos por Barbarroja.
Este
relativismo histórico es ideológico. Interpretar es un ejercicio intelectual a
partir de la visión del mundo del intérprete, y en Barbarroja está al servicio del poder. Por lo menos, así lo quiere
Black cuando se empeña en re-escribir la historia para que los hechos sean
otros en el futuro. Ese arreglo ideológico suplanta la realidad, evidente en
las fases que muestra: gobierno del dictador local, llegada del pirata
Barbarroja explotador sin plan ni concierto y proyecto colonizador para el
Imperio. Entre los hechos ocurridos y el conocimiento que se tenga de ellos
media la visión del transmisor. Barbarroja
se mediatiza y ficciona a sí misma para ejemplarizar.
La muerte de
Gran Juan origina una crisis histórica. Con su poder absoluto él era el país,
la cultura avanzaba a su alrededor y él le otorgaba validez. Ese absoluto le
lleva a no tener interés por lo que ocurra después de su muerte. Cuando
Barataria busca el sucesor enfrenta la incertidumbre del nuevo rumbo. La muerte
de Gran Juan crea un vacío de poder, y es cuando llega Barbarroja:
BARBARROJA:
Habitantes de Barataria, mírenme bien. (Pausa.
Se exhibe.) Soy el pirata Barbarroja Spencer. El terrible. Cualquier
apelativo que indique espanto es mi medalla. Desde la China hasta Tierra del
Fuego he marcado una estela imborrable en el mar. Por mi espada han pasado
quinientos setenta y dos cuellos, más que suficientes para ir al infierno, y he
arrojado por la borda como alimento para los tiburones a otros cinco mil
hombres, mujeres y niños. Las buenas corrientes me han favorecido en el saque de
ciento treinta galones españoles, adquiriendo un buen botín en todos ellos. Mis
hombres están satisfechos conmigo porque soy el más vil, y lo suficientemente
desprendido como para proveerlos de ron y bastante oro para comprar las mujeres
que quieren… Esas son mis referencias… Hemos llegado aquí por vientos
incontrolables que torcieron nuestro rumbo. Somos piratas y por ello
cumpliremos nuestro destino… ¡Atención, suelten todas sus riquezas antes de
morir! (Rumores y sollozos entre el
pueblo.) Hay un buen acantilado en la costa, y a medida que los hombres
entreguen el oro y las mujeres sean violadas, seréis arrojados contra las rocas
para descansar en la paz del Señor en el estómago de mis amigos los peces.
El lenguaje es
grotesco para agudizar la crítica. Después de este reconocimiento, una
peripecia. Un asistente le informa que no pueden continuar viaje porque el
barco encalló en un arrecife. Consternado, Barbarroja ordena al timonel
comunicarse con el Imperio, mientras simula interés en conversar con la gente.
Los piratas no controlan sus desafueros y él intenta mantener el orden;
entonces un ciudadano hace la gran revelación. En Barataria hay un sitio, El
Dorado, donde las calles son de oro, los diamantes son usados como arenisca,
los techos de las casas son láminas de plata, los niños juegan con oro en polvo
y sus canicas son rubíes, esmeraldas y topacios. Parábola, farsa e irrisión se
aúnan casi como en una tira cómica.
A partir de
esta situación, las connotaciones y los referentes de la fábula tienen mayores
implicaciones. El Dorado y Barataria refieren una historia que aproxima la
ficción a procesos históricos más amplios y pertinentes. Si los piratas
pretendían un saqueo ocasional, las circunstancias favorecerán una explotación
programada a gran escala más beneficiosa para el Imperio. Bongo, el timonel,
regresa del barco con noticias importantes sobre el fin de la guerra con
España. La nueva misión es colonizar el Tercer Mundo para mantener llenas las
arcas del Imperio.
La
colonización pirata necesita un proyecto de Estado: para garantizar el status
del Imperio es necesario dominar el Tercer Mundo. Cuando el poder de Barbarroja
es apuntalado por el Imperio, Pequeño Juan reivindica que Barataria es una
república libre y soberana. Un ciudadano dice que, después de la dictadura de
Gran Juan, no soportarán otra. Pequeño Juan informa que, después de morir Gran
Juan, gobierna una junta que él preside. En esta situación, los historiadores
retoman sus posiciones:
BLACK:
Te hago entrar en razón. Hay cosas que deben ocultarse.
WHITE:
¿Quieres que escriba un bello cuento de hadas?
BLACK:
¡Salud!
WHITE:
¡Salud!
BLACK:
En oportunidades hay que buscar la verdad que más convenga.
Black versiona
los hechos. Barataria salió del caos cuando llegó Barbarroja, quien trajo los
adelantos de la civilización con los que Barataria salió del subdesarrollo. Por
eso el pueblo de Barataria accede con gusto a su solicitud para quedarse e
iniciar su misión, y Pequeño Juan ordena grandes fiestas. Según Black, solo
importa la historia leída, y cuando Barataria la lea olvidará los muertos de la
conquista.
Santana es
consecuente con el planteamiento hecho por Maqui en El sitio. La muerte es un precio que descalifica a quienes la
justifican en nombre de objetivos políticos. Y para continuar con esta óptica,
la historia es retomada en sus hechos reales. El proceso de colonización no es
fácil para Barbarroja a pesar de
industrializar la explotación de las riquezas naturales. Hay síntomas de inestabilidad,
y los piratas piden al Imperio el envío de un asesor. El Especialista
recomienda dejar que Barataria la gobierne uno de sus hombres y no recoger el
oro que cae de los vagones.
La parábola
corporiza el propósito último de Santana. Los piratas y sus rasgos crueles
tienen un repertorio de anécdotas que otorga humos a su escritura. Al
incorporar referentes actuales, el mundo de los piratas distancia un tema
contemporáneo y su didáctica política entretiene. La colonización no es un
pillaje mercantil; es un proyecto que necesita condiciones políticas, una de
ellas que Barataria tenga un gobierno propio. Barbarroja reinstala en el poder
a Pequeño Juan y promete elecciones libres.
En la
secuencia final del primer acto se entrecruzan los dos niveles de la obra.
Black no puede evitar que los hechos ocurridos se muestren tal cual fueron.
Barbarroja impone la orientación al gobierno de Pequeño Juan, quien es otro
mandamás. White y Black escriben opiniones contrarias sobre los mismos hechos.
Escriben y re-escriben la historia en una polémica interpretativa. Los
ciudadanos de Barataria se sublevan y decretan la muerte de Barbarroja.
En el segundo
acto ocurre la transformación cultural con los ciudadanos vestidos de cowboy y música propia de la vestimenta.
Esta nueva situación, presentada con la imaginería de las tiras cómicas,
esconde un nuevo malestar social. El país se le va de las manos a Pequeño Juan
con el consiguiente perjuicio para el Imperio. Es una nueva crisis de poder y
son necesarias medidas que lo resguarden. Santana acude, una vez más, a la
parodia para acentuar los mecanismos manipuladores del poder:
BARBARROJA:
Nos urge un hombre astuto, inteligente y sin escrúpulos.
ESPECIALISTA:
¿Por qué no traer de nuevo a Gran Juan?
BARBARROJA:
Está muerto.
ESPECIALISTA:
Lo sé… ¿Y? El Imperio invertirá grandes capitales en Barataria, y se necesita
un hombre fuerte que los proteja. Gran Juan puede hacerlo.
BARBARROJA:
¡No tengo la santa facultad de resucitar a los muertos!
ESPECIALISTA:
Poseemos recursos. Podemos volver a Gran Juan a la vida.
La estrategia
de la fábula es paródica e irrisoria para acentuar su significado y su
propósito. Las escenas de los sepultureros y de la resurrección de Gran Juan
parodian Hamlet y Frankenstein:
MÉDICO
1: Necesitamos riñón, hígado, corazón y pulmones.
MÉDICO
2: Tejido muscular. En fin, traigan todo.
MÉDICO
1: Hay varios enfermos graves en la sala especial, enfermera. Que se les dicte
muerte clínica, consuelen a los parientes y nos traen los cuerpos; mientras más
calientes mejor.
Es el
paroxismo de la escritura, todo es posible para resguardar y mantener el poder,
pero esta vez sin degradación moral, sexual y erótica. Enmarcada en la parodia
y la farsa, la fábula distancia el plano político y Gran Juan es traído de la
muerte. Según El Especialista, fue resucitado para crear un clima de seguridad
a los capitales que el Imperio invertirá en Barataria. La parábola es
explícita. La discusión evidencia el pragmatismo ideológico de Black, para
quien el fin justifica los medios porque el hombre es un animal inteligente que
aún debe ser conducido. Esta tesis del gendarme necesario, esgrimida por los
sociólogos e ideólogos positivistas del gomecismo (1908-1935), legitima y da
poder al gobierno de Gran Juan y a la presencia de los representantes del
Imperio. En esta perspectiva, Caneca Jack, el Especialista y los generales
diseñan mecanismos políticos que no eliminen sino amolden al adversario. El
objetivo es transformar al hombre de Barataria en uno del Imperio.
Las
principales fuerzas en el eje de la ideología y en el que produce las
situaciones y modalidades de la fábula están totalizadas y unificadas, en
términos tales que la crónica carece de conflicto por la progresiva reducción
de la capacidad de iniciativa de los oponentes. De esta manera, Barbarroja es la crónica del proceso
histórico de Barataria: desde su condición de país pequeño y marginal, con sus
costumbres, valores y creencias propias y su régimen dictatorial, hasta su
integración a un Imperio en el que su identidad es suplantada por la de aquel:
ESPECIALISTA:
Nuestros productos son, además, higiénicos.
GRAN
JUAN: ¿Qué más?
ESPECIALISTA:
Traeremos nuestra música y Barataria bailará al mismo son que nuestras grandes
metrópolis.
GRAN
JUAN: El idioma es diferente.
ESPECIALISTA:
Es lo de menos. Lo importante es el ritmo, que sigan el ritmo.
El
procedimiento sustitutivo es global. White reclama la pérdida de identidad
cultural. Black reivindica el bienestar. Cuando el terror político de Gran Juan
se torna perjudicial es echado del poder para colocar de nuevo a Pequeño Juan.
En el modelo político las personas son accesorios intercambiables. Y es el
final de la historia contemporánea de Barataria, pero no de la reunión de los
dos historiadores. White tiene otro manuscrito, y la obra de Santana pasa a una
discusión sobre la significación real de los hechos históricos. Se alternan las
visiones de White y Black sobre la historia discutida. El pueblo intenta
sublevarse pero se reafirma la presencia de Barbarroja y el Imperio. La acción
es escrita y re-escrita a voluntad de White y Black.
El nivel
narrativo que ficciona a Barataria está agotado. Solo resta mostrar el
contraste entre los hechos históricos y las interpretaciones de cada
historiador manteniendo la desmitificación del oficio de ambos, borrachos en
esta situación. Santana discute la ideología contrastándola con la realidad.
Las situaciones y personajes históricos representan lo que les indican a cada
momento White y Black, quienes intentan imponer sus visiones finales sobre la
historia de Barataria. White postula una liberación en la que Barbarroja será
ajusticiado. Y la fábula termina con un juego imaginativo en el que Barbarroja
es ahorcado:
Barbarroja es subido a
la horca. El pueblo grita pidiendo su muerte. Los cowboys toman a los otros
piratas, generales, a Gran Juan y Pequeño Juan, y atándolos con las sogas los arrastran por el escenario. Aullidos y
vítores. La soga es colocada alrededor del cuello de Barbarroja.
WHITE:
¡Un momento! (Toda actividad cesa sobre
la escena.)
BLACK:
Tu momento culminante. (Ríe.)
WHITE:
¿Qué sucede hoy en Barataria? (Pausa
corta.) Si… soy yo quien impongo este susurro bajo de lo que podría ser la
historia, pero… te pregunto, ¿qué sucede hoy en Barataria?
BLACK:
Anima tu fantasía y respóndete. La realidad es que Barbarroja está tranquilo en
el palacio de gobierno.
WHITE:
Los campos verdes de nuevo en Barataria. Los hombres nuevos en Barataria. Las
viejas canciones.
La trampa del patíbulo
cede. Barbarroja es ahorcado. Gemido.
Pausa. Telón o black-out rápido.
Colofón breve
Alfredo Chacón
publicó en 1970 una importante antología sobre la izquierda cultural venezolana
de los sesenta del siglo XX. Señala que la consecuencia más visible de la
derrota de la guerrilla fue la desazón, solo comparable con el optimismo que
hubo cuando fue planteada la lucha armada contra el modelo social. Puntualiza
que en los años sesenta, parte de la vanguardia cultural venezolana se vinculó
sucesivamente con la rebeldía y con la aceptación de los límites finales de la
confrontación ideológica; con la rebeldía y con el repliegue. En los setenta,
cuando el modelo social comenzó a vivir la ilusión política y económica de La
Gran Venezuela, tal desconcierto provocó una actitud taciturna o resignada; y
en no pocos casos la claudicación.
En 1979 José
Ignacio Cabrujas irrumpió con El día que
me quieras, catarsis y confesión de culpa por la utopía maltrecha de la
revolución y el socialismo. Dos años después Ugo Ulive discutió el desconcierto
de esa situación en Prueba de Fuego,
obra que contrasta el dilema de dos guerrilleros en el momento sin regreso de
la derrota; uno se integra al modelo social para hacer política con sus reglas;
otro persiste en la utopía, sin armas ni argumentos para actuar más allá de su
fe. Ese zigzagueo lo encontramos en Francisco, en Maqui y en White y Black.
Está metaforizado en el desenmascaramiento de la moral privada de Los criminales. La desazón está en el
vacío final de Nuestro padre Drácula
y en la burla de La farra; en el
sinsentido de su primera obra, La muerte
de Alfredo Gris.
Gestos, Año 15, Nº 29, Abril 2000.
Department of
Spanish and Portuguese.
University of
California, Irvine. USA.
La crisis de las ideologías y la derrota
militar produjeron desencanto y desorientación, expresada en la revisión activa
de lo ocurrido o, en algunos casos, en la postración. Un teatro en el que lo
primordial fue representar una situación sin mañana o, en todo caso, incierto.
Un teatro político con el propósito de interrogar al espectador, no proponerle
soluciones utópicas.
El dilema de qué hacer y hacia dónde ir
después de la derrota, cómo explicar lo sucedido, cómo justiciar el
comportamiento ante el fracaso son algunas de las interrogantes de Prueba de fuego, quien desde 1968
desarrolló una excepcional carrera de director y docente. Había traído a
Venezuela su experiencia en el grupo El Galpón de Montevideo, al que ingresó
muy joven en 1952, y de sus años en Cuba (1960-1966), donde dirigió el Teatro
Nacional Cubano y fundó y dirigió la Escuela Nacional de Arte Dramático. Hombre
de izquierda, en Venezuela hizo dos cortometrajes sobre las guerrillas: TO3 y Basta. De manera que cuando en 1981 estrenó su primera obra, en
buena medida representó algo de su experiencia personal como hombre de
izquierda ante el fracaso revolucionario en Venezuela y América Latina. Para
hacer sus cortometrajes viajó a las zonas donde se guarecían los guerrilleros y
allí conoció a Zamora. En el libro Ugo
Ulive, 50 años en la vida de un artista (1985), coordinado y preparado por
Luigi Sciamanna, se refiere a ese encuentro:
Conocí a Antonio Zamora, llamado ‘El Camarita’ a fines de la
década del 60, mientras cumplía tareas periodísticas para el semanario uruguayo
Marcha. Nos fascinó, a mí y a varios
periodistas franceses que estaban conmigo, la verba popular y el calor humano
de aquel hombre. Le pedimos que grabara su historia y lo hizo, dándonos así un
extraordinario ejemplo de literatura oral. Su relato apareció inicialmente en
versión francesa en Les Temps Modernes
(Número 303) y luego en una reducida edición venezolana (Síntesis dos mil,
Caracas 1974). Pero el personaje siguió rondándome durante años. Sobre todo
porque se replanteaba algunas interrogantes políticas que había intentado
responder parcialmente en la película Basta.
Fue así cómo, a fines de 1980, decidí luego de largas vacilaciones intentar
escribir una pieza de teatro. Allí Zamora se transformó en Mariñito. Me propuse
que fuera solamente un diálogo, y la maniática minuciosidad que diferencia el
habla de ambos personajes no es más que un intento por disimular que se trata
de uno solo. El estreno de Prueba de
fuego provocó opiniones polémicas y apasionadas.
Cuando Ulive
estrenó su obra, aún estaba viva la discusión alrededor de El día que me quieras (1979) de José Ignacio Cabrujas, en la que representó
el fracaso político y sentimental de Pío Miranda, comunista en la Venezuela de
1935 frente al mito universal de Carlos Gardel. Era imposible que no generara polémicas la obra de
Ulive en la que discutía un grave problema político conocido por todos, algunos
de cuyos protagonistas estaban vivos, incluso activos en la política. En el
libro citado se reproduce una entrevista a Teodoro Petkoff, quien fue
guerrillero y en 1971 ya se había separado del partido comunista venezolano y
era candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS), en la que, con
motivo del estreno de la obra, casi se reconoció en algunas palabras de César
aunque para él el debate estaba falseado:
Cuando digo el debate está falseado es porque no es cierto que
el gran debate de finales de la década de los 60 fue entre héroes que querían seguir en la montaña y los cobardes que se rajaron. Esa fue la manera como los cubanos
presentaron la polémica. Para Ulive no han transcurrido todos estos años.
Douglas Bravo, quien bajó de la montaña el 24 de noviembre de
1980 fue visto como Mariñito. En una entrevista de la misma época recogida en
el libro citado, afirma:
Mariñito existe: es un campesino pero al mismo tiempo es la
síntesis de una serie de personajes que no solo están en el campo sino en la
ciudad. Incluso yo diría que están dentro del Clero y de las Fuerzas Armadas.
Prueba de fuego
Es 1967, el fracaso de la insurrección
es irreversible y el año siguiente el partido comunista venezolana hablará de
paz democrática. En un apartamiento ruinoso en algún lugar de Caracas se
encuentran César y Mariñito; ambos se conocieron en la montaña cuando eran
guerrilleros. A César le encargaron la misión de cuidar al Comandante y
Mariñito llega para hablar con él y recibir instrucciones. Esperan que
despierte. Es la situación inicial de enunciación:
MARIÑITO:
¿Demorará?
CÉSAR:
Ya te dije, le cuesta quedarse dormido… Tiene que descansar. El médico… (Hace un gesto indefinido.)
MARIÑITO:
¿Y ta tomando medicinas?
CÉSAR:
Sí, unas pepas y unas inyecciones… Yo me encargo de eso hace días.
MARIÑITO:
Es que tenía urgencia de verlo…
CÉSAR:
Déjalo en paz, Mariñito. ¿Qué vas a ver? ¿Un hombre durmiendo? Tú lo que
quieres es hablar con él, ¿no? Espérate pues.
Ulive crea una situación inmóvil que se agota en la
conversación de ambos personajes, quienes no saben qué será de sus vidas: “la
vaina se acabó –dice César. La mejor prueba es que tú estás aquí y vestido de
civil”. En esa situación, ambos personajes comienzan a desnudarse, a expresar
su visión de la vida en las guerrillas. César es prolijo en sus comentarios: “A
mí lo que más me jodía de la guerrilla era el aburrimiento, la espera en los
campamentos, el no tener nada que hacer”. Para César no hay vuelta atrás,
aunque Mariñito espera alguna instrucción del Comandante. Ambos viven crisis
existenciales por la incertidumbre presente:
CÉSAR:
Además, no sé por qué me tengo que justificar contigo… (Se para y camina sin rumbo por la habitación.) Yo sé a qué vienes
tú aquí… Tú vienes a consultar, ¿verdad? A preguntar, a que el Comandante te
diga lo que hay que hacer. Bueno, no hace falta. El partido dio la orden. Se
deponen las armas. No están dadas las condiciones. Se perdieron demasiadas
vidas en una empresa inútil Es hora de rectificar.
MARIÑITO
(Paciente.): Mire, camarada, a mí ya
me dieron el informe, me leyeron toda la cartilla. Yo quiero es ver al
Comandante porque él es mi amigo y mi jefe. Claro que también me va a gustá
saber qué opina de esto… de esta retirada.
Habida cuenta de una situación histórica consumada, el
propósito de Ulive es profundizar en las consecuencias existenciales del
fracaso, para lo cual sus personajes se agotan en diálogos evasivos y ambiguos,
los de César, y en el empeño de Mariñito por hablar con su amigo y jefe. Dos
perfiles psicológicos producto de situaciones compartidas. Ambos exponen las
ideas y críticas conocidas sobre el fracaso de las guerrillas: tener muchas
vanguardia y poca retaguardia, estrategias sin tácticas, poca preparación
militar, no entender la guerra, etc. Ahora se trata, dice César, de “lucharle a
la burguesía en su propio terreno” y participar en las elecciones. Pero
Mariñito no tiene clara la situación política y moral del repliegue, habida
cuenta los camaradas muertos: “¿Con qué moral les dice uno que ahorita hay que
entregá las armas, que hay que bajá, que hay que reconocé la derrota?”.
Pero muy pronto Ulive plantea el reconocimiento que peovocará
la peripecia. Mariñito siente un mal olor. César le plantea la posibilidad de
que no haya Comandante en el otro cuarto; lo abruma con una palabrería inútil
para la conclusión: “El Comandante está muerto”.
Ulive
va más allá de la derrota irreversible y crea una situación desesperada. ¿Qué
hacer? La situación básica de enunciación de Prueba de fuego es la experiencia de la carencia de futuro. Dos
años antes, José Ignacio Cabrujas había planteado algo parecido en El día que me quieras cuando Pío Miranda
reconoce la gran mentira que fabricó en torno a una vida utópica en el
comunismo ruso. Ahora, el reto de César y Mariñito es qué hacer con el cadáver
y como irse de ese lugar sin ser aprendidos.
Mariñito se escuda en los recuerdos,
cuando en el campo o la montaña avanzaba junto con el Comandante con fe y
esperanza en el triunfo. Es el recurso frustrante para mantener la fe en la
utopía revolucionaria. En un largo monólogo recuerda una aventura por Apure, al
sur de Venezuela, cuando fueron a buscar un campamento y encontraron una
ametralladora Madsen:
Y él suelta la escopeta y me abraza… ¡Compañero! ¡Ahora sí es
verdá, carajo! ¡Ahora sí es verdá que somos unos guerrilleros y la revolución
esta la vamos a hacé cueste lo que cueste! ¡Cará! Después estuvimos hablando
ahí… cosas. Ese día nosotros… tanta fue la alegría y el sentimiento pues, de
los compañeros que habían muerto, los compañeros que habían matao ahí,,, nos
pusimos a cantar himnos guerrilleros y cosa… Realmente ese día fue de mucha
alegría… y tristeza también. Estuvimos sentaos, hablando y cantando tal… Ese
día es cuando comencé a ser amigo de verdá del Comandante.
Sin duda, una
obra amarga sobre un fracaso y el mantenimiento de la fe en una utopía,
difuminada en 1981. Mariñito sigue fiel a sus postulados y Ulive lo confronta
con César. Mariñito dice que regresará al monte para conversar con la gente;
César tiene sus proyectos, su familia, tratar de ser útil en la nueva situación
política.
José
Ignacio Cabrujas, quien en algunos aspectos es el mejor representante de la
generación venezolana de 1958 que creyó en la revolución y en “la poesía del
FN30” e interpretó a César en 1981, declaró:
Los intelectuales fueron prácticamente pegados contra la pared
y se les dijo que el deber de un intelectual era hacer la revolución y la
revolución fue la lanza que se clavó en el futuro. (El Nacional, 16/05/1975).
Sin otra opción, César y Mariñito están en un callejón sin
salida, la de despojarse de cualquier objeto o documento que los comprometa,
irse de ahí y dejar abandonado el cuerpo del Comandante. Quizás capitalizar su
muerte porque no lo capturaron e informar a un periódico. Mariñito, fiel
siempre consigo mismo, propone pintar algunas consignas en las paredes,
mientras escarban maletas para deshacerse de todo lo que los pueda comprometer,
pero sin olvidar sus discrepancias:
CÉSAR:
Mira, viejo, yo… estuve contigo en un par de emboscadas… Yo… conozco tu
puntería.
MARIÑITO
(Extrañado.): ¿Entonces?
CÉSAR:
Nada… que no me gustaría que alguna vez nos encontráramos frente a frente…
peleando…
MARIÑITO:
No, hombre, chico… Yo espero que nunca se me olvide dónde está el verdadero
enemigo. Si no… la cosa se va a aponer bien fea…
Solo, Mariñito comienza a pintar en la
pared del fondo unas letras: V, E, N, C, E, R, E, “pero al llegar a la M vuelve
a quedarse sin pintura y apenas logra dibujarle”, dice la acotación final.
Ulive confirma su propósito, a la vez su compromiso de intelectual de
izquierda, y la acotación final es: “Del cuarto donde yace el Comandante viene
un débil resplandor de amanecer”.
Edilio Peña, con una amplia obra desde
su debut el 22 de noviembre de 1973 con Resistencia
dirigida por Armando Gota, escribió a
comienzos de 2019 Hambre en el trópico,
alegato agresivo y cargado de rabia, panfletario a ratos, en el que representa
la dramática situación de una sociedad hambreada y reducida en sus
posibilidades de existir. Su obra cierra un siglo de teatro político venezolano
iniciado en 2013-2015 cuando Julio Planchart escribió La república de Caín. Ambas obras representan la forma despótica
del ejercicio del poder contra una sociedad y la postración de una población
desarmada y sin esperanzas.
Los marcos sociales en los que la obra fue escrita
corresponden a la más grave crisis humanitaria padecida por Venezuela, cuyas
manifestaciones más evidentes son la migración de más de dos millones de
venezolanos, el colapso de la salud pública, el hambre generalizada, la
desesperanza de la gran mayoría de la población y una hiperinflación que en
2018 fue estimada en más de 1.500.000 %.
Julio Planchart representa las perversiones de un régimen
bajo la conducción de dos déspotas: Cipriano Castro (1899-1908) y Juan Vicente
Gómez (1909-1935). Peña representa una síntesis o, mejor, la consecuencia de un
régimen que durante veinte años
(1999-2019) acumuló un proceso de destrucción física y moral de una nación y su
sociedad.
El diálogo inicial sintetiza la fábula de Peña y su situación
básica de enunciación:
EL
HIJO: Papá, ¿y dónde está el restaurant del que tanto me habías hablado?
EL
PADRE: Sigue extraviado en mi mente, espero no se haya vuelto una ilusión.
EL
HIJO: Ojalá pueda regresar del olvido, pero no como regresan las palomas negras
cuando pierden la esperanza en el infierno.
EL
PADRE: Es lo que espero.
Ambos personajes están ante una inmensa montaña de basura,
que permanece en el centro del lugar de la acción hasta el final. Es una
montaña que “se ha tragado esa torre de petróleo abandonada”, en la que perros
famélicos y zamuros se pelean la comida. También es el destino de niños que
“una vez fueron personas, pero la necesidad los volvió perros”, comenta El
Padre.
Los personajes de Peña
emplean un lenguaje duro y rudo, más de una vez obsceno y hasta blasfemo cuando
se refieren a Dios. La referencia al Papa Francisco no se hace esperar:
EL
PADRE: Ese [Dios] siempre ha estado en complicidad con la revolución. No vez
cómo actúa el Papa. Ha visitado tres veces la isla de la felicidad. Esa
dictadura de los Castros que convirtió el cadáver de la gente en zombis, y que
no les queda otra opción que buscar escapar de su desventura lanzándose a un
mar infestado de tiburones.
En el basural donde viven los personajes, los niños caminan
cual perros y uno de ellos se encuentra una mano humana, la de El Padre quien
la vendió: “Yo no sentí dolor cuando me arrancaron la mano. Todo fue tan
rápido. Como un acto de magia”.
El restaurant es el
motivo recurrente de la conversación entra padre e hijo, sustituido por la
montaña de basura. Y los recuerdos nostálgicos aparecen sobre la ciudad que
“fue la cuna del cielo”. El recuerdo es también sobre “los padres que
decidieron sacrificar a sus hijos como corderos” para cocinarlos a fuego lento.
Por momentos la
secuencia de situaciones puede lucir tautológica; pero el propósito es ahondar
la experiencia de hambre de los personajes hasta el extremo. Por eso los
cambios de situación y la incorporación de nuevos personajes no significan
diversidad sino intensidad. Ocurre cuando aparece El Funcionario, cuyo rol es
hacer presente la burocracia que entorpece cualquier gestión para comer –El
Padre y El Hijo deben tener el carnet de la patria- y los dos hermanos (“La
música como la alegría está prohibida en este país”).
Peña incorpora todos
los aspectos de la vida cotidiana que coaccionan a los personajes. La sociedad
cortesana de Planchart es ahora una especie de corte de los milagros de miseria
y hambre, coaccionada y objeto de todo tipo de censura por parte del régimen. A
partir del hambre, el régimen se hace presente en todas sus formas, incluso en
los aspectos que lo emparentan con el régimen cubano: “La famosa Cabaña, donde
más fusilamientos se produjeron en la revolución cubana”. Más allá del realismo
político convencional, Peña incorpora doce cadáveres, quienes padecen frío:
EL
CADÁVER 1: Pero… ¿qué sentido tiene seguir torturándonos si estamos muertos? Ya
acabaron con nosotros. Los opositores muertos no tienen sentido. ¿Qué muerto
puede atreverse a tumbar un gobierno?
La montaña de basura también afecta a El Funcionario:
El Funcionario se
marcha. Justo antes de salir, dispara sobre la cabeza del niño que en cuatro
patas hurgaba entre la basura moviendo su cola de pelos como un perro.
EL
FUNCIONARIO: ¡Adiós, angelito del cielo!
Edilio Peña es, con seguridad, el dramaturgo venezolano que
con mayor riesgo se ha comprometido frente a la situación de su país. Hambre en el trópico puede estar
destinada a tener la misma suerte de La
república de Caín, permanecer guardada un tiempo indefinido. Apela a
diversas imágenes para acentuar el horror que significa el hambre. Uno de los
cadáveres invita a comer los corazones de los hermanos muertos como “un rito de
expurgación e iniciación”.
Mediante un sencillo deja vu, la obra concluye en un elegante
restaurant chino en el que La Mujer y El Hombre se preparan para comer,
mientras al otro lado de una gran pared de vidrio “se puede observar una multitud
aglomerada de cadáveres hambrientos”. Presente y pasado coinciden. El Hombre –El
Padre- recuerda a su hijo “esa montaña de basura donde la gente se convertía en
perros para poder comer”. Y El Mesonero les ofrece estofado de perro. Cuando
aparece el chef para explicar el estofado resulta ser El Funcionario, a quien
La Mujer degüella:
El Funcionario se lleva
las manos a la garganta y cae convulsionando, mientras inunda de sangre el piso
pulido de la escena del lujoso restaurant, Indiferentes, las gentes presentes
no se detienen a mirar el acontecimiento dramático que ha acontecido. Siguen
comiendo, bebiendo y sonriendo en medio de la fantasía de una felicidad
prestada. En ese momento, entra El hombre I, tocando la flauta traversa,
mientras repentinamente los comensales, al unísono, se levantan de sus mesas,
ovacionándolo y aplaudiéndolo con frenesí.
Obra de catarsis política, al igual que
la de Julio Planchart un siglo antes, las situaciones y los personajes de Hambre en el trópico no apelan a
eufemismos para referirse a una realidad lacerante, que sumerge la historia de
un país en un marasmo violento que no vislumbra solución.
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Dra. Susana D. Castillo
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