Dario Fo:" (el método puede ser) Una jaula, una cárcel" /entrevista de María Esther Gilio, Buenos Aires 1984




La entrevista la fijó el secretario para el mediodía del domingo. Cuando Dario Fo bajó al hall del hotel encontró a periodista y fotógrafa esperándolo. "¿Una entrevista? ¿Ahora una entrevista? ¿En el momento en que voy a almorzar?"
 
El secretario explicó que había olvidado avisarle. "Ellas dicen que pueden entrevistarlo mientras come.

"Yo puedo hacer dos, tres cosas a la vez, pero ninguna de éstas puede ser comer. Cuando como, como."


Bastaba mirarlo para saber que era verdad. Que era un hombre que cuando comía, comía. "Vengan al teatro una hora antes de la función de esta noche", dijo.

Pero no fue tan fácil atraparlo. A las siete y media llegó al teatro, subió velozmente las escaleras y se coló a la platea a ver el final de Babilonia. "Quería ver a estos italianos de principios de siglo. ¡Mio Dio! ¡Casi me han hecho llorar!", dijo riendo al salir.

Alto, fuerte, de pelo blanco, cutis sonrosado e indoblegable vitalidad, la periodista siente de pronto el deseo de atarlo a la silla para que no vuelva a moverse. Pero ni esto sería eficaz; seguramente, como Gulliver en el país de los enanos, rompería las ligaduras con apenas un gesto, como si de hilos de seda se trataran.






- Hablemos de su oficio.

- ¿Mi oficio de actor?

- Claro. Respecto a ese oficio suyo, creo que sería idiota preguntarle por qué lo ejerce, por qué hace teatro. Uno siente, viéndolo, que nació para hacer teatro, que no podría vivir sin hacer teatro.
 
- ¡Santo Dio! Cómo sería mi vida.
 
- Según usted, ¿para qué sirve el teatro?
 
- El teatro es una de las expresiones fundamentales de la inteligencia del ser humano. Por lo tanto sirve para profundizar en la propia dialéctica, en el propio raciocinio. En el caso mío, en que hago un teatro de tipo satírico, sirve para que hagan gimnasia el cerebro y la razón. Y sobre todo sirve para habituar a la gente a la aceptación incluso de otras ideas, y para inducirla a reír y a desmitificar.  
 
- ¿Cuáles son las condiciones esenciales del actor? Gordon Craig decía que el gran actor reúne un espíritu generoso y una alta inteligencia. ¿Concuerda?
 
- Bastante. No imagino a un estreñido sobre la escena, haciendo reír y llorar, conmoviendo. Un estreñido en teatro nunca saldría del anonimato.
 
- ¿Es verdad que usted ha dicho "me ne frego en Stanislavski"?
 
- Sí, lo he dicho, pero hay que ver en qué contexto.
 
Sí, hay que ver.
 
- Cuando hay la posibilidad, la fuerza de poder usarlo todo, la técnica más realística, y la menor. Cuando uno ha llegado a ser capaz de expresarse con toda libertad, improvisando, puede decir "me ne frego" en tal o cual método, el de Stanislavski u otro cualquiera.
 
- El método se transforma en una especie de coraza.

- Una jaula, una cárcel.

- ¿Cómo se siente antes de salir a escena, mientras está en escena y luego de que el telón cae?
 
- Normalmente estoy muy relajado, muy tranquilo. No hoy, ciertamente, con usted haciendo preguntas y su fotógrafa dándose codazos con el fotógrafo de la revista anterior para ver cuál toma el mejor ángulo.

--No lo veo nervioso. 

- Mmm. Dentro de treinta minutos tengo que entrar en escena.

- Para hacer algo que ha hecho miles de veces.
 
- Sí, no hay el temor de olvidar nada.
 
- ¿Siempre tiene la facilidad que tuvo aquí para ganarse al público?
 
- Sí, me gano públicos que comienzan siéndome hostiles. Salvo que sean fanáticos, que vengan con la bomba en el bolsillo, que no escuchen nada y sólo estén allí para tirar su bomba.
 
- ¿No le produce cierta angustia lo efímero del teatro? Usted crea toda una realidad, levanta un edificio que de pronto se desvanece o desaparece.
 
- Parte de la magia del teatro está justamente ahí, en lo irrepetible del hecho. Yo acá no hago exactamente lo mismo que mañana en Caracas y pasado mañana en Helsinki. Cada día el edificio que se levanta es igual y es distinto, y apenas nacido perece.
 
-Me imagino que generalmente el público se le entrega, pero cuando permanece alejado, frío, ¿usted qué hace? ¿Se desentiende o se empeña en la conquista?
 
- No, yo estoy siempre absolutamente alerta. Relajado, tranquilo, pero alerta. Si me distraigo de mí mismo o de mi relación con el público hago una mala presentación. Ahora, mi relación con el público es siempre diferente aunque en general buena, diferente.
 
- ¿Cómo fue su comunicación con el público?
 
- Afortunadamente fue un público mayoritariamente democrático, que se expresó con permanentes carcajadas. Había algunos reaccionarios, pero sus voces no llegaron en el momento adecuado.
 
- ¿Qué quiere decir, que protestaron cuando no correspondía protestar?
 
- Abuchearon durante un alegato del abogado inglés. ¿Por qué? Imposible saberlo. Hoy les voy a pedir que presten atención y abucheen en el momento justo.

- ¿Le harán caso?

- Es inútil protestar fuera de término. ¡Es un desorden! Un despilfarro de energía y, además, me toman desprevenido. 

- Se siente muy seguro.

- Sería bueno que a esta altura de mi vida y de mi carrera no me sintiera "muy seguro".
 
- Todo esto me recuerda la situación del actor de hace cien o más años en que era excomulgado, apartado de la buena sociedad. Hoy en general es exaltado, adorado. En los dos casos es un ser excepcional, en definitiva un marginado.
 
- Depende del actor. No se puede generalizar. Yo no me siento... 

- ¿No se siente adorado?

- No. No me siento dentro de la categoría "actor".

- ¿Por qué?

- Yo, muchas veces, soy odiado. El actor, en todo caso, es ignorado, nunca odiado.
 
- Un actor no puede ser odiado por representar un personaje odioso; usted es odiado porque lo que representa son sus propias ideas. En ese sentido sería diferente.
 
- Sí, mi trabajo es diferente, y tal vez por eso rechazo a la gente que me "adora". Yo quiero que la gente me estime por lo que hago, quiero que participe en mi fatiga y me ayude a sostenerme. No amo ser adorado, más aun, tengo miedo de ser adorado.
 
- No quiere que le corten un mechón de pelo o un pedazo de corbata y hagan relicarios.
 
- ¡Santo Dío!, tengo pavor de eso. La gente que adora es fácil presa de la pasión histérica. Detesto la histeria.
 
- ¿Qué es lo que hace de usted un actor de tanto éxito?
 
- No sé. Veamos. Mi trabajo supone un oficio, hay una elección coherente respecto a todo lo que tiene que ver con mi trabajo, hay el hecho de que los textos que utilizo son textos que me da directamente la realidad. Yo hablo de los problemas de la sociedad en que vivo. No hablo de cosas que salen sólo de la imaginación.
 
- Podríamos hablar de teatro ideológico.
 
- No tanto, ideológico no; teatro de ideas, teatro de la razón, teatro que comenta con sátira incluso las ideologías más respetables, y claro, también las otras. En nuestro tiempo ciertas ideologías presentan estructuras feroces. Hay un marxismo cerrado, obtuso, mecánico. Y hay un marxismo... 

- A la italiana.

- Filosófico, abierto.

- ¿Qué es lo que el hombre común busca en el teatro?
 
- Lo mismo que busca en el cine, en un libro, en el circo.

- ¿Diversión?

- El teatro es diversión. Pero, ¿cuál es nuestra parte que se divierte? ¿El vientre, lo emotivo, la piel, el cerebro? Es el cerebro el que se divierte.
 
- Usted ha demostrado en una hora y media de actuación que la palabra no es esencial al teatro. ¿Eso nos podría llevar a decir que el teatro no es un género literario?
 
- Seguramente no es un género literario. Es un género que se hace también de literatura, pero no es necesariamente, exclusivamente, literario. 

-Usted lo ha demostrado.

- Está el gesto, el sonido, el ritmo, la posibilidad incluso del silencio, del color,  de la luz. Todo eso es teatro.
 
- Me gustaría que describiera un actor por dentro, usted mismo.
 
- Yo soy como cualquier otro hombre.
 
- No es cualquier hombre el que sube a un escenario para mostrar algo a los otros hombres.
 
- ¿Usted piensa que nosotros hacemos eso por el bien de los demás?
 
- No, yo no pienso eso. Pienso que el hombre que está dispuesto a subir a un escenario y actuar tiene una dosis de narcisismo mayor que la del común de los hombres.
 
- Sí, hay en la mayoría de los actores una dosis mayor de narcisismo, pero en lo que a mí concierne me parece haberlo superado.
 
- ¿Qué actor no cree haberlo superado? También Gassman seguramente cree haberlo superado. Si nos detenemos un poco a pensar en esa necesidad del actor de gustar, de ser admirado, de ser amado, creo que podemos concluir que el actor tiene mucho de niño.
 
- No es mi caso. En primer término sé qué debo dar. Cada vez que subo a un escenario debo demostrar que sé decir, que sé moverme, que sé ser espiritual. Y luego, es natural que me guste la gratitud de aquellos que se han divertido. Hacer reír a la gente es la cosa más difícil del mundo. Es más difícil que hacerla llorar. Reír es saludable, es algo que repercute en todo el organismo. En las glándulas. Hace huir al cáncer. Es un método para vencerlo. Piense un poco: el niño, si no ríe no crece. Las sociedades donde la gente no ríe son sociedades truculentas, violentas, donde no se ama, donde se odia. Los fascistas no son gente que ríe. Son gente que ama la muerte. Odian a los judíos, odian a los inmigrantes, odian a los indios. Odian a todos los que no forman parte de su religión. Son réplicas de Komeini, pequeños Komeinis criollos.  




©María Esther Gilio
"Emergentes"




Ediciones de la Flor
Buenos Aires 1989  




Fuente: Dramateatro