la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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“Dos parques, un equipo: Parque del Este, Caracas, Venezuela y Aterro do Flamengo, Río de Janeiro, Brasil” / por arq. Fernando Tábora, Caracas, enero de 2007




Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora


Aterro do Flamengo,. Foto Archivo Fernando Tábora




Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora


Fernando Tábora. Foto Archivo John Stoddart



Aterro do Flamengo. Foto Andrés Manner



Fernando Tábora, izquierda; Burle Marx, Julio César Pessolani y John Godfrey Stoddart, con el plano general del Parque Naciones Unidas,  Río de Janeiro,1960. Foto Archivo  Alejandro Pietri








 Foto Archivo Fernando Tábora






La constatación de una vacío de información sobre uno de los períodos más creativos en la carrera de Roberto Burle Marx fue lo que me inspiró a escribir este relato. Este fue el largo período entre 1955 y 1965, durante el cual, apareció y se disolvió la Roberto Burle Marx y Asociados. A través del texto, explico cómo se constituyó un equipo formado por Roberto Burle Marx, Mauricio Monte, Julio César Pessolani, John Godfrey Stoddart y mi persona. La mayor parte del tiempo el equipo impuso una mística a sus intereses personales y el resultado fueron dos obras que hoy perduran por sus cualidades excepcionales: El Parque del Este en Caracas, Venezuela y el Aterro do Flamengo en Río de Janeiro, Brasil. Estos espacios urbanos han sido apropiados profundamente por las comunidades a quienes sirven y además han trascendido el su significado como logros de la Arquitectura Paisajista internacional. La mayor parte de los actores que participaron en estos hechos ya han desparecido, sin embargo he podido reunir los testimonios de dos de los miembros del equipo: John Godfrey Stoddart en Caracas y  Julio Pessolani en Río de Janeiro que permanecen activos y me han permitido reconstruir con mayor fidelidad lo que mi memoria había dejado en el olvido.



PARQUE DEL ESTE: CARACAS EN EL MOMENTO DEL PROYECTO




Foto Andrés Manner



Hay proyectos en los que el programa está definido desde el primer momento, donde las partes involucradas han establecido referencias a parámetros inamovibles. Pero algunas veces, hay metodologías que dejan a la imaginación opciones de perderse por senderos desconocidos, que incentivan la creación, y que logran a través de ese ejercicio soluciones que no se ciñen a ninguna pauta tradicional. Esta opción fue la que, por un azar, generó el Parque del Este. Las circunstancias que en este caso permitieron que se abrieran estos caminos de libertad, se deben al momento tan peculiar que Venezuela estaba experimentando. El país, forzado a un ingreso violento a la modernidad, no balanceaba el torrente de acciones que se realizaban en todos los campos, y el pasado tenía poco peso, en una inercia imparable hacia el futuro. En el caso del diseño arquitectónico, jóvenes profesionales, en su mayor parte formados en el extranjero, en las mejores universidades, regresaban al país. El auge económico había propiciado el acceso a esta educación y Venezuela, como un niño que ha crecido demasiado rápido, necesitaba ropa nueva, no importando mucho el estilo. Sin embargo, es necesario resaltar la enorme influencia moderadora, que aportaron personalidades como Carlos Raúl Villanueva y Carlos Guinand Sandoz, debido a su sólida base cultural; especialmente en un momento en que la atracción ejercida por el poder económico de Venezuela, había concentrado principalmente en Caracas, a cientos de profesionales extranjeros relacionados con el diseño y la construcción. Cada oficina de arquitectos venezolanos contaba con profesionales de gran experiencia venidos de Europa y Sudamérica, que aportaron sus conocimientos en el área del diseño, y en muchos casos, extensivos a la docencia. El otro aspecto era el de la mano de obra, donde se destacaban italianos, españoles y portugueses. A corto plazo, hicieron posible la organización de equipos capaces de construir lo que estaba siendo proyectado a niveles muy actualizados.






Foto Archivo Fernando Tábora



En Venezuela, el paso de una economía agrícola con una tradición de más de 400 años a una minero industrial esencialmente petrolera, había generado una mentalidad “desarrollista” dominada por la ingeniería. Para el venezolano de ese momento la ingeniería era mucho más comprensible, dado su convivencia con las técnicas introducidas por la extracción del petróleo. Las pocas voces en defensa de los valores tradicionales se ubicaban en áreas que de cierta manera, no participaban en esa ola de cambio, pero que estaban siendo amenazadas por su dinámica. Tal era el caso de los defensores de la naturaleza, cuyas raíces estaban profundamente establecidas en la historia venezolana. Ellos han sido y continúan siendo la contrapartida más válida a la transformación irreflexiva del ambiente, condicionante principal de la calidad de vida de una población, en todos los niveles sociales y sus actividades. En 1956 la idea de un parque para la ciudad de Caracas no encontraba eco entre dirigentes del proyecto para un nuevo país. Se deduce entonces la facilidad con que se aceptó que los terrenos expropiados en 1950 para la construcción de un parque pasaran a ser utilizados para la instalación de la Exposición Internacional de Caracas, una feria internacional. Esta sería, al igual que la creada en la Argentina de 1946 por Perón y Evita, destinada a destacar en el mundo, los logros del gobierno y la modernidad alcanzada por el país. La Exposición en Argentina se desarrolló en las calles y plazas de Buenos Aires, mientras que la Exposición de Caracas estaría concentrada en un área de alrededor de 170 ha, incluyendo lo que hoy es la Base Aérea La Carlota. En su concepto se incluirían la avanzada modernista, representada por la arquitectura por Alejandro Pietri, alumno de Bruce Goff, discípulo de Frank Lloyd Wright. Por lo tanto, era totalmente opuesto no sólo a la corriente Bauhaus, Le Corbusier y Alvar Aalto que dominaban los estudios de la mayor parte de los arquitectos venezolanos, sino también a la corriente “ambientalista” de larga tradición en el país.  Esta corriente, con figuras como Arturo Eichler y Henri Pittier, era representada en este caso por  Carlos Guinand Sandoz, conservador como arquitecto, pero de vanguardia respecto a la necesidad de integración entre el diseño arquitectónico y la naturaleza a través de la arquitectura paisajista. 

La Exposición de Caracas, además de mostrar los adelantos logrados en la ingeniería y la industria del petróleo, contaría con los típicos pabellones extranjeros y sería acompañada de una muestra de la flora y fauna nacional. En ella se haría mucho más énfasis en la fauna, para lo cual, desde un comienzo se pasó a planificar la recolección de los peces a cargo del biólogo Fernández Yépez, y los ofidios a cargo del doctor Luis Rivas Larrazábal. Se incluían también colecciones de aves y mamíferos para los cuales sólo existían instalaciones muy precarias ya que hasta ese momento no se había elaborado un Plan Maestro que detallara todo el programa de la Exposición. La dirección de la ejecución del proyecto correspondía al ingeniero Ibrahim Velutini, quien respondía directamente al gobierno del general Pérez Jiménez.

Carlos Guinand actuaba como coordinador del Plan para las áreas exteriores, lo cual incluía las instalaciones para los animales que formarían parte de las exhibiciones en la Exposición. Sin embargo, el énfasis del proyecto estaba centrado en los elementos arquitectónicos, dejando en segundo plano cualquier otro aspecto que no estuviera relacionado con este objetivo. No es de extrañar que uno de los elementos inicialmente proyectados por esta área fuera un acuario monumental en forma de canasta. El arquitecto  Alejandro Pietri le dedicaba especial dedicación dado que, por la originalidad de su forma, destacaría como uno de los hitos más importantes del evento. 

La indefinición en cuanto a las áreas exteriores se debía a que, la arquitectura paisajista era una actividad desconocida para la mayoría de las personas involucradas en el proyecto. Carlos Guinand era la excepción en el grupo, además tenía serias reservas sobre los aspectos ideológicos en que se basaban los objetivos de la Exposición. En 1956, el Plan Maestro que debía definir la estructura del conjunto no estaba totalmente establecido, y permitía la introducción de nuevos elementos que hasta ese momento no parecían prioritarios. Esta situación había retrasado el estudio de las áreas exteriores del conjunto, lo cual facilitó la inclusión de Roberto Burle Marx y sus socios.

(…) Burle Marx no se encontraba en su país y a mí me tocó coordinar y, más tarde, asistir junto a él al encuentro en Caracas en septiembre de 1956.





CAÍDA DE LA DICTADURA DE PÉREZ JIMÉNEZ Y NUEVO GIRO DEL PROYECTO




Foto: Archivo Fernando Tábora




 (…) El gobierno provisional del Contra Almirante Larrazábal, decidió descartar la Exposición y no tenía un plan para utilizar los terrenos de la misma. (…) La intervención del ingeniero Luis Rivas, hasta el momento encargado de los ofidios para la Exposición y amigo personal del ministro de Obras Públicas, el ingeniero Leopoldo Sucre, fue vital para convencerlo del enorme potencial que esa área tendría para la ciudad si se destinaba a un parque.  Esto cambió la actitud del nuevo gobierno, quien procedió a nombrar al arquitecto Carlos Guinand Sandoz, para que se hiciera cargo de la transición entre el antiguo proyecto y el nuevo programa, consiste en la creación del mayor parque urbano hasta entonces propuesto en Venezuela.



CONSOLIDACIÓN LEGAL DE LOS TERRENOS DEL PARQUE DEL ESTE





Foto Archivo John Stoddart



La actuación de Guinand comenzó por consolidar ante todo la propiedad del área del futuro parque. Varios ministerios se adjudicaban ya derechos sobre diferentes sectores, haciendo peligrar el objetivo principal del nuevo proyecto. Guinand tuvo éxito en su cometido, salvo por los terrenos que habían pertenecido al antiguo ferrocarril que llevaba al área vacacional de Los Chorros. El tren tenía una estación al sur oeste del futuro parque, área que fue invadida para construir viviendas marginales. Rómulo Betancourt, presidente de la República en ese momento, y Jóvito Villalba, quien lo acompañaba en una visita, cedieron a la petición de los ocupantes, y enviaron ayuda, en forma de material de construcción, formalizando así el barrio (villa miseria) de San José, incrustrado en la Urbanización La Floresta. Hasta hoy, tenemos un barrio con edificaciones de tres pisos y ventanales de cristal y aluminio que miran sobre el Parque. El otro problema, que no se resolvió y que afecta a su integridad, es el no haber ejecutado la opción de compra que el gobierno tenía sobre los terrenos alrededor de la sede de la antigua hacienda propiedad de la familia Díaz. (…)




EL CONCEPTO DE DISEÑO Y LA ELABORACIÓN DE UN PLAN MAESTRO



Vista aérea de la construcción de Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora



La gran diferencia al pasar, del proyecto de paisajismo de la Exposición Internacional Caracas 1960 al del Parque del Este, reside en que por primera vez en su ejercicio profesional Burle Marx, esta vez apoyado por sus socios, iba a ser responsable de la totalidad de un proyecto a escala metropolitana.  Esto quería decir que los aspectos urbanísticos, arquitectónicos y de infraestructura, además de la arquitectura paisajista, eran responsabilidad del equipo. (…) La consecuencia favorable en esta ocasión, fue la unidad en el concepto de diseño que caracterizó al proyecto, en el cual los únicos elementos ajenos al control del equipo fueron el Planetarium, del arquitecto Carlos Guinand Sandoz y la Concha Acústica, proyecto de la oficina del arquitecto Julián Ferris, junto a sus colaboradores, los arquitectos Jaime Hoyos y Carlos Pons.

Desde un comienzo se definió al Parque como recreacional, con énfasis en lo contemplativo, cultural y didáctico, reduciendo el aspecto activo a los juegos infantiles y actividades en áreas no demarcadas como canchas y destinadas a los deportes más populares, softbol y futbol. El automóvil quedaba excluido del ámbito del Parque y reducido a estacionamientos periféricos. Esta decisión fue objetada por muchos que auguraban un fracaso del mismo, por no aceptar lo que era uso común de la Venezuela petrolera, el automóvil todopoderoso. Esto determinó que desde el inicio, se planteara la existencia de un circuito de transporte interno o trencito, que se encargaría de conducir a los visitantes, desde los estacionamientos e ingreso principal a todas las áreas del Parque. El aspecto didáctico se apoyaría en las colecciones de flora y fauna venezolanas, que formaban parte del proyecto de la Exposición y que en general, con algunas excepciones, serían incorporadas.

(…) La mayor preocupación desde un comienzo (…) era la imagen que caracterizaría la relación del Parque con la ciudad. Este aspecto era favorable ya que gracias a la topografía, la avenida Francisco de Miranda tenía en su transcurso frente al área del parque, la cota más alta, que coincidía con la mayor área despejada en el sentido norte-sur. Esto permitiría crear un punto de acceso con visuales que dominaban el espacio abierto más importante.  Se descendía desde la ciudad después de haber abandonado el tráfico, el ruido y la contaminación, y al voltear sentirse conectado al gran paisaje del valle de Caracas, teniendo al Ávila como telón de fondo, lo cual era nuestro objetivo principal. 

En este acceso se dispusieron los elementos con mayor carácter arquitectónico: Pórtico de Acceso, Plaza Mayor, los Patios, un restaurante y, en un comienzo, El Museo del Hombre, que más adelante fue eliminado del programa…
(…)

Fuera del área de acceso se plantearon cuatro tipos de espacios: el primero destinado a establecer la relación del parque con sus linderos. El concepto era integrar visualmente, por todos los medios posibles, el área al gran paisaje que constituyen el Ávila y las serranías del sur del valle de Caracas. Gracias a medios naturales se esconderían los elementos que impactaban negativamente las visuales de los usuarios. En este sector se incluyeron todos los servicios, tales como estacionamientos, talleres para el mantenimiento, viveros de aclimatación y producción de plantas, e instalaciones para el personal de mantenimiento, seguridad y control. 

El segundo espacio correspondió al desarrollo de las actividades deportivas formales pero sin el establecimiento de canchas, para lo cual eran necesarias extensas áreas de grama, planas y rodeadas de vegetación.

El tercer espacio, se definió como aquel que circundaba al área de bosque y en el cual se desarrollarían las actividades recreacionales más complejas. En ellos se incluirían los aspectos contemplativos, los juegos infantiles, los espacios para picnic y las mayores oportunidades para la observación del paisaje y el ejercicio, libre del aspecto formal de canchas deportivas y en contacto con la naturaleza. En este espacio se ubicarían también algunos elementos que cubrirían los objetivos didácticos que se proponían para el Parque, tales como el Planetarium (….), el jardín xerofítico y el umbráculo, para el cual existe hasta hoy el área reservada.  Dentro de este espacio se ubicarían los dos lagos más importantes, al norte el de las colecciones de las plantas acuáticas y al sur el recreativo destinado a los paseos en embarcaciones ligeras.

El cuarto espacio correspondió a la zona del bosque, principalmente de bucares (Rythrina poeppigiana) que en un tiempo pasado sombrearon la plantación de café de la Hacienda San José. En esta área se desarrollaron los programas con más interés didáctico conformados por las colecciones de plantas y las instalaciones para las exhibiciones de la fauna.



EL EQUIPO DE APOYO EN LA EJECUCIÓN DEL PROYECTO

Es de vital importancia referirse en este caso a la organización que hizo posible la existencia del Parque y   que comienza con la persona de Guinand. Luego apoyada por una Comisión Asesora Ad-Honorem, nombrada por el Gobierno Central en 1958, para coordinar todo lo concerniente al proyecto y su ejecución. Dicha comisión estaba formada por notables venidos de diferentes áreas que representaban con sus opiniones un apoyo en lo técnico y científico, asegurando además la independencia respecto a lo político y lo económico.

El arquitecto Gustavo Wallis, autor de grandes proyectos de edificios públicos, William Phelps Jr., destacado por su trabajo en ornitología y expediciones científicas, los ex ministros Enrique Tejera y Santiago Hernández Ron, que aportaban su experiencia en el manejo de las relaciones interinstitucionales y los señores Eduardo Mendoza Goiticoa y Armando Planchart, ambos relacionados con importantes sectores de la empresa privada, permitieron la continuidad necesaria en el largo período que llevó la conclusión del Parque del Este. 

En el caso de la Exposición, el ministerio encargado había sido el de Fomento. Con las nuevas autoridades esta responsabilidad pasó a ser del Ministerio de Obras Públicas, el organismo ejecutor más importante de la Nación para la época. La contratación de Roberto Burle Marx y Arquitectos Asociados C.A. fue directamente con este organismo, tanto en cuanto al proyecto como a la supervisión de la ejecución, lo cual como ya vimos, nos obligó a mantener una oficina permanente en Caracas. Gradualmente este nuevo lugar de trabajo fue restando importancia a la oficina de Río de Janeiro en la producción de los planos del proyecto.

(…) El área responsable por la vegetación, la más cercana a Burle Marx y su equipo, contó desde un comienzo con la participación del botánico Leandro Aristeguieta, quien fue la cabeza de todos los trabajos de esta área, secundado por tres horticultores: Louis Longchamp, Karl Wendlinger y Dante Bianchi.

Louis Longchamp fue traído desde Suiza por el arquitecto Guinand para que lo asistiera en sus experiencias de aclimatación de plantas autóctonas, y para que además, se encargara de la parte comercial de su vivero, ubicado anexo a su residencia en Los Chorros.  Longchamp dedicó su tiempo al Parque en las tareas de recolección de especies en el interior del país, y a la tarea de formar personal en el área de la reproducción de plantas. Karl Wendlinger, alemán contratado inicialmente por el Jardín Botánico de Caracas, desde el Jardín Botánico de Munich, para luego dedicarse a su vivero “Matas Raras” al cultivo y reproducción de plantas excepcionales. En el Parque fue el encargado de la recolección de las especies destinadas a los lagos y a preparar el material destinado al Umbráculo que no llegó nunca a construirse. Dante Bianchi, italiano formado en horticultura en la Universidad de Bolonia y que en Venezuela contribuyó entre otras cosas, a construir los jardines diseñados por nosotros para el promotor y gran mecenas del arte, Inocente Palacios, dedicó luego su gran conocimiento a la organización de los viveros y preparación de personal destinado al mantenimiento de las áreas plantadas del Parque del Este. 

(…) La forma en que se incorporaron los obreros a los trabajos del Parque tuvo rasgos insólitos. La Junta de Gobierno presidida por el Contra Almirante Larrazábal había decretado un plan de emergencia Nacional, que consistía en pagar la suma de 16 bolívares diarios a toda persona que se inscribiera como desempleado. Esta medida netamente populista contribuyó a que se produjera un enorme éxodo del campo hacia las ciudades y en especial a Caracas. Así fue como un día 300 personas se presentaron para trabajar como obreros en las oficinas del Parque. Entre ellos había muy pocos que tuvieran habilidades de acuerdo con el trabajo a realizar, pero se tenía la obligación de aceptarlos. Guinand organizó una encuesta para saber con quienes se podía contar para los diferentes frentes de trabajo en la obra, consiguiéndose un buen equipo en el área de la construcción (…) El resto era una masa en gran proporción analfabeta, conformada por campesinos y gente con oficios que no tenían nada que ver con la obra: sastres, dependientes de negocios, y vagos. Iniciar una obra en estas condiciones se presentaba como una tarea nada fácil.
(…)




LAS EXPEDICIONES EN BUSCA DE PLANTAS Y ANIMALES


Neni Tábora y Ligia Aristeguita
"...Ligia y Neni como si estuvieran en un fin de semana 
la playa..." Foto Archivo Fernando Tavora.





Si hubo un momento en el proceso de diseño y construcción del Parque del Este donde se juntaron las emociones de sus creadores (….) fueron las expediciones. (…)

Los lugares seleccionados para las expediciones comenzaron con los Parques Nacionales que estaban relativamente cercanos: Henri Pittier (Rancho Grande), Guatopo y El Ávila.  La riqueza de la flora y fauna venezolanas en esta región permitían el descubrimiento de especies de plantas y animales que eran de especial interés para la facultad de Ciencias y el Instituto Botánico de la UCV, con quienes estas expediciones también estaban asociadas. 

Entre las excursiones de esta primera fase, hubo una que se caracterizó por reunir el mayor número de participantes de todas las áreas del proyecto. Fue programada para recorrer la carretera desde el Hatillo, para la Fila de Turgua, hasta Santa Lucía en los Valles del Tuy. El invitado especial era el botánico inglés Mr. Taylor, venido desde Kew Gardens, y una de las autoridades mundiales para la clasificación y estudio de los hongos en los ecosistemas tropicales.  Me refiero a él en primer lugar porque fue el protagonista de los sucesos que explico a continuación. La expedición se había organizado en dos vehículos, el primero de Billy y Kathy Phelps, en el que viajaban Burle Marx y Guinand y el segundo de Karl Wendlinger, que tenía como acompañantes a Mr. Taylor, Aristeguieta, mi esposa Neni y yo. La carretera era de tierra, llena de curvas y atravesando un área muy montañosa. Esta región tenía interés para Katty y Billy Phelps por las posibilidades de observar muchas especies de aves, además de la flora, que querían mostrar a Burle Marx. Wendlinger  en cambio manejaba a una buena velocidad, repitiendo un estribillo que decía: “puro monte”, y que podíamos traducir como “para qué diablos vine yo a este lugar, donde no hay nada que me interese”. Nosotros tratábamos de identificar infructuosamente lo que veíamos pasar a toda velocidad, cuando un “¡¡¡Stop the car!!!” surgió de la garganta de Mr. Taylor. Nos miramos atónitos unos a otros pensando que algo horrible le estaba pasando, hasta que lo vimos descender del vehículo y dirigirse con determinación a un punto en el medio de un matorral, desde donde regresó radiante con un hongo en sus manos. 

Este no fue el incidente curioso de esta expedición, ya que una vez instalados en un simpático hotel en Santa Lucía, nos encontrábamos reunidos en grupos comentando los resultados del viaje y nos preparábamos para el almuerzo. Kathy y Neni dialogaban sobre la efectividad de unos ejercicios ideados por el escritor inglés Aldous Huxley para mejorar la vista observando el sol. Esto iba acompañado de unos movimientos que Kathy explicaba a Neni, uno de los cuales consistió en una súbita carrera a través del hotel, que fue imitada por Neni; pero lo que no esperábamos como observadores fue ver pasar a Burle Marx hecho una flecha dando un salto acrobático acompañado de alaridos que todos tuvimos que aplaudir especialmente Guinand y los Phelps que conocían el histrionismo de Roberto.

Más adelante en lo que podríamos llamar la segunda fase, se seleccionaron lugares poco conocidos, pero que prometían encontrar plantas y animales que serían únicos si se incorporaban a los ambientes del Parque. Así fue como surgieron expediciones al Sur del Lago Maracaibo, de donde Burle Marx regresó exultante con su gran trofeo, la Heliconia Maríae. También se llevaron a cabo expediciones al Delta del Orinoco y  la Sierra de Imataca, los Llanos del Alto Apure y la Gran Sabana, entre muchas otras de menor envergadura, pero igualmente fructíferas en cuanto a lo que aportaron.

(…)



BRASIL, LA CIUDAD UNIVERSITARIA, EL DISTRITO FEDERAL, BRASILIA Y EL “PARQUE DO FLAMENGO”



Foto: Luciana Leal




Foto: Archivo Fernando Tábora




Antes de continuar con la descripción de las obras del Parque del Este, me parece indispensable regresar a lo acontecido en Brasil desde mis inicios, ya que nuestro trabajo en Venezuela y Brasil se complementaban estrechamente. Para comenzar, mi asistencia en septiembre de 1951 a la Primera Bienal de São Paulo como estudiante de Arquitectura, me permitió visitar en Río la primera etapa de la Ciudad Universitaria en la Isla de Fundão, el Instituto para la Puericultura y Pediatría, y en São Paulo al arquitecto Rino Levi y la obra del gran hospital general que había proyectado. También conocí a la pareja de arquitectos Prochnik y Sisson, pero lo más importante fue mi relación eterna con Brasil, encontrar a la que sería en el futuro mi esposa Neni Salvini.


Neni Salvini. Foto Archivo Fernando Tábora



(….)

En Río de Janeiro por un período que cubriría estas tres fases, fue elegido para el cargo de gobernador del nuevo estado de Guanabara el periodista Carlos Lacerda. El momento era el de la ejecución de grandes obras para la ciudad que se venían construyendo como compensación por la pérdida que significa para su estatus económico y político, el cambio de la capital federal a Brasilia. Entre estas obras estaban: el Metro, la extensión de la Av. Atlántica en Copacabana ganando terreno al mar, grandes túneles facilitando la comunicación entre el norte y el sur de la metrópoli y un relleno sobre la bahía de Guanabara, en el área de Flamengo.  En esta obran se incluirían pistas que permitirían el flujo de vehículos entre el centro de la ciudad y las densas áreas de Botafogo y Copacabana. Las 100 hectáreas ganadas al mar se transformarían en un parque público que, al mismo tiempo, estaría equipado con las playas artificiales más extensas y de mejor calidad, que reemplazarían a las que habían sido eliminadas por el relleno. 

Carlos Lacerda contaba para este proyecto con la colaboración de su gran amiga María Carlota de Macedo Soares, “Lota”. Mujer extraordinaria por su energía y cultura, quien presidiría y coordinaría al Grupo de Trabajo compuesto por: Burle Marx y socios, como diseñadores del “Parque do Flamengo”; como asesores y diseñadores en los aspectos de arquitectura y urbanismo: los arquitectos Affonso Eduardo Reidy y George Machado Moreira, destacados profesionales con los cuales Burle Marx había colaborado (….) Más adelante participaría en el “Aterro do Flamengo” el arquitecto Lucio Costa, a quien Lota encargó el diseño del Monumento a Stacio de Sá, navegante portugués fundador de Río de Janeiro.

(…)




Foto Andrés Manner




Inicialmente las reuniones de trabajo se llevaban a cabo enel apartamento del Gobernador ubicado frente al futuro proyecto. El dinamismo contagioso que imprimían Carlos Lacerda y Lota contribuyó a que desde las primeras reuniones se iniciaran los estudios para establecer el carácter del parque. Sea analizó desde el inicio su interacción con los proyectos viales de las autoridades que manejaban la infraestructura urbana, la SURSAN.  

El "Aterro Do Flamengo" formaba parte de una propuesta de remodelación urbana del arquitecto Reidy que abarcaba dos aspectos: el diseño urbanístico de un amplio sector totalmente nuevo del centro de la ciudad, ocupano el espacio liberado por la demolición del Morro de Santo Antonio y el segundo, un relleno sobre la Bahía de Guanabara aprovechando el material surgido de este demolición. El área comenzaba en el aeropuerto Santos Dumont y terminaba en el sector Morro da Viuva, para luego continuar enlazando a las pistas y jardines de la playa de Botafogo, proyecto en que Burle Marx había participado con el diseño de todos los jardines. Dentro del área estaban incluidos el Museo de Arte Moderno y el Monumento al Soldado Desconocido, una Bahía artificial destinada a ser un puerto deportivo de acceso libre, sin las restricciones de los clubes privados existentes en los sectores de Botafogo y Urca y a continuación, las playas y el Parque.



(...)




Foto Andrés Manner




Las interferencias  entre vialidad, playas y puerto, así como la elaboración de un programa en el cual pesaban las actividades deportivas abiertas a toda la población, nos fueron confiadas y los resultados fueron materia de discusión casi diaria con Lota, Reidy, Jorge Moreira y a veces el gobernardor.  Las perspectivas que realizé para ilustrar la imagen que deseábamos del Parque frente a Lota y el gobernador, muestran un mínimo de vialidad aceptable para su existencia. 

(...) pero sirvió como punto de partida al ser apoyada por Reidy, Lota y el Gobernador, consiguiendo que SURSAN revisara su proyecto después de meses de arduas discusiones y aceptase las dos pistas como la solución final. 


De ahí en adelante Lota nos consideró como el equipo de apoyo más efectivo. Se refería a nosotros como "os meninos", que le resolvían todos los problemas que estaban fuera del alcance de Burle Marx, quien estaba totalmente concentrado en la vegetación. Este aspecto presentaba graves restricciones debido al alto contenido de sal del relleno y la mala calidad de los suelos aportados (...)

(...)  Lota había determinado que la arquitectura estaría a cargo de Reidy y George Moreira, los juegos infantiles entregados a la sicóloga Ethel Bauser Medeiros y la arquitecta María Hanna Siedlikowski, la iluminación a cargo del ingeniero norteamericano Richard Kelly, quien propuso una solución genial con postes de 40 metros de altura reemplazando los cientos de postes propuestos por las soluciones tradicionales. La dirección del vivero y la reproducción de plantas quedó a cargo del botánico Luiz Emygdio de Mello asistido por la gran amiga de Burle Marx, Magú   Leao.


(....)




Foto Andrés Manner





Todas estas decisiones y especialmente el diseño de los playgrounds,  propuesta por Ethel Bauser Medeiros representaban para Burle Marx el total desconocimiento de su maestría. Esto no tardó en convertirse en un enfrentamiento entre dos personalidades muy fuertes, Lota y Burle Marx, que condujo a la larga a una ruptura dividiendo al grupo de trabajo. Lota aplicaba lo que había aprendido en Estados Unidos, nada de improvisación, atribuyendo cada aspecto del proyecto a los profesionales más idóneos, pero estaba en Brasil, donde Burle Marx ya era un mito. Circunstancias políticas adversas iban a trabajar contra ella, pero antes sucederían una serie de hechos que... (....) 

(....) En esta condición pasó a dirigir a un grupo de jóvenes arquitectos que acompañaron el proyecto hasta la muerte de Lota. Ella había dedicado sus últimos esfuerzos a la creación de una Fundación que se hiciera cargo de la administración del futuro Parque. De esta manera evitaría que cayera en manos de los burócratas y políticos del momento, que no valorizarían los conceptos de diseño allí representados. Estuvo a punto de lograrlo, pero la salida de su apoyo político, el gobernador Lacerda, que en realidad nunca la apoyó con franqueza en este aspecto, y el poco interés del Gobierno Central, contribuyeron a que esta iniciativa no prosperara. Sin embargo, tiempo después, el Aterro do Flamengo al igual que el Parque del Este, pasó a ser parte del Patrimonio Cultural de la Naciòn. 

(...)



AFINIDAD ENTRE LOS DOS PARQUES



Foto Andrés Manner




Cuando iniciamos los estudios para concretar un Plan Maestro para el “Aterro do Flamengo”, nuestro bagaje estaba formado en gran parte por la experiencia venezolana. Esta tenía la ventaja de haber sido totalmente construida y no los resultados de un planteamiento teórico. Como ejemplos de la transposición de estas experiencias está la aplicación de la topografía modificada en los estacionamientos arborizados, y de completa libertad del peatón con respecto al automóvil.
En el Museo de Arte Moderno, Reidy había resuelto el acceso peatonal desde la ciudad, por un elegantísimo puente curvo hecho posible por la maestría del calculista Sydney M.Santos. En nuestro caso la experiencia de movimientos de tierra con maquinaria pesada, que habíamos adquirido en Venezuela, nos permitiría resolver el cruce de las pistas. Puentes esbeltos apoyados en colinas artificiales ubicadas en las islas definidas por el trazado de las pistas. Esto facilitaría la ubicación de la vialidad peatonal sin perder las vistas del mar y utilizando estos espacios largos y estrechos como parte del parque. De esta manera se solucionaba el acceso a las canchas deportivas y playas, que formaban parte del programa. En un solo punto se estableció un paso por debajo de las pistas, pero no en forma de un túnel como la solución que fracasó en Botafogo, sino un amplio espacio de 14 metros, que en ningún momento daría la sensación de encierro, sino que por el contrario, siempre transmitiría la libertad de estar en el parque. 

Las diferencias de este proyecto con el del Parque del Este eran evidentes. El automóvil, que en este último había sido marginado, aquí dominaba grandes áreas. La recreación, prioritariamente activa, utilizaba la mayor parte de los espacios libres con canchas de futbol, que en este caso, siguiendo nuestro principio, no tenían dimensiones oficiales para evitar la profesionalización.  Así mismo estos espacios eran ocupados por canchas de basquet y pistas para aeromodelismo, una cancha de tenis y sobre todo las playas. Estas, a pesar de exiguas, podían congregar grandes masas de gente, siendo el acceso al Aterro completamente libre. Todos estos elementos distanciaban a este parque del objetivo recreacional pasivo y didáctico del Parque del Este. Este aspecto, en forma muy limitada, encontró un nicho dentro de sus 100 hectáreas. Sin embargo, existieron elementos comunes a ambos parques, tales como los estacionamientos arborizados, las agrupaciones de palmas, arbustos y árboles para estructurar espacios, los senderos peatonales utilizados para servicios y vigilancias, y en un momento el transporte interno de los visitantes a través de un trencito, así como las grandes formas de bancos, lugares de estar y lagos.

Burle Marx y Asociados no iban a tener todo el control del proyecto como en Caracas. Lota había determinado que la arquitectura estaría a cargo de Reidy y George Moreira, los juegos infantiles entregados a la sicóloga Ethel Bauser Medeiros y la arquitecta María Hanna Siedlikowski, la iluminación a cargo del ingeniero norteamericano Richard Kelly, quien propuso una solución genial para postes de 40 metros de altura reemplazando los cientos de postes propuestos por las soluciones tradicionales. La dirección del vivero y la reproducción de plantas quedó a cargo del botánico Luiz Emygdio de Mello, asistido por la gran amiga de Burle Marx, Magú Leão.





Fragmento de su libro
Enero 2007
Editado por:
Puedes solicitar  el libro en: 
Biblioteca Digital Universidad de Chile
UCAB



Texto reproducido con el permiso de la profesora y poeta Neni Tábora, a quien damos las gracias por permitirnos difundir un material tan valioso como éste.