Carlos Giménez, el último rapsoda en un fractal desorbitado del Paradisi

 



 

Rapsodia I


De cómo el éter cibernético rescató a Mnemósine en un like


Ya no apuesto a las redes sociales como foro para mis denuncias libertarias sobre el sudario en que la geopolítica y las guerras ideológicas han trocado mi país: Venezuela, en Tierra de Desgracia. Sexalescente como soy, mi país conserva el esplendor primigenio de su gente y geografías exultantes, aquí irrenunciable en el músculo gestor de todas mis sístoles y diástoles. A cada instante paso revista a los protagonistas indelebles de mi querencia, aquellos otros, en la otredad de Octavio Paz que me dan plena existencia. Los busco y rebusco a cada instante tanto presentes como transfigurados de tantas luces que pueblan mi recuerdo, y más aún, mis pasos en este medioevo apocalíptico del Siglo XXI. A esa exploración constante ha concurrido como brújula, o más actual, como GPS incuestionable, la invención de Facebook de Mark Zuckerberg.

 

Hace unos días en mi rígida cuarentena de Coyoacán, revisando las redes sociales me encuentro en Facebook con una tablilla cuneiforme de mensajes de antiguas fisiones nucleares de mi adolescencia: ¿CARLOS GÍMENEZ, PREGUNTA QUÉ TE GUSTA DE SU PÁGINA? Y yo que vengo a este exilio renovado mexicano tras tantas marchas, contramarchas, bombas lacrimógenas, crímenes de lesa humanidad, asesinatos violentos que rebasan ya las 300 mil víctimas y toda clase de invasiones y felonías totalitarias de rojo tinte bermellón: ¡Sangre vertida no sólo en las calles sino en la vasta geografía  deVenezuela!

 

¿CARLOS GÍMENEZ PREGUNTA QUÉ TE GUSTA DE SU PÁGINA? El túnel del tiempo y regreso súbito a la mejor memoria de mi país: la Venezuela República Democrática de futuro luminoso y sistema político en perfeccionamiento federativo descentralizado. País inocente y alegre donde fuimos los más felices del continente y gozamos un imperio: el de la alegría.

 

¿CARLOS GÍMENEZ PREGUNTA QUÉ TE GUSTA DE SU PÁGINA? ¿Orfeo triunfó, durmió a los cancerberos de mi memoria, rescató a Eurídice de las fauces del Hades? Mi respuesta tajante y súbita: ¡TODO DE PIE A CABEZA!


¿Pero, quién trae a  mis encanecidas sienes al punto de ebullición más egregio de mi juventud pletórica de asombros? ¿Quién trae de nueva cuenta la accidentada geografía de mis contradicciones de un acné incisivo, canino, molar y galopante?


Seguí dándole likes a esta página hasta que un día luego de publicar una nota sobre la hija hidrocefálica del bardo comunista Pablo Neruda surgió la respuesta: Viviana Marcela Iriart de Escritoras Unidas desde Argentina.


El placer cibernético, geográficamente extremista, fue mutuo en la memoria de quien para mi fue el último rapsoda del teatro del Siglo XX: Carlos Giménez. Mi Maestro regresaba como Odiseo a la Ítaca ferviente de mi querencia. Ese carajito inquieto: carbón de Rosario, sometido a altísimas presiones en la Córdoba argentina para convertirse en cristalino diamante de la cultura de Venezuela; encendedor de faroles lo llamaría Rómulo Gallegos en su primera novela jamás editada y más aún único venezolano en justicia por decreto presidencial de Carlos Andrés Pérez.


Entramos en diálogo ferviente. Aquí tenés Viviana querida mi WhatsApp. Che, José Augusto, te propongo escribás algo para la página de Carlos. Mi respuesta súbita: Che, querida, vos desataste una tormenta cuya intensidad me sheva en éxtasis, sin referencias a drogas duras, sino orgánicas: las más saludables y pletóricas de endorfinas, serotoninas y dopaminas a escribir un nuevo y más vasto episodio de mi saga autobiográfica: Fractales del Paradisi. Vos, en venezolano radical hija ilustre de Choroní y mis selvas nubladas del Pittier, me contestaste con el desparpajo de un delincuente actual venezolano:


-¡Dale plomo, que el plomo me nutre!


Amanuense hoy por el sensible fallecimiento de mi laptop vintage HP, Sha no soy más amanuense: tengo laptop nueva pero la frase me gusta, ¿Viste? en delirio e insomnio intento este fractal de quien como mancebo núbil órfico cambió el destino del desarrollo cultural de Venezuela y más aún con corajes reforzados desempolva la memoria, troca al daguerrotipo de “instrumento de la muerte” como lo llamara mi maestro Tadeusz Kantor en un instrumento para celebrar la vida cuyo periplo fantástico palpita inherente por nuestras venas.

 

Viviana, gracias por este insomnio, por estas bienaventuranzas luego de un año trágico de murciélagos coronados chinos, Atilas espantosos contra Occidente, con batallones de nuevas cepas fermentadas en pandemias que niegan las ternezas, abrazos, besos y todas las cercanías que como seres gregarios nos son indispensables. Aspiro que mi pluma sea capaz del enorme reto. Gracias porque en esta apuesta he vuelto a Jaime Sabines, a su poemario Doña Luz, elegía a su madre y por permitirme parafrasearlo en el recuerdo de Carlos Giménez:


“Acabo de desenterrar a nuestro Carlos Muerto hace tiempo. Y lo que desenterré fue una caja de rosas frescas, fragantes como si hubiesen estado en un invernadero. ¡Qué raro es todo esto!”


(Continuará...)


José Augusto Paradisi Rangel

Ciudad de México, 3 de septiembre de 2021.