Llegar a Toronto es acoplarse a la rutina habitual:
sortear los filmes a ver de un catálogo/ mamotreto de 376 páginas, o los
recomendados por los colegas a lo largo del camino, desechar los cientos de
mensajes de los distribuidores, publicistas, relacionistas públicos para
asistir a tal o cual proyección que ellos desean publicitar, responder a las
invitaciones a las fiestas, observar cómo ha cambiado el “paisaje urbano” como
diría Fernando del Paso, el escritor, dialogar con las mismas caras de siempre
( algunas nuevas), comprobar que la tribu de fanáticos siguen apostándose a las
salidas de los hoteles a fin de captar a alguna superestrella emerger, por
minutos, rodeada de guardaespaldas e
introducirse en una limusina infranqueable. Los lugareños, felices al enterarse
que su ciudad, Toronto, fue elegida por “The Economist” como una de las diez
ciudades de mayor calidad de vida.
Agnes Varda |
Días antes, recibo un correo de una miembro de la
Junta Directiva del TIFF (Festival Internacional de Cine de Toronto) que me
pide transmitir la información siguiente (lo haré en forma sucinta y con mucho
gusto):
-
“De los 250 films dirigidos en 2016 sólo el 7% fueron
dirigidos por mujeres; de los 100 films relevantes en 2016, sólo el 29% fueron
protagonistas las mujeres; de los 100 films más importantes del 2016 las
mujeres representaron sólo el 32% de los personajes hablados; el TIFF ha
anunciado una meta de aumentar la participación femenina frente y detrás de las
cámaras, de invertir y aupar a directoras emergentes, desarrollar una serie de
conferencias sobre mujeres en la industria y otorgar recursos para profesores a
fin de apoyar cursos y discusión de las mujeres en el ámbito cinematográfico.
Para hacer esto realidad, es necesario conseguir 500 mil dólares canadienses
durante 2017……….”
Todo este introito me retrotrae a Platón que hace dos mil
años abogaba por la igualdad de los sexos, posición contraria a la de su
maestro Aristóteles que se oponía a ello (No hay nada nuevo bajo el sol!).
Recibo invitación de la plana mayor del TIFF (a
quien conozco) para una recepción en honor de los integrantes de la
programación (a quien conozco sólo por fotos), esos zahoríes del dictamen final
en la escogencia de los filmes.
Se exhibieron 339 filmes: 255 largometrajes, 84
cortometrajes de 74 países (En 2016 se exhibieron 397 filmes (296 largos y 101
cortos); se enviaron 7.299 filmes, 6.166 internacionales (6.933 en 2016) y 1133
canadienses (1.240 en el 2016); 29 filmes de habla hispana: España 13,
Argentina 9, Colombia 4, Chile 3 y México 2.
En la sección “Plataforma”: filmes “cuyos directores
son inventivos, sin temor a transgredir fronteras” tuvo un jurado compuesto por
Chen Kaige, Wim Wenders, entre otros; En la sección “Conversando con” vinieron
Javier Bardem, Gael García Bernal, Angelina Jolie y Helen Mirren.
“Yo, Tonya” de Craig Gillespie, que obtuvo el Premio
del Público, apunta sobre el drama que sufrió Tonya Harding (Margot Robbie),
campeona olímpica de patinaje de los EEUU cuando su ex esposo y guardaespaldas
complotan para golpear a una colega del mismo equipo para evitar que participe.
Un tanto larga, una vida de constante violencia doméstica donde la educación
era inexistente, un lenguaje procaz a cada instante y una madre castradora que
fumaba y bebía a más no poder (muy bien Allison Jarney). Tonya, al increparle a
un juez por su baja puntuación, aún sabiendo que su destreza era impecable,
éste le replica “la presencia y la actitud para nosotros es también importante”. Condenada de por vida a participar en cualquier competencia Harding terminó
boxeando, pero sin destacarse y por poco tiempo.
Dos amigos que cortejan a la misma chica se unen a
un grupo de partisanos que confrontan a los fascistas de Mussolini. Uno
(Lorenzo Richelmi) es aprehendido y
presto a ser ejecutado. Y el otro, (Luce Marinelli) se apronta a liberarlo. “Arco
iris: un asunto privado” de Paolo y Vittorio Taviani adolece de un guión
cansino, sin columna vertebral emocional. Muchos piensan que será su último
film.
Anne Wiasemsky (Stacy Martin) fue la segunda esposa
de Jean Luc Godard (Louis Garrel) casándose a muy temprana edad. Hija de un
príncipe ruso y nieta del Premio Nobel de literatura Francois Mauriac filma con
él “La china” y bajo su égida descubre un nuevo mundo. “La Rédoutable” de
Michel Hazanavicius (aquél de “El Artista”) está basado en la autobiografía
de la Wiasemsky “Un año después”, donde ambos militan el activismo político del
68, que conmocionó a Francia. Louis Garrel encarna al maestro Godard con
maestría, con prótesis en la nariz, hasta el hablar con seseo y sus tics
faciales reflejando una personalidad celosa, arrogante, combativo, polémico e
insoportable, pero un artista ante todo. El film finaliza cuando ambos se
separan.
Había tanta gente que proyectaron “Reduciéndose” de
Alexander Payne en dos inmensas salas. La premisa es loable: unos científicos
noruegos logran reducir a las personas, animales, vegetales, cosas a su más
mínima expresión. El filme es una meditación sobre las consecuencias de esta
transformación que afecta a la economía, a los sentimientos. Hay muchos cabos
sueltos que no se explican mientras en lontananza asoma un cataclismo
climático. Matt Damon es el médico que acepta esta reducción mientras que su
esposa (Kirsten Wiing) lo abandona a último momento. Payne, que nos trajo aquél
memorable “Nebraska” es original en su planteamiento pero en el último tercio
del film es un constante machacar, cual clase magistral (que pierde fuerza en
el filme) sobre el imperativo moral de conservar el medio ambiente (Tema súper
actual). Christopher Waltz sobreactúa y con su sonrisa siempre exagerada (como
muletilla), apareciendo también Udo Kier, de los tiempos de Fassbinder.
Fui advertido, pero tenia que verla: “La matanza del
venado sagrado” del ecléctico Yorgos Lanthimos se sostiene, desde la
perspectiva de la trama, hasta la mitad; luego decae. La historia recoge
ribetes de tragedia griega, con escenas de horror casi canibalescas aunque técnicamente impecable con gloriosos (y
originales) primeros planos, una narración a la altura pero con escenas poco
plausibles. Colin Farrell es el médico que ocasiona la muerte a un paciente
mientras lo opera, su hijo busca venganza, inflingiendo desastres a su esposa
(Nicole Kidman) y a sus dos hijos. Las actuaciones son dignas de respeto.
Preferí aceptar el film como una metáfora.
Un descubrimiento fue “Oh, Lucy” de Atsuko
Hirayanagi, sobre una secretaria soltera, resentida con su hermana por haberle
arrebatado a su novio que se enamora de un profesor de inglés en Japón (Josh Harnett) y que la lleva a seguirlo a
los EEUU al haberse involucrado con su sobrina. Una comedia con ribetes
trágicos y un guión donde la sicología de sus personajes está lúcidamente resuelto.
Durante el día él y ella trabajan en un matadero;
durante la noche ambos suenan con venados. "Sobre el cuerpo y el alma” de
Ildiko Enyedi, recibió el Oso de Oro en Berlín.
Un film hipnótico, escenas donde vemos a los venados deambular por el bosque y sus flirteos animales, con el
desmembramiento de las vacas en el matadero para convertirlas en carne
comestible tiene una correlación, con nosotros, los humanos.
Por asistir a la recepción inaugural del TIFF con la
presencia del “Cirque du Soleil” me perdí “Sin amor” de Andrey Zvyaginstsev,
altamente premiada. Imposible estar en todo, aunque uno quisiera ser San
Antonio.
Las novelas de Ian McEwan se prestan para ser
trasladadas a la pantalla. “En la playa de Chesil” de Dominic Cooke tuvo su
premiere mundial en el TIFF .En el día de su matrimonio una pareja (Saoirse
Ronan, Billy Howle) festejan el acontecimiento en un hotel con la playa
enfrente. Momentos antes de consumar el acto sexual la tragedia irrumpe. En
escenas a través el tiempo y en reverso sabemos de sus vidas. Ronan es la
frígida e insegura novia con aspiraciones a crear un cuarteto de música
clásica, exuda en todo momento sensibilidad y una presencia, por siempre
luminosa.
Hace algún tiempo leí “Zama”, la novela culto de
Antonio di Benedetto. Jamás pensé que la vería en el cine. Pues sí, Lucrecia
Martel, audaz e inspirada, ajena a los vericuetos del convencionalismo
tradicional en el arte de filmar nos trajo, después de una ausencia prolongada,
su muy particular “Zama”, un film mayor.
En un poblado desolado de la corona española, Diego
de Zama (Daniel Giménez Cacho) es un corregidor que aguarda del Rey un traslado
a otro paraje que lo aleje del tedio y de la enfermedad. Su esposa e hijos
quedaron en España. El film es un estudio de una espera que nunca llega a
través de un espacio temporal, plagada de crueldad y de los vicios inherentes a
los humanos: codicia, celos, venganza, lascivia y para qué seguir. Una puesta
en escena de atmósfera opresiva, entre selva y llano, poblado de indígenas que
hablan la lengua autóctona, admirablemente dirigida y actuada. La música,
curiosamente, es moderna.
En el camino para ver “Final feliz” de Michael
Hanecke, presente en la sala, me
encuentro con Wim Wenders. El film de Hanecke nos trae una extensión de aquél
inolvidable “Amor” pero que no le llega ni a los tobillos, sobre una familia
disfuncional, un abuelo (Jean Louis Trintignant) que trata de suicidarse, una
nieta de 13 que se inclina también por el suicidio y otros miembros con bemoles
personales. El enfoque carece de drama y por momentos superficial. El suicidio es casi visto como un chiste.
Isabelle Huppert es la madre profesional.
En un aparte, entre una recepción y una proyección
converso con Paul Stark, un cineasta canadiense que dirigió el documental “La
decepción del Vaticano”, con varios años de labor investigativa sobre las
revelaciones de los pastores de Fátima, una de ellas guardada con gran sigilo
por los capos de la Iglesia por su implicancia mundial que anunciaría una
catástrofe inimaginable y que participaría Rusia.
A los 15 minutos de comenzar la función me salí.
Menos mal! Estuve una hora en fila para entrar a ver “La forma del agua” de
Guillermo del Toro, sentándome en segunda fila en una sala inmensa. La espera
fue fructífera y fue el mejor film que he visto en el TIFF y en 2017. ¿Por qué
me salí de “Amando a Pablo” de Fernando
León de Arana? Me irritó ver a actores españoles, Javier Bardem (Pablo Escobar)
y a Penélope Cruz ( Virginia Vallejo, su amante) hablando en inglés entre ellos,
peor aún, cuando Escobar y sus narco compinches se comunican entre ellos en
inglés, deslizando de cuando en vez una frase en colombiano paisa. No sé cuál
fue el criterio del director (o productor) en adoptar esta absurda postura. Con
subtítulos este cuento cambiaría.
Del film de Guillermo del Toro podrían escribirse
páginas y páginas, sobre una muda (Sally Hawkins) que se enamora de un
“monstruo”, descubierto en el Amazonas y cuya reciprocidad en las lides del
amor es mutua. Este personaje es objeto de investigación científica en un
laboratorio de Baltimore donde los rusos (estamos en la Guerra Fría) también
quieren una tajada de la torta científica. Un film magnífico, poético, una
extraordinaria puesta en escena, una sutil crítica social (estamos en los 60),
donde el amor todo lo vence, siguiendo la máxima de Virgilio “Omnia vincit
amor” León de Oro, Venecia.
Helena Bonham Carter sobresale admirablemente en “55
pasos” de Bille August sobre un caso real, el de Eleonora Riese en una batalla
legal (Hillary Swank es su abogada) contra los hospitales siquiátricos que
obligaban a los pacientes a tomar medicamentos contra su voluntad y con nocivos
efectos secundarios en su salud.
Galardonada en Venecia. “Foxtrot” de Samuel Maoz
resultó polémica en Israel pues la prensa local embistió contra el film al
mostrar hechos que el ejército no quería divulgar. La historia gira alrededor
de las consecuencias ocurridas sobre una familia cuando le anunciaron
equivocadamente la muerte de su hijo en la guerra. Una mirada furtiva e
inteligente sobre las relaciones familiares vis-á-vis al perenne entorno
latente de una guerra con sus vecinos y cómo un solo hecho puede alterar la
vida de los involucrados. Un film muy elogiado.
En un aparte, Hugo Chaparro Valderrama, poeta, escritor
premiado, me entrega su reciente libro “Álbum del Sagrado Corazón del cinecolombiano: 100 años del largometraje en Colombia” y una sentida dedicatoria.
Mil gracias, lo leeré con fruición.
Partiendo del partido final de tenis en Wimbledon en
1980 entre Bjon Borg y John McEnroe, el film, con el mismo nombre de Janus
Metz, intersecta con flashbacks la trayectoria (y vida) de ambos astros del
deporte, manteniéndonos en vilo con una narración trepidante. Este film
inauguró el TIFF.
Exhibieron “Submergence” en la sala IMAX, la mayor
del festival: un film menor de Wim Wenders. Un ingeniero trotamundos (James
McAvoy) conoce en la ciudad de Dieppe a una biomatemática (Alicia Vikander), se
enamoran, se separan por motivos profesionales, él es enviado a Somalia, ella a
punto de comenzar un proyecto bajo el mar. Ambos experimentan después
situaciones fuera de control. Un guión incoherente (por momentos no sabemos lo
que pasa), el film se sostiene por una extraordinaria fotografía y actuaciones
adecuadas. Pero, y lo demás?
“El cuadrado” de Ruben Ostlund (cuándo veré “Fuerza
mayor”?) obtuvo la Palma de Oro en Cannes. Una sátira al mundo cultural, a sus
integrantes, a sus financistas que no tienen la menor idea de lo que representa
el arte, salvo su inversión financiera. El director de un museo en Stockholm
(Claes Bang) se inclina por exhibir obras eclécticas contemporáneas, con una
vida privada caótica, una serie de malos pasos involuntarios le producen, a la
postre, un clímax emocional y profesional nefastos. Una mirada lúcida a nuestro
mundo de convulsión con escenas alucinantes propias de Buñuel.
Con Annette Bening no hay pele: siempre a la altura.
En “Las artistas de cine no mueren en Liverpool” de Paul McGuigan encarna a
Gloria Grahame, (artista conocida en los 1950’s incluso con un Oscar), en los
dos últimos años de su vida, enferma e infatuada con un aprendiz a actor (Jamie
Bell), 20 años menor. El guión, débil, no ahonda en la vida anterior de la
actriz, algo que le daría más contundencia a su personaje. Vanessa Redgrave es
su madre.
“La hora más oscura” de Joe Wright repite la
historia que vimos en “Dunkerke” de Christopher Nolan, la evacuación de unos
300 mil soldados británicos, rodeados por los alemanes en la costa de Francia y
ayudado por pequeños botes de civiles que fueron a recogerlos. Gary Oldman es
Winston Churchil, irreconocible, una de las grandes actuaciones este año,
Kristin Scott Thomas es su esposa Clementine. Y Lily James, su secretaria.
Elocuentes y encendidos discursos en el Parlamento británico, con sus consabidos
enemigos políticos, Lord Halifax (Stephene Dillane) que proponía un diálogo con
las fuerzas del Axis (Alemania e Italia) para obtener una paz. El Parlamento lo
negó.
Cambodia representa para Angelina Jolie un pedazo de
su corazón. Allí vivió, allí adoptó a un hijo, posee la nacionalidad de ese
país y allí conoció a Loung Ung, autora del libro autobiográfico en que se basa
el film “Primero mataron a mi padre” .Hay que sacarle el sombrero a la Jolie,
su film es una tarea titánica y su más completo hasta ahora. Es la mirada, el
recuerdo de una niña de 7 años que vivió y sufrió en carne propia los horrores
el genocidio del Khmer Rouge desde que su familia fuera evacuada de Phnom Pen
en abril de 1975, viviendo en condiciones infrahumanas, esclavos del ejército
en un campamento. El filme, de acción continua (desplazamientos, guerras) carece
de un enfoque emocional (tal vez no fuera la intención de Jolie) con lo cuál
podríamos compartir las vicisitudes de la niña protagonista (Young Srey Moch
Sareum).
Su ausencia fue muy sentida (la edad, la salud) y la
ocasión de compartir con ella unos momentos dentro del trajín del TIFF. “Caras,
lugares” de Agnes Varda (presentada fuera de concurso en Cannes, muy ovacionada
y que obtuvo el Ojo de Oro), junto con J.R. ( un conocido fotógrafo), recorren puntos únicos en Francia, entrevistando a los
lugareños, con sus respectivas fotografías, ampliadas en gran formato,
cubriendo con ellas muros, fábricas, objetos. Al final del film decide
trasladarse a Rolle, a la casa suiza de Jean Luc Godard, su amigo de siempre,
para entrevistarlo. Al llegar sólo encuentra una nota de él en la ventana,
mencionando un restorán. Este mensaje la deja ambivalente en emoción, en otras
palabras, la deja plantada, a pesar que ella lo considera “un filósofo
solitario” y “alguien que revolucionó el cine”. Todos sabemos lo patán que
puede ser Godard (basta ver “La
Rédoutable”) y con la edad, generalmente, los defectos se magnifican. “Caras,
lugares” está impregnado de una nostalgia sensible y de aguda inteligencia: es
la mirada de una cineasta que proyecta su gran arte.
Vi 34 filmes en el TIFF, imposible escribir sobre
ellos, todos.