Apelan indemnizar a perseguidos por la dictadura / Perfil, Buenos Aires, 4 de septiembre de 2007



Fue el propio Gobierno. Lo hizo sobre resoluciones de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que hicieron lugar al reclamo de cuatro víctimas que debieron exiliarse forzosamente durante el Proceso:  Eduardo Molina Zequeira, Norma Grinfeld de Goobar, Viviana López Osornio y Andrea Benites Dumont.




 
El Gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura a quienes el Ministerio de Justicia les había negado tal reparación histórica. 

 Así lo informaron a la agencia de noticias DyN allegados a los propios beneficiados por el fallo de la Cámara. 

 El 21 de agosto pasado, esa agencia informó que desde abril la Cámara en lo Contencioso Administrativo hizo lugar al reclamo de cuatro víctimas de la dictadura que debieron exiliarse forzosamente porque sus vidas corrían peligro. 

Se trata de los casos de Eduardo Molina Zequeira, Norma Grinfeld de Goobar, Viviana López Osornio* y Andrea Benites Dumont, todos ellos exiliados durante la dictadura y con status de refugiados políticos reconocido por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

 Todos ellos iniciaron el trámite administrativo previsto por la Ley 24.043, sancionada en noviembre de 1991, que establece “beneficios a las personas que hubieran sido puestas a disposición del P.E.N. durante la vigencia del estado de sitio, o siendo civiles hubiesen sufrido detención en virtud de actos emanados de tribunales militares”. 

En los cuatro casos, el reclamo había contado con la aprobación de la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo de Eduardo Luis Duhalde, pero fue rechazado por la Procuración del Tesoro, a cargo del ex juez Osvaldo Guglielmino y por el ministro de justicia, Alberto Iribarne. 

En todos los casos, la Sala Uno de la Cámara, con las firmas de los jueces Pedro Coviello, Néstor Buján y Bernardo Licht, dejó “sin efecto” las resoluciones del Ministerio de Justicia que negaron el beneficio a las víctimas de la dictadura y ordenó “a la autoridad administrativa que realice la liquidación conforme la situación fáctica denunciada”. 

Sin embargo, los abogados del gobierno apelaron la medida ante la máxima instancia judicial y, según revelaron las fuentes, lo propio había hecho anteriormente con otros casos similares. 

En el último de los fallos, el de Benites Dumont, DyN pudo establecer que el Estado presentó recurso extraordinario el 17 de agosto, y diez días después el expediente pasó a estudio de la Corte Suprema. 

En los hechos, la apelación implica que el fallo de Cámara no está firme y, en consecuencia, el Estado no pagará –al menos por ahora- las indemnizaciones a las víctimas de la dictadura. 


 Fuente: Perfil












Carta de Viviana Marcela Iriart (Viviana Marcela López Osornio) al 
Dr. Nestor Kirchner, presidente de Argentina



"Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización. Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre  nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es".




Caracas, 5 de septiembre de 2007.
Excelentísimo Sr. Presidente

Nestor Kirchner

Buenos Aires
República Argentina.-


De mi mayor consideración:

Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela, cuando la dictadura me condenó al exilio y me robó mi país.


Como tenía miedo de que la dictadura se enseñara con mi madre y mis hermanas, que habían quedado en Argentina, desde entonces escribo usando el apellido de mi madre: Viviana Marcela Iriart.

A los 20 años (año 1978), simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde,  a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.


Allí permanecí casi un mes 'detenida', porque estar asilada es equivalente a estar 'detenida', puesto que una está privada de su libertad y sin derecho, en mi caso, de recibir visitas, cartas, llamadas telefónicas, ni de hacerlas.


Durante casi un mes permanecí aislada en una pequeña oficina en donde dormía en un sofá.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un círculo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.

Al irme salve mi vida pero perdí todo.

Mi país, mi familia, mis amistades, mis estudios universitarios, mi ciudad, mis libros, mis discos, mi perro, mi identidad.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa.

En su lugar dejó una amnesia parcial que me recuerda, cada vez que aflora, que ella es producto de la persecución, el miedo, el asilo, el exilio. Un 'regalito' de la dictadura.


Durante casi 5 años no vi a madre ni a mis hermanas, porque ellas no tenían recursos económicos para venir a verme.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura. A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.

Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de  todos los exiliados y exiliadas que sobrevivíamos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.

Si el exilio no es un castigo, Presidente Kirchner, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es.

 

Porque yo sé lo que sufrí desde que la dictadura tocó la puerta de mi casa en La Plata , una noche de septiembre de 1978, hasta el 30 de diciembre de 1983 cuando regresé a Argentina. El ACNUR, quien me dio estatus de refugiada, también lo sabe.

Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedirle una explicación para entender lo que está pasando.
 Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, no puedo creer que su gobierno, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura y la condena a sus victimarios, pueda cometer semejante INJUSTICIA.


A 28 años de mi CONDENA AL EXILIO  por parte de la dictadura, hoy me siento doblemente víctima.  Víctima de aquella dictadura genocida y víctima de la decisión de la democracia.

Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización.

Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre  nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es.

Le envío mi foto de cuando estaba exiliada. Quizá viendo los ojos de una víctima recapacite sobre su decisión sobre  mi caso y la de los otros perseguidos, porque es muy fácil negarle la indemnización a víctimas sin rostro.

Esperando su respuesta y que se haga JUSTICIA, conmigo y con todas las personas que fuimos condenadas al exilio por la dictadura,  agradezco la atención a la presente.

Atentamente,

Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
Telf. 00548-212-9577900 / correo electrónico: vivianamarcelairiart@hotmail.com

PD: Adjunto Testimonio. Copia de “Machu Picchu”. Foto. Copia de “Perfil”.









Caracas, 5 de septiembre de 2007.

Dr. D. Alberto Fernández
Jefatura de Gabinete de Ministros
República Argentina.-


Estimado Dr. Fernández:

Esta carta en realidad se la quiero dirigir al presidente Kirchner pero, como él no tiene dirección de correo electrónico, no me queda más remedio que escribirsela a Ud. y pedirle, por favor, que haga de intermediario.

Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela.
Como tenía miedo de que la dictadura se enseñara con mi madre y mis hermanas, que habían quedado en Argentina, desde entonces escribo en diarios y revistas  usando el apellido de mi madre: Viviana Marcela Iriart.

A los 20 años (año 1978) , simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la anunciada guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde,  a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.
Allí permanecí casi un mes 'detenida', porque estar asilada es equivalente a estar 'detenida', puesto que una está privada de su libertad y sin derecho, en mi caso, de recibir visitas, cartas, llamadas telefónicas, ni de hacerlas.
Durante casi un mes permanecí aislada en una pequeña oficina en donde dormía en un sofá.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un circulo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.

Al irme salve mi vida pero perdí todo. Mi país, mi familia, mis amistades, mis estudios universitarios, mi ciudad, mis libro, mis discos, mi perro, mi identidad.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa. En su lugar dejó una amnesia parcial que me recuerda, cada vez que aflora, que ella es producto de la persecución, el miedo, el asilo, el exilio. Un 'regalito' de la dictadura.
Durante casi 5 años no vi a madre ni a mis hermanas, porque ellas no tenían recursos económicos para venir a verme.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura.
A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.

Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de  todos los exiliados y exiliadas que sobrevivimos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.
 
Si el exilio no es un castigo, Dr. Fernández, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es. Porque yo sé lo que sufrí desde que la dictadura tocó la puerta de mi casa en La Plata, una noche de septiembre de 1978, hasta el 30 de diciembre de 1983 cuando regresé a Argentina. ACNUR, quien me dio estatus de refugiada, también lo sabe.

Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedir una explicación para entender lo que está pasando.


Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, y para confirmarlo es que le escribo, no puedo creer que el gobierno del presidente Kirchnner, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura, pueda cometer semejante injusticia.
A 27 años de mi salida al exilio por parte de la dictadura, hoy me siento doblemente víctima.
Víctima de aquella dictadura genocida y víctima de la decisión de la democracia.

Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización. Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre  nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es.

Esperando su respuesta y que se haga justicia, agradezco la atención a la presente.

Atentamente,

Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
 
PD: Adjunto testimonio de lo que me sucedió, que mi abogada, la Dra. Moreno, presentó ante la justicia.




TESTIMONIO de VIVIANA MARCELA LOPEZ OSORNIO
 (VIVIANA MARCELA IRIART) presentado ante la justicia argentina

 

 

Yo, Viviana Marcela López Osornio, argentina, D.N.I No. 11.995.518, Pasaporte No. 10.775.271, nacida en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, el día 3 de Abril de 1958, de 40 años de edad, hija de Enriqueta Ana Iriart y César Eduardo Lopez Osornio, de Profesión Productora de Teatro y Escritora, conocida artísticamente como VIVIANA IRIART, testimonio lo siguiente:

 

1975: A los 17 años fuí elegida Dirigente Estudiantil del Turno Tarde de la “Escuela de Comercio Manuel Belgrano” (calle 9 y 38, La Plata), actividad que finalizo ese mismo año cuando me recibo de Perito Mercantil.

 

1978:

* Febrero: Edito, con fondos propios, el primer número de la revista cultural “Machu Picchu”, en donde publico poesías de intelectuales reconocidos, como Pablo Neruda y Bernardo Verbitsky, y de jóvenes e inéditos poetas y cuentistas. La revista tenía ocho páginas escritas en máquina de escribir y se vendía en algunas librerías de la ciudad de La Plata.



* Marzo: Curso primer año de Periodismo en la “Escuela Superior de Periodismo y Comunicación Social” de La Plata, reabierta después de tres años de cierre. El director era el Profesor Daniel Alfredo Pabón, extraoficialmente conocido entonces como miembro del CIDE.


* Mayo (aproximadamente): Gano por concurso un cargo como Archivadora de Microfilm en el Registro Provincial de las Personas, calle 1 y 60 de La Plata, departamento que recién se creaba.


Al lado del edificio había caballerizas en donde, según me dijeron antiguas empleadas, había funcionado un centro clandestino de detención.


Debido a mis estudios me tocó el turno de la mañana, en donde éramos unas quince personas de las cuales todas, excepto yo, habían conseguido el puesto por palanca: eran hijos, esposas, hermanos, familiares o conocidos de policías.


Nuestro jefe, me dijeron estos compañeros de trabajo, era policía.


La primer tarea que me asignaron fue archivar fichas NN. Como me llamaban mucho la atención que no hubiera nombres, sólo fechas y ciudades, un día le pregunté en secreto a una de las empleadas con más antigüedad en la oficina lo que significaban esas fichas. Ella me pidió que no dijera nada a nadie, pero que esas fichas correspondían a personas detenidas-desaparecidas.


Mi primera intención frente a esta información fue escribir un artículo para la Escuela de Periodismo. Consulté con dos o tres compañeros de estudio y ellos me hicieron tomar conciencia del peligro que podía correr si presentaba ese artículo en la Escuela en donde, todos sabíamos que, aparte del Director, había personal administrativo y estudiantil que eran personal policial.


Desistí de la idea pero en forma secreta elaboré un listado de NN por ciudades que, años más tarde ya en el exilio, hice llegar a Madres de Plaza de Mayo.


Semanas más tarde me trasladan al Departamento de Microfilm y me asignan una compañera, puesto que el trabajo había que realizarlo en pareja.




* Septiembre: Edito el número 4 de la revista “Machu Picchu”, en la que publico una pequeña frase mía en contra de la guerra con Chile y del reclutamiento militar:

 

                “Vivamos en el Amor y la Paz: digamos NO a la guerrra con Chile.

                  NO al reclutamiento militar.”

 

Envío unos ejemplares a algunos programas de radio que hacían publicidad gratis.

Un compañero de trabajo me dice que escuchó la publicidad en un programa y me pide un ejemplar prestado. Se lo doy.


La tarde siguiente me dice que El Jefe se quedó con el ejemplar de la revista.


En la mañana siguiente El Jefe me dice que he sido trasladada a una oficina contigua, en donde seré la única empleada, y que sigo bajo sus órdenes. Mi trabajo: archivar fichas pero ya no de NN.


Ese mismo día El Jefe, en charla íntima, le dice a mi compañera de microfilm que no tenga más amistad conmigo, que soy una persona peligrosa.


A las dos de la tarde cuando, como todos los días, nos íbamos juntas para firmar nuestras fichas de salida, ella me hace notar que al pasar por una oficina un hombre desconocido al verme llamó a otro, que estaba dentro de la oficina, y me señaló cuando pasé. Cuando volvemos a pasar por esa oficina ya no están.


El Edificio del Registro tenía varias puertas que siempre estaban abiertas.


Esa tarde todas las puertas habían sido clausuradas menos una, en donde había dos filas de hombres a ambos lados, entre los que se encontraban los dos hombres anteriores que me habían señalado. Pasé entre medio de ellos.


Como a las siete de la noche pedí permiso en la Escuela de Periodismo para ausentarme, porque no me sentía bien.


A los pocos minutos de estar en mi casa, calle 29 No. 862 de La Plata, sonó el timbre y dos hombres de civil, que se identificaron como policías con carnets que no llegué a leer, me dijeron que querían hablar conmigo sobre mi revista ¨Machu Picchu".
 

El interrogatorio duró aproximadamente dos horas y en ningún momento ejercieron violencia física sobre mí, sólo sicológica.


Me preguntaron las direcciones y teléfonos de las personas que colaboraban con la revista, datos que negué tener aduciendo que estas personas me enviaban sus artículos y poemas directamente a la Escuela de Periodismo.


Me acusaron de ser comunista por publicar poesías de Pablo Neruda, Bernardo Verbitsky, Joan Baez, Oriana Fallaci, según ellos gente que estaba prohibida.


Me pidieron el registro legal de la revista, el cual estaba en trámite, así que les di comprobante del mismo.


Me preguntaron quién financiaba económicamente la revista y quién la distribuía, a lo que contesté que yo era la única responsable de la revista y de todo lo que tenía que ver con ella.


Al irse me dijeron que si seguía publicando a gente “prohibida” me allanarían la próxima edición. 


Al día siguiente en el trabajo El Jefe, en larga  e informal “charla”, me acusó de ser comunista y de que “Machu Picchu” era una revista que hacía apología del comunismo. Recuerdo sus palabras finales casi textuales: “¿Sabe cuánta gente que llevaba a Neruda como estandarte tuvo que irse de la ciudad y nunca más se supo de ella?” Horas más tarde volvió a decirle a mi antigua compañera de microfilm que dejara de tratarme.


Esa misma tarde en el patio de mi casa quemé la edición casi completa de “Machu Picchu” número 4 (sólo había distribuido unos pocos ejemplares antes de la “visita” de la policía).


 

* Octubre a Diciembre: Tanto en la oficina del Registro Provincial de las Personas como en la Escuela de Periodismo recibí amenazas periódicamente.

Un íntimo amigo mío fue interrogado por el prof. Daniel Pabón, Director de la Escuela de Periodismo, acerca de mis hábitos: quién visitaba mi casa, qué tipo de literatura leía, si recibía correspondencia del extranjero, etc. Le dijo que tres eran las cosas que podían pasarme: 

1) que me desaparecieran;
2) que me secuestraran y me dieran una paliza para intimidarme;

3) que me detuvieran y metieran presa.





1979

* Enero a Marzo: La primera semana de enero, asustada por las amenazas decido abandonar la ciudad de La Plata. Es bueno recordar que yo tenía apenas 20 años de edad y que, debido a mi trabajo en el Registro Provincial de las Personas, estaba bien enterada de lo que la dictadura había hecho hasta ese momento, por lo cual estaba verdaderamente aterrada frente a lo que me estaba sucediendo.


Antes de dejar la ciudad mando un telegrama de renuncia al Registro Provincial de las Personas aduciendo motivos personales.


En la noche voy con mi novio al Convento de San Miguel, provincia de Buenos Aires,  porque allí, según me había dicho él, los curas que ya estaban enterados de mi caso le habían dicho que iban a darme refugio por una noche.


Sin embargo, al llegar al lugar y explicarle al sacerdote encargado del lugar lo que me estaba sucediendo, éste se niega a darme amparo por esa noche argumentando que, si la policía llegaba a buscarme, los iba a comprometer a ellos.


Comienza entonces un largo peregrinaje en donde, gracias a la solidaridad de maravillosos amigos y amigas, logro encontrar sitios donde dormir y comida diaria.



*Abril 23: A las pocas semanas de haber cumplido 21 años me Asilo en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires (Av. Santa Fe 1461, piso 7),  siendo el Segundo Secretario, Sr. Hugo Quiñones, el encargado de mi caso. El amablemente me informa que:

1) no puedo mandar ni recibir cartas;

2) hacer ni recibir llamadas telefónicas;

3) recibir visitas;

4) asomarme al balcón que estaba en la oficina contigua.

 


Me asignan la oficina de un consejero que estaba de viaje, cuya única ventana daba a la Av. Santa Fe.


Todos los contactos con mi familia se realizaron a través del Sr. Quiñones, que me mantenía al tanto de la situación de mi madre y mis dos hermanas.


Quiero dejar constancia de que en la Embajada de Venezuela fui tratada maravillosamente bien y sólo tengo palabras de agradecimiento eterno para todo el personal, desde el Embajador a los conserjes, que tanto apoyo moral y sicológico me dieron en tan difíciles momentos.


Como carecía de Pasaporte, personal de la Policía Federal junto al Secretario de la Cancillería Argentina se apersonaron en la oficina de la Embajada para realizar los trámites necesarios para que me dieran uno.


* Mayo 16: El Sr. Quiñones me informa que la dictadura autorizó mi salida del país y que al día siguiente al mediodía, en vuelo de Viasa, viajaré para Caracas. También me dice que la dictadura autorizó que mi madre fuera al aeropuerto para despedirse de mí.




* Mayo 17: El Sr. Quiñones me informa que, desde el momento mismo en que salgamos de la oficina de la Embajada, por CUESTIONES DE SEGURIDAD yo debo caminar y permanecer siempre entre medio de él y del Secretario de la Cancillería Argentina.

El Embajador de Venezuela, en un gesto muy amable, me regala 50 dólares, siendo éste mi único capital.


En un auto de la Embajada de Venezuela me llevan a Ezeiza. En este auto ibamos:

* adelante un chofer y el Sr. Angel Rodríguez, ambos personal de la Embajada;

* en la parte de atrás el Sr. Quiñones, yo y el Secretario de la Cancillería Argentina, en ese orden.


Adelante de este auto iba uno de la Policía Federal, que hizo sonar la sirena durante todo el trayecto y no respetó ninguno de los semáforos en rojo que encontró en su camino.


Atrás otro de la Policía Federal pero sin inscripciones. 


A mitad de camino se incorporó al principio de la caravana un Camión del Ejército con soldados.


En total ibamos custodiados por tres unidades: dos autos de la Policía Federal y un camión militar.


Al llegar a Ezeiza me dejan en una oficina, cerrada, y el Sr. Quiñones me informa que traerán a mi madre para que nos despidamos.

 

Minutos más tarde el Sr. Quiñones me dice que hay problemas: los militares que controlan el Aeropuerto se niegan a permitir que me despida de mi madre. Me dice que él y el Sr. Rodríguez seguirán tratando de convencerlos. Se va.


Regresa minutos más tarde y me dice que los militares aceptaron que me despida de mi madre con las siguientes condiciones:

1)   nos dan cinco minutos;

2)  mi madre y yo no podemos despedirnos a solas sino en un círculo formado por los militares y el personal de la Embajada. Así lo hacemos.

3) A los cinco minutos exactos nos separan.

 


El Sr. Quiñones me informa que mi Pasaporte y DNI se me entregarán al llegar al Aeropuerto de Caracas.


Me despido del personal de la Embajada y quedo en manos de un militar que me lleva a una oficina. Allí paso a manos de  otro militar que me lleva hasta la entrada del avión y me entrega a una azafata. El avión llevaba varios minutos de retraso porque estaba esperando por mí.


El Capitán y la tripulación de Viasa me hacen una cordial bienvenida. El Capitán me invita a pasar a la cabina, en donde abre una botella de champán para que yo festeje por mi libertad.


Al llegar al Aeropuerto de Maiquetía, en Venezuela, una azafata me dice que no puedo bajar del avión hasta que ella me avise.


Cuando el avión queda vacío aparece una muchacha a buscarme y fuera del avión me hace entrega de mis documentos.


La muchacha me acompaña a realizar los trámites normales de aduana y a recoger mi pequeña valija, me desea suerte y se va.


Es de noche, llueve y no hay nadie en el aeropuerto esperándome.


Así, a los 21 años,  comienza mi exilio.

 

A los 21 años soy obligada por la dictadura argentina a dejar mi casa, mi familia, mis amigos, mis estudios, mi trabajo.

 

Forzada a abandonar mi patria para sumergirme en un largo exilio lejos de mis seres queridos y de mis costumbres.

 

Como ya lo había hecho antes la dictadura con miles de hombres y mujeres argentinos que fueron obligados a abandonar el país para salvar sus vidas y la de los suyos.

 

A los 21 años la dictadura argentina me quitó el derecho a seguir creciendo, educándome y formándome en los valores de mi propia patria.

 

A los 21 años la dictadura me quitó todos los derechos y me convirtió en una exiliada.

 

Habiendo perdido todo no perdí sin embargo el sentido de la libertad y de la justicia, y por eso desde mi llegada a Venezuela trabajé ad-honorem en diferentes organismos de derechos humanos que luchaban por los derechos de los presos y los detenidos-desaparecidos argentinos.

 

* Septiembre 1979: Me incorporo a la Sección Venezolana de Amnistía Internacional. Ad-honorem.




1980

* Marzo: Co-Fundadora y miembro de la Junta Directiva de la “Coordinadora Pro Derechos Humanos en Argentina”. Ad-honorem.

 

* Agosto: El “Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados” (ACNUR) me da estatus de Refugiada.

 


1981

* Enero: Participación en el “Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de América Latina”, en representación de la Sección Venezolana de Amnistía Internacional, Costa Rica.

 

* Marzo: Elegida miembro de la Junta Directiva de la Sección Venezolana de Amnistía Internacional.

 

* Agosto: Participación en el “Congreso Anual de Amnistía Internacional” en nombre de la Sección Venezolana de Amnistía Internacional, Montreal, Canadá.

 

*Noviembre: Participación y organización del “Segundo Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos”, en nombre de la Sección Venezolana de Amnistía Internacional, Caracas.

 

* Colaboración con las organizaciones de Derechos Humanos FUNDALATIN y PROGRAMA PRO REFUGIADOS LATINOAMERICANOS, ambas dirigidas por el Padre Juan Vives Suriá.

 


1982

* Continúo trabajando por lo derechos humanos.

 


1983

* 30 Diciembre: Regreso a Argentina. Mi estado de salud mental, estaba en tratamiento siquiátrico en las oficinas del Servicio Social Internacional, y mi precaria situación económica me impidieron radicarme nuevamente en el país,  como había sido mi sueño durante los años de exilio.

 

Quiero hacer constar que la cruel experiencia vivida durante los años 1978 y 1979 en Argentina, más los casi cinco años de exilio, provocaron en mí grandes trastornos sicológicos que he sobrellevado con largos años de terapia siquiátrica y sicoanalítica.

 

Los años de exilio fueron años de indefensión, de empleos de poca remuneración dado que no  había podido concluír mis estudios en Argentina y porque  no pude continuarlos en Venezuela porque la Escuela de Periodismo de La Plata, con excusas,   se negaba a darle mi certificado de estudios a mis familiares.

 

En el año 1980 mi hermana mayor, de 26 años, enfermó gravemente de Lupus y a partir de ese momento la mitad de mis ingresos los enviaba yo a mi madre en Argentina,  para solventar los gastos de la enfermedad, que eran enormes.

 

Fueron años de vivir de cuarto en cuarto porque nunca había dinero suficiente para alquilar un departamento.

 

Años de soledad, porque mi familia nunca tuvo dinero suficiente para venir a visitarme.

 

Pasé cuatro años y siete meses sin ver a mi madre y a mis dos hermanas.

 

Arrancada de mi patria.

 

Hoy, veinte años más tarde, sigo siendo pacifista, sigo creyendo en la poesía, sigo amando la libertad, sigo creyendo en que todos los seres humanos merecemos un mundo más justo y más digno donde vivir en paz y en armonía, con plenos derechos democráticos.

 

Y creo en mi DERECHO a ser INDEMNIZADA con una justa reparación por haber sufrido graves restricciones a mi libertad personal, por el único motivo de haber ejercido mi DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESION.

 

Y creo firmemente que este DERECHO  que estoy reclamando no va a ser sólo un beneficio para mí y para mi familia, víctima indirecta por mi persecución, sino un DERECHO PARA TODO EL PUEBLO ARGENTINO.

 

Porque la única forma de evitar que el pasado se repita es administrando JUSTICIA.

 

Así sea con veinte años de atraso.

 

 

 Viviana Marcela Lopez Osornio                                                            
 Av. Las Palmas, Edf. Avila, PH

D.N.I. No. 11.995.518                                                                          
 Las Palmas, Caracas, Venezuela

                                                                                                                             
 


 
Nota del blog: El Convento de San Miguel era el Centro Loyola (o  Colegio Máximo) de los Jesuitas.  El Superior Provincial de los Jesuitas era Jorge Bergoglio, quien actualmente es el  papa Francisco.