Eve Ensler: La mujer que hizo hablar a las vaginas pelea contra la violencia / Emine Saner, The Guardian - Clarín, enero 2012








Eve Ensler, autora de Monólogos de la vagina, interpretada entre otras actrices por Meryl Streep, Glenn Close, Susan Sarandon, Whoopi Goldberg, Calista Flockhart, Jane Fonda 
Oprah Winfrey, Teri Hatcher, Brooke Shields,
está organizando una campaña mundial para convocar 
a un billón de mujeres a hacer una 
huelga en 2013 
para detener la  violencia contra mujer y niñas
 a través de su fundación  V-DAY.   
Abusada de niña, hoy dice que sin los hombres 
como aliados no se acaba la violencia de género.





Eva Ensler, en el centro, con Glenn Close, Jane Fonda, Brooke Shields

y Kerry Washington en el 10 aniversario de V-DAY






"La violación se ha convertido en el arma 
moderna de la guerra."


¿Quién hubiera vaticinado el efecto que tendría un grupo de mujeres hablando sobre vaginas? Quince años atrás, Eve Ensler, que por entonces era una dramaturga de Nueva York moderadamente exitosa, dio a conocer la obra que había estado escribiendo durante dos años, Mónologos de la vagina. A partir de las entrevistas que había hecho con más de 200 mujeres, los monólogos resultantes -interpretados a lo largo de los años por actrices como Meryl Streep, Susan Sarandon y Oprah Winfrey- hablaban sobre las experiencias femeninas, la sexualidad, el abuso, el amor, los alumbramientos.





Pero Ensler no se detuvo allí. Alentada por el éxito de la obra -y por las historias que las mujeres le contaban después de las representaciones- creó dos años después el movimiento Día-V. Su objetivo es terminar con la violencia contra la mujer. Hoy se organizan en todo el mundo representaciones de la obra para recolectar fondos y el movimiento ya recaudó 85 millones de dólares que son usados para financiar proyectos para la mujer, incluído un ambicioso centro en Congo, que es oficialmente el peor lugar para ser mujer, de modo de apoyar a las mujeres que fueron violadas. ¿Podría haber anticipado Ensler su gran duración e influencia? “Todo fue un maravilloso misterio para mí” confiesa con una risa.

Nos reunimos en el atestado bar del hotel en Londres en donde se hospeda Ensler. Quienes la conocen siempre comentan el poderoso carisma de esta mujer. “Uno no se conecta así como así con Eve” dijo alguna vez Glenn Close, que interpretó esta pieza. “Uno se convierte en parte de su cruzada” agregó Close. De todos modos, Ensler es menos ostentosa y escandalosa de lo que ello supone.

Durante años lució una brillante melena oscura, muy particular, que la hacía parecer mitad pícara figura de libro de historieta, mitad guerrera con casco protector, pero la perdió después de someterse a sesiones de quimioterapia el año pasado, luego que le diagnosticaron cáncer de útero. Hoy lleva el cabello cortito. Terminamos sentándonos en sillas de un tamaño extrañamente gigante, lo que significa que ninguna de nosotras puede tocar el piso.

Hay algo bastante infantil sobre Ensler, de 58 años. A pesar de los relatos de horror que ha absorbido por las historias de vida de otras mujeres -así como las propias-, da la impresión de no ser cínica en absoluto. Está tan enojada con la injusticia como siempre, pero no está abatida.

Si Monólogos de la vagina comienza a parecer un poco trillado en el Reino Unido, es porque resulta sencillo olvidarse del impacto que tiene en otros lugares. “Esta semana se sumó Qatar y habrá mujeres allí que se van a subir al escenario para hacerlo y que van a arriesgar sus vidas con ello” explica Ensler. “Lo he visto una y otra vez, ese deseo de romper con tabúes, de contar secretos y de terminar con silencios -me parece algo muy poderoso y motivo de inspiración-”.

La obra más reciente de Ensler, I am an emotional creature, se basó en historias de adolescentes. Cuando se estrenó hace dos años, lanzó V-Girls de manera concreta para comprometer a las chicas y a las mujeres jóvenes. “Ignoran qué quiere decir la palabra feminismo pero sus deseos son feministas. Quieren ser libres, estar a  salvo, tener oportunidades y ejercer papeles de liderazgo. El truco consiste en descubrir el lenguaje que hablan las chicas y apoyarlo en lugar de decir “esta es una ideología que existe desde hace años y que todos necesitan apoyar”. Yo soy feminista. Crecí con el feminismo, pero también pienso que necesitamos sacudir las cosas para impulsarlas más y en otras direcciones”.

Otra de las cosas que Ensler notó con I am an emotional creature es lo dispuestos que están los hombres a comprometerse. Se lo mencionó a un amigo varón que le dijo: “los hombres tienen hijas y sienten que se pueden comprometer de forma activa porque les parece que pueden hacer algo para cambiar el destino de las vidas de sus hijas”. Hoy existe también un movimiento V-Men, que es “un cuadro de hombres en todo el mundo que están dando un paso al frente y diciendo “poner fin a la violencia contra las mujeres y las chicas significa algo para mí," todo esto es realmente emocionante. A menos que los hombres se conviertan en aliados activos, nunca podremos poner fin a la violencia contra las mujeres y las chicas. La mayor parte de la violencia contra las mujeres es ejercida por hombres -no somos nosotras las que violamos- así que a menos que los hombres se comprometan en esta lucha y la conviertan en una preocupación primordial no veo de qué otra forma vamos a terminar con esto”.


"Cuando una es violada es forzada a sentirse culpable"  

 Foto: Brigitte Lacombe


Este enfoque no le va a granjear el cariño de las feministas radicales pero Ensler ya dividió a las feministas. Germaine Greer, que apareció en una producción británica de Monólogos de la vagina, la calificó como “una pieza de exageración norteamericana bufonesca muy promocionada y fundamentalmente poco gratificante”. Camille Paglia atacó por su parte a Ensler. Escribió en una nota que Ensler representaba a “una rama del feminismo dolorosamente anticuada” y la describió en otra como “una cultista y charlatana delirante”. Sobre Greer, Ensler sonríe y admite haberse sentido triste si bien admite que tiene derecho a sentir lo que siente. “Hay muchas cosas que ella hizo que yo respeto realmente. Cuanto más vieja se pone una, más toma consciencia de que todo el mundo tiene cierta forma de ver las cosas y que las tiene que honrar”.

Ensler creció en un suburbio adinerado de Nueva York. Su padre era un ejecutivo de una empresa de alimentos. Su madre no trabajaba, se quedaba en la casa. En su libro de 2007, Insecure al last, escrito como respuesta en parte a la obsesión de Estados Unidos con la “seguridad” después del 11-S, pero también como unas memorias, Ensler mostró que ese ideal es una ilusión. La realidad era que su padre abusaba física y sexualmente de ella.

No podía imaginar la vida más allá de los 30 y llegué casi a asegurarme de no llegar a esa edad” escribió. Cuando tenía veinte y pico era adicta a las drogas y al alcohol, pero dejó todo cuando conoció y se casó con su marido y adoptó a su hijo adolescente. En los años siguientes trabajó como activista en beneficio de las mujeres sin hogar y en las filas del movimiento anti nuclear además de escribir obras que tuvieron algo de éxito en Nueva York. Luego vino Monólogos de la vagina. Que le trajo premios, dinero, fama y simpatizantes famosos -y, lo más importante, según admite, acceso al poder y a una plataforma-.







A principios de 2011, Ensler inauguró La ciudad de la alegría, un centro en el Congo que rehabilita a sobrevivientes de una violación. Las historias provenientes de las mujeres de este pequeño país centroafricano son inimaginables -mujeres atadas a árboles y violadas por varios durante semanas, mujeres violadas con palos, botellas y hasta armas, mujeres cuyos hijos y padres fueron obligados a violarlas a punta de pistola-. Ese centro es refugio ahora de 40 mujeres que tendrán apoyo psicológico, clases de inglés, podrán aprender a leer y a escribir, a manejar una computadora, a convertirse en hábiles comunicadoras y en líderes eficientes. “Es el lugar más alegre en el que estuve en toda mi vida” admite Ensler. “En medio de las peores circunstancias, esta ciudad crece y realmente creo que estas mujeres van a ser el futuro del Congo. El Congo fue un punto de inflexión en mi vida. He estado en muchos lugares en donde las mujeres sufrían, pero el Congo fue algo realmente terrible”. ¿Por la crudeza de la violencia? Ensler asiente. “Pensar que en este siglo alguna mujer puede ser tratada de esa forma con el conocimiento del mundo parecía simplemente insoportable”.


Cuenta que fueron las mujeres congoleñas las que la metieron en todo esto cuando se le diagnosticó cancer de utero el año pasado. “Estábamos construyendo y abriendo La ciudad de la alegría y mi parte del acuerdo era encontrar los fondos, así que tenía que vivir para poder hacerlo. En ese sentido, ellas realmente me salvaron la vida porque tenía que levantarme todos los días y seguir avanzando hacia adelante”. Las afirmaciones de que una enfermedad terminal puede llegar a transformar una vida pueden parecer trilladas muchas veces, pero Ensler, que asegura que su pronóstico es bueno, suena convincente. “Fue la peor experiencia que se convirtió en una realmente maravillosa” dice. “Hay mucha energía que me viene de todo esto y realmente no lo entiendo. También amo estar viva, es fantástico -en especial, cuando uno llegó a perder la vida, casi-. Fue algo tan crucial y tan catastrófico que me cambió y me hizo deshacerme finalmente de mucho a lo que me aferraba”.

Su propia experiencia con el abuso, dice, “está profundamente conectada con lo que me motiva. Antes me sentí atrapada por la ira y el drama y con probarme a mí misma y encontrar mi salida de esa posición de víctima, pero eso pasó y no es lo que me moviliza ya. Cuando una es violada es forzada a sentirse culpable porque por lo general uno absorbe -literalmente- al agresor de una y esto se convierte en la maldad propia. A mí me llevó años exorcisar este mal”. Pocos instantes después, dice en voz más baja: “me dí cuenta de que si seguía viviendo pensando que yo era una persona terrible y tenía que probar que no lo era, me iba a morir”.

Ensler tiene grandes planes. Para el 15° aniversario de Día-V, en 2013, quiere conseguir mil millones de mujeres -la cifra tiene su orígen en el cálculo de Naciones Unidas de que una de cada tres mujeres serán violadas o atacadas durante su tiempo de vida- para que se junten “y dejen sus trabajos o se alejen de toda situación en la que hayan sido violadas o que simplemente caminen porque fueron violadas y se sumen a quien sea. Si las mujeres pudieran ver las cifras y ver cuántas mujeres pasaron por esta experienca....”. Ella lo define como “una huelga general a la vida”. “Si las mujeres paran, todo el mundo va a parar -¿quién se ocuparía en ese caso de los pacientes, quién daría clases, manejaría las empresas, levantaría cosas en los campos y cargaría chicos en la falda?-”.

¿Se perdió Ensler algo como resultado de la vida que llevó? Piensa a veces en cómo hubiera sido su vida amorosa “si no hubiera sido catalogada como una feminista radical que inspira miedo. Pero después me contesto que así sea, que tuve una gran vida amorosa”. Después que su matrimonio terminó, mantuvo una larga relación con Ariel Orr Jordan, un artista y psicoterapeuta, pero hoy está soltera y esto parece ajustarse a su personalidad y a su estilo de vida nómada -tiene casas en Nueva York y París, pero pasa buena parte del año viajando-.

No oculta sus predicciones sobre a donde podrían conducir la violencia y el abuso a las mujeres y lo compara con los efectos del calentamiento global. “La violación” dice Ensler “se ha convertido en el arma moderna de la guerra. Cuando uno destruye una población, una vez que hay femicidio, se ve el fin de la humanidad porque no veo cómo hace uno para sostener el futuro sin mujeres vitales. Vemos prácticas tan horrorosas en el planeta que no las podemos imaginar siquiera”.

Y aún así suena muy animada cuando dice que se está gestando una “primavera de las mujeres. En mis días buenos, y tengo muchos, veo que esto es lo que se viene realmente” asegura con una sonrisa de soslayo. “Fueron realmente las mujeres egipcias las que lideraron el levantamiento. Vemos en todo el planeta todo tipo de activistas mujeres. Pienso en Agnes (Pareyio, directora de V-Day Kenia, que abrió dos casas de refugio para chicas que escapan de la mutilación genital femenina). Ella fue exiliada en su comunidad y ahora se postula para el Parlamento y tiene muy buenas chances de ganar. Miren a Dominique Strauss Kahan -es una situación terrible pero diez años atrás esto no hubiera sido tapa, no hubiera sido bajado de un avión-. Este tema es importante. Marca un cambio palpable. No hemos puesto fin a la violencia, pero hemos construído los mecanismos para comenzar a combatirla. El próximo paso es ponerle fin, lograrlo. Observo también a las mujeres de Libia, que organizan ahora la forma para llegar al poder. O miro a las mujeres de Liberia, que eligieron una presidenta”. Comienza ahora a juntar sus cosas. “Hay señales dondequiera que uno mire”.

Nos ponemos de pie. Cuando me acerco para darle la mano, Ensler me abraza. “En la tierra V nos abrazamos” me dice. Me toma de sorpresa, pero después me parece algo muy propio de ella -cálida, divertida, transgresora- y cuando me veo obligada, por cortesía, a colocar mis brazos alrededor de esta menuda mujer, me sorprendo por lo fuerte que parece.

 
© Emine Saner
The Guardian 
Revista Ñ
Clarín
11 enero 2012

Traducción: Silvia S. Simonetti




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