Dedicatoria, poema de María Elena Walsh / Foto Sara Facio





Foto: Dedicatoria

Piénsame como en la fotografía
con mi perfil rondando tu apellido
Brizna desmemoriada que ha crecido
al lado de tu voz, amiga mía.

Yo soy aquella fiebre de papeles
que por los corredores de la escuela
admiraba tu mundo de acuarela
y la política de tus pinceles.

Soy el antaño de tus mediodías
y aquel afán donde te reconoces
quien buscaba tu voz entre las voces
y quién tanto lloró porque sufrías.

Mi corazón en todo te comprende
-desde su ceradura o con su llave-
pero perdónalo porque no sabe
en dónde acabas tú y empieza el duende.

Digo que eres sostén y nervadura
de esta riqueza que no llamo mía
porque eres la verdad de mi alegría,
porque estoy reclinada en tu dulzura.

No encuentro nada venturoso y nuevo
que presida el candor de mi confianza
alargaré en tu nombre la esperanza
hasta pagarte lo que no te debo.

En la ciudad de mi palabra fría
ardiendo está tu ausencia y tu latido.
Mucho antes de partir me habré perdido
sin tu mano en mi mano, amiga mía.

Danza con mi paraguas arlequines
prende mi luz y mírate en mi espejo
De todo me desprendo y te lo dejo:
la lapicera, el canto, los patines.

Te estoy queriendo, única y primera
desde mi soledad exagerada.
Siempre estaré de frente en tu mirada
y asistiendo a tu sombra verdadera.

Dame la mano y vamos a algún lado
con los pinceles como pasaporte
Las dos con una brújula sin norte
Las dos con un reloj equivocado.

María Elena Walsh





Dedicatoria

Piénsame como en la fotografía
con mi perfil rondando tu apellido
Brizna desmemoriada que ha crecido
al lado de tu voz, amiga mía.

Yo soy aquella fiebre de papeles
que por los corredores de la escuela
admiraba tu mundo de acuarela
y la política de tus pinceles.

Soy el antaño de tus mediodías
y aquel afán donde te reconoces
quien buscaba tu voz entre las voces
y quién tanto lloró porque sufrías.

Mi corazón en todo te comprende
-desde su cerradura o con su llave-
pero perdónalo porque no sabe
en dónde acabas tú y empieza el duende.

Digo que eres sostén y nervadura
de esta riqueza que no llamo mía
porque eres la verdad de mi alegría,
porque estoy reclinada en tu dulzura.

No encuentro nada venturoso y nuevo
que presida el candor de mi confianza
alargaré en tu nombre la esperanza
hasta pagarte lo que no te debo.

En la ciudad de mi palabra fría
ardiendo está tu ausencia y tu latido.
Mucho antes de partir me habré perdido
sin tu mano en mi mano, amiga mía.

Danza con mi paraguas arlequines
prende mi luz y mírate en mi espejo
De todo me desprendo y te lo dejo:
la lapicera, el canto, los patines.

Te estoy queriendo, única y primera
desde mi soledad exagerada.
Siempre estaré de frente en tu mirada
y asistiendo a tu sombra verdadera.

Dame la mano y vamos a algún lado
con los pinceles como pasaporte
Las dos con una brújula sin norte
Las dos con un reloj equivocado.

©María Elena Walsh

Fuente: Sara Facio