reportaje por víctor perera
Las cosas no empezaron bien. Apenas descendió del avión en Ezeiza, con una rosa fresca en la mano, la acosaron el ojo fijo de una cámara y el micrófono que un atropellado le plantó junto a la cara.
“Joan Baez, ¿puede explicarle al público por qué no habla español con un padre mejicano? ¿Por qué tiene la piel oscura, si su madre es escocesa? ¿Le gustaría hacer el amor con argentinos?”
La sonrisa amistosa se evaporó y enmudeció de golpe. Se había librado el primer combate. El “agente provocador” de la televisión obtuvo dos o tres indiscreciones dañinas: (P: “¿Por qué va a cantar en Rosario? ¿No sabe que es el Chicago de este país? R: (con tono sarcástico): No veo el momento de estar allí.”).
Durante la conferencia de prensa organizada en el hall del hotel, Joan decide invertir roles con sus inquisidores y averiguar lo que ocurre en la Argentina. Las respuestas a sus preguntas directas son vagas y confusas. Se vuelve aguda y maligna mientras los periodistas más veteranos son desplazados al fondo del salón por jóvenes agresivos y desprovistos de credenciales.
Mi relación con ella venía de segunda mano, y era reciente. El año pasado conocí a su gurú y amigo íntimo, el pacifista discípulo de Ghandi Ira Sandperi, que la introdujo en el tema de la no violencia cuando tenía dieciséis años. La llamé antes de viajar a la Argentina enviado por el New York Times y me ofrecí para actuar como traductor y contacto para Amnesty International, un movimiento dedicado a la liberación de prisioneros políticos.
En la privacidad del hotel encontré a una Joan Báez tranquila y lúcida, que no cesaba de preguntar sobre la política y la sociedad argentina y muy dispuesta a explicar sus ideas pacientemente a los jóvenes que se le acercaron.
“¿Pero cómo se puede emplear la no violencia para lograr un completo cambio social?”, preguntó una cordobesa inteligente, saturada ante tanta muerta y ansiosa de otro camino.
“¿Cómo no usarla? –responde Joan- ¿Cuál es la alternativa? Seiscientos años de violencia organizada no han modificado más que los nombres de las víctimas y asesinos. La no violencia en sí puede no producir los cambios necesarios, pero por lo menos produce menos cadáveres.” Y vuelve, como siempre, a Gandhi, Martin Luther King, Danilo Dolci, César Chávez, sus cuatro mosqueteros de la no violencia. “Estudien sus vidas – concluye, con convicción religiosa -: estudien sus vidas. Todo está ahí”.
Palidece visiblemente cuando le cuento sobre la bomba colocada por terroristas de derecha en el departamento del rector Raúl Laguzzi, que mató a su hijo de cuatro meses. Con una voz suave y misteriosa habla de las caras de chicos norvietnamitas en refugios antiaéreos y recuerda que la despedían en el aeropuerto mirando hacia el cielo por si descubrían el vuelo de un Phantom.
Y por primera vez me habla de las escenas de tortura y mutilaciones que pueblan sus sueños. La miro tomar la guitarra para ensayar e imagino los castillos fortificados de sus antepasados escoceses y los altares rituales de su herencia mejicana paterna. El tono de su voz cuando canta “Hello in there”, “Jessie” y “La Llorona ” tiene una pureza que duele. Es como si entonara una serenata a la muerte.
Al día siguiente recibió a una docena de redactores en el hotel y contestó a sus indagaciones con candor e inteligencia. Apenas se controla cuando un crítico hostil sugiere que su long play en español fue grabado por razones comerciales, lo que es obvio por el acompañamiento de arpa y maracas elegido para el simple y puro “Gracias a la vida” de Violeta Parra. ¿No sabía Joan que la mártir de la izquierda chilena murió trágicamente después de haber compuesto y grabado ese tema?
Joan responde con voz tensa que el disco en español fue grabado como tributo a las víctimas de la violencia en Chile; que se obstinó en resistir a la presión de la firma grabadora para que incluyera temas en inglés y otros más populares, como “Guantanamera”, su única concesión al comercialismo. Admite que no había oído la versión original de Violeta Parra y que grabó la suya de acuerdo a la interpretación de Mercedes Sosa. La cantó, literalmente, como un gesto de gratitud a la vida; si hubiera conocido la popularidad del original, y las circunstancias trágicas de la muerte de su autora, probablemente la versión hubiera sido diferente. “El error –admite- proviene de que no puedo saber todo.” Alza los brazos y los deja caer enérgicamente en un gesto de impotencia: “Miren, no soy perfecta. Soy una tarada como cualquier otra, pero por lo menos soy honesta y auténtica.”
Otro crítico le pide que haga asociaciones con tres palabras:
vida:
“Lo que todos podemos compartir”.
muerte:
“Me aterra”.
tortura:
(Una pausa y una mirada en el vacío):
“Una pesadilla, como la esclavitud que podemos eliminar en nuestra vida”.
Una chica con ojos soñadores le explica que únicamente cree en la paz interior.
“Me indigna esa actitud –interrumpe Joan-. ¿Cómo se puede conocer la paz interior cuando hay hombres y mujeres que son asesinados y torturados?”
Joan Baez y Martin Luther King, 1961 |
Joan Baez en Hanoi, Vietnam del Norte, diciembre 1972 |
El domingo organizo una visita a una estancia en las afueras de Buenos Aires. Partimos en dos automóviles, con una mañana gris y lluviosa. La dueña de casa, hija de conocidos ganaderos, ha organizado un asado. Joan parte con ella y Bernie, un atractivo aunque algo andrógino hijo de rabino de unos veintiséis años, cuyas funciones incluyen la de amante, guardaespalda y alter-ego de Joan. Después de una inicial aversión, aprendo a apreciarlo, en parte por su monolítica capacidad de lealtad. Joan duerme durante todo el trayecto y se despierta para descubrir una casa similar a la de su sueño de anoche. Se trata de un enorme caserón con tejas españolas, gigantescos armarios y mesas que le dan un aire surrealista e irreal.
Nos sentamos alrededor del fuego y Joan cuenta que ha soñado con Phil Nixon, su primer novio. Le asusta el nombre –dice- y la convicción de que no la protegerá. La vieja casa del sueño tiene un piano Steinway y objetos de su infancia, lo que la tranquiliza. Pero luego varias personas penetran desde el exterior, desfigurados y cubiertos de sangre. Sabe al verlos que han sido torturados…
Le pregunto si tiene este tipo de sueños muy a menudo.
- Por supuesto –me responde-. Y siempre los comprendo mejor que nadie. Yo sé que la vieja casa soy yo misma, y que está pidiendo que la ordene, que la reexamine. Sé que la tortura y la mutilación son tan parte de la casa –de mí misma- como el piano y las cosas de mi infancia.
Y agrega muy pensativa: “Tengo fantasías frecuentes de que me matan a tiros en el escenario. No es del todo desagradable...”
Mientras entramos en el comedor me dice que su fobia más profunda es el miedo a vomitar: “La he tenido desde muy chica. Durante muchos años me impidió viajar en aviones y todavía me hace evitar algunas comidas.”
Le pregunto cómo lo explica.
“Es miedo a vomitar mi alma, supongo, mi ánima.” Sonríe y se dirige a la dueña de casa: “Hace catorce años que no vomito. Tengan cuidado de que este asado no me dé nauseas, porque inundaría a la casa y ahogaría a todos ustedes”:
El miércoles a la noche un argentino-galés llamado Daniel Evans, bastante teatral con su traje azul eléctrico y cara sonrosada, la acompaña a escuchar tangos. Evans dirige un grupo de estudio sobre no violencia creado según el modelo del que Joan dirige en Palo Alto, California: “El movimiento de no violencia en Argentina es un glorioso fracaso –admite, con buen humor.”
“Joan, debes ir a oír a Susana Rinaldi –insistió, con su sonoro acento galés-: después le haremos saber a esta terrible mujer que has estado para que lo diga por la radio.” Al día siguiente quise conocer sus impresiones: “Rinaldi está muy bien –respondió- tiene talento y la locura de una cabra. Una combinación invencible.”
El lunes abordamos el tren a Rosario, donde actuaría por segunda vez. Se nos une John Wasserman, grandote y expansivo columnista musical del San Francisco Chronicle y que ha sido contratado para escribir la biografía “oficial” de Joan Báez.
Joan está de excelente humor y nos hace graciosísimas imitaciones de Mercedes Sosa, Dylan y otros cantantes. Mas tarde dibujaría caricaturas de cada uno de nosotros sobre el menú del restaurante. La parodia es su modo de halagar, pero también suele usarla cuando se siente amenazada para poner a alguna rival en su lugar. Con un tono displicente prosigue con imitaciones de una vaca enferma y de un tren en movimiento.
Aún no ha perdonado las estocadas del periodismo porteño. “Todo el mundo me exige pureza – le dice a Wasserman, que anota prolijamente su libreta azul-. La música folk no es pura, y yo tampoco. Ninguno de mis tres últimos discos se vendió bien, y estos estúpidos me acusan de haberme vuelto comercial. Hice este viaje por Chile, y también para promover el long play en español y ganar un poco de plata. ¡Mierda, también tengo que comer!”
Manny Greenhil la apoya: “Joan tiene menos dinero del que cree: tendrá que hacer un buen disco pronto si quiere mantener su reputación en el ambiente. Por supuesto –agrega rápidamente dirigiéndose a Wasserman- que no lo hará si compromete su integridad. Es la mujer más cabeza dura que conozco”.
Me gusta Manny, el empresario, un ex comunista de 58 años, con una barba hirsuta y grisácea y una manifiesta predilección por las empanadas, churros, chocolate y otras especialidades que él denomina “comida de calle”. Uno de sus primeros clientes fue el legendario Pete Seeger, padre musical de Joan Báez. “Sin embargo- me dice, moviendo la cabeza- ninguno de sus discos vendió siquiera una fracción de la cifra que hicieron los dos grandes de Joan. Dos de ella superaron el millón, y Pete nunca vendió más de 30 mil discos.” Manny se hizo cargo de Joan cuando era una hipersensitiva y delgadísima joven de diecinueve años, con voz de ángel. “Se negaba a hablar entre canciones y a sonreír a los fotógrafos –recuerda-: tenía una verdadero pavor de claudicar.” Sonríe y se acaricia la barba: “Las cosas comenzaron a cambiar después de que comenzó a cobrar 400 dólares por un solo espectáculo”.
Después de la comida pude iniciar mi primer verdadero diálogo con ella.
“Me gustas mucho más –le digo- cuando tus instintos generosos superan a tu monstruosa vanidad.”
Esto le hace gracia. Es una reina, así es como se ve, y tolera ocasionales impertinencias de sus cortesanos, siempre que sean inteligentes. De lo contrario, pueden rodar cabezas.
Agrega: “Es sabido que no puedo mezclar amistad con atracción sexual: son como agua y aceite. Tengo varios buenos amigos, pero mis contactos sexuales con hombres raramente duran más de dos días”.
- ¿Y la relación lesbiana?
- Eso duró un año, pero ocurrió diez años atrás, y se trataba de una mujer excepcional.
- -¿Y tu ex marido, David Harris?
- Fue un error. Todo ese asunto fue una equivocación. Pero es un buen padre para Gabriel.
No quiero preguntarle sobre Bob Dylan ni sobre sus notorias relaciones con adolescentes, pero reflexiono en cambio: “Transformas tus admiradores en acróbatas. Admiras la rapidez y el ingenio, pero aparentemente desconfías de la inteligencia de tipo reflexivo. Para hacer buena letra contigo debo convertirme en un delfín que hace pruebas fuera del agua”.
- Es cierto, me aburro fácilmente, y no aguanto a nadie cerca dándome vueltas con gemidos amorosos. Y sí, soy anti-intelectual, nunca lo he disimulado. Escribí un librito que se llama “Amanecer”, pero no he leído prácticamente ninguno. Absorbo la información que necesito directamente de la gente que respeto. Detesto el tipo de persona académica y rígida.
- Y sin embargo te interesan los universitarios y siempre los quieres tener en las primeras filas y a tus pies.
Levanta una pierna y deja oír una risa sensual: “Por supuesto: quiero ganárselos a las universidades. Las universidades destruyen a la gente, como casi todas las escuelas. Son mis enemigos.”
Siento que estoy tratando no con una institución, una monstruosa personalidad pública, sino con todo un país: un matriarcado salvaje, galés y azteca, dominado por una amazona con voluntad de hierro.
Después de una siesta breve saca la guitarra y tararea algunos de sus temas más nuevos. Vuelvo a ser testigo de la sorprendente metamorfosis: la voz surge sin esfuerzo, colmando el camarote. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”, entona suavemente, y sigue con “Wind of the old days”, su tributo nunca grabado a Bob Dylan. Su voz ha perdido algo de la pureza angelical de hace catorce años, pero es más vigorosa y más flexible en los registros bajos. Siento frío en la nuca.
Por qué no me gusta esta "entrevista" aunque la publico / por viviana marcela iriart, octubre 2009
Leí la entrevista en noviembre de 1974, cuando Joan Báez ya se había ido de Argentina. Yo tenía 16 años, era su admiradora y entonces, como ahora, me
pregunté si ella supo que ese gentil hombre que se ofrecía como
traductor era, en realidad, un Truman Capote camuflado (sin su talento).
Porque ésto no es una entrevista.
Es una reseña, bien escrita, interesante, que hurga despiadadamente en la vida íntima de Joan revelando, al mismo tiempo, el enamoramiento y los celos del autor por Joan Báez .
La
reseña fue y sigue siendo injusta. Muestra el lado humano, imperfecto,
de un ser humano que hasta el momento del reportaje, había dado su voz,
su vida y su dinero luchando contra la segregación racial en Estados
Unidos, contra la guerra en Vietnam y por los derechos humanos en todo el mundo.
Una mujer que, cuando esta nota salió, había sido ya encarcelada dos veces por esos motivos.
Una mujer que era perseguida por el FBI y lo siguió siendo durante décadas. Actualmente Joan, con su humor habitual, dice que cuando no recuerda algo de su vida, va a los archivos que finalmente el FBI abrió y allí encuentra el dato que no recordaba.
Una
joven que a los 22 años, participó de la gigantesca Marcha Sobre Washington, a la que asistieron 250.000 personas, organizada por Marthin Luther King , quien se apoyó en su fama para llegar con su mensaje a las personas blancas progresistas, y se lo agradeció públicamente. Cantó We Shall Overcome y la canción se convirtió en un símbolo de la lucha contra el racismo.
Una joven cuya fama e influencia sobre las masas era tan grande que fue la primera persona de 21 años en aparecer en la portada de la revista Time, en 1962.
Una joven cuya fama e influencia sobre las masas era tan grande que fue la primera persona de 21 años en aparecer en la portada de la revista Time, en 1962.
Una
joven que a los 23 años se negó a pagar el 60% de sus impuestos, el
monto que ella consideró se usaba en la guerra de Vietnam, por lo que
fue perseguida y embargada. No obstante las presiones, Joan siguió sin
pagar sus impuestos hasta que la guerra terminó.
Una
joven que a los 24 años tuvo el valor de presentarse ante el presidente
de Estados Unidos, Lyndon Johnson y exigirle que retirara las tropas en
Vietnam.
Una de las primeras artistas, mujer u hombre, en actuar en lugares “sólo para gente negra”.
Una
mujer que, en 1972, pasó las navidades en Hanoi, Vietnam del Norte,
soportando el peor bombardeo de toda la historia de la guerra, para
manifestar su oposición a la guerra y a la violencia.
De ese viaje surgió uno de sus discos más hermosos, Where are you now, my son?
, con grabaciones realizadas en Hanoi antes, durante, y después de los
bombarderos. Un disco, evidentemente, no comercial entonces ni ahora.
Una artista cuya fama era tan enorme que fue la primera
Una mujer que fue la primera artista famosa en tener la valentía de declararse públicamente bisexual en 1971, cuando la homosexualidad estaba considerada una enfermedad ( la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos la eliminó de su lista de enfermedades en 1973). Por sus declaraciones y su negativa a retractarse, Joan dejó de ser la reina
para convertirse en una molestia y aunque su carrera fue boicoteada por
los sellos discográficos que inmediatamente le cerraron las puertas,
prefirió "perderla" antes que renegar de sus convicciones.
Y tantas cosas más que no dice…
He guardado este reportaje desde que lo leí. Aunque joven y pobre, compraba la revista Crisis
: tenía un material interesantísimo. La revista era la representación
de la izquierda ilustrada pero la izquierda nunca aceptó a los
pensamientos libres. Supongo que la revista Crisis sentía simpatía por Joan por su posición antiimperialista pero aversión por su posición no-violenta. Eran tiempos de armas. La paz estaba muy mal vista.
octubre 2009.
Foto de Joan Baez: Me fue enviada por su madre en 1975 cuando le solicité Under the bombs, folleto donde Joan narra su experiencia en Hanoi, en las navidades de 1972, cuando viajó en misión pacifista y soportó el peor bombardeo de la historia de esa guerra.
Foto de Joan Baez: Me fue enviada por su madre en 1975 cuando le solicité Under the bombs, folleto donde Joan narra su experiencia en Hanoi, en las navidades de 1972, cuando viajó en misión pacifista y soportó el peor bombardeo de la historia de esa guerra.
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Disco con grabaciones realizadas en Hanoi,1972
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(Disco)
Karen G. Jackovich, 1979