la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Joan Baez en Vietnam: Where are you now, my son? / ¿Dónde estás ahora, hijo mío? (letra en español e inglés)


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Where are you now, my son? ¿Dónde estás ahora, hijo mío?

Words and Music by Joan Baez
Letra y Música Joan Baez



It's walking to the battleground that always makes me cry
I've met so few folks in my time who weren't afraid to die
But dawn bleeds with the people here and morning skies are red
As young girls load up bicycles with flowers for the dead



Caminamos sobre el campo de batalla que siempre me hace llorar
He conocido tan poca gente en mi tiempo que no tenga miedo a morir
Pero amanece sangrando con la gente aquí y  los cielos de la mañana son rojos
Como las cargas de las bicicletas de las muchachas que llevan flores para los muertos.


An aging woman picks along the craters and the rubble
A piece of cloth, a bit of shoe, a whole lifetime of trouble
A sobbing chant comes from her throat and splits the morning air
The single son she had last night is buried under her 


They say that the war is done
Where are you now, my son? 



Una anciana agarra entre los cráteres y los escombros
Un pedazo de tela, un zapato destrozado, una vida llena de problemas
Un canto sollozante sale de su garganta y atraviesa el aire de la mañana.
Su único hijo anoche fue enterrado bajo ella.

Ellos dicen que la guerra acabó, entonces
¿Dónde estás ahora, hijo mío?


An old man with unsteady gait and beard of ancient white
Bent to the ground with arms outstretched faltering in his plight
I took his hand to steady him, / stood and did not turn
But smiled and wept and bowed and mumbled softly, "Danke shoen" 



Un anciano con paso inestable y barba blanca de la antigua
Bent caminaba con los brazos extendidos, vacilando en su difícil situación
Tomé su mano para ayudarlo antes de que cayera, él no se volteó para mirarme
Pero sonrió y lloró y se inclinó y murmuró suavemente “Danke shoen”
(Gracias en alemán)


The children on the roadsides of the villages and towns
Would stand around us laughing as we stood like giant clowns
The mourning bands told whom they'd lost by last night's phantom messenger
And they spoke their only words in English, "Johnson, Nixon, Kissinger" 

 

Now that the war's being won
Where are you now, my son? 




Los niños al borde de la carretera de los pueblos y ciudades
Están de pie alrededor de nosotros riendo como si fuéramos payasos gigantes
Las noticias de la mañana  les dicen a quién ellos  perdieron anoche por culpa del  mensajero fantasma
y dicen las únicas palabras que saben en inglés, " Johnson, Nixon, Kissinger " 

Ahora que la guerra  se ganó
¿Dónde estás ahora, hijo mío?


The siren gives a running break to those who live in town
Take the children and the blankets to the concrete underground
Sometimes we'd sing and joke and paint bright pictures on the wall
And wonder if we would die well and if we'd loved at all 



La sirena suena y la gente de la ciudad corre
Llevan sus niños y sus mantas a los refugios antiaéreos
A veces nosotros cantamos y reímos y pintamos cuadros brillantes en la pared
Y que maravilla sería si nosotros pudiéramos morir bien y amando todo.


The helmetless defiant ones sit on the curb and stare
At tracers flashing through the sky and planes bursting in air
But way out in the villages no warning comes before a blast
That means a sleeping child will never make it to the door 


The days of our youth were fun
Where are you now, my son? 



Personas sin cascos se sienta  desafiantes en la acera y miran fijamente
Sin parpadear al cielo y los aviones hacen estallar al  aire
Pero en la salida de los pueblos no hay ninguna alarma de bombardeo
Eso significa que un niño dormido nunca llegará a la puerta 

Los días de nuestra juventud eran divertidos
¿Dónde estás ahora,  hijo mío?




From the distant cabins in the sky where no man hears the sound
Of death on earth from his own bombs, six pilots were shot down
Next day six hulking bandaged men were dazzled by a room
Of newsmen. Sally keep the faith, let's hope this war ends soon 



Desde cabinas distantes en el cielo, donde no escuchan el sonido
De la muerte en la tierra de sus propias bombas, seis pilotos fueron derribados
Al día siguiente  seis descomunales hombres vendados fueron deslumbrados por una sala de periodistas. Sally mantiene la fe, la esperanza de que la guerra termine pronto


In a damaged prison camp where they no longer had command
They shook their heads, what irony, we thought peace was at hand
The preacher read a Christmas prayer and the men kneeled on the ground
Then sheepishly asked me to sing "They Drove Old Dixie Down"

Yours was the righteous gun
Where are you now, my son?


En un campo de prisioneros dañado donde no había nadie al mando,
Meneando la cabeza, qué ironía, pensamos que la paz estaba a la mano
El cura leyó una oración de Navidad y los hombres se arrodillaron en el suelo
Luego  tímidamente me pidieron que cantara "They Drove Old Dixie Down"

Tu arma era justa
¿Dónde estás ahora, mi hijo?


We gathered in the lobby celebrating Chrismas Eve
The French, the Poles, the Indians, Cubans and Vietnamese
The tiny tree our host had fixed sweetened familiar psalms
But the most sacred of Christmas prayers was shattered by the bombs
So back into the shelter where two lovely women rose
And with a brilliance and a fierceness and a gentleness which froze
The rest of us to silence as their voices soared with joy
Outshining every bomb that fell that night upon Hanoi

 With bravery we have sun
But where are you now, my son?


Nos reunimos en el lobby celebrando Navidad Eva
Los franceses, los polacos, los indios, los cubanos y vietnamitas
El pequeño árbol de nuestro anfitrión tenía dulces y familiares salmos
Pero la más sagrada de las oraciones de Navidad fue destrozada por las bombas
Así que de nuevo al refugio, donde dos mujeres encantadoras de rosa
y con un esplendor y una fiereza y una suavidad que  nos congeló
nos quedamos en silencio escuchando cómo sus voces se elevaban  con alegría
Para eclipsar cada bomba que cayó esa noche en Hanoi

Con la valentía tenemos el sol
Pero, ¿dónde estás ahora, mi hijo?


Oh people of the shelters what a gift you've given me
To smile at me and quietly let me share your agony
And I can only bow in utter humbleness and ask
Forgiveness and forgiveness for the things we've brought to pass


Oh gente de los refugios que regalo me han dado
Sonreírme  y  tranquilamente dejarme compartir su agonía
Y sólo puedo inclinarme en absoluta humildad y pedirles
perdón y perdón por las cosas que les hemos hecho pasar


The black pyjama'd culture that we tried to kill with pellet holes
And rows of tiny coffins we've paid for with our souls
Have built a spirit seldom seen in women and in men
And the white flower of Bac Mai will surely blossom once again

I've heard that the war is done
Then where are you now, my son?


La cultura del piyama negro que nosotros tratamos de matar con agujeros de pellet
E hileras de pequeños ataúdes, nosotros los  hemos pagado con nuestras almas
Ustedes tienen  un espíritu que rara vez vi en mujeres y en hombres
Y la flor blanca de Bac Mai seguramente florecerá una vez más

He escuchado que la Guerra acabó,
Entonces, dónde estás ahora, hijo mío?

© 1973 Chandos Music (ASCAP) / Joan Baez










Historias relacionadas:

Under the bombs, Hanoi 1972



Karen G. Jackovich, 1979, 
People Magazine


 



Joan Baez: Un matriarcado salvaje, Revista "Crisis", Argentina, 1974













reportaje por víctor perera

Las cosas no empezaron bien. Apenas descendió del avión en Ezeiza, con una rosa fresca en la mano, la acosaron  el ojo fijo de una cámara y el micrófono que un atropellado le plantó junto a la cara.

    “Joan Baez, ¿puede explicarle al público por qué no habla español con un padre mejicano? ¿Por qué tiene la piel oscura, si su madre es escocesa? ¿Le gustaría hacer el amor con argentinos?”

    La sonrisa amistosa se evaporó y enmudeció de golpe. Se había librado el primer combate. El “agente provocador” de la televisión obtuvo dos o tres indiscreciones dañinas: (P: “¿Por qué va a cantar en Rosario? ¿No sabe que es el Chicago de este país? R: (con tono sarcástico): No veo el momento de estar allí.”).

    Durante la conferencia de prensa organizada en el hall del hotel, Joan decide invertir roles con sus inquisidores y averiguar lo que ocurre en la Argentina. Las respuestas a sus preguntas directas son vagas y confusas. Se vuelve aguda y maligna mientras los periodistas más veteranos son desplazados al fondo del salón por jóvenes agresivos y desprovistos de credenciales.

    Mi relación con ella venía de segunda mano, y era reciente. El año pasado conocí a su gurú y amigo íntimo, el pacifista discípulo de Ghandi Ira Sandperi, que la introdujo en el tema de la no violencia cuando tenía dieciséis años. La llamé antes de viajar a la Argentina enviado por el New York Times y me ofrecí para actuar como traductor y contacto para Amnesty International, un movimiento dedicado a la liberación de prisioneros políticos.

    En la privacidad del hotel encontré a una Joan Báez tranquila y lúcida, que no cesaba de preguntar sobre la política y la sociedad argentina y muy dispuesta a explicar sus ideas pacientemente a los jóvenes que se le acercaron.

“¿Pero cómo se puede emplear la no violencia para lograr un completo cambio social?”, preguntó una cordobesa inteligente, saturada ante tanta muerta y ansiosa de otro camino.
“¿Cómo no usarla? –responde Joan- ¿Cuál es la alternativa? Seiscientos años de violencia organizada no han modificado más que los nombres de las víctimas y asesinos. La no violencia en sí puede no producir los cambios necesarios, pero por lo menos produce menos cadáveres.” Y vuelve, como siempre, a Gandhi, Martin Luther King, Danilo Dolci, César Chávez, sus cuatro mosqueteros de la no violencia. “Estudien sus vidas – concluye, con convicción religiosa -: estudien sus vidas. Todo está ahí”.

    Palidece visiblemente cuando le cuento sobre la bomba colocada por terroristas de derecha en el departamento del rector Raúl Laguzzi, que mató a su hijo de cuatro meses. Con una voz suave y misteriosa habla de las caras de chicos norvietnamitas en refugios antiaéreos y recuerda que la despedían en el aeropuerto mirando hacia el cielo por si descubrían el vuelo de un Phantom.

    Y por primera vez me habla de las escenas de tortura y mutilaciones que pueblan sus sueños. La miro tomar la guitarra para ensayar e imagino los castillos fortificados de sus antepasados escoceses y los altares rituales de su herencia mejicana paterna. El tono de su voz cuando canta “Hello in there”, “Jessie” y “La Llorona” tiene una pureza que duele. Es como si entonara una serenata a la muerte.

    Al día siguiente recibió a una docena de redactores en el hotel y contestó a sus indagaciones con candor e inteligencia. Apenas se controla cuando un crítico hostil sugiere que su long play en español fue grabado por razones comerciales, lo que es obvio por el acompañamiento de arpa y maracas elegido para el simple y puro “Gracias a la vida” de Violeta Parra. ¿No sabía Joan que la mártir de la izquierda chilena murió trágicamente después de haber compuesto y grabado ese tema?

    Joan responde con voz tensa que el disco en español fue grabado como tributo a las víctimas de la violencia en Chile; que se obstinó en resistir a la presión de la firma grabadora para que incluyera temas en inglés y otros más populares, como “Guantanamera”, su única concesión al comercialismo. Admite que no había oído la versión original de Violeta Parra y que grabó la suya de acuerdo a la interpretación de Mercedes Sosa. La cantó, literalmente, como un gesto de gratitud a la vida; si hubiera conocido la popularidad del original, y las circunstancias trágicas de la muerte de su autora, probablemente la versión hubiera sido diferente. “El error –admite- proviene de que no puedo saber todo.” Alza los brazos y los deja caer enérgicamente en un gesto de impotencia: “Miren, no soy perfecta. Soy una tarada como cualquier otra, pero por lo menos soy honesta y auténtica.”

Otro crítico le pide que haga asociaciones con tres palabras:

vida:
“Lo que todos podemos compartir”.

muerte:
“Me aterra”.

tortura:
(Una pausa y una mirada en el vacío):
“Una pesadilla, como la esclavitud que podemos eliminar en nuestra vida”.

    Una chica con ojos soñadores le explica que únicamente cree en la paz interior.
“Me indigna esa actitud –interrumpe Joan-. ¿Cómo se puede conocer la paz interior cuando hay hombres y mujeres que son asesinados y torturados?”



Joan Baez y Martin Luther King, 1961
Joan Baez en Hanoi, Vietnam del Norte, diciembre 1972

    El domingo organizo una visita a una estancia en las afueras de Buenos Aires. Partimos en dos automóviles, con una mañana gris y lluviosa. La dueña de casa, hija de conocidos ganaderos, ha organizado un asado. Joan parte con ella y Bernie, un atractivo aunque algo andrógino hijo de rabino de unos veintiséis años, cuyas funciones incluyen la de amante, guardaespalda y alter-ego de Joan. Después de una inicial aversión, aprendo a apreciarlo, en parte por su monolítica capacidad de lealtad. Joan duerme durante todo el trayecto y se despierta para descubrir una casa similar a la de su sueño de anoche. Se trata de un enorme caserón con tejas españolas, gigantescos armarios y mesas que le dan un aire surrealista e irreal.

    Nos sentamos alrededor del fuego y Joan cuenta que ha soñado con Phil Nixon, su primer novio. Le asusta el nombre –dice- y la convicción de que no la protegerá. La vieja casa del sueño tiene un piano Steinway y objetos de su infancia, lo que la tranquiliza. Pero luego varias personas penetran desde el exterior, desfigurados y cubiertos de sangre. Sabe al verlos que han sido torturados…

Le pregunto si tiene este tipo de sueños muy a menudo.

-          Por supuesto –me responde-. Y siempre los comprendo mejor que nadie. Yo sé que la vieja casa soy yo misma, y que está pidiendo que la ordene, que la reexamine. Sé que la tortura y la mutilación son tan parte de la casa –de mí misma- como el piano y las cosas de mi infancia.

    Y agrega muy pensativa: “Tengo fantasías frecuentes de que me matan a tiros en el escenario. No es del todo desagradable...”

    Mientras entramos en el comedor me dice que su fobia más profunda es el miedo a vomitar: “La he tenido desde muy chica. Durante muchos años me impidió viajar en aviones y todavía me hace evitar algunas comidas.”

    Le pregunto cómo lo explica.
“Es miedo a vomitar mi alma, supongo, mi ánima.” Sonríe y se dirige a la dueña de casa: “Hace catorce años que no vomito. Tengan cuidado de que este asado no me dé nauseas, porque inundaría a la casa y ahogaría a todos ustedes”:

    El miércoles a la noche un argentino-galés llamado Daniel Evans, bastante teatral con su traje azul eléctrico y cara sonrosada, la acompaña a escuchar tangos. Evans dirige un grupo de estudio sobre no violencia creado según el modelo del que Joan dirige en Palo Alto, California: “El movimiento de no violencia en Argentina es un glorioso fracaso –admite, con buen humor.”

    “Joan, debes ir a oír a Susana Rinaldi –insistió, con su sonoro acento galés-: después le haremos saber a esta terrible mujer que has estado para que lo diga por la radio.” Al día siguiente quise conocer sus impresiones: “Rinaldi está muy bien –respondió- tiene talento y la locura de una cabra. Una combinación invencible.”







   El lunes abordamos el tren a Rosario, donde actuaría por segunda vez. Se nos une John Wasserman, grandote y expansivo columnista musical del San Francisco Chronicle y que ha sido contratado para escribir la biografía “oficial” de Joan Báez.

   Joan está de excelente humor y nos hace graciosísimas imitaciones de Mercedes Sosa, Dylan y otros cantantes. Mas tarde dibujaría caricaturas de cada uno de nosotros sobre el menú del restaurante. La parodia es su modo de halagar, pero también suele usarla cuando se siente amenazada para poner a alguna rival en su lugar. Con un tono displicente prosigue con imitaciones de una vaca enferma y de un tren en movimiento.

    Aún no ha perdonado las estocadas del periodismo porteño. “Todo el mundo me exige pureza – le dice a Wasserman, que anota prolijamente su libreta azul-. La música folk no es pura, y yo tampoco. Ninguno de mis tres últimos discos se vendió bien, y estos estúpidos me acusan de haberme vuelto comercial. Hice este viaje por Chile, y también para promover el long play en español y ganar un poco de plata. ¡Mierda, también tengo que comer!”

    Manny Greenhil la apoya: “Joan tiene menos dinero del que cree: tendrá que hacer un buen disco pronto si quiere mantener su reputación en el ambiente. Por supuesto –agrega rápidamente dirigiéndose a Wasserman- que no lo hará si compromete su integridad. Es la mujer más cabeza dura que conozco”.

    Me gusta Manny, el empresario, un ex comunista de 58 años, con una barba hirsuta y grisácea y una manifiesta predilección por las empanadas, churros, chocolate y otras especialidades que él denomina “comida de calle”. Uno de sus primeros clientes fue el legendario Pete Seeger, padre musical de Joan Báez. “Sin embargo- me dice, moviendo la cabeza- ninguno de sus discos vendió siquiera una fracción de la cifra que hicieron los dos grandes de Joan. Dos de ella superaron el millón, y  Pete nunca vendió más de 30 mil discos.” Manny se hizo cargo de Joan cuando era una hipersensitiva y delgadísima joven de diecinueve años, con voz de ángel. “Se negaba a hablar entre canciones y a sonreír a los fotógrafos –recuerda-: tenía una verdadero pavor de claudicar.” Sonríe y se acaricia la barba: “Las cosas comenzaron a cambiar después de que comenzó a cobrar 400 dólares por un solo espectáculo”.

    Después de la comida pude iniciar mi primer verdadero diálogo con ella.
“Me gustas mucho más –le digo- cuando tus instintos generosos superan a tu monstruosa vanidad.”

    Esto le hace gracia. Es una reina, así es como se ve, y tolera ocasionales impertinencias de sus cortesanos, siempre que sean inteligentes. De lo contrario, pueden rodar cabezas.
Agrega: “Es sabido que no puedo mezclar amistad con atracción sexual: son como agua y aceite. Tengo varios buenos amigos, pero mis contactos sexuales con hombres raramente duran más de dos días”.

-          ¿Y la relación lesbiana?
-          Eso duró un año, pero ocurrió diez años atrás, y se trataba de una mujer excepcional.
-          -¿Y tu ex marido, David Harris?
-           Fue un error. Todo ese asunto fue una equivocación. Pero es un buen padre para Gabriel.

    No quiero preguntarle sobre Bob Dylan ni sobre sus notorias relaciones con adolescentes, pero reflexiono en cambio: “Transformas tus admiradores en acróbatas. Admiras la rapidez y el ingenio, pero aparentemente desconfías de la inteligencia de tipo reflexivo. Para hacer buena letra contigo debo convertirme en un delfín que hace pruebas fuera del agua”.


-          Es cierto, me aburro fácilmente, y no aguanto a nadie cerca dándome vueltas con gemidos amorosos. Y sí, soy anti-intelectual, nunca lo he disimulado. Escribí un librito que se llama “Amanecer”, pero no he leído prácticamente ninguno. Absorbo la información que necesito directamente de la gente que respeto. Detesto el tipo de persona académica y rígida.

-          Y sin embargo te interesan los universitarios y siempre los quieres tener en las primeras filas y a tus pies.

Levanta una pierna y deja oír una risa sensual: “Por supuesto: quiero ganárselos a las universidades. Las universidades destruyen a la gente, como casi todas las escuelas. Son mis enemigos.”

    Siento que estoy tratando no con una institución, una monstruosa personalidad pública, sino con todo un país: un matriarcado salvaje, galés y azteca, dominado por una amazona con voluntad de hierro.

    Después de una siesta breve saca la guitarra y tararea algunos de sus temas más nuevos. Vuelvo a ser testigo de la sorprendente metamorfosis: la voz surge sin esfuerzo, colmando el camarote. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”, entona suavemente, y sigue con “Wind of the old days”, su tributo nunca grabado a Bob Dylan. Su voz ha perdido algo de la pureza angelical de hace catorce años, pero es más vigorosa y más flexible en los registros bajos. Siento frío en la nuca.



©Revista Crisis Nº 20, diciembre 1974, Argentina
Páginas 70 y 71












Por qué no me gusta esta "entrevista" aunque la publico / por viviana marcela iriart, octubre 2009




Leí la entrevista en noviembre de 1974, cuando Joan Báez ya se había ido de Argentina. Yo tenía 16 años, era su admiradora y entonces, como ahora, me pregunté si ella supo que ese gentil hombre que se ofrecía como traductor era, en realidad, un Truman Capote camuflado (sin su talento).
Porque ésto no es una entrevista.
Es una reseña, bien escrita, interesante, que hurga despiadadamente en la vida íntima de Joan revelando, al mismo tiempo, el enamoramiento y los celos del autor por Joan Báez .

La reseña fue y sigue siendo injusta. Muestra el lado humano, imperfecto, de un ser humano que hasta el momento del reportaje, había dado su voz, su vida y su dinero luchando contra la segregación racial en Estados Unidos, contra la guerra en Vietnam y por los derechos humanos en todo el mundo.

Una mujer que, cuando esta nota salió, había sido ya encarcelada dos veces por esos motivos.

Una mujer que era perseguida por el FBI y lo siguió siendo durante décadas. Actualmente Joan, con su humor habitual, dice que cuando no recuerda algo de su vida, va a los archivos que finalmente el FBI abrió y allí encuentra el dato que no recordaba.

Una joven que a los 22 años, participó de la gigantesca Marcha Sobre Washington, a la que asistieron 250.000 personas, organizada por Marthin Luther King , quien se apoyó en su fama para llegar con su mensaje a las personas blancas progresistas, y se lo agradeció públicamente. Cantó We Shall Overcome y la canción se convirtió en un símbolo de la lucha contra el racismo.

Una joven cuya fama e influencia sobre las masas era tan grande que fue la primera persona de 21 años en aparecer en la portada de la revista Time, en 1962.

Una joven que a los 23 años se negó a pagar el 60% de sus impuestos, el monto que ella consideró se usaba en la guerra de Vietnam, por lo que fue perseguida y embargada. No obstante las presiones, Joan siguió sin pagar sus impuestos hasta que la guerra terminó.

Una joven que a los 24 años tuvo el valor de presentarse ante el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson y exigirle que retirara las tropas en Vietnam.

Una de las primeras artistas, mujer u hombre, en actuar en lugares “sólo para gente negra”. 

Una mujer que, en 1972, pasó las navidades en Hanoi, Vietnam del Norte, soportando el peor bombardeo de toda la historia de la guerra, para manifestar su oposición a la guerra y a la violencia.

De ese viaje surgió uno de sus discos más hermosos, Where are you now, my son? , con grabaciones realizadas en Hanoi antes, durante, y después de los bombarderos. Un disco, evidentemente, no comercial entonces ni ahora.

Una artista cuya fama era tan enorme que fue la primera

Una mujer que fue la primera artista famosa en tener la valentía de declararse públicamente bisexual en 1971, cuando la homosexualidad estaba considerada una enfermedad ( la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos la eliminó de su lista de enfermedades en 1973). Por sus declaraciones y su negativa a retractarse, Joan dejó de ser la reina para convertirse en una molestia y aunque su carrera fue boicoteada por los sellos discográficos que inmediatamente le cerraron las puertas, prefirió "perderla" antes que renegar de sus convicciones.

Y tantas cosas más que no dice…

He guardado este reportaje desde que lo leí. Aunque joven y pobre, compraba la revista Crisis : tenía un material interesantísimo. La revista era la representación de la izquierda ilustrada pero la izquierda nunca aceptó a los pensamientos libres. Supongo que la revista Crisis sentía simpatía por Joan por su posición antiimperialista pero aversión por su posición no-violenta. Eran tiempos de armas.  La paz estaba muy mal vista.

 octubre 2009.




Foto de Joan Baez: Me fue enviada por su madre  en 1975 cuando le solicité Under the bombs folleto donde Joan narra su experiencia en Hanoi, en las navidades de 1972, cuando viajó en misión pacifista y soportó el peor bombardeo de la historia de esa guerra.




Historias relacionadas




¿Dónde estás ahora, hijo mío?
Disco con grabaciones realizadas en Hanoi,1972
(Disco)


Karen G. Jackovich, 1979















Joan Baez: "¿Cuándo fue que envejecimos?", entrevista de Emma Brokes, The Guardian / Joan Baez en España, El País marzo 2010


 

Las luces del escenario le impedían ver, pero luego le dijeron a Joan Baez que unas doscientas personas se habían ido. Aquéllos que resistieron los temas de protesta, renunciaron con los chistes sobre Bush. "Eran chistes feroces -dice Baez. Hice a un lado a Gandhi por un rato.".

Fue cuando acababa de empezar la segunda guerra de Irak. La vi en Cambridge, Massachusetts en octubre del año pasado, y su público se había vuelto más audaz -sólo perdía cuatro o cinco personas por noche para ese entonces-, pero los asistentes al teatro Somerville eran suyos. Fue ahí donde empezó, cantando en los cafés de Harvard, y la gente cantó con ella. Baez conservó una expresión sardónica que daba cuenta de las ironías históricas de la noche.

"¿Cuándo fue que envejecimos?" gritó en medio de los aplausos. Les entregó todo su repertorio: los temas de Bob Dylan, la versión sin acompañamiento de Amazing Grace, los temas antibélicos. Lo único que no cantó fue We Shall Overcome (Venceremos), demasiado sagrado para interpretar por capricho, me dice cuando me reúno con ella más tarde. Por otra parte, agrega: "Lo más probable es que no venzamos. Estamos en problemas."

En la industria del espectáculo no hay muchos como Baez. Hace cuarenta años era una cantante folk de voz pura y expresión severa cuya sinceridad le permitió imponerse a rivales más sofisticados y la convirtió en símbolo de su generación. En su opinión, sólo tiene dos éxitos, The Night They Drove Old Dixie Down y Diamonds and Rust, pero la música siempre tuvo para ella menos importancia que el mensaje, y el mensaje era menos importante que otra cosa, algo vago que en los años 60 probablemente ella habría llamado amor. Baez proporcionó a los hijos de los años 60 un modelo de rebelión accesible: ciudadanía responsable sin belicismo. Tenía apenas 18 años cuando apareció en el festival folk de Newport, en 1959, pero su serenidad resultaba asombrosa. Ahora lo recuerda y se ríe, pero debe admitir que tenía mucho estilo.

Pasaron tres meses desde el recital, y cuatro generaciones de la familia de Baez se encuentran en su casa de las afueras de San Francisco: Joan, su madre, a la que le dicen Big Joan; su hijo Gabriel, que tiene 36; y la hija de éste, una beba. Baez vive ahí desde hace 30 años. La casa, ubicada tras una verja sin llave, está rodeada de árboles. En la entrada, un auto lleva un autoadhesivo que dice Irak es Vietnam en árabe. La madre de Baez también vive en la casa, así como una persona que la cuida, Scott, y alguien llamado Suzie. Es una pequeña comunidad de la que Baez es la líder indiscutida.

"¿Me voy?" dice la madre. "No, quedate", contesta Baez. Alguna vez le dolió admitirlo, pero le encanta tener público.


Dylan, su ex protegido, ex novio y el hombre con el que siempre se la vinculará, se parece cada vez más a un duende malévolo, pero Baez, que tiene 65, está radiante. No se vendió ni se quebró. Pasó de los lácteos a la soja y hace terapia pero, fuera de eso, cambió muy poco en sus cuarenta años de fama. Ni siquiera perdió el sentido del humor, como les pasa a muchos activistas. De hecho, se la ve mucho más tranquila.

Y todo ello a pesar de los inevitables reveses. Las cosas no le fueron muy bien a Baez en la época de Reagan. Para entonces, muchos de sus contemporáneos, Dylan entre ellos, habían abandonado la política por considerarla algo anticuado. Para horror de su ex novia, Dylan dijo que había demostrado interés por el movimiento pacifista sólo para congraciarse con su público. Baez, en cambio, nunca vaciló.

Una vez más se solicita su presencia como activista. A fines del año pasado, Baez viajó a Crawford, Texas, para protestar ante Camp Casey con Cindy Sheehan, cuyo hijo había muerto en Irak. En diciembre del año pasado cantó Swing Low Sweet Chariot frente a la cárcel de San Quintín mientras ejecutaban a Tookie Williams. Lanzó un álbum en vivo, Bowery Songs, que comprende viejos temas de protesta como Christmas in Washington, de Steve Earle, y en marzo saldrá de gira por Gran Bretaña. "Es lo más cerca que me he sentido de los primeros años del movimiento."

La gente suele preguntarle a Baez por qué sigue protestando si es tan poco lo que se pudo avanzar. "Ni siquiera es falta de avance -señala en su tono bajo e irónico-. Es una pendiente hacia el apocalipsis. La gente me dice: Ah, Srta. Baez, ¿cómo hace para seguir siendo optimista? Y yo contesto: Nunca lo fui. Era demasiado inteligente. Soy realista. Se sorprenden y se sienten heridos, porque dependen de que yo les diga algo que los haga sentirse mejor." Vuelve a reírse. "Confío en la gente, en las personas. Una no sabe qué es lo que va a surgir de las ruinas. Michael Moore, por ejemplo, ¿de dónde salió? Ese hombre extraño, gordo, hace películas increíbles que muestran cómo son las cosas. Al verlas, una piensa cómo es posible que alguien vote a Bush, ese bastardo mentiroso e hipócrita."

De adolescente era una chica nerviosa. Los nervios la llevaban a vomitar antes de ir a la escuela. Más adelante, cuando empezó a cantar, en ocasiones tenía que abandonar el escenario debido a ataques de pánico. Había un conflicto entre su costado hippie y su lado serio. Cuando empezó a cantar era muy severa con el público, pero también bromeaba. "Era como una domadora de leones. En el Club 47, donde cantaba, si alguien estaba leyendo un libro y daba vuelta una página, yo dejaba de cantar y guardaba silencio hasta que se daba cuenta para qué estaba ahí. Para escuchar a la reina, por supuesto."

Baez todavía no se había iniciado en la política. Irónicamente, fue Dylan, al que conoció en Nueva York años después, el que le hizo conocer el movimiento pacifista, al que ella adhirió al instante. Le permitió concentrar su rebeldía y dar fuerza a sus temas folk. En 1962 fue tapa de la revista Time -la foto era "horrible", dice- y tres años después se retiró al Carmel Valley de California, donde creó el Instituto para el Estudio de la No Violencia.

Ba
ez no es seria en el mismo sentido que lo era antes. Luego de años de terapia, se deshizo de la ansiedad que fue la causa de tantas malas relaciones. A pesar de su estridencia general, podía ser una suerte de felpudo con los hombres. Afirma que su cambio de actitud fue "saludable". Ya no se considera poco atractiva. Sin embargo, su nueva calma tiene sus límites: durante la tarde hay un par de ocasiones en las que alcanza ese límite, y comprenden, como suele pasar, a su madre.

Big Joan tiene la mirada serena y el buen carácter de todos los padres que dependen de sus hijos adultos. Se limita a quedarse sentada en una silla y a levantar las cejas alguna que otra vez. "Tengo 93 años", dice en un momento. "Tenés 94", replica Baez. Hablamos de la infancia de Baez. Los viajes, dice, le abrieron la cabeza. "En el mismo sentido, creo que Gabe también debe estar contento de que su madre haya sido una vagabunda en lugar de haber estado encima de él. Tuvo la posibilidad de ir a muchos lugares raros que luego son enriquecedores." Gabriel frunce el ceño. Baez se casó con su padre, David Harris, en 1968. Se divorciaron en 1973, y casi la mitad de ese tiempo Harris estuvo en la cárcel por resistirse al reclutamiento.





 
Joan y su madre 

Sólo su relación con Dylan reviste interés ahora, algo que Baez soporta con ecuanimidad. Luego de conocerse en Greenwich Village en 1961, Baez le permitió compartir el escenario con ella, que ya era una gran estrella, a pesar de que él era muy poco conocido. Unos años después, cuando las cosas se invirtieron, Dylan, la gran estrella, se disponía a realizar una gira por Gran Bretaña. Baez le preguntó si podía compartir el escenario con él. Dylan se negó.

¿Se disculpó? Baez hace referencia a la reciente película de Martin Scorsese sobre Dylan, durante la cual le preguntaron si quería pedirle disculpas a Baez. Dylan se debatió. "Bueno, él se debate con todo." Contestó: Ella ya superó eso. Y agregó: Supongo que las personas no siempre toman las mejores decisiones cuando están enamoradas.. Sonríe. "Es algo."

Imagino que estar en compañía de Dylan y los Beatles debe haber sido como entrar a un club masculino. "Sí, así fue. Por eso yo preparaba el té." Se ríe. "Y secaba la ropa transpirada de Dylan. En serio. Como dije, hacer una vida saludable me llevó unos años." ¿Se regocija con el hecho de que envejeció mil veces mejor que él? "Sólo me regocija el hecho de que yo envejezco bien."

Baez nunca consumió drogas. Tendía a rebelarse con cosas que, en lugar de reducir, aumentaban su control sobre su propia vida, tales como vivir con un novio cuando eso aún se consideraba escandaloso. Pero nunca le interesaron las drogas. "No tenía nada que ver con la virtud. Simplemente me daban mucho miedo." Mientras todos los demás se drogaban, Baez se dedicaba a "lavar platos o a alguna otra cosa por el estilo." No necesitaba las drogas, dice, porque "tenía mi propia forma de abordar la vida."

Y su vida en ese momento era extraordinaria. Martin Luther King la invitó a acompañarlo en los actos. El la cargaba por su imagen anticuada y ella hacía lo propio con él. "Creo que su trabajo era tan serio que no podía divertirse. Todo lo que hacían él y sus amigos era sentarse a contar chistes racistas. Era muy divertido."

Todavía surgen recordatorios de la influencia que ejerció la chica nerviosa de aspecto austero. La mañana que nos encontramos, The New York Times publicó un artículo sobre Michele Bachelet, la primera mujer que llega a la presidencia en Chile. En su adolescencia era una cantante folk, dice el artículo, que aspiraba a ser como Joan Baez.

 

Traducción: Joaquín Ibarburu

©THE GUARDIAN  ESPECIAL PARA CLARIN




Nota del blog: en 2008 Joan Baez fue nominada a los Premios Grammy por su nuevo cd Day After Tomorrow.  A lo largo de su carrera recibió 7 nominaciones al Grammy,  8 Discos de Oro  y en 2006 recibió un Grammy Lifetime Achievement Award, premio especial otorgado a la trayectoria.

JOAN BAEZ  inicia gira y festeja, a sus 69 años, medio siglo en la música




FERNANDO NEIRA  -  Madrid

EL PAÍS  -  Cultura - 03-03-2010






Joan Baez y la ministra de Cultura de España, 
Angeles González-Sinde, durante su premiación.


"¿Que si dispongo ya de alguna heredera para mi trono de Reina de la Canción Protesta?". Joan Baez repite en voz alta la pregunta al otro lado del teléfono, desde su residencia californiana, se detiene durante un par de segundos y finalmente suspira: "Para ser sinceros, creo que no. Las palabras 'riesgo' y 'sacrificio' desaparecieron del diccionario de mis compatriotas en tiempos de George W. Bush. Pero si queremos un verdadero cambio social debe haber gente dispuesta a mojarse, incluso a poner su propia vida en peligro".


Genio y figura. No importa que la neoyorquina Joan Chandos Baez acabe de soplar 69 velas de cumpleaños y que este próximo noviembre conmemore medio siglo desde la publicación de su primer y homónimo trabajo discográfico. La llama de la concienciación ciudadana y la lucha en favor de los oprimidos sigue viva en la mujer que marchó hasta Washington en 1963 de la mano de Martin Luther King, la que clamó contra la masacre en Vietnam y padeció en 1972 el peor bombardeo sobre la ciudad de Hanoi. La primera novia ilustre de Bob Dylan conserva una voz prístina y deliciosa -lo demuestra en su reciente e inesperado nuevo álbum, Day after tomorrow-, pero sigue sin concebir la música despojada de mensaje.

"La gente necesita algo más que un puñado de bonitas melodías", proclama. Y agrega, escandalizada: "¿Vio la última entrega de los premios Grammy? No queda ni el menor atisbo de sentido social o político en la música comercial. Sólo perduran artistas de interés en el ámbito de la contracultura, pero no sé cuántos de ellos querrían vincular sus canciones a sus actos, a una toma pública de posición".

A falta de una nueva generación esperanzadora, la dama que cosechó reconocimiento mundial con We shall overcome, Farewell Angelina, o, ya en los años setenta, Diamonds and rust ha decidido volver a la carretera. Comenzó ayer en Barcelona, y hasta el día 12 (Madrid, Palacio de Congresos) recorrerá media España, con escalas en Burgos (día 3), Vigo (viernes 5) y Gijón (domingo 7). Sus clásicos compartirán cartel con los 10 cortes de Day after tomorrow, producido por el gurú del country alternativo Steve Earle.

"Steve y yo somos muy parecidos en muchos sentidos", revela Baez, contra pronóstico. Y enumera: "Él es un tipo rudo, tosco, con aristas, un poco canalla y desarrapado. En cuanto nos conocimos, nos hicimos amigos de inmediato. Además, a los dos nos gusta trabajar deprisa: un café con galletas y... ¡a grabar!".

¿Cómo es la casi septuagenaria Joan Baez en su faceta artística? "Ahora tengo que trabajar mucho la voz", asume sin ambages. "De jovencita no necesitaba cuidarla, era un don natural que brotaba espontáneamente. Sin embargo, hace ya muchos años advertí que era mortal, como todo el mundo, y que la voz se me deterioraría si no me esforzaba mucho en conservarla". Quizás haya perdido algo de ese fulgor tímbrico de antaño, cierto, pero la emoción pervive en temas como el que bautiza el disco, un original de Tom Waits. "Me encantaría seguir existiendo el día después de mañana", reflexiona en alusión al título. "Y cuando ello ya no sea posible, espero que nuestros nietos puedan aún disfrutar de un mundo respirable, un planeta en el que, pese al maldito calentamiento global, todavía quede hueco para la belleza". Pero no lo olvidemos: más allá del arte, a Joan Baez nada le interesa más que la política. Sigue defendiendo a Obama, pero admite que la concesión del Nobel de la Paz "fue una locura, como todos sabemos", y que su condición de comandante en jefe de los tres ejércitos le convierte en "despilfarrador de trillones de dólares". "Es un hombre de sobra inteligente, pero está mal aconsejado. Nadie en la plana mayor del Ejército le explicará nunca que docenas de pueblos han invadido Afganistán desde los tiempos de Gengis Kan sin que ninguno haya logrado doblegar al pueblo afgano".

Los 15 minutos de rigor que concede la maquinaria promocional rondan ya los 25, así que llega el momento de explorar en la fibra sensible del personaje:

-Se habrá dado cuenta de que aún no le hemos preguntado por Dylan...
-¡Bien! Ni falta que hace. Si sus lectores han visto el documental de Scorsese sobre él y el que acaban de rodar sobre mí, How sweet the sun, descubrirán que ya está todo dicho.
-Pero comprenderá el interés...
-Si usted es un español con cierto aprecio por su inteligencia, no seguirá insistiendo en esta dirección.
-De acuerdo, sí, pero ¿qué le ha parecido el disco de villancicos?

Tras un instante de sorpresa, a la mujer que contribuyó a popularizar el nombre de Dylan en el East Village neoyorquino se le escapa una risotada. Y, a renglón seguido, también una confesión.

Me encanta ese disco! Absolutamente. Pero más aún a mi madre, que a sus 97 años no para de escucharlo. No daba crédito, pero le prometo que el otro día la descubrí escribiéndole a Bob una carta de agradecimiento. Como una fan cualquiera...





Fuente: El País, España



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Under the bombs, Hanoi 1972



Cuando Joan Baez denunció al gobierno comunista de Vietnam/
Karen G. Jackovich, 1979
People Magazine



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