Durante los años ’60, Joan Baez fue la reina del folk, la cantante más representativa e influyente surgida del folk boom, distinguiéndose desde el comienzo por su personalísimo estilo vocal, una soprano con un rango de tres octavas y distintivo vibrato. Ella dio a conocer a Bob Dylan, cantando sus canciones y presentándolo a su audiencias cuando aún no era famoso, además de mantener una publicitada relación sentimental con el autor de “Blowin’In The Wind”, con el cual se volvería a reunir a mediados de los ’70 en la Rolling Thunder Revue.
Conocida por su activismo político y social, principalmente en las áreas de la no violencia y los derechos humanos y civiles, Joan supo evolucionar con los tiempos y, además de modificar su música incorporando acompañamiento eléctrico y canciones de nuevos cantantes-compositores (además de convertirse ella misma en una gran compositora), fue tornando sus intereses hacia causas como la ecología y los derechos de los gays. Se ha presentado en público durante casi 50 años, grabó más de 30 álbumes y cantó en por lo menos ocho idiomas, y aunque es conocida como folksinger, su trabajo incursionó en todos los terrenos de la canción, incluyendo pop, country, gospel, r&b y folklore latinoamericano. Su carrera continúa con fuerza hasta hoy, convirtiéndose en fuente de inspiración para sucesivas generaciones de cantantes –desde Bonnie Raitt y Emmylou Harris hasta las Indigo Girls y Tracy Chapman– y editando nuevos discos, mientras las reediciones de su catálogo continúan concitando un amplio interés.
Joan Baez, el álbum que presenta mañana Página/12, constituye un buen resumen de su extensa carrera, con clásicos de su primera época y grabaciones contemporáneas, tanto en vivo como en estudio, y muestra la versatilidad de la cantante para encarar un repertorio de inusitada amplitud temática y estilística, tamizándolo a través de su voz única y su poderosa personalidad como intérprete. Dos canciones en castellano, “No nos moverán” y “El preso Nº 9” , provienen de la Guerra Civil Española y la Revolución Mexicana , respectivamente. Su inmersión en la música de raíz de los Estados Unidos –folk, gospel, spirituals– se pone de manifiesto en la hermosa balada “All My Trials” (uno de sus primeros hits), “10.000 Miles ”, el clásico “The House Of The Rising Sun” y “Swing Low Sweet Chariot”. Uno de los tempranos hits de Pete Seeger, “Where Have All The Flowers Gone”, nos recuerda sus épocas de activismo contra la Guerra de Vietnam, mientras que sus interpretaciones de autores como Mickey Newbury (“The 33rd Of August”) y Dan Penn-Chips Moman (“Do Right Woman, Do Right Man”) son buenas muestras de su interés por la música country y el r&b. Pero para Joan Baez lo fundamental es una buena canción, cualquiera sea su género, y por eso puede integrar en su repertorio desde George Michael (“Hand To Mouth”) hasta el gran Leonard Cohen (“Famous Blue Raincoat”), pasando por el himno de Bob Marley, “No Woman, No Cry”, incluido en una bella interpretación en vivo tomada, al igual que otros temas incluidos en este álbum, durante una actuación en Bilbao, España, a fines de los ’80.
Joan Chandos Baez nació el 9 de enero de 1941 en Staten Island, Nueva York, de una familia cuáquera, de ascendencia mexicana, inglesa y escocesa. Cuando tenía 15 años, ocurrieron dos eventos que marcarían su vida para siempre: compró su primera guitarra y asistió a una conferencia dictada por Martin Luther King Jr., hablando de la no violencia y los derechos civiles. En 1959, Joan junto con otros artistas del área de Cambridge que solían presentarse en el Club 47, grabaron un álbum llamado Folksingers Round Harvard Square, y ese mismo año conoció a Bob Gibson y Odetta, a quienes cita entre sus principales influencias, junto a Marian Anderson y Pete Seeger. En el verano hizo una aparición no anunciada en el Newport Folk Festival, performance que disparó su carrera, ya que la excitación que había creado condujo a un contrato con Vanguard Records al año siguiente. En 1960 lanzó su primer álbum, Joan Baez, una colección de baladas folk tradicionales, blues y lamentos, que tuvo un gran éxito. Los primeros años de la década del ’60 fueron un auténtico torbellino: en 1961 lanzó su segundo álbum, Joan Baez Volume Two, e inició una gira nacional de conciertos. En 1962 lanzó Joan Baez In Concert, y en noviembre de ese año apareció en la portada de la revista Time. En marzo, en la marcha sobre Washington por los derechos civiles, cantó “We Shall Overcome” ante una audiencia estimada en 250.000 personas. A partir de 1964, cuando supo que el 60 por ciento de los ingresos provenientes de impuestos se destinaba a propósitos militares, Baez comenzó a restar ese porcentaje de sus contribuciones de impuestos, y a pesar de un embargo declarado por el IRS, continuó haciéndolo durante los 10 años siguientes. Durante 1967 fue arrestada dos veces, por bloquear la entrada del Centro de Reclutamiento de las Fuerzas Armadas en Oakland, California.
En 1968 se casó con el maestro y activista David Harris y poco después editó Baptism, donde recitaba y cantaba poesía. Le siguió Any Day Now, un álbum doble dedicado a las canciones de Dylan, que se convirtió en Disco de Oro. En 1969, su marido comenzó a cumplir una sentencia de tres años por resistirse a ser reclutado, lo que le impidió asistir a la presentación de Joan en agosto en el legendario Festival de Woodstock (parte de su perfomance sería incluida luego en el film y el disco homónimos), así como al nacimiento de su hijo, Gabriel Earl; Baez le dedicó su David’s Album. Harris fue liberado en marzo de 1971, tras cumplir 20 meses de su sentencia, pero él y Joan se divorciaron en 1973.
En 1971, su cover de “The Night They Drove Old Dixie Down” (de The Band), llegó al Top Ten en los Estados Unidos. Luego lanzó los álbumes Come From The Shadows y Where Are You Now, My Son?, de 1973, que incluía el tema de 23 minutos que daba título al álbum, con sonidos grabados en la calle durante la visita de Baez a Hanoi, Vietnam del Norte. Allí sobrevivió a una semana de bombardeos. En 1974 llegó su primer disco en español, Gracias a la vida.
Hacia fines de los ’70, la militancia de Baez se concentró en la lucha por los derechos humanos, creando el Humanitas International Human Rights Committee. Juntó más de un millón de dólares en ayuda para el pueblo camboyano, a través del Cambodian Emergency Relief Fund, y en 1981, durante una gira por Sudamérica, le fue prohibido presentarse en Argentina, Chile y Brasil; sólo pudo actuar en Nicaragua. Además, fue objeto de vigilancia y amenazas de muerte.
En 1986 integró la gira Conspiracy of Hope, auspiciada por Amnesty International y al año siguiente publicó un libro autobiográfico titulado And A Voice To Sing With (editado en castellano como Y una voz para cantar) que integró las listas de best-sellers. En 1989 actuó en Checoslovaquia, donde el presidente Vaclav Havel la consideró una gran influencia en la subsiguiente y pacífica velvet revolution (revolución de terciopelo) en ese país. Durante los ’80 editó Live Europe ’83 antes de firmar para el sello Gold Castle, donde publicó los discos Recently (1987), Speaking of Dreams y el en vivo Diamonds & Rust in the Bullring (1989). En 1992 llegó Play Me Backwards, para Virgin, pero pasaron otros cinco años antes de su próximo álbum de estudio, Gone From Danger.
Su regreso discográfico se produjo en 2003 con Dark Chords On A Big Guitar, mientras que una perfomance de noviembre de 2004 en el Bowery Ballroom de Nueva York se editó al año siguiente como Bowery Songs, donde incluye temas tradicionales, autores contemporáneos como Steve Earle y Natalie Merchant y clásicos como Woody Guthrie y Bob Dylan, en una sumatoria de casi 50 años de carrera artística.
Claudio Kleiman
Claudio Kleiman
Sábado, 28 de octubre de 2006
Página 12 presenta CD de Joan Baez
Página 12 presenta CD de Joan Baez
El álbum incluye clásicos de su primera época y grabaciones contemporáneas, tanto en vivo como en estudio. Versiona a Leonard Cohen, George Michael y Bob Marley, entre otros.
Además de ese inicial mérito, Joan Baez mantuvo a lo largo de toda su carrera una dignidad notable, acompañado de un sentido del humor inalterable. Escribió una bonita canción en homenaje de Janis Joplin (In the Quiet Morning), quizás la cantante menos parecida a ella en términos de vida personal y estilo interpretativo. En el booklet de la caja Rare, Live & Classics, Joan cuenta que se cruzó a Janis Joplin en el festival de Newport y que la invitó a su camarín a tomar el té. Joplin le contestó atónita: “What?”. Y Joan acota: “I didn´t know much about being wild”.
A solas con Joan Baez en la habitación de un hotel: Un sucedido, por Antonio San José
(…)
La tercera vía a la que hacía referencia fue Radio Juventud (….) Allí velaba armas radiofónicas con tan sólo 17 añitos un servidor… (…)
Trabajaba yo, como ha quedado expresado, en aquella emisora y vino a Madrid Joan Baez para promocionar su álbum “Diamonds and Rust”
que editaba en España la discográfica Ariola. Por medio del
desaparecido, y recordado, Carlos Juan Casado, jefe de A&R de la
compañía, concerté una entrevista con la cantante que entonces era una
leyenda viva de la música folk internacional. Carlos Juan me facilitó el
día, la hora de mi encuentro con la Baez
y (algo insólito hoy en día) el número de la habitación de su hotel en
la que me esperaba. Cosa inimaginable en la actualidad, el encuentro se
celebraría sin ninguna persona de la compañía ni del equipo de la
cantante que vino a Madrid más sola que la una. Ni manager, ni
asistentes, ni jefes de promoción, ni nada de nada…
Desde
la radio, me dirigí al hotel de la calle Bretón de los Herreros en el
que se hospedaba la artista, pertrechado por un viejo magnetófono Uher
de bobina abierta con más años que la discografía completa de Ray
Conniff. Llegué al lugar, subí a la habitación, llamé a la puerta y ¡oh,
asombro! me abrió la puerta la mismísima Joan Baez, encantada de
recibir visita a esas horas de la tarde. Balbuceé un saludo de
admiración y me dispuse a preparar la grabadora sobre una mesa de la
habitación. El aparato era duro como el solo y costaba mover la palanca
que accionaba el motor. La Baez sonreía amablemente y a mí empezaba a caerme el sudor al comprobar que la cinta no giraba.
- Don´t worry – me decía la cantante divertida.
Yo
seguía toqueteando y dando golpes desaforadamente a todos los botones,
palancas y potenciómetros del vetusto magnetófono que seguía como si
nada. Viendo mi rubor por la azarosa situación, exclamó:
- Just a moment please
Y
cogió ella misma el aparato con interés de arqueóloga. Cambió un par de
clavijas de lugar, le dio a la dura palanca y aquello se puso en
funcionamiento al tiempo que se agrandaba mi bochorno y desconcierto.
- Son cosas que pasan – me decía, dándome palmaditas en el antebrazo.
Grabamos
la entrevista, quedó muy bien y me despedí de ella con dos besos y mi
agradecimiento eterno por sus conocimientos técnicos.
Afortunadamente
la tierra no me tragó aquella tarde, como yo hubiera deseado, y hoy
puedo contarlo con una sonrisa pasado ya el sofoco de aquel sucedido de
juventud cuando trabajaba en Radio ídem.
© Antonio San José
JOAN BAEZ por Gustavo Noriega
Estuve
muy enamorado de Joan Baez cuando adolescente. Pero no fue uno de esos
amores imposibles, a la distancia. No, le di dos besos en las mejillas,
uno en la derecha, al llegar a Buenos Aires, en 1974, otro en la
izquierda, una semana después, al volverse a los EEUU. Mi papá, que en
esa época trabajaba de empresario artístico, la trajo para hacer dos
recitales en el Luna Park y uno en Rosario. Y allí estuve yo,
siguiéndola como un perrito faldero. La vi en las tres funciones, la vi
una noche en la casa de Mercedes Sosa y la vi en el tren, yendo a
Rosario.
Joan
Baez era —imagino que lo sigue siendo— una persona encantadora, en
todos los sentidos de la palabra. No sólo por su encanto personal
irresistible sino por la costumbre de cantar en todo momento. Cantó en
el tren, en la cena en lo de Mercedes, y cantó, obviamente, en las tres
funciones que dio. Para mí, que la amaba desde chico, cuando mi hermano
ponía sus primeros discos en el Winco una y otra vez, escucharla en
persona era como tocar a un ángel con la mano.
A
veces se ha desmerecido la trayectoria de Joan Baez, a partir de su
vinculación con Bob Dylan. Para cualquiera que haya visto Don´t Look
Back, no resulta difícil sonreir ante el desprecio que Dylan le dedica,
un desprecio probablemente similar al que le arroja a Donovan, a los
reporteros que tratan de entrevistarlo y a toda persona que ande cerca.
Dylan es genial pero eso no significa que haya que celebrar cada uno de
sus gestos de desdén: por lo pronto, son demasiados. A pesar del
maltrato, Joan luce radiante y noble. Y como siempre, canta. Una vez que
uno vuelve a ver Don´t Look Back sin el automatismo de aceptar cada
pequeña cosa que Dylan hace, se transforma en otra película.
Hay varias razones para volver a Joan Baez. Una
es que su trabajo de recopilación del cancionero popular realizado en
sus primeros discos es de una riqueza extraordinaria, a la par de la que
realizó grabador en mano Allan Lomax. Decenas de canciones inglesas,
galesas, irlandesas y norteamericanas, con sus maravillosas letras
narrativas. Baladas, espirituals, gospel, himno y marchas, cualquier
cosa que un norteamericano sufriente haya cantado, Joan lo volvió a
cantar con su voz soberbia y su afinación perfecta, con su dicción
cristalina y su corazón abierto.
Además de ese inicial mérito, Joan Baez mantuvo a lo largo de toda su carrera una dignidad notable, acompañado de un sentido del humor inalterable. Escribió una bonita canción en homenaje de Janis Joplin (In the Quiet Morning), quizás la cantante menos parecida a ella en términos de vida personal y estilo interpretativo. En el booklet de la caja Rare, Live & Classics, Joan cuenta que se cruzó a Janis Joplin en el festival de Newport y que la invitó a su camarín a tomar el té. Joplin le contestó atónita: “What?”. Y Joan acota: “I didn´t know much about being wild”.
Esa
ignorancia sobre la vida peligrosa, esa afinación perfecta, esa voz que
gusta de llegar a las notas altas sin esfuerzo le han quitado prestigio
en el mundo del rock, más proclive a festejar el desborde, la muerte
joven y la desprolijidad, aunque ésta no siempre esté solventada por el
talento. Joan Baez eligió, como los viejos cantantes folk, el compromiso
social y político pero lejos de cantárselo a una multitud cómplice, fue
a poner el cuerpo al propio Vietnam, donde grabó un disco en los
escombros, bajo el bombardeo norteamericano.
Joan
Baez sigue militando, sigue grabando discos (con una voz un tono más
abajo que en su juventud, lo que le da una calidez nueva), sigue siendo
Joan Baez. Y como esta nota parece demostrarlo, yo sigo enamorado de
ella.
©Gustavo Noriega
Agosto 2009