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hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Entrevista a LA MAGA, la mujer que inspiró a Julio Cortázar / entrevista de Juana Libedinsky, La Nación, Buenos Aires 7 de marzo de 2004


Edith Aron: la maga de Julio Cortázar




Por primera vez, a los 80 años, habla la mujer que inspiró el personaje más famoso de la más famosa novela, Rayuela, del escritor argentino. Desde su casa en Londres, cuenta su historia íntima y abre para la Revista cartas que nunca fueron vistas por ojos extraños


"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. "
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Ya no es la rue de Seine ni el Pont des Arts, sino un pequeño departamento en el elegantísimo barrio londinense de St. John’s Wood, a pocos metros de la Abbey Road que hicieron famosa los Beatles y cerca del magnífico Zoológico de la ciudad. Pero la Maga sigue siendo la misma. Sí, porque la musa de Cortázar, la misteriosa protagonista femenina que deambula por Rayuela, el personaje más famoso de su libro más famoso y con el cual le rompió el corazón a sus lectores existió y existe. Y es Edith Aron, una encantadora señora de 80 años que vive en el más completo anonimato, escribiendo en las madrugadas silenciosas, entre las cartas y recuerdos del hombre que la inmortalizó para la literatura.

"Una sola vez, cuando en el almacén cercano a mi casa una chica mexicana me dijo que era una gran admiradora de Cortázar y que la Maga era su ideal, como era tan simpática pensé en decirle quién era yo. Pero no lo hice. No es un tema del que me guste hablar, no lo necesito y, además, a los ingleses nunca les interesó. Pero ahora… bueno, digamos que soy una señora mayor. Quizá no esté para el próximo aniversario de Cortázar", aclara suspirando.

Buscada

Cortázar dejó grabada la imagen de la Maga a los veintipico de años, con medias negras y zapatos colorados, fumando Gitanes y con el pelo despeinado. En 1963, en pleno furor de Rayuela, "todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga –recuerda Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela y profesor de literatura de la Universidad de Brown–; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente".

Hoy, los amigos de Aron siguen fascinados por ella y la describen como una extraña belleza, alta e imponente, de nariz aguileña, ojos brillantes que miran muy fijo y el pelo corto color azabache.

"Nadie me da mi edad, ¿sabe?", aclara con evidente coquetería y un dejo de acento alemán en su castellano bien porteño, y en el cual se le escapa cada tanto un macanudo.

"¿Qué me vio Cortázar? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!", aclara risueña.

Edith Aron nació en el Sarre, una región en el límite entre Francia y Alemania, "que de no haber sido lamentablemente anexada por los alemanes hoy sería un pequeño país independiente como Luxemburgo", explica.

De familia judía, poco antes de la Segunda Guerra Mundial emigró con sus padres a la Argentina, donde ya tenían parientes.

"Fui al Colegio Pestalozzi, a cuyos profesores les voy a estar por siempre agradecida. Me permitieron mantener una identidad alemana como la de ellos, profundamente distanciada de la política e ideología nazi."

En un barco de vuelta a Europa, en 1950 y con 23 años, conoció a Cortázar.

"Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y, de pronto, vi a un muchacho tocar tangos en el piano. Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé."

Al poco tiempo, ya en París, entrando en una librería, Edith vio una cara conocida.

"Cortázar me reconoció también, e intercambiamos unas palabras. Nos volvimos a cruzar en el cine, viendo Juana de Arco. Luego, en los Jardines de Luxemburgo. El estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante, así que me invitó a tomar algo, me leyó un poemita y hablamos de amigos comunes en Buenos Aires."

"Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Claro que no todo fueron encuentros casuales. "Cortázar trabajaba en una exportadora de libros en la esquina de mi casa en París, y venía a verme para almorzar. Era muy entretenido. Por ejemplo, me decía que le hiciera una ensalada azul. Yo no tenía idea de qué era eso. Entonces él tomaba cualquier ensalada y la llenaba de estampillas azules. Hacía todo el tiempo ese tipo de juegos, en los que yo nunca me sentí a la par. ¡Me acomplejaba porque él sabía tanto y yo sabía tan poco! No me decidí a irme a vivir con él justamente porque quería estudiar. Además, sabía que él admiraba mucho a Aurora Bernárdez, que estaba en Buenos Aires", confiesa con un susurro.



 

"Con mucha discreción", aclara, sus recuerdos ya fueron publicados en 1999 en un libro que escribió en alemán, Las casas falsas, y publicado por una editorial de Heidelberg.

–¿Usted estaba enamorada?

–No lo sabía. Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería.

–Pero usted ya estaba para siempre asociada a él por Rayuela. ¿Se siente identificada cuando lee el personaje de la Maga?

–El me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela. También hay algunos episodios, como ese en el que encontramos un paraguas viejo en las calles de París y le damos una ceremonia de entierro, que ocurrieron más o menos como los cuenta. Pero la Maga es un personaje literario.

–¿Cortázar era tan buen mozo como se ve en las fotos?

–Bueno, de chico tuvo un problema en las glándulas que hacía que pasara el tiempo y se viera siempre igual, sus enemigos le decían Dorian Grey, como el personaje de Oscar Wilde, porque su aspecto nunca cambiaba. Tarde en la vida se hizo operar y sólo entonces, por ejemplo, le creció la barba. Me parece que le costó tanto tenerla que nunca más se la sacó. Por otra parte, no podía tener hijos. Tuvo otro tipo de hijos, los libros, pero no de los de carne y hueso, que son los que humanizan. Y él era demasiado intelectual. Incluso usaba anteojos de joven sin necesidad, hasta que Aurora lo convenció de que se los sacara…

–¿Sintió celos por Aurora?

–Nunca sentí celos por Aurora. Más adelante, ellos insistieron en que, de tanto en tanto, fuese a comer a su casa. Yo era la chica que había aprendido junto a él. Después de todo, eso era lo que más le gustaba hacer, por algo en la Argentina había sido maestro de escuela. Pero la primera vez reconozco que me levanté de la mesa, me encerré en el baño y lloré. Yo había estado sufriendo sin darme cuenta. Y sé que él estaba un poco preocupado. Con el éxito que le trajo Rayuela, sabía que un poco me usó. Y ganó.

"No necesito decirte quién es Edith, vos lo habrás adivinado hace mucho, ¿verdad? Entonces, ¿vos te imaginás Rayuela traducida por ella? (...) En Rayuela, te acordás, la Maga confundía a Tomás de Aquino con el otro Tomás. Eso ocurriría a cada línea..."
(Carta de Julio Cortázar a Paco Porrúa, extracto, 1964)


La decepción

Edith Aron asegura que a pesar de no haber sido la elegida, siempre le guardó un enorme cariño a Cortázar. Hasta que cierto día le sacaron las traducciones que ella estaba haciendo de sus libros al alemán y, peor aún, se enteró de este fragmento de la carta del escritor a su legendario editor, Paco Porrúa.

"Me hizo muy mal profesionalmente. ¡Yo trabajé en el Instituto Goethe de Londres, en el Imperial College! Creo que Cortázar me confundió con el personaje. La realidad es que para entonces mi madre –a quien yo no veía desde hacía diez años– estaba gravemente enferma en Buenos Aires. Tuve que ir a cuidarla y me demoré en entregar las traducciones. Eran textos muy buenos, los hice ver por expertos. Cortázar estuvo muy mal en hacérmelos sacar. Luego se arrepintió, pero yo ya tenía una rabia infinita."

–¿Nunca más volvió a verlo?

–El decía que por el azar nos volveríamos a encontrar. Nos cruzamos en una Feria del Libro de Francfort. Y luego, un día en el metro londinense me lo encontré en el mismo vagón. Ya estaba con otra mujer, muy joven, llena de anillos de plata en los dedos, pero igual se sentó a mi lado y me preguntó de dónde venía. "De mi trabajo", le dije orgullosa. El me respondió: "¿No crees que este encuentro tiene algún sentido?" Y pidió que nos viésemos al día siguiente. Pero me había lastimado mucho, y yo ya no creía en la casualidad. Así que al llegar a la estación Picadilly le dije: "Me voy", y me bajé. Nunca imaginé que las próximas noticias que tendría de él serían las de su muerte, en 1984.

–¿Por qué no creía más en la casualidad?

–Una vez un rabino me dijo que ser judío es como una vacuna: funciona como defensa ante un momento crítico. Yo siempre fui muy liberal, nada religiosa, pero me parece que eso es verdad. Fíjese: yo acababa de leer a George Steiner respecto de una teoría del judaísmo que no acepta la coincidencia, y eso me sirvió para justificar no volver a verlo. Además, aparte de Cortázar yo tuve una vida muy linda. Soy la viuda de un artista inglés que trabajó un tiempito como corrector en el Buenos Aires Herald. Y tengo una hija, Joanna, que es cantante. Llegó a tener pasaporte argentino, que guardo con cariño. Como ella tenía dieciocho meses, le tomaron la foto y le hicieron estampar su dedito, aclarando, debajo: No firma aún. Es el último recuerdo que tengo del país, al que me encantaría volver, pero ya no puedo viajar mucho.

–Una última pregunta que me desvela. El personaje de la Maga andaba despeinado, cocinaba mal y fumaba Gitanes. ¿Y usted?

–No sé, creo que en una carta le escribí a Cortázar que estaba despeinada. Nunca fui una gran cocinera. Crecí en la Argentina, así que me sigo basando en el bife con ensalada. Y los Gitanes, bien fuertes, sí, me encantaban. Pero ahora, ¡sólo me dejan fumar Philip Morris Ultra Light!



Todas querían ser ella

"Todas querían ser la Maga." Julio Ortega es categórico. El coeditor de la versión crítica de Rayuela, publicada en París por la editorial Archivos, asegura que Cortázar jamás pudo prever la vehemencia que causaría en las mujeres. "Sus lectoras, las escritoras y críticas que se dedicaban a su obra parecían convocadas al modelo de musa benéfica –explica desde la Universidad de Brown, en Estados Unidos, donde es profesor de literatura hispana–. Su bovarismo (conversión de la realidad en literatura) resultaba peculiar: querían ser como la Maga, pero también hacer de Cortázar una suerte de Pigmalión capaz de descubrirlas y perpetuarlas." Ortega, que trabajó a partir de los manuscritos de Cortázar que hizo comprar a la Universidad de Texas, donde era profesor, recuerda: "En los años 60, las chicas se identificaban con la Maga. En esos años a los varones les daba reputación pasearse con El capital o En busca del tiempo perdido bajo el brazo. Para las mujeres, eso era Rayuela. Todo era fruto de la influencia del surrealismo: las chicas querían mostrar que, como la Maga, tenían un estado de disponibilidad para los milagros de lo casual".


De puño y letra

París, 8 de marzo de 1978

Querida Edith:

Tu carta no agrega nada nuevo, por desgracia, a una situación sin salida. Hace mucho que he dejado de entender lo que pasa con las ediciones alemanas, y sólo sé que Wittkopf trabaja en una antología de mis cuentos y que Fries traduce Rayuela. 

No tengo (ni quiero tener) ningún contacto directo con editores, que son siempre una fuente de líos. Y yo ya tengo demasiados líos en estos tiempos.
Sé que el problema con vos no se resolverá a pesar de cualquier esfuerzo, y que Sularkamp (ilegible) es una gigantesca máquina que no cambia su conducta una vez que la ha decidido.

Lamento que una vez más vuelvas sobre ese tema tan penoso para vos y para mí, pero te comprendo de sobra; solamente que ya es tarde para cambiar las cosas, y creo que tu correspondencia con Wittkopf te lo prueba de sobra.

Por favor, no vuelvas sobre el pasado, porque ya nadie quiere entender cosas tan complicadas y que parecen sin salida. Si yo puedo ayudar en el presente ya sabes que lo haré, pero esa historia detallada que me cuentas en tu carta no sirve más que para amargarte y amargarme. Y créeme que en estos tiempos la amargura es mi comida cotidiana. Hago lo que puedo por la Argentina y Chile, estoy continuamente en viaje para ayudar la causa de esos pueblos, y el resultado es siempre igual: tristeza y amargura. Y si el presente es así, ¿cómo agregarle el pasado y volver atrás en busca de arreglos que ya nadie entiende?

Me gustaría recibir de vos otro tipo de cartas. Hay tanto de vivo y de bello en tu persona, hay tantas cosas mejores que esa vuelta atrás en que te obstinas.
Espero que Joanna esté bien. Para vos, un abrazo fuerte y el cariño de

Julio


En la vida real
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"No soy para nada una señora inglesa", confiesa Edith Aron, y ofrece la prueba más que contundente: no le gusta la jardinería. "Las únicas plantas que tengo son dos del desierto, que justamente me trajo de regalo un amigo porque dijo que eran las únicas que me podrían sobrevivir."

A pesar de que el personaje de La Maga es considerado una figura antiintelectual, ella es una mujer muy culta cuyos programas de fin de semana suelen incluir visitas a las exposiciones de avanzada en el Instituto de Arquitectura Contemporánea de Londres o un pequeño viaje para llegar a la inauguración de muestras de amigos artistas en Berlín. Es escritora, y trabaja en las madrugadas, rodeada de un silencio absoluto. Tiene dos libros en alemán en su haber, El tiempo de las maletas y Las casas falsas, publicados por una editorial de Heidelberg. Este último es, según ella, "sutilmente autobiográfico".

"Quise incluir un par de cartas de Cortázar; le escribí a Aurora, para pedirle su autorización, y me hizo esperar como dos o tres meses, pero me la dio."

Cortázar estuvo casado dos veces después de su matrimonio con Aurora Bernárdez, pero fue a ella a quien Edith Aron le escribió la carta de condolencia cuando se enteró, leyendo el periódico alemán Die Zeit, de la muerte de Cortázar.

"Fue curioso porque ella me respondió que ambas éramos mujeres judías que habíamos sufrido mucho. Me pareció que lo decía para consolarme a mí y como un gesto de amabilidad, ¡pero ella no era judía!"

A Edith le gustan sobre todo los cuentos cortos y no se cansa de releer a Kafka, Borges y, por supuesto, Cortázar.


 ©Juana Libedinsky 
La Nación
Buenos Aires, 7 de marzo de 2004





Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984






Griselda Gámbaro: “Sigue habiendo personas generosas”, entrevista de Hilda Cabrera

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Miércoles, 29 de julio de 2009


Griselda Gambaro ante el próximo estreno de El misterio de dar, en el Teatro Cervantes “Sigue habiendo personas generosas” La escritora focalizó, esta vez, en un caso real para crear la historia de una mujer que quiere vivir sin culpas a pesar de sus pérdidas. “La solidaridad existe y sería de cínicos desconocerla: se expresa en pequeñas iluminaciones”, sintetiza.



-->Imagen: Alfredo Srur

Griselda Gambaro afirma que “los gestos particulares producen un rescate ético”.
Por Hilda Cabrera

La historia que cuenta el monólogo El misterio de dar –próximo estreno en el Teatro Nacional Cervantes– sucedió realmente a una persona que la autora Griselda Gambaro conoce bien. De ahí la rara impresión de vida en una obra que adhiere a rajatabla al lenguaje y el clima ficcional. Un ejemplo es la escena en que el personaje de la señora Schneider observa en los rostros de la mendiga y su hijo expresiones de tristeza y júbilo, que –en su fingida conversación con los objetos que la rodean– devela su estado interior: “Así estaban esos dos en la esquina, así era la cara del chico con el ojo vendado, la tristeza y el júbilo, juntos sin borrarse, como mi dolor y las ganas de vivir...”. La mujer se dirige a un destartalado caballo de juguete con una base a balancín que perteneció a su hijo, muerto a los cinco años. En esa escena, la alegría y el dolor ajeno y propio no se neutralizan: se pegan al rostro y al ánimo, aun cuando la señora insista en hallarles comicidad –feroz a veces– a las situaciones. Sucede que esta mujer “quiere vivir alegremente y sin culpa, a pesar de las pérdidas”, según observa Gambaro en la entrevista con Página/12. Creadora de novelas y cuentos, y de piezas teatrales que siguen sorprendiendo desde la pionera El desatino –que fue novela y luego obra teatral que dividió al público y a la crítica en 1965–, la autora opina que en El misterio... se da aquello de que “la escritura es imaginación y también experiencia propia y ajena”.
–¿La observación es entonces condición básica para un escritor?
–Sin la capacidad de observar sería difícil escribir para los demás.
–¿Se anticipa a cómo será recibido un libro o una obra suya?
–Si bien no escribo para que mis textos queden guardados en un cajón, no es ése mi primer pensamiento. Sé que la narrativa pide un lector y una obra de teatro, un público; y que si la mirada del otro nos completa como persona, esa mirada es mucho más necesaria para completar lo que producimos. Como todos, espero la respuesta, que es inmediata cuando se estrena y más lenta cuando se publica; salvo, claro, que se trate de un best seller.
–¿Intentó escribir alguno?
–Creo que ni estudiando la técnica podría.
–¿Qué le atrae de un texto?
–Que sea imaginativo, rico en ideas y sugerencias, y esté bien escrito.
–En sus obras, el trasfondo social es siempre inquietante. En El misterio de dar –y a pesar del buen humor de la señora Schneider– impacta la orfandad de los personajes...
–Es que las circunstancias personales, las nuestras, reales, como las ficcionales de los personajes, están profundamente relacionadas con los aspectos sociales, con hechos que se producen fuera de nosotros y no podemos desconocer, aunque cerremos la puerta de nuestra casa. Esta señora de la obra no es indiferente al desamparo de la mujer y el hijo que piden una limosna. Ella actúa con verdadera generosidad. La suya no es la dádiva de los ricos que –cuando dan– es porque les sobra. La generosidad de los pobres tiene otro carácter: están todos en el mismo pozo, pero sienten gran bienestar siendo solidarios.
–Hoy se dice que la solidaridad ha muerto.
–El mundo es cruel, pero sigue habiendo personas generosas. La solidaridad existe y sería de cínicos desconocerla. Se expresa en esas “pequeñas iluminaciones” que se producen en la vida diaria y que no parten precisamente de instituciones, empresas ni grandes asociaciones sino de grupos pequeños y de los pequeños gestos cotidianos.
–Que a veces no se perciben, como si estuvieran a resguardo.
–Claro, porque cuando la bondad no es fingida tiene carácter secreto. Cuando se busca la ostentación es fácil desviarse.
–¿Es negativo entonces que se dé a conocer un acto bondadoso o se acepte un reconocimiento?
–No totalmente, pero diría que esos sentimientos que se hacen públicos merecen “cierta desconfiada atención”. Porque ahí la pregunta es qué tipo de reconocimiento estamos buscando, porque son muchos los que pretenden algo que supera en exceso a lo que han dado.
–¿Qué siente cuando se la premia?
–Una tiene su costado esquizofrénico y se disocia. Por un lado agradezco el gesto de los colegas y el de la gente que estimo y reconoce mi trabajo, pero al mismo tiempo una parte mía es completamente ajena al premio. Tal vez si no me lo dieran, protestaría. ¡Una puede llegar a ser muy contradictoria!
–No lo ha sido respecto de su trabajo.
–Porque la escritura es una elección de vida. Creo que cuando no escriba sobre papel, lo haré mentalmente.
–¿Le sucede?
–Sí, porque soy de las que sueñan que escriben, y además sueño que lo hago muy bien, mejor que en la realidad. A veces hago alguna anotación al despertar.
–Parece el título de una obra suya: Lo que va dictando el sueño.
–El campo surgió de un sueño.
–Títulos que resuenan, como Sucede lo que pasa, Puesta en claro, Antígona furiosa, La casa sin sosiego...
–Algunos son afortunados desde el primer momento y otros me conforman después de mucho tiempo. Me sucedió con la novela El mar que nos trajo. Los títulos van por caminos extraños. Por ejemplo: ¿qué nos dice Rojo y negro? Diría que nada especial, pero nombra a una gran novela de Stendhal y acaba siendo un gran título. Pasa lo mismo con los nombres de las personas; son afortunados por las cualidades de quienes los llevan.
–¿Cuál es su próximo libro?
–Será un volumen de cuentos que quizá complete el libro Lo mejor que se tiene, donde está El misterio de dar.
–Teniendo en cuenta El misterio..., ¿se puede hablar de un rescate de valores?
–No sé si es un rescate, pero admiro en las personas aquellos valores que han impedido que la humanidad sea una horda.
–¿Estamos en tiempo de destrucción?
–Hemos tenido muchos crímenes en nuestra historia, pero todavía los gestos de amor nos salvan de las situaciones más terribles.
–¿Los gestos individuales pueden torcer una historia nefasta?
–Los gestos particulares no alcanzan a transformar una sociedad. En ese sentido diría que son inútiles. Lo que sí producen es un rescate ético.
–¿Se inició en la escritura con poesías?
–No, empecé desde muy niña, a los diez años, llenando mi diario personal, escribiendo cartas a mis amigas y composiciones en la primaria. Nunca dejé de escribir. Esto me permitió concentrar esfuerzos.
–¿Tampoco cuando tuvo que abandonar el país?
–La dictadura había prohibido mi novela Ganarse la muerte, y nos fuimos a España. Teníamos amigos en Barcelona. En la Argentina había comenzado otra novela, Dios no nos quiere contentos, que terminé y publiqué en España. Aquella primera edición fue hecha por Lumen, pero mi conexión con España no fue ni es tan buena como la que tengo con Francia o Alemania, países en los que estrené muchas obras: El campo, Decir sí, Los siameses, La malasangre...
–¿Habrá otro estreno después de El misterio...?
–Sí, estoy terminando una más en la línea de Pedir demasiado, donde trataba el desamor en una pareja, y De profesión maternal, el conflicto entre una madre y su hija. La próxima será sobre la relación entre hermanas.




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Esta reproducción no tiene fines comerciales.

Londres 38, Londres 2000 /Dra. Susana D. Castillo, San Diego State University





A fines del siglo pasado se hizo obvio que un genero de escritura hibrido se había venido desarrollando, a lo largo del continente, en forma paralela a las turbulentas luchas por la justicia social. Tomando elementos tanto del periodismo como de la literatura tradicional, estos recuentos oportunos recogían el acontecer vibrante detrás de las versiones oficialistas y agregaban detalles de una intrahistoria ignorada. Testimonios novelados, entrevistas a testigos presenciales, reseñas documentadas se proliferaban en un afan tenaz de difundir la palabra silenciada por la marginación social o por la represión de los gobiernos de turno. Baste mencionarse la amplia labor de la escritora mexicana Elena Poniatowska (HASTA NO VERTE JESUS MIO, 1969; LA NOCHE DE TLATELOLCO, 1970; FUERTE ES EL SILENCIO,1980, entre otros) o las biografías develadas en SI ME PERMITEN HABLAR de Domitila de Chungara, en colaboración con Moema Viezzer, 1978 (Bolivia) o en ME LLAMO RIGOBERTA MENCHU Y ASI ME NACIO LA CONCIENCIA, 1983 (Guatemala) para dejar constancia del sitial relevante de esta nueva tendencia que resguardaba vivencias múltiples en su afan de revisar la Historia desde perspectivas inéditas. No es casual por tanto que, cuando los países del Cono Sur sufran la violencia de regimenes militares, sean también las voces testimoniales las que circulen imparables durante los subsiguientes años de zozobra y alienación.
Emparentado a este genero hibrido testimonial se encuentra LONDRES 38, LONDRES 2000, Editorial Cesoc, Santiago de Chile (2009), impactante y meticuloso trabajo hilvanado con altura y sensibilidad por las periodistas chilenas, expatriadas en California, Sonia M Martin y Carolina Moroder.

El marco referencial del texto -donde el lector se familiariza con vibrantes biografías de ocho jóvenes a través de testimonios vivenciales - abarca desde 1973 hasta 1990, periodo que corresponde a la dictadura de Augusto Pinochet, capitulo devastador considerado por uno de los entrevistados como "mas fuerte que mil terremotos juntos,"(135). El titulo del libro alude, en realidad, a dos puntos geográficos diferentes. Uno, se refiere a la calle Londres, numero 38, de Santiago donde eran conducidos todos los detenidos inicialmente. El otro, Londres 2000, señala el lugar y fecha en que se puso fin a un esfuerzo jurídico por extraditar a Pinochet para ser juzgado por genocidio en España. En enero del 2000 el ministro británico Jack Straw anuncio que un reporte medico impedía tal proceso. "A esos dos Londres los une el puente de una injusticia que ha prevalecido en Chile, " afirman las escritoras.

Es de anotar que esta presentación de biografías-testimonios es un aporte significativo por la metodología rigurosa de su investigación histórica pero es igualmente impactante y conmovedor por la manera como se da, por lo que no se dice, por lo que se lee entrelineas. Esto es, por la forma de presentar ante el lector la memoria rescatada sin descartar aspectos emotivos y sicológicos. Es precisamente en este hallazgo de estrategia formal donde las profesoras Moroder y Martin realizan su mas genuina contribución al genero testimonial. De su mano, el lector vislumbrara - en la intimidad de hogares rotos- a seres desarraigados, escindidos por exilios internos o externos, aferrados aun a la esperanza de hallar un rastro que aplaque las tres décadas de dolorosa vigilia. “Bien expresa una de las entrevistadas que en los hogares de los detenidos desaparecidos hay "un cierto nivel de insanidad."(166) Precisamente, por esa inconclusa espera solo al cabo de veinte años la madre de Jacqueline deshace la maleta de efectos personales que se había apresurado a arreglarle la noche misma de su detención; por eso también ella se abraza a una sabana sanguinolenta que se había encontrado sobre la cama de la joven embarazada el día de la desaparición, y por el mismo motivo, la tía mas cercana de "El Conejito Rubio", consciente de que la madre de este había muerto en la espera, besa un cráneo perforado por las balas - dos décadas mas tarde- entre los restos exhumados de una fosa colectiva.

De crucial importancia en esta investigación es el papel de las entrevistadoras quienes, con su actitud de solidaria empatía, logran realizar su delicada labor. Con calidez y respeto, ellas se acercaran a los familiares de las victimas para escuchar su intima versión. Es a través del fluir de estas voces como los lectores recorrerán la alegre trayectoria de ocho niños en su actitud de asombro abierto ante la vida. Asi, se compartirán sus risas, aventuras y cantares como las imágenes de un video casero proyectado durante una reunión familiar. Es, asimismo, a través de estas voces grabadas como se conocerá otra etapa posterior, de gran vitalidad y serios interrogantes, de los ya adolescentes que cuestionaran las arbitrariedades del entorno social. Se advierte en la trayectoria de todos ellos un denominador común: "la rebeldía de pensamiento" ante la injusticia. Demasiado pronto se esfuman en el texto las paginas llenas de resplandor de vida...Las palabras ahogadas de sus familiares y amigos, testigos vivenciales de los ultimos dias, se apagan truncas, inconclusas al final de las grabaciones.

Bien apunta Fernando Kusnetzoff, en el lucido Prologo, que "el método empleado, combinando esas entrevistas con documentacion oficial de cada caso, nos causa un profundo impacto..." (15). En efecto, las secciones tituladas "Situación represiva" - donde se reproducen fichas recogidas por la Agrupación de Familiares de los Detenidos Desaparecidos - sorprende al lector por su tono objetivo y despersonalizado. El distanciamiento emocional logrado con este abrupto contraste, como en las escenas de teatro brechtiano, es aquí un acertado recurso para llegar al intelecto del lector provocando con ello un esclarecimiento de las situaciones expuestas. Vale indicarse que en estos expedientes de la AFDD también se enumeran las diligencias laberínticas, peticiones fallidas, visitas y entrevistas a organizaciones oficiales y/o policiales por parte de los familiares quienes tropezaron invariablemente con la evasión e inacción de las autoridades a cargo. Este ciclo agobiante lo describe gráficamente una de las entrevistadas, "Era como cargar con un animal en los hombros...como un monstruo que yo llevaba en la espalda."(57)

El doble enfoque con que se exponen estas ocho biografías va a enriquecerse con selecciones de poemarios (EL OLVIDO ESTA LLENO DE MEMORIA de Mario Benedetti y CONVOCATORIA de Hernan Montealegre) asi como con citas oportunas y reflexiones incisivas de diversa procedencia conformando un texto polifónico con el que se logra transmitir al lector una experiencia por demás compleja: "Los valores que se perdieron, la democracia que se esfumo de un día al otro, el desprecio por la vida humana, el exilio, los campos de concentración, la tortura, la represión dentro y fuera del país y nuestra profunda división que aun persiste."(190)

Es de esperar que el lanzamiento de LONDRES 38, LONDRES 2000 - programado en la Sala Magna de la Universidad Central de Chile para el mes de agosto del año en curso - de comienzo a una amplia divulgación de este libro-testimonio surgido como tributo "a todos esos luchadores, cuya rebeldía de pensamiento dejo una semilla que debemos alimentar por siempre."(11)


©Susana D. Castillo
San Diego State University
San Diego, California
Julio 2009